La querella presentada por Falange contra el juez Garzón y la infiltración de miembros del neofascista en el Movimiento Social Republicano (MSR) en el sindicato CGT ha reabierto en España el debate sobre la conveniencia o no de emplear la Ley de Partidos para prohibir todas aquellas organizaciones de carácter antidemocrático y xenófobo. Reproducimos a continuación por su interés un resumen de las posiciones de la izquierda en Alemania a raíz de la propuesta, encabezada por la Asociación de perseguidos por el fascismo – Liga Antifascista (VNN, por sus siglas alemanas), de reabrir el proceso de prohibición del neonazi NPD.
En el 2003 fracasó el primer intento de prohibir el Partido Nacionaldemócrata Alemán (NPD, por sus siglas originales). Tras registrarse un aumento drástico de actos de violencia perpetrados por militantes de la extrema derecha en el año 2000, el gobierno federal, el parlamento (Bundestag) y el senado (Bundesrat) presentaron ante el Tribunal Constitucional de Karlsruhe una solicitud de ley para la prohibición del NPD.
Pero tras revelarse la existencia de un infiltrado de los servicios secretos (Verfassungsschutz) en la cúpula del partido, la vista, cuyo comienzo se había planeado para febrero de 2000, fue suspendida. El Tribunal Constitucional confirmó a comienzos de 2003 la anulación del proceso. Unos treinta de los doscientos miembros de la cúpula del NPD a nivel federal, pero también a nivel regional, están a sueldo de los servicios secretos. Se dictaminó que una vigilancia intensiva de estas características es incompatible con la apertura un proceso legal contra el partido. «La presencia estatal en la cúpula dirigente de un partido influye inevitablemente en el proceso de toma de decisiones y las actividades.»
Hoy, cerca de seis años después, se ha reabierto el debate de un nuevo proceso de ilegalización. Entre quienes se oponen a la medida y quienes la apoyan encontramos argumentos razonables, concretamente los que a continuación se exponen.
Pro: por un nuevo proceso de prohibición
El Tribunal Constitucional no falló en el 2003 de hecho ninguna resolución, pues no determinó la ilegalidad del NPD, pero tampoco su legalidad. Si el proceso de ilegalización fracasó, fue exclusivamente por la presencia de agentes de los servicios secretos en puestos directivos. Las posibilidades para una prohibición quedaron así seriamente limitadas.
Una prohibición sería una señal radical de la política y la justicia en su actitud hacia la extrema derecha. Por una parte podría valorarse la prohibición como un acto simbólico: la extrema derecha no tiene espacio en un estado democrático. Por otra parte, en circunstancias ciertamente difíciles bajo la prohibición, gran parte de sus partidarios quedaría desmotivado. Privado de espacio de maniobra, la medida repercutiría en las agrupaciones regionales así como en sus contactos y dificultaría con toda seguridad el trabajo de los militantes de la extrema derecha. Sin una organización estable le sería más difícil atraerse a los jóvenes. Y sin una nueva generación, la extrema derecha vería imposibilitada su continuidad.
Un argumento importante, si no el más importante, es que con una prohibición del NPD el dinero que fluye del estado [en materia de subvenciones en razón a su representación parlamentaria e institucional, N.T.] cesaría de inmediato. Es intolerable que un estado democrático financie una ideología de extrema derecha. Y sin la financiación estatal, la extrema derecha perdería uno de sus principales puntos de apoyo. Pero no se trata solamente de la salvaguarda económica del partido: sus reuniones y manifestaciones públicas dejarían de ser posibles en la medida en que la extrema derecha se vería privada de su propaganda. Es inaceptable que cuelguen carteles neonazis tanto en el parlamento como en las calles de un estado democrático marcado a fuego por la historia de la extrema derecha sin que pueda hacerse nada. Una prohibición del NPD no resolvería el problema de la extrema derecha en Alemania, pero sería un paso importante en la dirección adecuada, privando a los ultras de la extrema derecha de su base. En ningún caso se terminaría el problema con esta prohibición, pero sería un paso importante en la dirección adecuada de una serie de muchos otros pasos. La lucha contra la extrema derecha no se acaba en ningún caso con la prohibición del NPD.
Contra: la prohibición no es una solución
«No hay NPD, no hay problema»: con esta frase muchos políticos, pero también muchos militantes de base, reclaman una reedición del proceso de prohibición con el objetivo de poner fin a las acciones de la extrema derecha, limitando el problema a la existencia del NPD. Si la extrema derecha no es aceptable, una prohibición del NPD no es sin embargo el camino correcto para resolver el problema. Aunque el partido sería ilegal sobre el papel, la ideología que defiende este partido seguiría existiendo en las mentes de muchos de sus partidarios. Allí donde fuera posible, se construirían organizaciones que retomarían el legado del NPD y se podría fundar en cualquier momento un nuevo partido que a primera vista no pareciera nacionalsocialista pero que fuese en realidad el continuador del NPD. [El NPD se fundó de hecho tras la prohibición del neonazi Sozialistische Reichspartei; el NSDAP también fue prohibido temporalmente por la República de Weimar sin ningún efecto, N.T.]
Mientras el NPD sea legal, sus actividades y sus transacciones financieras pueden ser vigiladas. Con una prohibición, se crearían diversas organizaciones clandestinas con una fuerte presencia de elementos de extrema derecha cuya magnitud real sería por lo pronto desconocida. Un desarrollo como éste sería mucho más peligroso aún si cabe, en la medida en que un partido político está obligado a hacer públicos su programa y sus actos.
El origen del primer proceso de prohibición fue el creciente número de actos de violencia cometidos por la extrema derecha, por lo que uno debe en consecuencia preguntarse: ¿resuelve realmente la prohibición del NPD este problema? Más bien todo lo contrario: no se evitaría la inclinación a la violencia de la extrema derecha, sino que las actividades de la extrema derecha podrían tornarse incluso más violentas e incontrolables.
Una prohibición tampoco eliminaría la ideología de la extrema derecha del mundo. No debe olvidarse por qué fracasó el primer intento de prohibición: agentes de los servicios secretos se encuentran en posiciones dirigentes del NPD. Estos agentes siguen permaneciendo en esos mismos puestos y no parece que vayan a abandonarlos en un futuro próximo.
En el caso de que se iniciase un nuevo proceso de prohibición del NPD y éste fracasase, la operación no serviría más que para fortalecer al partido, que se jactaría ante el público de ser un partido democrático. La República federal quedaría seriamente en entredicho.
Sin ninguna duda, debe procederse resueltamente y con todos los medios contra la extrema derecha. Pero un nuevo intento por prohibir el NPD podría resultar en el peor de los casos un paso en falso del que el NPD podría aprovecharse. Actualmente el NPD aparece con relativa regularidad en los medios de comunicación. Y una mala publicidad es mejor que ninguna publicidad. También el NPD se beneficia del debate sobre su eventual prohibición.
Debemos actuar contra la extrema derecha, pero debemos hacerlo con medios más eficaces que la prohibición estatal.
Julian A. Georg es miembro de Linksjugend [‘solid] – Hamburgo.
Fuente: El Viejo Topo, n. 273, octubre de 2010.
Traducción: Àngel Ferrero