Escenas chocantes. Con el valor de prueba irrefutable. El Ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, haciendo nuevamente de «rehén». Ya no como en los años de dictadura, cuando era un prisionero político en los cuarteles del terrorismo de Estado. Esta vez se trató de una simple teatralización. Montada como «operación de rescate de secuestrados» por […]
Escenas chocantes. Con el valor de prueba irrefutable. El Ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, haciendo nuevamente de «rehén». Ya no como en los años de dictadura, cuando era un prisionero político en los cuarteles del terrorismo de Estado. Esta vez se trató de una simple teatralización. Montada como «operación de rescate de secuestrados» por la compañía de francotiradores del Batallón Nº 14, una tropa de elite compuesta por asesinos de uniforme («soldados perfectos») cuyo lema distintivo lo dice todo: «una bala, una muerte».
Las imágenes divulgadas por los medios escritos y televisivos son elocuentes:
www.elpais.com.uy/120421/pnacio-637364/nacional/francotiradores-una-bala-una-muerte-/
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Muestran al Ministro, a su segundo en la cartera, Jorge Menéndez, y al teniente general Pedro Aguerre, jefe del Ejército, en el papel de «rehenes» en manos de unos supuestos «terroristas». Esperando la acción salvadora del comando de francotiradores. La que por cierto resultó un éxito militar. A tal punto que, «impactado por la profesionalidad» de sus subordinados, Fernández Huidobro les dijo: «A no cejar en el entrenamiento. Los felicito».
La ocasión fue propicia no solo para presentar la efectividad letal de esta tropa de elite. Sino para que el Ministro volviera a solicitar un aumento de salarios para estos profesionales de la muerte. Como «ganan muy poco» se corre el riesgo de una «sangría», es decir, que sean captados por empresas privadas de seguridad o incluso por otros organismos del Estado donde el sueldo es mayor, por ejemplo en la Policía. De allí que propusiera: «A igual función, igual retribución».
No obstante, lo que más repugna de esta operación de propaganda encabezada por el líder guerrillero de ayer, es el manifiesto objetivo de re-legitimar el aparato militar. Aún si la decisión trasgrede todo límite ético. Porque el objetivo es tan inmoral como la puesta en escena. La «compañía antiterrorista» de francotiradores pertenece al Batallón Nº 14, una unidad de las Fuerzas Armadas identificada con los peores crímenes de la dictadura. Es allí donde fueron enterrados clandestinamente no sabe cuántos detenidos-desaparecidos. Y allí es donde acaban de encontrase los huesos de dos luchadores asesinados: el maestro y periodista Julio Castro (ejecutado con un tiro en la cabeza en 1977), y el sindicalista Ricardo Blanco Valiente (torturado hasta la muerte en 1978).
Al asumir, Fernández Huidobro había adelantado sus intenciones. En su primer discurso como Ministro, abogó por «la dignificación y profesionalismo de las FFAA», para «que el pueblo sienta propias a las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Armadas se sientan parte del pueblo». (Uypress, 27-7-2011) Vale decir, en sintonía con el pensamiento del presidente José Mujica, su viejo amigo «de todas las horas»: «Sabemos que hay dolores ocultos, viejas que lloran por los huesos de sus hijos, mucho dolor e injusticia, pero no podemos trasladarles a las nuevas generaciones de militares nuestras frustraciones». (La República, 19-5-2011)
Hacia objetivo de «reconciliación» avanzan. Expertos en pactos y maridajes con los «combatientes» del otro bando, los jefes tupamaros que hoy visten como hombres de Estado y se han puesto al servicio del orden capitalista desde el gobierno «progresista», seguirán transitando caminos que permitan dar «vuelta la página». Para eso, es imprescindible una re-legitimación de las Fuerzas Armadas como institución clave del aparato del Estado. Y de sus funciones contrainsurgentes en el régimen político de dominación.