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Entrevista a Gahela Cari, primera candidata trans al Congreso de Perú

«Hay mucha gente en el Perú cuestionando el sistema»

Fuentes: Jacobin

Hace un año, Gahela Cari se convirtió en la primera mujer trans en aspirar a un cargo público en el Perú. Consiguió 24562 votos pero, pese al alto apoyo, no logró entrar al Parlamento debido a que su agrupación, Juntos por el Perú, no pasó la valla del 5% a nivel nacional que impone el Jurado Electoral. Aun así, su candidatura fue histórica.

Ahora, en 2021, la situación es distinta. Las recientes protestas han despertado en la ciudadanía un fuerte rechazo a las políticas neoliberales y conservadoras que durante décadas han dominado el país. En ese contexto, en abril próximo, nuevamente habrá elecciones generales en Perú. Gahela, bajo el mismo movimiento liderado por Verónika Mendoza, intentará llegar al Congreso otra vez.

Según las últimas encuestas, Verónika Mendoza marcha en tercer lugar en la carrera por la Presidencia y tiene fuertes posibilidades de entrar a la segunda vuelta. ¿Ha llegado, finalmente, el momento de la izquierda progresista en el Perú? Gahela responde a estas y otras preguntas en una conversación con Eloy Marchán, para Jacobin América Latina.


Usted se describe como mujer trans, afroandina, indígena, migrante, luchadora social, militante de izquierda y ecofeminista interseccional. ¿Cómo se articulan todas esas características?

Todos tenemos diversas identidades que traspasan nuestro cuerpo y que nos han obligado a reprimir. Todos y todas hemos crecido en medio de una sociedad que nos ha educado para escondernos, reprimirnos y avergonzarnos. Eso pasa porque hay mandatos sociales que te obligan a eso. Lo mismo pasa con las personas racializadas, pues hay todo un proceso de blanqueamiento. Es por supervivencia; nadie esconde su identidad sexual o de género porque quiere sino, en realidad, porque quiere seguir viviendo.

Los grupos conservadores suelen atacar sus posiciones por ser, según ellos, minoritarias y no representar el «interés general».

No hago política pensando en lo que piensan quienes están en contra de los derechos. Yo hago política recordando siempre cuáles son las vías que han estado en silencio todo este tiempo, cuáles son las personas invisibilidades. A mí no me preocupa, ni por un segundo, lo que piensen los antiderechos. Tengo claro que si hago política es para poder construir una sociedad con igualdad de oportunidades y condiciones para todos y todas. Y eso implica darle voz, herramientas, oportunidades y condiciones a quienes nunca las tuvieron.

¿Por qué decidió saltar del activismo territorial a la política partidaria?

Soy parte del movimiento social hace bastante tiempo. Soy hija de dirigentes campesinos. He abierto los ojos en un contexto de lucha, rebeldía y coraje. Sin embargo, a pesar de todo eso, me educaron para no formar parte de partidos políticos. Mi padre todo el tiempo me decía «no formes parte de la política, de los partidos políticos».

Tardé varios años en entender que ser activista es necesario y que genera grandes cambios, pero que no logra cambiar el sistema. El problema no es una norma o una mala gestión, porque el problema es sistémico. Si el sistema es el problema, tenemos que cambiarlo. Y no se puede cambiar de la noche a la mañana.

Creo que las calles y el movimiento social juegan un papel importante y fundamental, pero no quiero pasarme la vida convenciendo al resto o intentando incidir entre los tomadores de decisiones. Yo quiero ser parte de quienes toman las decisiones. Y eso solo se logra a través de los partidos políticos. Ojo: en el Perú existe la opción de ser «invitados» de un partido político; pero yo no quiero ser invitada.

¿Crítica la figura de los invitados? Para quienes no sepan, la figura de «invitado» refiere al fenómeno en que los «dueños» de los partidos reservan puestos electorales para figuras que provienen de fuera del partido. Según algunos, es una tendencia generalizada de la política peruana que debilita una construcción partidaria sólida.

He dicho que cada quien encuentra la forma de hacer política. Particularmente, a pesar de que he recibido varias ofertas de otros partidos para participar como invitada, he decidido, junto a mi equipo, apostar por una propuesta alternativa como es Nuevo Perú.

En cuanto a la figura del invitado, creo que cada contexto es distinto. Lo ideal es que se formen partidos sólidos, con una propuesta clara. Nada te garantiza que un invitado adopte la propuesta programática del partido. Te pongo un ejemplo concreto: si mañana estoy en el Congreso y dentro de mi bancada fulanito me dice que no quiere firmar la Ley Integral Trans o que no quiere acompañar la lucha, yo le voy a decir que a mí no me importa lo que quiera de manera personal.

En el Congreso se representa a un partido y a su ideario político, y la propuesta programática de Nuevo Perú tiene como prioridad la defensa de los derechos de las personas. Los derechos de las mujeres y de las disidencias sexuales no solo se pelean hacia afuera, sino también hacia adentro, para lograr así entender que la lucha de las mujeres, de las personas LGTBIQ+ y de las personas indígenas es una tarea impostergable.

Mi equipo y yo somos conscientes de que hoy la única candidatura presidencial peruana que representa cambios reales y profundos es Verónika Mendoza. A pesar de haber tenido ofertas con mejores números en otros espacios, hemos decidido estar aquí, en el lado correcto de la historia.

Hablemos de Verónika Mendoza. ¿Cómo la ve? ¿Cree que es el momento de Verónika Mendoza?

A menudo se cataloga a los políticos como oportunistas. Pero Verónika nos ha demostrado con hechos que ha estado de manera permanente y constante en la lucha. Ha estado ahí en la lucha contra la Ley Pulpín (ley empresarial que precarizaba los derechos laborales de los jóvenes), en la lucha a favor de la despenalización del aborto, en cada una de las acciones por la reivindicación de derechos. Su accionar ha sido constante y hay un compromiso expreso. Si yo no estuviese convencida de que ella es la mejor persona para estar en la Presidencia del Perú, no me estaría postulando en su lista.

¿Y qué nos dice sobre el hecho de que Mendoza se haya aliado con Juntos por el Perú, el partido fundado por Yehude Simon, quien recibió pagos de Odebrecht?

A mí, Yehude me desilusionó desde la masacre del Baguazo. Pero los partidos no son chacras. No tienen un dueño. Hay que partir de ello, que puede resultar muy sencillo, pero que es real. Yo no hago política desde un pedestal. Soy consciente de que no hay ningún espacio totalmente libre de homofobia, transfobia, clasismo y machismo. Los partidos políticos son un reflejo de la sociedad. Hay una izquierda que sigue siendo machista, clasista y que sigue pactando con el sistema.

¿Se está refiriendo al Frente Amplio de Marco Arana, el otro partido de izquierda en el Perú?

Hay varios espacios. Creo que es necesario seguir construyendo una izquierda que se ajuste a la interseccionalidad. Eso no se logra de la noche a la mañana. Nos merecemos espacios políticos que estén comprometidos no solo en el discurso, sino también en la acción.

Se plantea la pregunta de la relación del nuevo movimiento de izquierda en Perú y el progresismo latinoamericano. ¿Cree que en el Perú estamos en uno de esos momentos «populistas progresistas»?

Yo creo que muchas de las cosas que decimos no son populares. Hay muchas cosas que estamos proponiendo que son, de hecho, completamente impopulares.

Estoy convencida de que lo que estamos planteando no tiene mucho de populista. Lo que pasa al conversar en nuestro entorno nos da cierta imagen de la situación. Yo no hablo de despenalizar el aborto aquí en Lima, nada más. He tenido la oportunidad de poder visitar diversos espacios formativos a lo largo y ancho del Perú. Y hay contextos en los que hablar de la despenalización del aborto…

Creo que conviene no confundir populismo con popular. Como Nuevo Perú, no buscamos copiar ningún espacio. Estamos construyendo algo distinto al calor del debate y de la lucha.

Hablemos del feminismo. ¿Cómo define usted esa lucha?

Para mí, el feminismo es salvación. Me rescató y me brindó una nueva visión de la vida. Yo construyo, sigo interpelándome a mi misma y tratando de construir un feminismo colectivo, que vaya más o menos en la línea de todo lo que anuncio cuando me presento.

Creo que el camino es la interseccionalidad, y eso pasa por entender que todas las luchas son necesarias. Es curioso, porque el feminismo nació para defender a las mujeres, pero ha ido evolucionando a lo largo de los años. Al inicio, no se hablaba de la lucha de todas las mujeres ni de la defensa de las campesinas. No. Tampoco había nadie defendiendo a las mujeres racializadas, a las afro…

¿Cómo cree que debe ser el sujeto político del feminismo?

Tiene que ser la imagen de la vida digna. La prioridad son las mujeres en toda su diversidad. El feminismo no solo lucha por las mujeres: lucha por un mundo distinto. Es una apuesta de vida. Yo soy pachamamista, y desde mi cosmovisión no creo que baste con luchar por los derechos de las personas; también se debe incluir a la tierra, a nuestros recursos. Necesitamos alcanzar una convivencia, una armonía.

Hay un sector del feminismo que cree que las mujeres trans profundizan la sexualización de las mujeres. ¿Cuál es su respuesta?

Hay que reflexionar sobre la crianza y sobre las formas en que construyen las mujeres trans sus formas de sobrevivir en medio de tanta precariedad. El feminismo está en deuda con las personas trans. La sociedad está en deuda con las personas trans. Eso tiene que hacernos reflexionar. Si las mujeres trans replicamos mandatos sociales, es porque no se nos ha permitido ser quienes quisimos ser.

Judith Butler sostiene que «un feminismo trans excluyente no es feminismo».

Hay que leer a Butler, claro. Pero aún más hay que, simplemente, ver alrededor. Las personas trans somos partes de este planeta. Estamos aquí desde siempre. Vivimos en un mundo que condena a las personas trans, a los trans masculinos, a las personas no binarias a vivir en la miseria, a exponerse al peligro, a los cobros de cupos y a los asesinatos.

¿Necesitamos realmente leer un libro para saber eso? Creo que basta con abrir los ojos y mirar alrededor. No podemos trasladar la responsabilidad y la precariedad en la que viven las personas trans a las feministas; esto es un problema de la sociedad, del Estado, y es un problema también de los comunicadores. Hay que recordar cuál ha sido el actuar de los medios de comunicación. ¿Qué dicen cuando nos asesinan? «Hombre vestido de mujer». Eso contribuye al morbo.

Han pasado dos meses desde las jornadas de democratización que vivió el Perú. ¿La ha decepcionado Francisco Sagasti, quien fue colocado en la Presidencia gracias a las marchas y a los jóvenes (entre ellos, Inti Sotelo y Bryan Pintado, quienes fallecieron en las protestas)?

Francisco Sagasti nunca me ha representado. Sabemos perfectamente quién es él y cuáles son las políticas neoliberales que defiende. Es necesario que el Gobierno de Transición continúe, que entienda que hay necesidades urgentes: una de ellas es combatir al COVID-19.

Pero eso no puede hacernos perder de vista otras necesidades también urgentes, como los cambios en la Policía, que viene asesinando hace décadas para defender a las minas y a los bancos. Es necesario hacer una reforma profunda para acabar con la criminalización de la protesta en el Perú.

En la izquierda peruana hay un debate: un sector no está de acuerdo con el término «generación del bicentenario», que se utiliza para identificar a los jóvenes que protestaron. ¿Usted está a favor de ello?

Yo creo que las juventudes no necesitamos una frase cliché. Lo que necesitamos son espacios para poder empujar un recambio generacional, para seguir alzando nuestras voces. El lugar de las juventudes no deben ser solo las calles, sino los espacios donde se toman decisiones: las listas congresales, las elecciones, las vocerías. Más allá de la frase, lo que necesitamos es empujar y entender el enfoque intergeneracional.

En el Perú ha calado muy profundo la concepción mercantil de la libertad. Al mismo tiempo, en algunos espacios de la izquierda abogan por quitarle la defensa de la libertad a los neoliberales. ¿Cuál es su posición?

Estoy completamente de acuerdo. Somos nosotros los que defendemos la libertad, el placer, el amor. Somos nosotros los que garantizamos la libre decisión.

En la otra orilla del río están los antiderechos, los que quieren decirle a uno cómo se debe actuar. Con la libertad de decisión buscamos construir un mundo distinto, sin miseria. ¿Dónde estaban los antiderechos o los «Profamilia» cuando despidieron a miles de familias en medio de la pandemia? ¿No hemos sido los espacios de izquierda quienes sostuvimos la vida en este contexto tan difícil como es la pandemia?

¿La pandemia ha debilitado o fortalecido al capitalismo?

Para mí, lo ha debilitado. Pero no tenemos que subestimar a quienes defienden al capitalismo, todo lo contrario. Han ido perdiendo muchos instrumentos: terruquear (denigrar como terroristas a los izquierdistas), señalar y estigmatizar. Hemos demostrado que el sistema en el que vivíamos solo nos brindaba un espejismo. ¿Dónde está el milagro económico peruano cuando colapsaron todos los centros médicos? Nos dijeron que vivíamos en el boom económico, pero nada de eso se ha traducido en los bolsillos de la gente.

¿La pandemia no está haciendo más ricos a los ricos? En un inicio, se volvió a pensar en la necesidad de lo público y lo colectivo; sin embargo, ese momento ha sido efímero. Hoy está sucediendo al revés.

Yo discrepo. Evidentemente, hay más dinero en quienes manejan el capitalismo. Mientras se cerraban las puertas a los pequeños negocios, se permitía que las grandes tiendas sigan trabajando.

Pero veo otra narrativa. Hay mucha más gente en la calle cuestionando el sistema, el modelo y la forma en que se toman decisiones. Sí hay más dinero, pero también una ciudadanía que ya está reflexionando. Antes, quienes levantamos la voz de una nueva constitución éramos un pequeño grupo de gente; ahora ya no.

El debate acerca de la legalización del aborto ya está presente en el Perú. ¿El país está preparado?

Creo que no existe un «momento ideal». Podemos esperar cincuenta o cien años, y nos van a seguir diciendo que «no es el momento». Para ellos, siempre habrá un tema más importante que los derechos de las mujeres, de las personas trans o de los agricultores. La lucha por despenalizar el aborto es impostergable. Y es por eso que es una de nuestras principales propuestas.

Si no es un momento ideal, pues hay que construir las condiciones. Hay un movimiento que está trabajando por la despenalización del aborto. Yo no confío en los políticos, en la clase política tradicional, pero sí en los espacios organizativos. Sueño con un país en el que la maternidad sea deseada y no impuesta. En que las mujeres que deseen interrumpir embarazos forzados no terminen en la cárcel o en el cementerio. No es justo. ¿Cuándo va a ser el momento, entonces?

¿Que otras luchas deben impulsarse en el Perú en el corto plazo?

Primero, es necesario reforzar la lucha agraria. Segundo, hay que empujar la lucha de «las canas», que es la revolución de las personas de la tercera edad. El sistema privado de pensiones que se ha aplicado durante décadas en el Perú ha sido un fracaso rotundo. En la lucha de personas trans, muchas piensan que solo somos las mujeres; pero las personas trans somos diversas. La lucha por nuestros derechos no pasa solo por cambiar nuestros datos en el DNI.

¿El Perú es un país transfóbico?

Claro. No me quedan dudas de eso. En este país es demasiado difícil y complicado ser trans. Solo para que en tu DNI figure tu nombre, tienes que pasar por todo un tema judicial que no solo es costoso, sino también te daña en términos emocionales. Quienes forman parte del sistema judicial peruano no han recibido una formación en género ni tienen idea de la identidad de género. Muchas veces, terminan emitiendo una sentencia de espaldas a las personas trans. Ir al Poder Judicial termina siendo un proceso revictimizador.

Hay un libro que sistematiza las diferencias que existen en el trato del sistema judicial con respecto a las personas cisgénero y las personas trans. A las personas cisgénero, cuando van a cambiarse de nombre, no les piden que certifiquen con un psicólogo el cambio de nombre; no les piden resultados quirúrgicos, no les piden certificar terapias hormonales. Sin embargo, a las personas trans nos piden desde la A hasta la Z. Hay casos en que se nos obliga, incluso, a tener que desnudarnos en los juzgados. ¿No es eso demasiado? Acá, en el Perú, las trans que trabajan legalmente no llegan ni al 1%. Algo está fallando. Si el Estado no hace nada por solucionar eso, está cometiendo transfobia por omisión.

¿Qué es ser trans en el Perú?

Durante la pandemia, por ejemplo, nunca nos tomaron en cuenta. El Estado no se dio cuenta de que las trans sobreviven en la precarización. A nosotras, los únicos caminos que nos quedan son dedicarnos a labores estéticas (corte de cabello o manicura) o adornar el matrimonio de alguien. ¿Qué más nos dejan? Animar eventos, ser la burla o el centro para animar eventos. Nos llaman para animar discotecas, fiestas o hacer el ridículo. El otro camino que le queda en el Perú a una mujer trans es la prostitución.

¿Por qué el Perú sigue estando en deuda en la lucha por la diversidad sexual? Hace poco, el Tribunal Constitucional emitió un fallo vergonzoso en contra del pedido del economista Óscar Ugarteche, quien solicitaba que se le reconozca su matrimonio con otro hombre.

Hay varios factores. Uno, tiene que ver con la colonia. Y eso no es exageración. Si uno revisa la historia, en el Perú antiguo la diversidad era valorada. En las crónicas de Guamán Poma de Ayala van a encontrar a los Qali Warmi, que son personas de la diversidad sexual y género encargadas de poder llevar las ceremonias. Había una espiritualidad ligada a la tierra, a la fertilidad, al cuidado. Y eso ha ido desvaneciéndose a lo largo del tiempo debido a la colonia y al proceso de evangelización.

No es casual que la Iglesia haya perseguido a las personas de diversidad sexual y de género, quemándolas vivas en plazas públicas y acusándolas de sodomía. Recuperar esa historia es todo un proceso. Yo, por ejemplo, formo parte del movimiento indígena hace muchos años; soy una lideresa de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú, la Fenmicarinap.

Y hay una gran tara contra las personas trans en los movimientos indígenas y agrícolas peruanos…

Cuando yo ingresé (porque mis padres son campesinos) siempre fui visto como gay; pero, al empezar mi proceso de transición, me cerraron casi todas las puertas. Mi familia, que se ha dedicado a la lucha agraria, me botó de la casa con la ropa que tenía puesta. Mi mamá me botó porque no quería que mis hermanos se «contagien», y es que el pastor le había dicho que soy una manzana podrida. No solo me cerró la puerta mi familia, también me botaron del trabajo.

Es una tarea pendiente para la izquierda peruana enseñar a los movimientos sindicales, sociales y campesinos a integrar a las personas trans. Ese trabajo es titánico porque, justamente, esos grupos se han caracterizado por su machismo.

Ya estamos en ese camino. Hay una izquierda que ha estado trabajando en eso hace varios años y avanza a cada paso. El hecho de que yo forme parte de una lista congresal es un indicador de ello. A Lourdes Huanca, la presidenta de la Fenmicarinap, la increpaban preguntándole cómo podía ser que yo esté en la organización. La gente le decía «¿qué tiene que hacer este cabrito acá?».

Una vez, en un evento de dirigentes indígenas, me dijeron que no existían maricones o personas trans en regiones andinas y campesinas, como Ayacucho o Puno. A esos dirigentes los llevé a zonas de chicas trans, como Inclán y Zepita, para que pregunten de dónde son. Ellas respondieron: Ayacucho, Puno, Tacna, Apurímac, Loreto y Amazonas. ¿Y por qué, entonces, estaban ahí? Porque sus papás querían asesinarlas, porque sus hermanos las violaban. En ese momento, de manera cruda, ellos se vieron enfrentados a la realidad. Las personas trans no hemos migrado por gusto, sino por salvar nuestras vidas.


Eloy Marchán es periodista y sociólogo, maestrando en Teoría Política de la Universidad Complutense de Madrid y reportero de la plataforma periodística El Foco.

Fuente: https://jacobinlat.com/2021/02/01/gahela-cari-hay-mucha-gente-en-el-peru-cuestionando-el-sistema/