Explotando los miedos más íntimos de una parte de la sociedad griega, la troika ha conseguido la formación de un nuevo gobierno pro Memorando. A pesar de haber salido airosa de la primera acometida, la troika, sin embargo, ha hecho poco más que ganar tiempo y difícilmente podrá estabilizar la situación. La falla abierta en […]
Explotando los miedos más íntimos de una parte de la sociedad griega, la troika ha conseguido la formación de un nuevo gobierno pro Memorando. A pesar de haber salido airosa de la primera acometida, la troika, sin embargo, ha hecho poco más que ganar tiempo y difícilmente podrá estabilizar la situación. La falla abierta en la sociedad griega por la aplicación de las políticas de ajuste sólo se ensancha día a día y difícilmente se volverá a cerrar a corto plazo. La crisis de legitimidad del poder establecido es profunda y el estallido del sistema de partidos tradicional, un hecho irreversible.
El nuevo gobierno de Andoni Samaras, que nada más empezar ha sufrido la dimisión del ministro de Finanzas oficialmente por motivos de salud, será un gobierno débil, formado por partidos desacreditados y faltos de legitimidad. Aunque quizás la troika le hará alguna concesión de cara a la galería para darle un poco de oxígeno, el nuevo ejecutivo tiene el mandato ineludible de seguir con unas impopulares políticas que provocarán nuevas e importantes movilizaciones.
Excepto estabilidad política y social, todos los escenarios son posibles. Lo más probable es que la situación político-social se siga endureciendo. La austeridad irá acompañada de represión y de comportamientos autoritarios del Estado, en un contexto de creciente polarización social y de previsible protagonismo ascendente de la neonazi Aurora Dorada y de la complicidad con ella de sectores del aparato de Estado.
Más de dos años después de intensas políticas de austeridad, franjas importantes de la población viven al límite y los mecanismos tradicionales de solidaridad intergeneracional vía familiar están desbordados. El deterioro social es palpable, pero la sociedad griega no se siente derrotada ni desmoralizada. Esta es la variable fundamental. Hay cansancio, pero también conciencia de que el bulldozer del Memorándo es en cierta forma un gigante con pies de barro, un adversario a la vez poderosísimo y frágil.
Para los movimientos sociales la cuenta atrás para hacer naufragar Samaras sólo ha hecho que empezar. La movilización social no sólo es el elemento central para bloquear el avance de un nuevo paquete de medidas de ajuste, sino también la cuestión estratégica principal que garantice que un posible futuro gobierno de Syriza pueda romper efectivamente con la troika y con los intereses de la oligarquía local. Un «gobierno popular con la gente en la calle» se ha convertido en la fórmula que mejor resume los objetivos de las fuerzas opuestas al Memorando.
La formación de Alexis Tsipras ha quedado en una privilegiada posición para encabezar la oposición a las políticas de ajuste y presentarse como la única alternativa real. Esto no quiere decir que tenga un camino sin obstáculos para llegar al poder en una futura nueva cita electoral. Los dirigentes de Syriza harían bien en recordar que la clave de su éxito hasta ahora ha sido aparecer como una formación con un currículum impecable en su oposición al Memorando. Cualquier ambigüedad en este terreno, cualquier intento de aparecer como una oposición «responsable» y de «orden» dispuesta al compromiso con el establishment tendría como consecuencia su autodestrucción y descomposición por debajo.
Al igual que Chile en los años setenta, Grecia es en la actualidad el laboratorio experimental del capital financiero en sus planes para rediseñar la sociedad. No tenemos que mirar el país helénico como si fuera un caso aislado. Al contrario, escalón débil de la cadena, el desenlace de la tragedia griega marcará la suerte del resto de la periferia europea. Una suerte que no está escrita y que se juega día a día por las calles y las plazas de una sociedad sometida a las feroces acometidas del Minotauro financiero.
Josep Maria Antentas es profesor de Sociología de la UAB
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