Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Lo que tienen que inventarse para salir de las arenas movedizas de una crisis generada por las locuras del mercado. Nada mejor que una bonita venta de bienes públicos a particulares. Esta es la solución que sugirió el primer ministro británico Gordon Brown ayer, reapertura oficial del nuevo curso del Parlamento del Reino Unido, al anunciar un plan de privatización por valor de 16.000 millones de libras, con el que el Gobierno aspira a mantener bajo control un gasto público con el déficit disparado hasta el 10% del PIB: el más alto entre los países de la UE.
Entre las propiedades que el gobierno quiere ceder al mercado destaca el gran cinturón ferroviario de alta velocidad que enlaza la estación de St. Pancras en Londres con el Eurotúnel, que costó al Estado 6 millones de libras. En el paquete de ventas ofrecido por Brown también figuran la empresa propietaria del sistema de apuestas Tote, el puente de Dartford sobre el Támesis – vínculo estratégico entre la capital y el sureste del país – el fondo para préstamos de estudiantes universitarios con honores y la participación pública en Urenco, una empresa que se dedica al enriquecimiento de uranio para centrales nucleares. Al explicar la operación en una reunión de empresarios, Brown dijo que espera obtener de estas ventas de 3.000 millones de libras. Los restantes 13.000 millones de dólares provendrían de la venta de patrimonio inmobiliario de instituciones locales, cuyo patrimonio neto se estima en 220.000 millones de libras. Si el plan llega a buen puerto, se trataría la mayor ola de privatizaciones después de las de los 80, cuando un millón de trabajadores pasó de la administración pública a la empresa privada, y millones de súbditos de Su Majestad se convirtieron en accionistas.
El anuncio de la operación, lanzada por un primer ministro que quiere defenderse de los ataques de los conservadores que lo acusan de haber llevado el Reino Unido al borde de la quiebra, provocó críticas y reacciones de indignación. The Guardian habla de «venta a precios de ganga», mientras que los conservadores afirmaron que la operación no pondrá remedio a las pérdidas de los presupuestos públicos. El responsable económico de los liberal-demócratas, Vince Cable, definió el plan de ventas «descabellado» en la situación económica actual. El sindicato RMT, que representa a los trabajadores de limpieza de los trenes Eurostar, que pasan bajo el Canal, fueron especialmente duros con Brown: según ellos, está «al borde de la desesperación». Hubo protestas también de los investigadores universitarios y de la Unión de profesores universitarios UCU, que denunció que la venta de los préstamos a universitarios puede poner en peligro el derecho a la educación de muchos jóvenes que tienen que recurrir a ellos ante la drástica disminución de becas y el aumento de las matrículas universitarias.
Muchos dudan de que Brown consiga obtener la cifra que se ha marcado, puesto que lleva tratando sin éxito de vender la compañía de apuestas Tote, cuotas del fondo para becas de honor y los bienes inmuebles públicos ya desde 1998. Lo que es seguro es que este plan es otra señal de que tras superar la fase crítica de la crisis financiera, el mundo político británico parece ansioso de regresar a los dictados neoliberales de la reducción de impuestos, los recortes del gasto público y la pista libre a las empresas privadas. Con un gobierno conservador en el umbral, en lugar de hostigar a los ricos que han librado de las consecuencias de la crisis, a un gobierno laborista no se le ocurre nada mejor que «vender la vajilla de la familia».
Ayer, Downing Street anunció que el primer ministro devolverá más de 12.000 libras esterlinas en concepto de gastos de jardinería y limpieza según lo determinado por la comisión independiente encargada de arrojar luz sobre el escándalo de gastos inflados sacudió Reino Unido en junio pasado.
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