Parecía sólida la casa europea. Hasta que el dólar empezó a derrumbarse y decidieron salvarlo desestabilizando el euro (1). Advierte atónita Europa que la están raptando. Pero no admite que fue ella la que, después de la guerra, en lugar de abrazar la idea de la República -la cosa pública-, se entregó al toro Mercado. […]
Parecía sólida la casa europea. Hasta que el dólar empezó a derrumbarse y decidieron salvarlo desestabilizando el euro (1). Advierte atónita Europa que la están raptando. Pero no admite que fue ella la que, después de la guerra, en lugar de abrazar la idea de la República -la cosa pública-, se entregó al toro Mercado. Hoy la construcción del edificio europeo se basa en la ideología neoliberal, que vacía aposta de contenido político las instituciones y se lo cede a las corporaciones. Cuando la competitividad económica se convierte en el único objetivo, el Capital acaba encontrando acceso privilegiado a la información y adopta como norma de gobierno el conflicto de intereses. Dos noticias de estos días lo ilustran: Charlie McCreevy, Comisario del Mercado Interior y los Servicios de la Unión Europea, se pasará a la RyanAir con el beneplácito del Comité Ético de la Comisión Europea; Galina Dimitrova Peicheva-Miteva, hija de 27 años del Ministro de Agricultura búlgaro, ha cobrado 700.000 € de subsidios agrícolas europeos.
Tal vez un buen modo de arrancar de las manos del Capital la idea de Europa para devolvérsela a la Política consista en contar el mecanismo oculto de esa rapiña que tiene lugar todos los días en Bruselas. ALTER-EU, una alianza de 160 grupos de la sociedad civil creada en 2005 para combatir la influencia creciente de los grupos de presión en la agenda política europea, acaba de publicar el informe Reventando la burbuja de Bruselas (.pdf en inglés). Comienza (1) el informe recordándonos que el 30% o 40% de la legislación nacional de los 27 Estados Miembros deriva de reglamentación europea (en el caso de asuntos ambientales se alcanza el 60%). Luego, se nos cuenta cómo funciona Bruselas, el paraíso de eso que llaman lobbies, y que nosotros llamaremos usurpadores. En 1985 había 654 trabajando en Bruselas; eran ya 3.000 en 1992; hoy día son 15.000, lo que significa que por cada grupo de interés público hay 5 usurpadores que defienden a las corporaciones. Para sus desfalcos adoptan los más variados disfraces: desde quienes prefieren las caretas clásicas de la asociación comercial, a los más ladinos, que se ponen el antifaz de la organización caritativa, pasando por quienes prefieren el moderno anonimato de la ONG. Hay en Bruselas 1.500 asociaciones profesionales especializadas según el botín: carteristas químicos, desfalcadores de bancos, trileros mediáticos, salteadores de subsidios agrícolas, eurodiputados cuatreros… La Comisión Europea los invitó a registrarse voluntariamente en aras de una mayor transparencia: sólo un tercio lo hicieron. Se calcula que la facturación anual de esta tropa de mercenarios está entre 750 y 1.000 millones €, cifra menor que la de EE.UU, donde en 2009 los mercenarios de los grupos de presión facturaron 2.600 millones €.
¿Cómo nos estafan? Los grupos de presión raptan a Europa desde arriba y a tres niveles. Primero, a través de la línea directa con la Comisión Europea, institución que nadie ha elegido, en la que reside el meollo de la función legislativa europea. Esta alta institución abre las puertas de la caja fuerte donde Europa guarda la Ley a los expertos depredadores pidiéndoles asesoría legal o técnica. Cabe dar un dato interesante a este respecto: de los 25.000 empleados de la Comisión, un tercio son traductores y secretarios. Los 17.000 empleados restantes no darían abasto para dar respuesta a toda la tarea legislativa, de ahí que se recurra a 1.000 grupos de asesores expertos. La cosa no es nueva: ya en 1980 el entonces Presidente de la Comisión, Jacques Delors, promovió una alianza estratégica con la ERT (Mesa Redonda europea de Industriales), un grupo de presión compuesto por altos directivos de las corporaciones europeas más importantes. Si ya la Comisión Europea es estructuralmente antidemocrática, bajo la influencia de estos selectos grupos de presión, no puede sino convertir su actividad en la de un gobierno sin el pueblo, sobre el pueblo y contra el pueblo.
Segunda víctima: el Consejo de Ministros de los 27 Estados Miembros, encargado de aprobar cada elemento de la legislación UE. Para entender cómo despluman a Europa en este nivel, basta con descender un escalón, llegar al rellano de los Estados Miembros y multiplicar por 27 lo explicado a propósito de la Comisión.
Por fin se llega al último peldaño, es decir, al Parlamento Europeo, única institución de elección directa de las ya mencionadas, con potestad teórica para aprobar, rechazar o adoptar propuestas que llegan de lo alto de la Comisión. Para contrarrestar esta facultad, los grupos de cabildeo dan empleo a 4.500 individuos que cuentan con acceso al Parlamento. Es decir: por cada europarlamentario se cuentan seis agentes de los lobbies. Escuchen cómo narra la refriega diaria en el Parlamento un eurodiputado alemán: «Me llaman por teléfono, me esperan al pie de las escaleras, me escriben cientos de cartas todos los días. No me resulta posible alcanzar la entrada del Parlamento sin cruzarme con un lobbista». También resulta ilustrativo el caso de la eurodiputada Avril Doyle, relatora de la Resolución sobre el comercio de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero en la Unión Europea (ETS), la cual publicó una lista de 168 grupos de presión que se pusieron en contacto con ella durante su trabajo. Con todo, la influencia de los lobbies en el Parlamento no sólo se ejerce desde el exterior: hay estudios que ponen de manifiesto la coincidencia entre los argumentos que esgrimen ciertos eurodiputados en el hemiciclo con los expuestos en los documentos de los grupos de cabildeo.
Así nos han saqueado y nos saquean Europa. Acaso se encuentre ahí la razón de la alarmante abstención en las elecciones europeas. Los pueblos de Europa no quieren participar en un proyecto violado. No obstante, no se debe caer en el error de confundir la praxis actual con la idea de la Europa unida y federal, y no hay mejor modo para ello que recordar.
En el año 1941, cuando ya llevaba varios años de cárcel apresado por los fascistas, Altiero Spinelli, un antifascista, comunista heterodoxo, escribió -con la ayuda de Ernesto Rossi- uno de los documentos fundacionales de la unión europea: el Manifiesto de Ventotene. En él, Spinelli avisa cómo Zeus se disfrazaría de toro y se colaría en medio de la manada; y cómo Europa, la de ojos grandes, le acariciaría en el lomo, luego en la cabeza, hasta subirse a su lomo, momento que aprovecharía Zeus para raptarla.
En el relato profético de Spinelli se comprenden varias fases:
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Terminada la guerra, extinción de la oleada de sentimientos internacionalistas.
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Afirmación del «aliento de libertad» y triunfo de las tendencias democráticas.
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Pérdida de credibilidad de los demócratas, carencia de una revolución social política seria.
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Reconstitución de las instituciones políticas pre-totalitarias.
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Retorno de los nacionalismos y recurrencia al «patriotismo» como sentimiento más difuso y manipulable con fines reaccionarios.
Conviene copiar tal cual la descripción de la fase final con la esperanza de que ese eco antifascista que llega desde una cárcel de la isla de Ventotene (Italia) en plena Segunda Guerra Mundial sirva de aviso para navegantes.
[…] Resurgirían los celos nacionales, y cada Estado volvería a cifrar sus aspiraciones en la fuerza de las armas. En un período de tiempo más breve el deber más importante sería convertir pueblos en ejércitos. Los generales volverían a mandar, los monopolistas a aprovecharse de la autarquía, los cuerpos burocráticos a vanagloriarse, los clérigos a mantener dóciles a las masas. Todas las conquistas del primer momento se marchitarían frente a la necesidad de prepararse nuevamente para la guerra […]
El Manifiesto de Ventotene concluye con unas «obligaciones de posguerra». Extraemos, a modo de conclusión, dos frases lapidarias que deberían servir de brújula en este momento de shock europeo.
1. La revolución europea, para responder a nuestras exigencias, deberá ser socialista, esto es, deberá proponerse la emancipación de las clases trabajadoras y la obtención, para éstas, de condiciones de vida más humanas.
2. El principio verdaderamente fundamental del socialismo es aquél según el cual las fuerzas económicas no deben dominar a los hombres, sino ser sometidas, guiadas, controladas por el hombre, del modo más racional hasta que las grandes masas dejen de ser víctimas.
Nota:
1. Lo decía Debora Billi en su blog.
2. Ver Will Dinan (Spinwatch) y Erik Wesselius (Corporate Europe Observatory): Brussels, a lobbying paradise (pp. 23-33). Enlace al informe Bursting the Brussels Bubble (.pdf en inglés)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR