Traducido por Gorka Larrabeiti
Italia es un «caso» al que hay que prestar vigilancia especial. Hay que contenerla. Italia ha contraído un virus xenófobo, una infección que podría contagiar a otros estados. Por ello, Italia merece una sesión extraordinaria del Parlamento Europeo: para discutir las persecuciones que están sufriendo los gitanos residentes. La petición llegó del Presidente del Grupo Socialista, Martin Schulz, «de modo que no suceda en ningún otro lugar lo que está sucediendo en Italia». Durante su intervención, el eurodiputado alemán subrayó que la discusión abordaría la situación de los gitanos «en Italia y en toda Europa, pues no se trata de un problema específico italiano, si bien en Italia se ha manifestado de modo grave». Luego, esa frase que convierte a este país en el modelo negativo que se ha de estigmatizar, contener, aislar: «Hemos de evitar que ocurra en otros lugares lo que ha sucedido en Italia -insistió Schulz- ya que es importante discutir la situación de los gitanos en Europa pero teniendo bien presente lo que sucede en Italia». Pero ¿qué está pasando en Italia? «Nunca he visto nada igual, en ningún país europeo»: es el primer comentario de Victoria Mohacsi, eurodiputada romaní de origen húngaro, que lleva en Italia desde el viernes pasado intentando entender de dónde nacen las incursiones nocturnas, las detenciones indiscriminadas y los asaltos. El tour por los campamentos de Roma y Nápoles le ha revelado una realidad dominada por la violación sistemática de los derechos humanos más elementales. Su «viaje a Italia» poco tiene que ver con el de Stendhal o el de Goethe. Un viaje que se convierte en un descenso a los infiernos. La denuncia de la eurodiputada romaní retrata una dictadura modelo Sudamérica: irrupciones nocturnas, redadas indiscriminadas, malos tratos de la policía y niños gitanos que desaparecen en la nada. No estamos en la Argentina de los años 70, la Argentina de Jorge Rafael Videla. Estamos en Italia, la Italia de 2008, la de Silvio Berlusconi y Walter Veltroni, los cuales de todo hablan menos de lo que pasa en los campamentos de Nápoles de estos días. «Tenemos noticia de decenas de menores desaparecidos -cuenta Victoria Mohacsi-. Doce de estas desapariciones están documentadas; estamos trabajando en el resto». ¿Y quién ha hecho que desaparezcan? «La policía, el Estado italiano», responde tajante la eurodiputada gitana. «He hablado con una mujer -cuenta Mohacsi- cuyos hijos, acusados de mendicidad, acabaron ante un tribunal de menores, tras lo cual, desaparecieron en la nada. Sus padres no tienen noticias de ellos. Un abuelo -explica Mohacsi- me contó entre lágrimas que había perdido el rastro de un nietecito suyo de seis años. Desaparecido luego de un registro de la policía, que quede claro». «Para que luego digan que son los gitanos quienes roban niños», se concede un comentario la eurodiputada. Hay más aún: «Hace unos meses una noche en un campamento de Nápoles la policía se presentó de noche con tres coches patrulla gritando el nombre de un niño residente en el campo. Pues bien: de ese niño, ya no se sabe nada». «Pido al ministro de Interior italiano noticias de estos niños», dice Victoria Mohacsi. Mientras la eurodiputada gitana denunciaba la desaparición de estos niños, de Nola llegaba la noticia de un gitano que se llevaba a sus tres niños pequeños de la residencia en que les habían alojado.
Ahora bien: no sólo se trata de niños. La denuncia de la eurodiputada gitana retrata una Italia fuera de la legalidad internacional, fuera de todo respeto a los derechos humanos: «Horror, he sentido horror por las condiciones en las que se ven forzadas a vivir miles de personas. Hay campamentos sin agua, luz ni servicios sanitarios». Habla también de «razias» Victoria Mohacsi. De razias y malos tratos de la policía italiana. «Hay campos que la policía visita cada 3 o 4 días. Llegan de noche, despiertan a todos y ponen patas arriba las chabolas. A veces, los policías se presentan de uniforme, pistola en cinto y sin mediar palabra pegan porque sí al primer residente del campo con el que se cruzan. De vez en cuando -sigue- se llevan a alguno, lo encierran durante 48 horas sin acusación alguna, le pegan y lo devuelven al campo sin más explicaciones». Para describir la situación del campamento en Via di Salone, varios kilómetros al este de Roma, la eurodiputada cita nada menos que Auschwitz. De hecho, el campamento de Via Salone es un recinto vallado, vigilado con 10 cámaras que apuntan a las chabolas y controlada las 24 horas por al menos tres guardias municipales. Cuando un gitano cita Auschwitz, lo hace con conocimiento de causa, pues Hitler provocó el exterminio de 500.000 romaníes. En la Europa central, en los protectorados de Bohemia y Moravia, el exterminio fue tan riguroso que condujo a la desaparición total de la lengua romaní-bohemia.
Victoria Mohacsi habla a continuación de la situación en los campamentos de Nápoles adonde acudió ayer. «Allí, especialmente a raíz del presunto secuestro de un niño italiano por parte de una niña gitana, los controles de la policía son más asfixiantes si cabe. Pero nadie conoce a la chica acusada y lo único cierto hasta el momento es que han prendido fuego al campo. Yo pregunto al Estado italiano: ¿se está investigando a fin de identificar a los culpables de estos atentados?». La eurodiputada lanza esta denuncia ante los medios de comunicación. Sin embargo, hoy la presentará ante la Comisión de Derechos Humanos de Estrasburgo. Pero la situación italiana que denuncia Victoria Mohacsi es sólo la punta de un iceberg. En su breve visita a Italia denuncia asimismo las dificultades para obtener cifras precisas sobre la comunidad romaní presente en nuestro país. «En Italia hay 200.000 zíngaros de distintas etnias. De estos, 80.000 son residentes en Italia. El resto no están legalizados. Sobre todo no hay datos de cómo era la situación antes de la entrada en la UE de Rumanía y Bulgaria». Una dificultad debida al hecho de que «Italia no tiene una política sobre inmigración. Hay personas que viven aquí desde hace más de 40 años y aún carecen de documentos». Acerca de la política de repatriaciones y expulsiones masivas prometidas por el gobierno Berlusconi, Victoria Mohacsi no puede admitir que gran parte de los gitanos residentes en Italia no tenga ningún sitio, ningún país, ninguna patria adonde volver. Un ejemplo del desastre de las políticas de expulsión indiscriminada llega del campamento de via Ponticelli de Nápoles.Visto el clima de estos días unos cien gitanos decidieron volver a Rumanía. Ante los atentados incendiarios las familias decidieron poner a salvo a sus hijos: «Se marcharon primero las mujeres y los niños; luego los hombres, en autobuses con destino a Bucarest -explica Salvatore Esposito, miembro de la comunidad de S.Egidio, que lleva tiempo trabajando con los gitanos del barrio-. Lástima, habíamos conseguido hacer una parroquia con una integración de verdad». Junto con la CSESM (Comité para el desarrollo económico y social del Mediodía) habían organizado un ambulatorio y visitas gratuitas a los rom. «Con resultados sorprendentes -añade Esposito- en contra de lo que se suele decir: nuestros pacientes respetaban las prescripciones y en caso de que se les recomendara hacerse más controles, no dudaban en hacerlo». Un experimento que había funcionado y que dice mucho sobre la integración posible. Muchos de estos niños, unos treinta, asistían a la escuela elemental con los napolitanos y sin problemas. «Muchos que venían al ambulatorio -sigue el miembro de San Egidio- participaban también en las iniciativas comunitarias de la parroquia en nuestras escuelas de la paz. Los vecinos del barrio les saludaban, entablaban relación de amistad».