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Francia como síntoma: rearme, recortes sociales y guerra de clases

Fuentes: Rebelión

Hace algunas semanas, el impresentable que ocupa la Casa Blanca filtró un mensaje de Mark Rutte, Secretario General de la OTAN y, a la postre, uno de sus más fervientes aduladores. En dicho mensaje, Rutte felicitaba a Trump por el ataque estadounidense contra Irán y le anunciaba que la Cumbre de la OTAN de la Haya, celebrada el día 25 de junio, sería un éxito para sus aspiraciones: “Europa va a pagar a lo GRANDE, como debería, y será tu victoria.” La cumbre fue, en efecto, un éxito para los aparentemente erráticos designios de la administración Trump, ya que todos los países miembros (con la excepción del estado español, que de momento se mantiene al margen, a pesar de las amenazas de daddy Trump) se comprometieron a aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB. Aunque la situación económica de los países europeos (y sus finanzas) dista mucho de ser boyante, no hubo expresión de reticencia alguna. Mark Rutte mostró a las mil maravillas hasta dónde puede llegar el arte de la genuflexión; el resto de la tropa atlantista no se quedó atrás, aunque sin caer en tal esperpento.

Pero dejemos este ejercicio de autohumillación para los anales de los hechos “históricos” ridículos y grotescos. El llamado Occidente Colectivo se conjuró pues en su apuesta por la guerra y su capo se felicitó por el negocio que dicha apuesta supondrá para la industria militar estadounidense (puesto que gran parte del futuro gasto en armamento recaerá en ella). El reciente cónclave transatlántico vino a ratificar, pues, la línea de actuación de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que ya había establecido como objetivo movilizar 800.000 millones de euros para este fin. Recuerden: Europa pagará A LO GRANDE para proseguir con una escalada militar que puede llevarla al abismo.

El reciente acuerdo entre la UE y EEUU del 27 de julio, que pone fin al amago de guerra comercial decretada por Trump contra sus vasallos, da algunas pistas más sobre la dependencia y sumisión que caracteriza la relación entre socios transatlánticos y sobre los motivos reales del rearme y la militarización: los países europeos se comprometen a comprar masivamente productos energéticos y tecnológicos estadounidenses (básicamente gas licuado, petroleo, energía nuclear y semiconductores) por valor de 750.000 millones de dólares a lo largo de los próximos tres años, así como a invertir un mínimo de 600.000 millones de dólares en los EEUU, incluyendo dentro de este paquete compras masivas de material militar para alimentar el rearme de Europa dictado por la OTAN. La administración estadounidense siempre puede utilizar otra amenaza de guerra comercial para, cual espada de Damocles, asegurarse de que se cumple con lo exigido.

Es especialmente interesarse fijarse en como se concreta esta hoja de ruta suicida en Francia, puesto que se trata de un país que posee cierta capacidad de disuasión nuclear y ha abanderado, como mínimo en el discurso, el principio de autonomía estratégica europea. Es por eso que lo que pase en Francia condicionará en buena medida lo que terminará sucediendo en el resto de Europa. Según el plan de rearme actualmente vigente en Francia, se prevé que, partiendo de los 32.000 millones de euros gastados en el año 2017, el estado invierta 55.500 millones en defensa en el año 2025, y siga aumentando el gasto hasta alcanzar los 67.000 millones en el año 2030.i Mucho antes del acto de sumisión europea (y posible suicidio colectivo) de la Haya, la Asamblea Nacional francesa ya había votado, el 7 de junio de 2023, la Ley de Programación Militar (LPM) 2024-2030, que proyectaba un gasto de 413.000 millones de euros en defensa para todo el período. Cabe señalar que el texto fue aprobado abrumadoramente, con solo 87 votos en contra, los de La France Insoumise (LFI) y el PCF, frente a los 408 a favor, los de la mayoría presidencial y la extrema derecha. Los socialistas y los ecologistas se abstuvieron,ii aunque su abstención puede interpretarse claramente como un consentimiento. Deseosos como están de contribuir a la prosperidad del negocio de la guerra, socialistas y ecologistas tienen que moderar sus pulsiones belicistas por no tener la hegemonía dentro de un electorado popular de izquierdas tradicionalmente hostil a los ardores guerreros.

La LPM se apoya en la supuesta necesidad de reforzar la soberanía nacional y la autonomía estratégica europea, sin mencionar en ningún caso las imposiciones de los EEUU a través de su brazo armado en Europa, la OTAN. Cabe señalar que las fuerzas políticas francesas, especialmente el campo presidencial, son bastante reticentes a reconocer la relación de vasallaje que mantiene su país con EEUU, escudándose en una retórica chovinista que parece más un simulacro y una farsa que un discurso que refleje la realidad actual. Entre las supuestas amenazas que menciona el documento, y que justifican tal derroche de recursos públicos, habría un totum revolutum que incluye el expansionismo ruso, el yihadismo internacional, las ambiciones chinas, el cambio climático y la creciente posibilidad de una crisis alimentaria global, así como la proliferación de flujos migratorios que estos últimos podrían acarrear.iii Es decir, que las amenazas están por todas partes y en ningún sitio en concreto, en coherencia con el principio de la fortaleza Europa, de ese jardín que hay que defender a toda costa ante el avance de la jungla, del otro bárbaro.

No obstante, a pesar del aumento vertiginoso del gasto en armamento y según las cuentas de la LPM, para 2025 la previsión de dicho gasto ‘solo’ conllevará el equivalente al 2,2% del PIB francés, muy lejos del dichoso 5% exigido. Está claro, pues, que las proyecciones de la ley aprobada hace a penas dos años se quedarán totalmente cortas ante las nuevas exigencias de gasto armamentístico y escalada militarista promovidos por la OTAN. Es por ello que Macron anunciaba, poco antes del 14 de julio y en los acostumbrados tonos patrióticos, que el presupuesto de defensa para 2027 sería de 64.000 millones, acelerando así los incrementos previstos por la LPM. Metido en el papel de Napoleón, pero sin carisma ni capacidad estratégica alguna, Macron recitó su proclama belicista, amparándose siempre en la necesidad de defenderse de una supuesta amenaza inminente, más teórica que real: “Ya no hay frente ni retaguardia; los conflictos son multifacéticos”, dijo. “No basta con aspirar a porcentajes presupuestarios, sino a lo que nos eleva y nos une, una forma de alma, de determinación. Para ser libres en este mundo, debemos ser temidos; para ser temidos, debemos ser poderosos.”iv Quizá por eso en África subsahariana echan a los militares franceses a patadas…

Las declaraciones de Macron constituyen una auténtica declaración de intenciones. Solo que, si vamos más allá de una retórica que raya en lo ridículo, Francia ya no cuenta para nada a nivel internacional y el papel diplomático independiente del que presumía fue sacrificado en aras de su sumisión total a la OTAN a partir de 2009, cuando Nicolas Sarkozy volvió a meter al país galo en la estructura militar de la Alianza Atlántica.

Pero, ¿cómo van a pagar los países europeos las cantidades astronómicas de dinero que se requieren? ¿Qué sentido tiene derrochar tal cantidad de dinero en tanques, armas convencionales y otros cachivaches militares, si el supuesto enemigo a las puertas es una potencia nuclear con miles de cabezas nucleares y misiles hipersónicos que, en caso de que estallara una Tercera Guerra Mundial que de momento se encuentra en sus tanteos preliminares, borrarían cualquier rastro de civilización? Dejemos esa segunda pregunta para expertos en misterios irresolubles y centrémonos en la primera. La solución más obvia son los recortes presupuestarios y las políticas antisociales.

En efecto, pocos días después del arranque patriótico del presidente, con la resaca de una Fiesta Nacional que conmemora un levantamiento popular revolucionario y no una guerra suicida contra Rusia (que por cierto, supuso en su día el principio del fin del Imperio napoleónico), el primer ministro François Bayrou anunciaba la necesidad –no menos patriótica, claro– de sacrificios y recortes. A pesar de que lobistas y opinadores belicistas (en Francia se les llama va-t-en-guerre) han jurado que una cosa no tiene que ver con la otra y que los países europeos podrán gastar dinero a raudales en armarse hasta los dientes sin por ello poner en peligro lo que queda del estado de bienestar, el primero en caer como fruta madura ha sido Francia, uno de los pocos países europeos que cuenta con cierta capacidad industrial para producir armamento avanzado.

Bayrou justificaba con tonos apocalípticos la imperiosa necesidad de un recorte presupuestario de 44.000 millones de euros para el próximo año, lo que supondría congelar todas las partidas de la Administración del Estado excepto las dedicadas al pago de la deuda y al presupuesto militar. Según Bayrou, “todo el mundo deberá participar en el esfuerzo y es ridículo pensar que una categoría social u otra pueda cargar ella sola con el peso”. Aunque mencionó de forma difusa una contribución de solidaridad para las grandes fortunas, sin concretar nada, eso significa que pagarán sobre todo los de siempre. Entre las medidas anticipadas se encuentran la eliminación de empleo público (se reemplazarán solo uno de cada tres funcionarios jubilados), la limitación presupuestaria de unas instituciones locales que están ya al límite, la congelación de sueldos públicos, prestaciones sociales y pensiones, la supresión de días festivos (para “reconciliar los franceses con el trabajo”, en palabras del propio Bayrou) y la privatización de servicios esenciales.

Bayrou cuenta con obtener el apoyo de los socialistas, que están trabajando duro para absorber lo que queda del Nuevo Frente Popular, marginando a La France Insoumise (LFI), y a la vez para pescar en el río revuelto de un macronismo en descomposición. Los golpes bajos de los socialistas contra los insumisos, sus teóricos grandes aliados en el Nuevo Frente Popular, se han ido repitiendo ya desde el día después de las elecciones legislativas del año pasado. Por supuesto, los socialistas son víctimas del autoengaño cuando piensan que pueden volver a articular una opción de centroizquierda que cuente con el beneplácito de las élites capitalistas francesas para frenar un posible ascenso de la extrema derecha al poder. Parece factible, ya que se trataría de volver a situar en el mapa político una opción de orden que seguiría las grandes líneas del liberalismo económico con alguna que otra medida cosmética de índole social, totalmente aceptable para la clase capitalista. Además, teniendo en cuenta que el mandato de Macron expira en 2027 y que éste ha logrado ejercer un fuerte liderazgo personal en el espacio liberal, a pesar de ser un completo mediocre y de las limitaciones de la plataforma política que lo apoya —lo que dice mucho del estado de descomposición de la política francesa—, no es imposible que el PSF logre volver a atraer hacia su seno a antiguos socialistas que en 2017 abandonaron el barco a la deriva de François Hollande y subieron al buque macronista para salvarse del naufragio. Cuestión de pocos escrúpulos y aún menos principios…

Sin embargo, el tiempo del idilio consensual entre las élites capitalistas y el centroizquierda socialdemócrata ha pasado ya a la historia. Cada vez más, la clase capitalista – ya no solo los pequeño-burgueses provincianos, sino los propios gerifaltes de la Medef (la patronal francesa) –, mira con buenos ojos una posible subida al poder de la extrema derecha del Rassemblement National (RN), especialmente si Marine Le Pen no se puede presentar a las elecciones presidenciales de 2027 y el candidato termina siendo Jonathan Bardella, libre de la carga de la herencia del siniestro Jean-Marie Le Pen, más joven y sobre todo más business-friendly. La posibilidad de una nueva alternancia en el poder está servida, aunque a partir de ahora la extrema derecha puede convertirse perfectamente en la alternativa preferente a las fuerzas liberales más clásicas, sobre todo cuando estas acumulen desgaste y estén en proceso de recomposición. El caso de Italia, uno de los miembros fundadores de la CEE, antecesora de la UE, muestra a la perfección que la extrema derecha puede llegar al poder en estados centrales del sistema institucional europeo y que puede ser normalizada por las fuerzas liberales hegemónicas, quienes pactan sin rubor alguno con ella y aceptan buena parte de su argumentario. La única condición que encuentra la extrema derecha para entrar en el selecto club de las fuerzas institucionales del sistema político liberal es que deje a un lado sus discursos fascistas más estridentes y acepte incondicionalmente el atlantismo y las reglas de gestión neoliberal por las que se rige la UE.

El gran consenso hegemónico liberal-socialdemocrata forjado tras la Segunda Guerra Mundial terminó hace ya mucho tiempo. A la izquierda no le queda más alternativa que desbordar el actual sistema institucional, pero parece no haberse dado cuenta de ello. Lo único que le queda es oponerse frontalmente a la guerra a la que quieren arrastrarnos, oponerse a las políticas austericidas y antisociales que conllevará el aumento del gasto militar y volver a acompañar a la gente a la calle. No le queda otra que plantear de nuevo la gran alternativa sistémica a un capitalismo que avanza irremediablemente hacia el abismo y nos arrastra con él. Francia puede marcar el camino en uno u otro sentido y cabe tener en cuenta una suerte de dualismo que encontramos a lo largo de su historia, especialmente marcada por la fecundidad de las luchas de sus clases populares y por la crueldad de sus élites políticas y económicas. Puede ser la toma de la Bastilla y la Convención Republicana, o Termidor y el Directorio; puede ser la Comuna de París, o la tropa reaccionaria de Versalles arrasando y asesinando en masa a los y las communards; puede ser la heroica Resistencia partisana, o el colaboracionismo y el régimen fascista de Vichy; puede ser la revolución o la reacción. Puede ser el inicio de un cambio de dirección, si la respuesta se organiza en la calle, o puede certificar la política de muerte del capitalismo en Europa —un terreno sumamente fértil para la extrema derecha—, si dicha respuesta fracasa.

Notas:

i “De 32 milliards en 2017 à plus de 67 prévus en 2030… Comment le budget de la défense française a évolué ces dernières années”, France Info, 13 de julio de 2025

https://www.franceinfo.fr/societe/armee-securite-defense/infographie-de-32-milliards-en-2017-a-plus-de-67-prevus-en-2030-comment-le-budget-de-la-defense-francaise-a-evolue-ces-dernieres-annees_7374634.html

ii Jérémie Lamothe y Elise Vincent, “L’Assemblée nationale adopte largement la loi de programmation militaire”, Le Monde, 7 de junio de 2023.

https://www.lemonde.fr/politique/article/2023/06/07/l-assemblee-nationale-adopte-largement-la-loi-de-programmation-militaire_6176615_823448.html

iii “LPM 2024-2030 Les grandes orientations”, Ministère des Armées, 2023 https://www.defense.gouv.fr/sites/default/files/ministere-armees/Livret%20de%20pr%C3%A9sentation%20de%20la%20Loi%20de%20programmation%20militaire%202024-2030%20%286%20avril%202023%29.pdf

iv Axel Nodinot, “Pour être libres dans ce monde, il faut être craints, pour être craints, il faut être puissants: Emmanuel Macron veut une France surarmée”, L’Humanité, 13 de julio de 2025.

https://www.humanite.fr/monde/armee-francaise/pour-etre-libres-dans-ce-monde-il-faut-etre-craints-pour-etre-craints-il-faut-etre-puissants-emmanuel-macron-veut-une-france-militaire

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