Oriente embravecido, occidente en pie de guerra, tiempos de violencia, días de ira y resquemor, arden los muros de la patria no se si mía o de quién, arde París, y sobre el fuego de las espaldas mojadas, se atrincheran los restos de una civilización empeñada en seguir existiendo. Tenemos pintores y escritores, cultura occidental […]
Oriente embravecido, occidente en pie de guerra, tiempos de violencia, días de ira y resquemor, arden los muros de la patria no se si mía o de quién, arde París, y sobre el fuego de las espaldas mojadas, se atrincheran los restos de una civilización empeñada en seguir existiendo. Tenemos pintores y escritores, cultura occidental a precio de saldo, tenemos filósofos, cineastas, sociólogos, economistas, tenemos periodistas de cañones recortados, como la Fallacci, que hablan de la rabia y el orgullo e incitan a la rebelión popular y fascista contra el inmigrante, como muecines a la oración, o a la guerra santa, que viene a ser lo mismo. Tenemos y no tenemos, cultura o esculturas sobre aire, huecograbados de civilización fosilizada, porque Occidente ya está superado por la historia, por las desigualdades sociales, por los grandes bancos, por la lucha de clases y sobre todo por Marx y Bakunin.
Occidente es en sí y a pesar suyo una momia y no precisamente como la de Lenin, un cadáver exquisito que, desde su rigor mortis, se ha empeñado en luchar tan denodadamente contra todas las alternativas que se le presentan que se ha quedado sin ninguna. Y suenan los viejos clarines llamando a la oración y al mar oscuro, y grita la Fallacci que nos invaden, nos invaden, y sale Berlusconi con que hay que bombardear las pateras, y digo yo que si tanto miedo suscita recoger a los náufragos de la historia es porque Europa se hunde, como decía Miguel Ángel de Rus.
Pero llegan, los que llegan, y no encuentran más que ruinas peladas, una idea de construcción en la que no aparece por ninguna parte la palabra solidaridad, y no hay trabajo más que en obras sin contrato y calles de prostitución y delincuencia, y aún así se quedan, porque el mar sólo se cruza en patera para ir a un sitio mejor, y no hay salvación, no hay esperanza, no hay nada más que decorados y cementerios, y esquinas para mendigar que ya han sido ocupadas por otros pobres más avispados, y en las puertas de las iglesias los curas hoy cobran impuesto espiritual, a talego la jaculatoria, o a seis euros, como se dice ahora.
Así que muchos, puestos a elegir entre la muerte del mar helado, la indigencia y el bote de pegamento en Europa, y la salvación eterna, las huríes y los jardines de leche y miel al otro lado del espejo, se decantan por esto último. ¿De qué nos extrañamos? Ante eso no hay laicismo que valga, ni separación de poderes, ni Rousseau, ni Montesquieu, ni siquiera Marx, que fue el único que ofreció esperanza más allá de los dioses. Ante eso, lo único que hay es el cinturón de explosivos.
Europa se hunde, de Rus, qué razón tenías, Europa no es nada más que el hermano pequeño del otro, el del sombrero y las botas, Europa, hamburguesa de imitación, sucursal de la gran franquicia, establecimiento autorizado Levi’s, Europa como ausencia, Europa, Europa, fuiste cuna de civilizaciones, fuiste universidad, biblioteca y faro, fuiste referente, y hoy, cuando empiezas a existir en la historia, sólo eres un débil mamporrero del capitalismo salvaje, una gran tienda en la que se vende de todo menos esperanza y salvación. Europa de los bancos y las empresas, Europa de Cartier y de Peugeot, y no de Sartre y Camus. Nos hemos olvidado de los pobres, los hemos arrojado fuera sin miramientos, pero luego no queremos verlos deambular como zombies por las rutilantes avenidas de nuestras capitales, por favor, límpieme usted la plaza que queda muy mal tanto harapo. Hemos arrasado la esperanza, la hemos convertido en concepto, en tema de películas, en cuento de niños, hemos dejado de creer porque nos hemos rendido a la reacción y tirado la toalla, y dado que en este escaparate ya no vendemos fe, los desarrapados se aferran al islam, que de fábulas anda sobrado.
Europa se hunde, sí, Occidente entero empieza a zozobrar, porque no se sostiene un sistema que se basa en la miseria del resto del mundo. Europa, Europa, se necesita un cambio, un trastoque, un giro de ciento ochenta grados en el mundo, pero si llega esa revolución, ese paso adelante, tiene que venir de ti, tiene que hacer borrón y cuenta nueva partiendo de la filosofía, el pensamiento, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia, el reparto y el desarrollo, porque de lo contrario será un paso atrás, y ese terremoto que ya hace temblar las paredes de la historia, será protagonizado y absorbido por los muecines medievales, por los que llaman a la oración, por los absolutistas de Dios, versiones modernas de Guillermo de Ockham, pero sin haberlo leído.
Europa, Europa a medio hundir, no hay que tener miedo a las estructuras derribadas, a lo nuevo, Europa, en fin, Europa reconstruida, amasada, repensada, Europa será solidaria o no será, Europa is different, o sea, o lo debe ser, diferente a todo, a los estados, a las empresas, a la política, Europa de los trabajadores, Europa, si es que esa palabra tiene algún sentido, lo será por sus gentes, porque son los pueblos los que protagonizan las revoluciones y los cambios, y no por sus países, porque los países hace tiempo ya que han perdido su razón de ser, y los estados se encuentran en estado de coma.
Europa, ahora, hoy, cuando en todo el mundo aún mueren de hambre tantos niños, cuando las guerras siguen arrojando beneficios, cuando las multinacionales del medicamento dejan que la viruela se extienda por la selva, cuando los negros, los moros, los miserables, piensan en levantarse de una vez, y romper todo, ahora, hoy, puede ser el momento de la Europa invertida, el momento de la luna, el momento de la deconstrucción y el despiece integral, el momento de ese mundo nuevo en el que harán falta las corrientes de pensamiento recién nacido. Europa, Europa, dale una vuelta, colega, quizá sea el momento de que dejes de existir.