Aumenta el precio del petróleo y de los cereales, se hunde el dólar. ¿De quién es la culpa? Al unísono, la mega-máquina mediática dictamina: es el egoísmo de los países productores de petróleo que se rehúsan a abrir las llaves de un recurso que se está agotando. La dinámica es otra: se desploma el dólar […]
Aumenta el precio del petróleo y de los cereales, se hunde el dólar. ¿De quién es la culpa? Al unísono, la mega-máquina mediática dictamina: es el egoísmo de los países productores de petróleo que se rehúsan a abrir las llaves de un recurso que se está agotando. La dinámica es otra: se desploma el dólar y suben los precios de los granos, maíz y arroz. ¿Por qué?
Sólo Estados Unidos puede emitir libremente la cantidad de dólares que considera oportuna. Más allá de cualquier control, no hay cobertura en oro, ni el respaldo de una economía ya viuda de crecimiento y expansión, esposa polígama del endeudamiento interior y exterior.
La especulación de los «futures» es el verdadero elemento de perversión y de explosión de los precios. ¿Por qué?
El reglamento del «Commodity Future Trading Commission» del gobierno de Estados Unidos, permite unos contratos en el Nymex anticipando sólo el 6% de una provisión petrolera. Luego está el endeudamiento, se solicita un préstamo y con éste se paga el resto de la factura.
Con el barril a 128 dólares, el especulador debe disponer sólo de 8 dólares por barril, los demás 120 los busca en otras partes y los consumidores pagan los onerosos intereses correspondientes. Este poder excepcional de casta, el llamado «16 por 1», hace gravitar inevitablemente los costos y representa cerca del 60% del precio del barril, trasladado totalmente a los consumidores[1] .
Hasta ahora la Bolsa de Nueva York y la de Londres eran dueñas absolutas de la producción mundial de los hidrocarburos, porque pagaban con una moneda que era desvinculada de todo y que – actualmente – se devalúa al ritmo del 30% anual.
El famoso shock petrolero de 1972 fue provocado por una devaluación del 40% del dólar frente al marco alemán. Una simple influencia respecto al actual infarto de una devaluación simultánea en relación a todas las demás divisas, así como el oro, plata y materias primas y cereales.
Ahora impera una terrible ecuación: el 1% de devaluación del dólar determina automáticamente un aumento de 4 dólares por barril. Viceversa, si el dólar se reevaluara del 10%, el petróleo disminuiría de 40 dólares. Es increíble pero cierto.
¿Cuánta gasolina, nafta, aceites, lubricantes y otros derivados se recaban de un barril de petróleo? Es un secreto muy bien protegido por las transnacionales, que los políticos se callan. Hay quien sostiene que se obtienen 135 litros de carburante, otros dicen que serían 85, pero todos concuerdan que la parte más suculenta estaría en las ganancias que se generan por los innumerables derivados.
Finalmente, la soga del 65% de impuestos que la zona-euro aplica a los consumidores de combustibles: un impuesto cobrado por las gasolineras, donde no se diferencian los ingresos y el estatus social de los consumidores.
Si dos más dos diera cuatro, los consumidores deberían actuar contra la exagerada extorsión fiscal de la Unión Europea y la avidez desmesurada de las compañías petroleras que – hasta demostrar lo contrario – son las que están haciendo los mejores negocios con el encarecimiento del petróleo.
La política del «compro petróleo de papel hoy y vendo el próximo año» es una apuesta a favor del encarecimiento continuo de los hidrocarburos. Irán dice que la Exxon y Washington están almacenando ingentes recursos financieros para poder echar mano del subsuelo de Alaska, es decir iniciar perforaciones de gran complejidad que requieren volúmenes de capitales elevados.
El tiempo acota, dentro de nueve años los Estados Unidos no tendrán ninguna producción interna. Se queda Alaska, la anexión-apropiación (o privatización) de los yacimientos mexicanos en el Golfo de México, el petróleo africano que sustraer a China o la manu militari contra Venezuela.
Está claro que todo esto se refleja en mayores costos en el sector agrícola. Sin embargo, ¿cómo es posible explicar los precios del arroz cuadruplicados en los Estados Unidos y la limitación de las cantidades adquiribles en los supermercados? El costo de los abonos no se ha multiplicado por cuatro. Además, considerando la devaluación galopante, el actual precio del petróleo equivale al valor real de cerca de 100 dólares en 2007.
Por todas partes ha sido señalado que los agro-combustibles no son más que alimentos sustraídos a las bocas y empleados en los motores. Brasil y Estados Unidos pasan por alto el asunto y aumentan las superficies fértiles destinadas al etanol. Bush y la Unión Europea confirman las subvenciones a la agroindustria, aun cuando ya no produce alimentos para uso comestible, pero se oponen a cualquier intervención a favor de los consumidores y al control de los precios.
No merece muchos comentarios el cinismo de quien pone en tela de juicio a los nuevos «irresponsables» consumos alimenticios de China e India. ¿Qué deberían hacer con sus nuevas ganancias? ¿Sólo comprar videojuegos y teléfonos celulares?
El aumento hiperbólico de la comida es la respuesta salvaje del sistema bancario y de las trasnacionales «occidentales» al incremento de los precios de las materias primas.
Recuperan con los cereales lo que perdieron con las nacionalizaciones de los yacimientos en Irán, Rusia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y con la inconclusa depredación de los pozos iraquíes.
La casta financiera del mundo industrializado apunta a neutralizar el regreso de los Estados a cuestiones vitales como la regulación de la oferta, control de precios, limitaciones a las exportaciones para priorizar el consumo interno de los países productores.
Quieren recuperar el terreno estratégico perdido y acelerar la acumulación de excedentes financieros con una especulación sin límites. Y si hay que desnutrir y matar de hambre, no hay problema: el mercado es libre y soberano, todo lo demás es vulgar demagogia «populista».
En este siniestro panorama aflora una sola evidencia: el dólar ya no puede desarrollar la función reguladora de los intercambios mundiales. Se ha vuelto un factor multiplicador de volatilidad e incertidumbre. La cordura impondría que el primer paso sensato sería hacerlo a un lado y remplazarlo con una canasta de monedas. En cambio, la Unión Europea parece olvidarse que cuenta con un instrumento denominado ‘euro’.
Desde mayo de 2008 Irán empezó a firmar contratos de gas y petróleo con los precios establecidos sólo en euros. Es comprensible que este hecho no le agrade a Washington, pero consterna la conducta masoquista de la Comisión de Bruselas. Suiza, en cambio, acaba de firmar un contrato con Irán, y un gaseoducto convoyará directamente los abastecimientos de los próximos veinte años.
Parece ser que la respuesta a la dependencia energética, que es un hecho real -dado que el buen dios ha posicionado los recursos energéticos en las tierras de los infieles, de los «populistas» o de los «poco democráticos»- es la de flanquear a los extremistas del otro lado del océano, en la reconquista de la energía y de los minerales con los argumentos marciales de la OTAN.
La Europa de los «cinco indicadores macroeconómicos» como únicas tablas de la ley, confinada por los banqueros centrales al restringido perímetro de mercado y moneda, sin una política exterior coherente y creíble, sin un proyecto geopolítico autónomo y soberano, está destinada a ser subalterna. Es demográficamente vieja, sobre-poblada, sin materias primas, sin fuentes propias de energía y bastante contaminada.
Sacrificará ingentes recursos a las tecnologías militares, invertidas en un aparato bélico en el cual no ejercerá un efectivo control, ya que está bajo el control real de los Estados Unidos. Al servicio de su política internacional, que apenas puede tolerar el bloque europeo como gigante económico, pero a la condición definitiva de enano geopolítico sin tracción propia.
No basta haber sacrificado el histórico y peculiar contrato social y el equipamiento del Estado del welfare, ahora la Europa de las finanzas ha decidido endurecer aún más su estructura interna.
La criminalización de la estancia no autorizada y el aumento a 65 horas del tiempo de trabajo exigible a los asalariados, sólo son una pequeña entrada del nuevo menú de la carestía.
Explotar de inmediato hasta el tuétano los braceros extranjeros, luego los asalariados con regular documento de identidad, mientras los infortunios en el trabajo han regresado a los niveles de la posguerra. ¿Cuándo volverá el trabajo infantil y a destajo?
La impalpable «democracia representativa» está dejando carta blanca a los gobiernos que deben sufragar con el autoritarismo al declinante consenso, al crecimiento cero estable, preámbulo a la caída del modelo de desarrollo seguido hasta ahora y de los mitos globalistas.
En el nuevo escenario del multipolarismo, la renuncia a un papel geopolítico autónomo, proporcionado a la jerarquía de su economía, condena Europa a permanecer como tercera costa de Estados Unidos, aun cuando está francamente en declive.
Mientras que el centro de gravedad se disloca entre el Pacífico y el Sur, el G8 insiste en auto-representarse con un estatus ficticio. Ignoran lo nuevo que ya ha salido a flote: la jerarquía real de India, China, Brasil y Rusia.
No se trata sólo de economías crecientes, de PIB, son en todos los sentidos los nuevos actores globales sentados alrededor de la mesa del multipolarismo, en la que la Unión Europea se rehúsa a sentarse con una identidad definida, y así no contribuye al nuevo equilibrio internacional, ni a alejar el espectro de la guerra.
La UE es rehén del permanente boicot británico y del ultranacionalismo de Polonia. Por el atávico sueño de dominar desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro, Varsovia complace a Washington como vasallo perfecto: militariza, desestabiliza, concede bases y se presta para construir una barrera con Eurasia. Es decir, el horizonte del nuevo eje de poder emergente.
¿Acaso alguien recuerda a Jacques Delors? Perdió el partido contra los adeptos autoritarios de los «cinco indicadores macroeconómicos» como única brújula. Su propuesta de Europa «a dos velocidades» ha cedido el paso a la Europa-matrioska.
Hoy es un contenedor que encierra a su interior diversas cosas: la OTAN, luego los vasallos bálticos que aspiran a un papel de «OTAN en la OTAN», y finalmente la oposición permanente guiada por Londres, que amenaza una «Unión europea en la UE».
Los fundamentalistas de Bush han fracasado en todo -al interior e internacionalmente- pero el único balance positivo pueden presumirlo con Europa, donde han dado continuidad a las políticas de Kissinger y Brzezinski. ¿Después del histórico, desastroso balance de «Estados Unidos contra todos», de «o conmigo o contra de mí», asistiremos al relanzamiento de su versión corregida y actualizada en «OTAN contra todos?
(Traducción Clara Ferri)