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Supone "una amenaza ecológica y social", según las ONG

Europa respalda a Turquía en el «proyecto Ilisu», una faraónica presa en el valle del Tigris

Fuentes: Diagonal

El Gobierno de Ankara y varias constructoras turcas, con ayuda de empresas e instituciones europeas, promueven la construcción de la presa Ilisu y el desplazamiento forzoso de los habitantes de Hasankeyf y de otros 60 municipios del valle del Tigris. Varias campañas luchan por la paralización del proyecto. La futura construcción en el valle del […]


El Gobierno de Ankara y varias constructoras turcas, con ayuda de empresas e instituciones europeas, promueven la construcción de la presa Ilisu y el desplazamiento forzoso de los habitantes de Hasankeyf y de otros 60 municipios del valle del Tigris. Varias campañas luchan por la paralización del proyecto.

La futura construcción en el valle del río Tigris del pantano Ilisu se inscribe en el faraónico GAP (Proyecto del Sureste de Anatolia, en sus siglas en turco), que promueve un total de 22 pantanos y 19 centrales hidroeléctricas en la zona y que el Gobierno de Ankara anuncia desde los años ’60 como motor de ‘desarrollo’ de esta deprimida región kurda. La presa Ilisu será la segunda más grande de Turquía, con una superficie de embalse de 313 km2, un dique de 135 metros de altura y una capacidad de producción eléctrica de 3.800 GW por hora. En palabras de Abdulvahap Kusen, alcalde de Hasankeyf, «desde que se comenzó a hablar del proyecto Ilisu, la inseguridad nos corroe». La frase expresa el hastío y el temor de los 3.000 habitantes de este pueblo agrícola y ganadero, el tercer municipio más pobre de Turquía, ante los planes de sumergir el valle donde se asienta. Los intentos de oposición popular al proyecto se enfrentan a serias dificultades y amenazas.

Hasankeyf posee un gran potencial turístico dados sus enormes recursos paisajísticos y monumentales, pero debido al estrangulamiento económico que sufre ha perdido en las últimas cuatro décadas el 50% de su población, que ha migrado en su mayor parte a la cercana ciudad petrolera de Batman. Asimismo, parte de la población ha sufrido desplazamientos anteriores por motivos políticos, en las paulatinas «limpiezas de bases» contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Con dichos antecedentes, las perspectivas de un nuevo desplazamiento obligatorio llena de desazón a los habitantes de la zona afectada por el proyecto Ilisu, máxime cuando el balance que arrojan los movimientos forzosos de población provocados por otros pantanos en Turquía -como el Atatürk o el Batman- es desastroso: los procesos previos de realojamiento e indemnización de las personas afectadas han sido deficitarios y en numerosas ocasiones se las ha confinado en infraviviendas mal comunicadas y sin las mínimas condiciones de habitabilidad.

La principal empresa constructora, Nurol, en declaraciones de su representante Yunus Bayraktar, miembro de la oligarquía turca, asegura que en el caso del proyecto Ilisu habrá casas para todos y que sus condiciones de vida mejorarán: «Incluso podrán practicar deportes acuáticos», afirma. Sin embargo, por el momento la población ha sido poco informada: la única notificación oficial que se ha llevado a cabo ha sido la convocatoria en la comisaría local de los varones censados en la zona para que se den por enterados de la construcción del pantano, sin comunicarles dónde serán desplazados o qué compensación recibirán. Las mujeres y los vecinos que no poseen casas o tierras no han recibido notificación alguna. Las instituciones dificultan el acceso de los ciudadanos al informe oficial de reasentamiento de la población: el documento, en inglés, ni siquiera se ha traducido al turco.

Los efectos de este enorme plan de ingeniería serán también negativos en el plano medioambiental: según la abundante documentación aportada por la asociación turca Doga Dernegi, no sólo conllevará la desaparición de especies protegidas
- «fundamentalmente aves y reptiles», señalan- sino que influirá en la erosión y salinización de la zona, en el cambio climático, en la pérdida de calidad del agua que será embalsada en vez de fluir, y en la aparición de enfermedades como la malaria, ya que las populosas ciudades de Batman y Diyarbakir vierten sus residuos al Tigris. «Es un ejemplo de libro de las nocivas consecuencias de la construcción de presas», denuncia la plataforma Salvemos Hasankeyf (hasankeyfgirisimi.org), formada por 72 organizaciones de las provincias afectadas e internacionales que desde años llevan a cabo una campaña en defensa de Hasankeyf y su entorno e intentan influir en las empresas y gobiernos europeos implicados en el plan (ver recuadro). En la página web weedonline. org se recogen firmas de protesta por el proyecto.

También existen críticas ante el expolio cultural que supondrá anegar el valle del Tigris: Hasankeyf, en la Alta Mesopotamia, cuenta con 12.000 años de Historia -es uno de los primeros asentamientos humanos- y posee una valiosa riqueza monumental asiria, hitita, romana, bizantina y musulmana, aunque en parte se halla en avanzado estado de deterioro. En los años ’60 se construyeron algunas casas para mejorar las condiciones de vida de familias que aún vivían en cuevas milenarias. En 1987 el municipio fue declarado Bien de Interés Cultural por el Alto Comisionado Turco. Para salvar los fondos arqueológicos y monumentales de Hasankeyf el Gobierno turco y las constructoras prometen liberar fondos específicos, hacer un inventario y desplazar los monumentos más emblemáticos, si bien dichas promesas no convencen a los expertos.

Por último, el riesgo de tensiones políticas aumenta la conflictividad del plan Ilisu. Las organizaciones kurdas ya han expresado su oposición al proyecto y prometen intervenir. Por su parte, Siria e Iraq, que reciben el caudal del río Tigris desde Turquía, se verán nuevamente afectados en su abastecimiento de agua y en sus derechos de explotación fluvial para la producción eléctrica, por lo que muy probablemente se repetirán las disputas que agriaron las relaciones entre dichos países y el Gobierno turco debido a la construcción en aguas del Éufrates en el embalse Atatürk, el sexto mayor del mundo, y que supuso un empeoramiento de las tensas relaciones entre Ankara, Damasco y Bagdad, y la condena internacional contra el Gobierno turco por incumplir los tratados internacionales que regulan el embalse de agua que fluye hacia terceros países.

CRÉDITOS EUROPEOS Y DE LA BANCA INTERNACIONAL

El consorcio constructor turco formado por la empresa Nurol, junto a otras sin experiencia en la construcción de presas como Cengiz y Çelikler, ha buscado de la mano del Gobierno turco diversas vías de financiación internacional para la presa Ilisu, cuyo presupuesto se estima en 1,2 billones de euros. La negociación sufrió una paralización con la retirada en 2001 de la empresa británica Balfour Beatty, que adujo que no se daban las garantías mínimas en los ámbitos social, ecológico y cultural que exigió al Gobierno turco. Asimismo, el Banco Mundial rechazó financiar la presa por razones medioambientales y por el potencial conflicto con Siria e Iraq. Si bien no consta que el proyecto haya asegurado una nueva línea de créditos, a principios de agosto de 2006 la empresa Nurol y el presidente turco Erdogan participaron en una ceremonia de inauguración de las obras, en lo que se interpretó como una muestra de haber recibido la ‘luz verde’ de las Agencias de Créditos para la Exportación (ECA en sus siglas en inglés), en las que participan gobiernos europeos y la banca internacional. Diversas ONG señalan que las empresas europeas Zublin (Alemania), Va Tech (Austria) y Alston (Suiza), tras haber recibido el auspicio de las ECA, realizarían la inversión sin asumir riesgos, a pesar de producirse en un contexto sociopolítico inestable y de existir posibilidades de no poder hacer frente a los pagos. A día de hoy, la agencia aún no ha contestado a la concesión de dichos créditos y la Plataforma Salvemos Hasankeyf presiona a instituciones europeas y a la opinión pública de los países que intervienen en el plan, con la esperanza de detener nuevamente el financiamiento.