Hablando de fascismo quiero hablar de dominio y de sumisión. De plan de mando capitalista para la gestión de la crisis y de método de excepción de las democracias liberales de Europa
¿Quién es el enemigo? ¿»Nuestros barrios» son de verdad nuestros? ¿Cómo se ha retrocedido 15 años en materia de derechos? ¿Cómo se va a salir de la crisis?…Son preguntas que se me vienen a la cabeza, pero lo peor es que me vienen respuestas terribles. Respuestas en las que la palabra fascismo se repite.
Hablando de fascismo quiero hablar de dominio y de sumisión. De plan de mando capitalista para la gestión de la crisis y de método de excepción de las democracias liberales de Europa.
Método que nos presenta hoy una cara más pública, más limpia y sobretodo, como se dice en Italia, más presentable. El fascismo europeo en los últimos años ha venido realizando una adaptación a un sistema político que le era hostil pero donde parece que ha sabido gestarse bien.
La explosión neoliberal de los años 80 y 90 nos ha conducido a un modelo de crisis continua, de guerra perpetua y sin tregua. En este contexto los fascismos se hacen cada vez más necesarios para el plan de mando del capital sobre el trabajo. De este modo está intrínsecamente relacionado el concepto de crisis con el de carencia; este mismo auge neoliberal crítico (como sistema de gobierno de la crisis) ha significado un modelo de eliminación y mercantilización de la vida social. La carencia de espacios de sociabilidad en nuestros sistemas políticos han creado el caldo de cultivo para un nuevo fascismo de masas.
La derrota de la estrategia del golpe en los años 70 (Terrorismo de estado en Italia, Golpe de Estado en el Estado Español, GAL…) significó un punto de inflexión para los modelos de gestión autoritaria y basados en el dominio de las grandes instituciones. Los partidos políticos clásicos del fascismo se fueron apagando progresivamente y sólo quedaron residuos (Que sin quitarles importancia, no sirven a los planes de mando del capital europeo).
Una serie de nuevas estrategias surgieron en el seno de la derecha, y en algunos casos fueron mimetizada por el centro izquierda. En primer lugar ha establecido la necesidad del Otro, el enemigo al que hacer frente. El hundimiento soviético significó la muerte del enemigo tradicional y la necesidad de crear una gestión nueva del enemigo, más acorde con la situación. La economía globalizada impone un acuerdo tácito entre los Estados y los Capitales para mantener el centro del sistema en paz y sin tensiones; es por ello que se debía buscar fuera de los límites. Aquellos que no siguen las directrices de la división internacional del trabajo, los migrantes; y aquellos que no se disponen en la política y la sociedad como marcan los agentes principales, en este espacio se situarán tanto el enemigo invisible (narcotráfico y redes del terrorismo internacional) como el enemigo interior (los que construyen al margen de la lógica estatal).
La segunda gran estrategia se establece en el seno mismo de la sociedad; es la principal innovación y lo que hace del fascismo un sujeto vivo. Los diversos agentes que podríamos situar en el espacio del fascismo europeo se han lanzado a una batalla por los espacios de sociabilidad que aun permanecen, con la finalidad de fagocitarlos o de eliminarlos. En el primer caso nos vemos ante centros cívicos desde donde la Liga Norte domina todo el área no metropolitana de Lombardía y Véneto en Italia; las okupaciones del Cuore Nero (Milán) y Casa Pound (Roma)… El segundo, el más importante cualitativamente, se observa en la reducción de espacios públicos, el control del movimiento por la ciudad, el vallado de parques y la videovigilancia; es una operación de dominio del cuerpo social a las líneas marcadas desde los centros de poder, como medio de evitar rupturas y divergencias en las gramáticas culturales, centradas en el aislacionismo y los círculos mercantiles.
Al mismo tiempo que se eliminan o se reapropian del espacio social creado durante años de lucha, las estrategias del fascismo tienden al control y la represión. Está dirigida contra el Otro, tanto en lo local como en lo global, y tiene lugar en esos espacios dominados o en los que se encuentran sitiados, aquellos espacios donde se sitúan las luchas actuales.
El control social se ha establecido como el principal medio de dominio de la sociedad post fordista. La videovigilancia, la coerción jurídica y las barreras son la normalidad de las metrópolis. En este sentido la intimidad ha cobrado nuevos valores y ha invertido su valor, pues la tendencia liberal al control del divergente, de la intimidad como generalidad y la vigilancia como excepción se ha invertido. La norma común es la vigilancia y lo excepcional son los espacios libres. La dictadura de lo tecnológico nos acerca a la utopía de control total, estilo 1984, y cambia los paradigmas del derecho coercitivo. Los sistemas garantistas han dejado paso a los sistemas reglamentarios; este modelo característico de las instituciones totales (cárcel, escuela…) se ha impuesto a la sociedad en su conjunto; el desconocimiento de la norma, su pluralidad y la arbitrariedad de ejecución son sus características. Finalmente en el apartado del control debemos observar las barreras, no sólo físicas, a los espacios sociales. Las vallas que se multiplican, los caminos marcados, la eliminación de zonas verdes y la ampliación de carreteras y circunvalaciones son las bases de la arquitectura de la metrópoli. El control al derecho de reunión, las normativas anti-botellón, la reducción del derecho de huelga y la autorización al derecho de manifestación son parte de las barreras que eliminan espacios de sociabilidad donde se pudieran crear subjetividades que formasen parte del Otro, del Enemigo.
La represión, que debe verse como el rearme del fascismo, se ejecuta en base a un plan preconcebido. No me refiero a un plan conspiratorio, sino a unas directrices básicas de control, de ejecución del dominio. La militarización del mundo con el aumento de las experiencias de neocolonialismo e intervención en terceros estados va de la mano de la militarización de las ciudades en el centro del sistema mundo. Mientras que los ejércitos combaten en múltiples lugares del globo, las ciudades se trasforman en campos de batalla, donde quien ejecuta la tarea de represión son las policías estatales. Los registros arbitrarios, el acoso en determinados barrios y los cupos de detención son la manifestación local de los ataques ilegales, las sanciones económicas y las guerras que mantienen los estados del centro por el globo (Yugoslavia, Irak, Irán, Cuba…). Es constante la referencia a la guerra en los lenguajes policiales: Guerra contra el narcotráfico, lenguaje antiterrorista… Pero también son recurrentes los códigos policiales en la actuación militar: Operaciones de control, misiones «humanitarias»…son formas de actuación policial sobre los estados subordinados. Pero lo más preocupante es la determinación del objetivo de esta represión… pues no es la eliminación del Otro, sino la lucha contra él, la existencia de un modelo de excepción perpetuo, una guerra sin fin con enemigos infinitos y desconocidos. Esto será lo que permita que las estrategias señaladas se desarrollen. La represión es efecto y leiv motiv de la estrategia del fascismo.
En este marco debemos hablar de dos experiencias actuales que marcan profundamente el «¿Qué hacer?» del fascismo europeo. Dos modelos que han crecido de forma exponencial y que se perfilan como gestores de la crisis a la que se dirige el capitalismo.
En primer lugar quiero hablar del Partido Popular del estado español, no como un partido fascista al uso sino por las estrategias que ha seguido desde su refundación en 1989. La creación de Alianza Popular como cajón de sastre de la derecha española tras la muerte Franco, significó la alianza entre los sectores reformistas del franquismo y los sectores de la democracia cristiana. Este grupo contó desde el principio en sus filas con notables miembros de los gobiernos franquistas, lo cual le ha trasformado en un gran aglutinador de la derecha. La creación del Partido Popular y su estrategia para conseguir el gobierno alejó a estos sectores y aupó lo que se dibujaba como una derecha ilustrada.
La llegada al gobierno y sus prácticas convirtieron al Partido Popular en el fiel reflejo del modelo de fascismo social en el Estado español. Sus grandes puntos programáticos hacen hincapié en la seguridad y el control. Fue el partido que trajo los modos neoliberales de gestión pública. Este papel histórico ha trasformado al Partido Popular en un organismo fagocitador de la ultra derecha española; la naturaleza de sus políticas y de su modelo de organización ahoga a los partidos del fascismo de nuevo tipo (España 2000) o a los tradicionales (Falange). Esto representa la máxima respetabilidad de las políticas de corte fascista, dado la inexistencia de partidos más a la derecha del partido principal de la derecha.
Los efectos de esta desviación en el sistema político son diversos. El principal es la gran capacidad de incluir las reivindicaciones que veíamos antes; el papel de partido principal en un sistema cuasi bipartidista hace que los debates sobre control y represión se circunscriban a los términos que desean, lo que provoca un efecto atractivo hacia ese tipo de políticas por parte los partidos que se denominan de la izquierda. Observamos como tanto PSOE y PP mantienen un pulso por las políticas de control, llegando al extremo de la gestión represiva que se lleva a cabo en Catalunya a manos de Joan Saura (ICV).
Otra capacidad de este modelo es el aumento de legitimidad que se consigue en los discursos de odio, miedo y represión. La respetabilidad que otorga la imagen de moderación y la ausencia de pactos con la ultra derecha (como le sucede a otros partidos en Europa) permite que las expresiones de este fascismo sean mitigadas y circunscritas al debate político común. Este papel se aumenta exponencialmente con la figura de paladín de la democracia, contra el terrorismo, que se ha creado este partido a lo largo de los últimos 10 años; permitiendo de este modo el retorno de los debates sobre cadena perpetua, censura y control social.
Por otra parte cabe destacar la particularidad italiana, por la cual estamos ante el estado de Europa donde los recortes de derechos y medidas fascistas están más implantados. Es la Italia de las rondas ciudadanas (al modelo escuadrista del fascio histórico), de la política del miedo, del monopolio berlusconiano… Este modelo que se ha impuesto en una sociedad civil que era rica y densa; que se ha impuesto en el Milán de los centros sociales y en la Lombardia, incluso en pueblos conocidos como el Stalingrado italiano (Sesto San Giovani en Lombardía)…Es un modelo basado en las instituciones y en la sociedad civil por igual y que cuenta con los media como principal agente de difusión.
La gran capacidad de este modelo ha sido crear una diferenciación entre extrema derecha respetable y los grupúsculos de extrema derecha. La creación de partidos de masas y de discursos globales, alejados de referencias al pasado fascista es la base de esta respetabilidad. La defensa de la nación republicana ha llevado a defender la constitución italiana de forma extrema, pero sin que renuncien a los elementos históricos del fascismo. La capacidad básica es la diferenciación del papel institucional, desde los niveles locales hasta el estatal, y los elementos de la sociedad civil, donde se sitúa la fuerza del movimiento que ha hecho del fascismo una fuerza política de primer orden. Es una lectura legalista y de masas que le da una potencialidad que ahora se empieza a vislumbrar, con la consecución del primer parlamento sin un diputado que se declare comunista desde 1945.
El principal agente de este proceso es el Pueblo de la Libertad (PdL), este es el partido más importante de la derecha italiana y su funcionamiento es paradigmático de sus formas y sus estrategias políticas.
Como aventuraban la mayoría de los politólogos italianos sobre Forza Italia durante los 90, el partido de Berlusconi se ha trasformado en el más importante del sistema político italiano. La naturaleza de partido-empresa ha dotado ha Forza Italia, siguiendo la lectura mercantilista, de una capacidad de partido «punto» en su sector. Creado tras la crisis de legitimidad de la I República Italiana, se estructura como partido franquicia, tal como plantea Paolo Virno en el artículo «Do you remember contrarevolution?«. Este modelo ha permitido la extensión más allá del Norte post industrial y rico, que la política nacional situaría a su electorado. La posibilidad de crear una sección a gusto del cacique de turno, mafia incluida, ha permitido que FI se convirtiese en un partido de masas.
La segunda trasformación se opera en un modelo político italiano en crisis, un modelo que es ingobernable por la composición de su parlamento. Berlusconi, que no se enfrenta a un congreso electivo desde hace 14 años, como presidente del partido-empresa inicia un proceso de concentración… busca el partido-monopolio. De esta moda se funda el PdL, como conglomerado del conservadurismo italiano.
La última adquisición es Alleanza Nazionale (AN) dirigida por el Presidente de la cámara de diputado Gianfranco Fini. AN es un partido reconvertido a inicio de los años 90, su base política es el Movimiento Social Italiano (MSI), principal grupo neofascista italiano, que incorporó a los sectores más reaccionarios de la Democracia Cristiana italiana. Es un partido con relación directa con el fascismo de Mussolini. La entrada en el gobierno en 1994 causó un gran revuelo en los estados europeos, cuestión que no se repitió en la segunda llegada al poder. También es el partido del actual alcalde de Roma, Gianni Alemanno, el cual fue el sucesor de Fini al frente de las juventudes del MSI; es conocido por apoyar públicamente el movimiento fascista y por haber tenido diversos juicios en la juventud por peleas con estudiantes.
La lectura de la prensa clásica y la que se viene oyendo en la RAI y Mediaset (Conglomerado mediático de Berlusconi); es que Italia está ante el mejor de los escenarios políticos; en el cual han desaparecido los grandes partidos ideológicos (Democracia Cristiana y Partido Comunista) siendo sustituidos por una nueva línea de partidos moderados que se atienen sólo a las demandas sociales. La victoria de la democracia liberal es un sistema político en el cual el neofascismo se integra en un partido con nombre laxo, que no expresa nada; y la izquierda radical (inclusive los sectores del eurocomunismo) están fuera del parlamento o aliados al Partido Democrático, que no representa ningún tipo de iniciativa política. Es la victoria del partido-monopolio.
El otro gran partido de la derecha italiana y el que mejor representa el concepto de presentabilidad del fascismo es la Lega Nord. Este partido representa el deseo del Norte de avanzar sin el Sur del país; apoyándose en la asimetría de la aportación al Estado han modificado sus posturas desde la petición de una Italia federal, a una secesión y posteriormente simplemente un federalismo fiscal. Este punto actúa en muchos casos como cortina de humo para el principal caballo de batalla de la Lega, que no es otro que la inmigración.
En el actual gobierno, Roberto Maroni, se ha alzado con el Ministerio del Interior desde donde se están ejecutando las peores medidas en Italia. La primera de ellas es la de aumentar la detención de los inmigrantes, creando cárceles sin delincuentes; lo cual Maroni propone solucionar tipificando como delito la inmigración ilegal. Otra de las medidas ha sido el cercado de los poblados gitanos en todo el estado. Pero el mayor impulso lo han tenido las medidas de control, en este sentido debemos tener en cuenta que en numerosas ciudades de Italia el ejército patrulla las calles aumentando enormemente la sensación de miedo; esto se une a la propuesta de la Lega, recientemente apoyada por el Consejo de Ministros, por la cual se estipulan rondas nocturnas de ciudadanos, las cuales funcionan en todos los ayuntamientos controlados por la Lega.
Esta actitud institucional se realiza dentro del sistema italiano de forma no disruptiva, cumpliendo los modos y las formas… teniendo en cuenta a la oposición y reduciendo las primeras peticiones legislativas. Es un partido que ha madurado en las instituciones y es considerado como uno de los partidos moderados de la derecha.
Esto no le elimina como partido representante del fascismo social, pues en el Norte su sector de la sociedad civil no es así. La Lega se estructura en federaciones municipales, las cuales poseen locales y apoyo económico. Son estos «centros sociales» donde la Lega ha organizado las Rondas ciudadanas, que fueron legalizadas por sus alcaldes, es desde estos centros de donde salen las acciones anti inmigración que sacuden diariamente Italia. Son los centros de producción de subjetividad que mantienen esa inmaculada imagen institucional, que les permite mediante el miedo y la propaganda conseguir los votos del Norte que teme a la inmigración tanto extracomunitaria como del Sur.
Quiero llamar la atención a como estos fenómenos de expansión del fascismo social se han gestado durante los momentos previos a la crisis que se avecina. La estrategia del mando capitalista es bastante clara en ese respecto y se está organizando a todos los niveles. La derecha parlamentaria a iniciado el uso del lenguaje de guerra social a la inmigración y la izquierda liberal ha corrido a aceptarlo.
Son momentos en los cuales parte de la política se realiza en base al miedo. Miedo al paro, al terrorismo, a los desahucios; esa generación que parecía invencible con sus pymes y sus trabajos en los centros de poder de las metrópolis empieza a temer, y es ahí donde se desarrollan los discursos del fascismo social. Las reuniones se llenan de proclamas contra la inmigración incontrolada y la falta de control de los jóvenes…
Debemos romper su dominio sobre todos los ámbitos, locales y globales. El miedo se propaga sobre todo a partir de las micro instituciones de poder, ahí es donde la falta de espacios de sociabilidad nos hacen sentir que estamos solos, que no existe más solidaridad y que no hay nada más allá del yo. Debemos retomar discursos de construcción de lo social, experiencias de autoorganización en los barrios y centros de trabajo; debemos de dotar de vida nuestros espacios y crear entornos seguros… Seguros de cámaras y vigilantes, seguros de su crisis, seguros contra la austeridad para nosotros y la normalidad para ellos. Debemos construirlos en el seno de la sociedad civil, con ella y no sobre ella, de esta manera el fascismo no tendrá espacios donde desarrollarse.
Si pensamos que la crisis es la antesala del hundimiento total del sistema en el que vivimos y que somos espectadores de lujo, sólo se me viene a la cabeza El Odio:
«Esta es la historia de una sociedad que se hunde y que mientras se va hundiendo no para de decirse hasta ahora todo va bien hasta ahora todo va bien hasta ahora todo va bien… lo importante no es la caída sino el aterrizaje».