Desde todos los flancos, la Mafia. y sus expresiones más concretas, disparan con empeño singular. Sus blancos, son diversos, pero el fundamental, es el gobierno del Presidente Humala. Y, más precisamente, los ministros que asumieron la tarea de hablar en público en torno a los problemas más candentes, deben salir. Los otros los que callaron, […]
Desde todos los flancos, la Mafia. y sus expresiones más concretas, disparan con empeño singular. Sus blancos, son diversos, pero el fundamental, es el gobierno del Presidente Humala. Y, más precisamente, los ministros que asumieron la tarea de hablar en público en torno a los problemas más candentes, deben salir. Los otros los que callaron, guardaron perfil bajo y optaron por pasar desapercibidos, no merecen su atención. Pueden quedarse.
Daniel Urresti, que los enfrentó; Figallo, que les dijo algunas cosas; o Cateriano, que se atrevió a alzar la voz, acaparan buena parte de los dicterios con los que los voceros del cogollo alanista o de Keiko, saludan cotidianamente a la ciudadanía desde las plácidas páginas de la «prensa grande» o la Tele- Basura, como ya se les llama a los Canales que la secundan.
Pero aún así, todo lo que se les dice, queda en pequeño cuando se trata de la esposa del Presidente, Nadine Heredia Alarcón, contra la que se despachan de la manera más agresiva, cuando no procaz.
A comienzo de los años 60 del siglo pasado, cuando en Cuba fueron condenados a muerte torturadores batistianos, jefes policiales y militares asesinos, o delincuentes que asaltaron y saquearon al Estado; la derecha mundial habló de El Paredón, como sinónimo de detestable justicia popular.
Haciendo escarnio de esa imagen, los discípulos de Pedro Beltrán para los que el Dios Dinero era el que mandaba; idearon una publicación que tuvo corta vida. Se editaba bajo la dirección de Enrique Chirinos Soto y se llamaba «Paredón». En la última página, y haciendo mofa del escenario social, condenaba a Pena de Muerte ficticia a sus adversarios más caracterizados. a los que consideraba «muy pequeños», por lo que -decía- no alcanzaban siquiera la altura de un Paredón, aunque fuera de papel.
Los fusilaban, en son de chanza, en lo que denominaba un «Sardinel de Papel», como un modo de asegurar qe no llegaban siquiera a la vereda de la política nacional. Ante esa sardinel fueron colocados senadores de la República, diputados, dirigentes políticos, líderes sindicales o estudiantiles, intelectuales o personalidades del más variado signo; cuyo común denominador era el haber despertado la ira de los periodistas del diario de Baquíjano -«La Prensa»- que cobijaba la casi clandestina edición de «Paredón».
Así, recurriendo a la gracia chabacana, en cada edición «fusilaban» simbólicamente al que concentraba su odiosidad mayor.
Si esa publicación existiera hoy, Nadine Heredia habría sido fusilada centenares de veces desde el 2011 hasta nuestros días. Y es que la odian, y le temen como a nadie.
La odian porque la consideraban. Infundadamente, la primera responsable de la derrota que les asestara el pueblo el 2011. Y le temen, porque les produce una irresistible tembladora, la sola posibilidad de imaginar que fuera candidata presidencial y se alzara con la victoria, el 2016.
Y es que, más allá de coincidencias o diferencias con la hoy Presidente del Partido Nacionalista; lo que nadie puede ocultar es que mantiene una estima cautiva del 30% de adhesiones que percibe en positiva su gestión.
Si ese porcentaje se expresara en las ánforas, ella estaría en capacidad limpia de derrotar en primera vuelta a Alan García y competir en segunda con Keiko Fujimori, quien podría alcanzar un porcentaje similar -o incluso un poco mayor- en abril del 2016. No ha surgido otra figura que pueda lograr ese objetivo.
Si eso tuviera lugar entonces, y si en segunda instancia la ciudadanía estuviese ante la disyuntiva de optar entre la hija del más connotado reo en cárcel, o NHA, lo previsible sería un nuevo contraste de la Mafia. En la puerta del horno – literalmente- se les volvería a quemar el pan.
¡Eso es lo que les quita el sueño! Por eso el fuego graneado se concentra hoy contra la esposa del Presidente Humala. Necesitan urgentemente hacerla polvo, a cualquier precio, para que no se le ocurra tamaña empresa; y, si se le ocurre, le sea imposible llevarla a cabo.
Nadine Heredia no trabaja en el Estado. No pueden procesarla por supuestos «delitos de función». Y no tiene en sus manos la gestión de ningún ente oficial. Su tarea, además de ayudar a su esposo; es tener representación política al frente de su hoy zarandeado partido. Levantan entonces cargos sin fundamento. Y sueñan con que a fuerza de repetirlos, la gente les crea.
Olvidan una norma del Derecho clásico: non bis in idem. -No dos veces por lo mismo, o nadie puede ser juzgado dos veces por la misma causa-; y se saltan a garrocha el Código Procesal Penal que asegura que si surgieran «hechos nuevos» la causa sólo podría ser reabierta con quien la investigó en prima instancia. Quieren forzar, a la mala, un «nuevo proceso» y condenarla ya, a como dé lugar. No tienen cómo. Por eso hablan en condicional: habría, parecería, se configuraría…
En contra de una eventual candidatura de la señora Heredia, existen varios factores: una ley inconstitucional -la que diera Alberto Fujimori para impedir la postulación de su esposa; sus declaraciones anteriores, asegurando que no postularía el 2016; y el desgaste del gobierno actual, que jugaría en su contra. En su activo, podría contar con su propio caudal, el apoyo de la administración vigente, y la polarización que se generaría en el país, acosado por la incertidumbre y el temor.
La gestión del Presidente Humala no ha sido exitosa. Urgido de ganar en segunda vuelta el 2011, archivó el proyecto de «la Gran Transformación» y optó por la «hoja de ruta», que no era otra cosa sino gobernar a la sombra del Fondo Monetario y el Banco Mundial. Lo demás, fue consecuencia de eso.
¿Tenia otra opción? ¡Claro que sí!, Pero carecía de vocación para la empresa heroica, y estaba lejos de hacer honor a la fuerza que había proyectado. Objetivamente, no se hallaba en capacidad de concretar sino apenas dos tareas: bloquear el acceso al Poder de la Mafia que había envilecido la vida nacional, y abrir un nuevo escenario a la confrontación social. Ambas posibilidades se concretaron. La Mafia debió llorar su impotencia a lágrima viva, y las luchas populares tomaron forma con el correr de los años.
Objetivamente, si el pueblo de Cajamarca pudo enfrentar el proyecto Conga; o si el Cusco, alzarse contra Antamina y otros similares; si los médicos hicieron huelga de 150 días: si pudo darse una ley universitaria que paró la mano a las mafias enquistadas en el sector; si pudo conocerse las interioridades de la corrupción en el Perú; y si los jóvenes lograron luchar valerosamente hasta alcanzar la derogatoria de la ley 30288: todo eso fue posible por el escenario afirmado a partir del 2011.
Si, por ventura -o mas bien, desventura- el país hubiese estado regido por el fujimorismo o García; otra hubiese sido la realidad: estas luchas hubiesen sido cruelmente reprimidas con dolorosos saldos de sangre y muerte; y sus líderes, acusados de «terroristas» y sometidos a tribunales especiales con jueces sin rostro ¿No era, así, la cosa? ¡Que nos desmientan, si pueden!
Los «descontentos» de hoy, lo están con razón. Esperaban más. Pero pecan de subjetivismo. No era posible más. No porque las condiciones no lo exigieran; sino porque los actores no estaban al nivel del reto. Así de simple. Pero, además, porque muchos se hicieron una ilusión infundada, y solo esperaron.: Creyeron que el gobierno tenía la obligación de… resolver, actuar, decidir, encarar. Y no era así. Nunca lo fue.
La realidad ha demostrado al pueblo que no tiene sustento esperar de éste, u otro gobierno, nada en particular. Las cosas no se habrán de resolver por esa vía. Fue Carlos Marx el que acuño el concepto: «solo el pueblo, salva al pueblo» . Y lo dijo, hace más de 150 años.
Solo la unidad del pueblo, organización, conciencia política y capacidad de lucha, abrirán el camino. Cuando eso ocurra, los pueblos parirán sus líderes. Así surgió Fidel, o el «Che», o Allende, o Velasco Alvarado, o Hugo Chávez. Llegaran entonces las Revoluciones Sociales, las únicas, que podrán acabar con todas las iniquidades. Por ahora, tenemos el deber de invertir el juego y disparar fuego graneado contra la Mafia y sus compinches.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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