Hace 25 años, comenzábamos el otro paso para construir el nuevo Estado guatemalteco y desmontar el Estado criollo capitalista, genocida y terrorista.
Hasta ese tiempo se le llamaba el Estado “burgués y terrorista”. Los pueblos de Guatemala confiaban que al final, se podía avanzar hacia la construcción de un país más justo y más humano.
Después de 36 años de una guerra, que había llevado consigo a cientos y cientos de compañeros y compañeras, amigos y amigas, hermanos y hermanas, padres, madres, etc. Una guerra que había dejado cementerios clandestinos, zonas militares como centros de tortura, una división profunda en la sociedad, desconfianza, resentimientos. Al final se pensó que acallar las armas, sería el camino para construir lo que tanto tenor habíamos ansiado y aprendido durante muchos años de colonización y sometimiento, que era la refundación del Estado burgués a uno diferente.
La participación de comunidades enteras, hombres y mujeres, jóvenes y señoritas, en el movimiento revolucionario: movimiento social y movimiento guerrillero de esos años, solo tenía un objetivo, asumir la lucha emprendida por nuestros antepasados, para desterrar el odio, el egoísmo, el racismo y la discriminación, pero también recuperar lo que se nos había quitado durante años, como es la tierra y el territorio.
Ya se había participado en ligas campesinas, grupos religiosos, grupos de jóvenes, asociaciones, cooperativas, etc., para luego asumir el reto de tomar un arma y desde ese espacio impulsar el cambio que quería el país, porque el Estado terrorista, había cerrado todas las posibilidades para asumir los espacios en un marco democrático.
La paz se pensó como el seguimiento de todos estos años de lucha, solo que ahora, se iba hacer dentro del marco democrático establecido y de esa cuenta, el involucramiento de muchos en la Asamblea de la Sociedad Civil o en el caso de los mayas en la Coordinadora de Organizaciones Mayas de Guatemala (COPMAGUA), para hacer las propuestas de los acuerdos de paz, que luego fueron discutidas y aprobadas en la mesa de diálogo por la paz, se consideró como oportuno.
Recordamos las reuniones a veces hasta acaloradas para proponer temas como los derechos de la mujer, la discriminación, racismo, autonomía (este fue opacado por el multiculturalismo neoliberal), democracia, partidos políticos, derechos humanos, CIACS, función del ejército, reforma agraria (que también fue limitado), reforma educativa, salud, derecho indígena, entre otros. Con mucha alegría y entusiasmo, hombres y mujeres, se volcaron unos en las calles y otros en las discusiones de los documentos borradores, a exigir la firma de la paz, porque sabían que este era necesario para los objetivos de la lucha revolucionaria.
No duró mucho la alegría, después de cinco años de la firma de los acuerdos de paz, los informes que se hacían daban como resultado el incumplimiento de los compromisos asumidos por el Estado de Guatemala[1] y las organizaciones sociales que con tanto ahínco le habían dedicado tiempo a las propuestas borradores, cada vez más divididas, dando lugar a lo que en muchos momentos hemos denominado la oenegización de los movimientos sociales, la participación de dirigentes de izquierda como Frente Democrático Nueva Guatemala (FDNG) y luego URNG convertido en partido político, fue un fracaso, porque en vez de fortalecerse, los partidos de izquierda nacidos de estos dos anteriores, totalmente periféricos sin posibilidades de “alzar el vuelo”, sin importar sin son históricos o nuevos, ha podido más el caudillismo, la desconfianza, la poca capacidad para articular luchas, el vanguardismo, las disputas de base social, el clientelismo, sin mucha diferencia a los partidos de derecha.
La jugada maliciosa y sucia de los grupos de poder, para boicotear y hacerle campaña sucia a la consulta popular para reformar la Constitución y ponerlo a la altura de las exigencias de los acuerdos de paz. Esta consulta estuvo plaga de mentiras que construyeron de forma efectiva los grupos de poder y que vertían en foros y en los medios de comunicación. Esta campaña iba, desde la idea vieja del anticomunismo “no dejemos que el país se convierta una Cuba o cuidado con los come niños”, hasta la vieja cantaleta “todos somos Guatemala, no puede haber una de indígenas y otra de mayas”.
Después de 25 años, en vez de conmemorar, deberíamos de celebrar la firma de la paz. Pero no es así, porque las causas que dieron origen a la guerra siguen intactas. Los territorios indígenas siguen siendo acechados por el capitalismo, los desalojos y despojos de tierras a indígenas por parte de finqueros, empresas. El racismo y la discriminación no han disminuido. Los jóvenes y las señoritas, siguen regando su sangre a causa de la violencia generalizada en el país. El hambre, la pobreza, la falta de un sistema de salud pública, la falta de trabajo, falta de vivienda. Un sistema de educación, para formar mano de obra barata. Los secuestradores de ayer, la mayoría miembros del ejército, muchos ahora son miembros del crimen organizado. La impunidad y la corrupción se fortalecen. La criminalización y persecución en contra de líderes y lideresas comunitarios es lo cotidiano en los territorios indígenas.
Si los acuerdos de paz, fueron sustituidos por la agenda neoliberal, eso no quiere decir que no sean una agenda válida, que ahora se habla, por ejemplo; de plurinacionalismo y no de multiculturalismo, es cierto, pero no debemos de echarlo en saco roto. Mucho de su incumplimiento, fue porque el “pueblo” y las “organizaciones sociales”, así como los “partidos de izquierda” los abandonaron. Entonces el Estado y los grupos de poder, sin ninguna vergüenza ni obstáculos, más que las resistencias, siguieron con su agenda de destrucción.
Hoy además de los acuerdos de paz, que fueron reconocidos como acuerdos de Estado, también están las propuestas[2] de refundación de las organizaciones sociales, también las comunidades y pueblos, tienen su propia propuesta para recuperar la tierra, el territorio y la autonomía.
Nada podrá ser realidad, si no se busca la alianza de todas las fuerzas democráticas del país. Hoy después de 25 años de la firma de la paz, para que dentro de unos cuantos años podamos entonces hacer fiesta, debe haber un compromiso de todos y todas, para articulación mediante un pacto de unidad, para avanzar hacia la refundación de un Estado y un modelo de gobierno, que sea en función de las grandes mayorías ninguneadas, discriminadas y violentadas de este país.
Notas:
[1] https://1library.co/document/y9g017wq-tanta-frustracion-cooperacion-internacional-decada-agenda-paz-guatemala.html, visto última vez el 29 de diciembre del 2021.
[2] https://elobservadorgt.org/2021/11/29/boletin-el-observador-no-74-bicentenario-de-que-de-quienes/, visto última vez el 29 de diciembre del 2029.
Kajkoj Máximo Ba Tiul. Maya Poqomchi, antropólogo, filósofo, teólogo, investigador.
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