El Gobierno español asumirá en el 2010 la presidencia de la Unión Europea. Si las élites dirigentes piensan a nivel europeo y mundial, no está tan claro que tras el parón de la oleada antiglobalización los movimientos sociales sigan apostando fuerte por estrategias a nivel continental. Retomemos los debates algo abandonados tras el descalabro de la Constitución Europea.
Las instituciones europeas se encuentra bloqueado en muchos aspectos. Mientras que las posibilidades de control democrático se han visto interrumpidas, continúa sin embargo la iniciativa de los poderes centrales de la Europa unida. Es evidente la contradicción desastrosa en la que vivimos.
¿Debemos estar contentos por el hecho de que las fuerzas de la extrema izquierda hayan derrotado al proyecto de Constitución Europea ? El ‘Nuevo Partido Anticapitalista’ de Besancenot y la ‘Linke’ alemana han hecho todo lo posible para que nos veamos en esta situación. Con ellos han actuado todas las minorías comunistas y trotskistas europeas.
Estos partidos y partidillos no han dejado de ser republicanos, corporativos y, cuando no lo son, consideran que sólo pueden reproducirse sobre una base nacional y que sólo dentro de esas dimensiones pueden construir un programa. En su oposición a la unidad europea se valen del carácter liberal de la (difunta) Constitución Europea. Algo que, evidentemente, es cierto. Ahora bien : ¿es esto suficiente para justificar, no tanto la polémica encarnizada, sino el abandono del proyecto de la unidad europea ?
Algunos argumentos contra estas posiciones. 1) La polémica antieuropea de la extrema izquierda europea coincide con la del Gobierno estadounidense. El «interés nacional» de EE UU es, desde siempre, antieuropeo. Todo momento y toda tentativa de unidad europea se ha encontrado, al menos desde el final de la II Guerra Mundial, con la oposición del Gobierno estadounidense. En el último período, después del final de la Guerra Fría, esa posición se ha puesto de manifiesto de manera paroxística. Desde la perspectiva del interés nacional de EE UU, Europa sólo puede ser concebida como unidad dentro de la OTAN. Frente a los débiles enfoques unitarios que se han desarrollado en Europa, la política estadounidense no ha dejado de poner obstáculos y de sembrar cizaña. No esperemos modificaciones siendo la misma. 2) Sin embargo, las posiciones antieuropeas de la extrema izquierda reflejan también los intereses del mundo económico y financiero atlántico. Wall Street y el mercado financiero de Gran Bretaña (así como las instituciones políticas que trazan sus orientaciones) han constituido el tejido fundamental de recomposición también para el capitalismo europeo. Aun en el caso de que el capitalismo europeo pudiera independizarse del estadounidense, de todas maneras no lo haría, porque ha depositado las garantías de su seguridad en el vínculo atlántico.
Atlántico
No obstante, en este último periodo, cuando se han consolidado plenamente las consecuencias del final de la Guerra Fría, la situación se ha modificado profundamente. Los desarrollos de la unidad europea han tenido, a pesar de todo, un efecto importante. El Atlántico se ha tornado algo más profundo. La globalización ha obligado a las economías y a las potencias occidentales a mirar al mundo entero. Europa empieza a tener relaciones cada vez más directas e intensas con el BRICh (Brasil, Rusia, India, China). Además, la crisis energética le ha obligado a abrirse a Rusia y en general a los yacimientos de petróleo y gas de Asia central. El interés político se pliega al interés económico o, para ser más exactos, queda comprometida la sujeción a las políticas hegemónicas de EE UU. En efecto, la respuesta estadounidense al final de la Guerra Fría, las políticas puestas en práctica después del 11-S se han traducido en una injerencia generalizada, pero en esa misma medida se han vuelto un obstáculo para el desarrollo económico global. La opinión general considera ya las guerras estadounidenses como «guerras perdidas». El unilateralismo estadounidense está en crisis : pero lo más importante es que, si el unilateralismo (el imperialismo) estadounidense está en crisis, la hegemonía cultural de EE UU ha llegado a su fin. En lo sucesivo, la apertura de nuevos proyectos de constitución global (de las formas de regulación del mercado globalizado) ha de darse de forma multilateral. La crisis financiera actual es un mazazo para el unilateralismo estadounidense. El coste de las guerras y del mantenimiento del equilibrio político interno de EE UU (crisis de las subprimes y de los mercados financieros) muestran con extrema claridad que la renovación del vínculo atlántico (en sus viejas formas) tendría un coste que sería sufragado sólo por Europa. Y podríamos continuar.
¿Cómo podemos movernos, en esta nueva situación, para modificar el punto de vista de la extrema izquierda ? ¿Cómo podemos movernos para explicar que el interés fundamental de la lucha de clases en Europa puede apostar hoy por el reto de una «profundización del Atlántico» (esto es, de una ruptura posible entre intereses capitalistas europeos y estadounidenses) ? ¿Cómo podemos hacer entender que sólo en el terreno de la Europa unificada podrá formarse una línea política a la altura de las necesidades del proletariado multitudinario ? Hoy, la construcción de Europa y el proyecto de una línea política comunista caminan juntos. Nos encontramos ante una serie de puertas estrechas que los movimientos deben atravesar para reconstruirse y para construir líneas políticas multitudinarias. Insistamos en algunos puntos. ¿Es posible reabrir grandes campañas de lucha por la paz, para «ahondar el Atlántico», para romper con la OTAN, para proponer una «Europa por la paz» ? Éste es un tema de análisis y de iniciativa que ya hemos desarrollado ampliamente, pero que hoy, ante la derrota estadounidense en Iraq y la próxima derrota de la OTAN en Afganistán, debemos retomar. Pueden producirse momentos de solidaridad multitudinaria en torno a estos objetivos.
Los temas de la lucha social y biopolítica (desde la renta básica hasta los temas de reconstrucción de las políticas de bienestar ; desde la lucha por la libertad de procrear, de nacer y de morir, hasta las luchas de género ; desde las luchas contra la explotación en la fábrica hasta la construcción de instituciones de lo común, etc.) : todo esto sólo podrá darse sobre una base europea. En este terreno, en el que Constitución, instituciones y derecho se cruzan y se enfrentan a las luchas, en ese punto crucial los movimientos deben converger. Sabemos perfectamente que la Constitución, las instituciones, el derecho comunitario y la moneda son regulados de manera liberal : ¿pero acaso son distintas las tramas con las cuales en Berlín, en París o en Roma se traban esas relaciones ? En realidad, sólo en el terreno europeo la lucha puede tornarse eficaz. Negarlo es suicida. Y la unidad europea es una tarea que hay que llevar a cabo, una responsabilidad que hay que asumir.
No resultará extraño tener que reconocer que las becas de estudio Erasmus han hecho más por el desarrollo de la lucha de clases en Europa que las políticas de la extrema izquierda. Pero, nos dicen, Europa sigue siendo una madrastra. Es cierto, madrastra, mezquina y arrogante, liberal y patronal. Las caras de Sarkozy y Berlusconi la representan bien. Pero acordémonos también de que, antes de la madrastra, tuvimos una madre : y ella también se llama Europa. Es la historia de una unidad europea que fue querida por las masas de proletarios que ya no querían morir en las trincheras del Rhin, del Vístula o del Piave ; que fue construida por los millones de migrantes que se trasladaron de los mares del sur a los del norte, y -trágicamente- hasta las estepas rusas. Recordemos aquí tan sólo las luchas de los obreros multinacionales que dieron pie a la circulación de la política obrera en Europa desde 1917 hasta finales de la década de 1970. Somos sus hijos. Debemos hacer realidad su legado.