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Honduras

Historia nacional de la infamia

Fuentes: Rebelión

Hoy todos y todas en Honduras sabemos que sufrimos una dictadura oprobiosa que se sustenta en el dinero proveniente del narcotráfico, en el robo descarado del patrimonio público, en una justicia sometida a “órdenes superiores”, en un Congreso Nacional que legisla para sus cuentas bancarias y para blindar sus arteras conspiraciones contra el pueblo, en medios de comunicación vendidos con tarifas de silencios y defensas públicas que avergüenzan la más elemental comprensión de las cosas, y en el apoyo mercenario de militares y policías que deshonran a sus familias, a sus hermanos hondureños humildes, y a la patria.

Doce años han transcurrido desde que Estados Unidos decidió ponerle fin a la democracia en Honduras, consideró que el Gobierno de Manuel Zelaya no era “amigable” y que era un pésimo ejemplo para los demás países del Continente. Incorporarse al ALBA y PETROCARIBE, tener una política exterior independiente y organizar una consulta popular sobre una Asamblea Constituyente fue DEMASIADO para los halcones del Pentágono, que utilizando a los sectores más retrógrados y oscuros de la política nacional y a unas Fuerzas Armadas adiestradas en el anticomunismo más fundamentalista, procedieron a derrocar al Presidente Zelaya.

El Gobierno del Poder Ciudadano, ajenos a esta amenaza, realizábamos grandes esfuerzos para sentar las bases para una sociedad igualitaria, mantuvimos baratos los combustibles quitándoles el negocio a las transnacionales ESSO, TEXACO, EXON MOBILE, bajamos los intereses bancarios de los amortajados dueños de la usura, protegimos los bosques, prohibimos la explotación minera a cielo abierto de compañías transnacionales, luchamos por rescatar empresas nacionales como la ENEE, el SANAA y HONDUTEL, subsidiamos la energía eléctrica que hurtaba el 30% de los ingresos ciudadanos, duplicamos el salario mínimo y eso restó la plusvalía de las voraces empresas, no creamos impuestos para los pobres, decretamos matrícula gratis, merienda escolar, incentivamos con bono a los productores y logramos reducir, POR PRIMERA VEZ, la pobreza extrema en nuestro país y obtuvimos el mayor crecimiento económico de la reciente historia nacional.

El Golpe de Estado trajo Muerte, desapariciones, represión, tortura, exilio, persecución, falsas acusaciones, manipulación mediática, etc. Nuestro pueblo, valiente, se lanzó a la calle a defender sus derechos y a su Gobierno legítimamente electo y durante seis meses hicimos historia, escribiendo una hermosa página de resistencia y dignidad.

Con el Golpe de Estado, Honduras no solo retrocedió, fue destruida y hoy, los responsables, -como aves de rapiña- se disputan los despojos con indecencia y descaro. Juan Orlando Hernández y su partido, están destruyendo y apropiándose del país, entregando nuestros recursos y soberanía a intereses extranjeros sin ningún escrúpulo.

Tenemos una economía devastada, con el dictador el PIB cayó un 9% en el 2020, la inversión decreció un 71%, nos llevó a un endeudamiento sin precedentes (42% del PIB) y somos el sexto país más desigual del mundo (53.7 GINI), la pobreza extrema se ha incrementado escandalosamente, siete de cada diez personas la sufren. Se ha profundizado el desempleo, simplemente no hay trabajo, sobre todo para los más jóvenes y esto se refleja no solamente en cifras, se vive todos los días en los barrios bajo el nombre de hambre, la tortilla reniega a visitar las destartaladas mesas de los pobres.

En Honduras no existe la justicia. Hay magistrados y jueces sombríos, nombrados bajo el sistema de lealtades personales, dictan sentencias a la carta, y dentro de su politizado menú, ejecutan sin piedad actos de SICARIATO JUDICIAL con los que proscriben a los enemigos políticos y garantizan la impunidad bajo el sistema de “órdenes superiores”.

El Congreso Nacional es el principal enemigo del pueblo, al que debería representar. Este con una mayoría matemática y cerril del Partido de gobierno, ha promulgado las más oprobiosas leyes: Venta del territorio y la soberanía (ZEDES), impuestos a los pobres, Tasa de Seguridad que solo asegura sus bolsillos, privilegios a las trasnacionales libres del pago de impuestos, destrucción de las empresas públicas para que después sean devoradas por las transnacionales, Ley de Secretos para que no se conozcan sus patrañas, privatización de los puertos, las aduanas, los peajes y la inversión pública en donde ellos son socios. El Congreso Nacional es un templo de mercaderes y narcotraficantes que bendicen con turiferarios sus horrorosas jugadas con olor a sangre y a polvillo blanco.

El Gobierno está deslegitimado por el fraude electoral del 2013 y 2017, y la ilegal reelección del dictador, además de la alarmante corrupción pública que contrasta con el cinismo oficial frente al más escandaloso latrocinio (Instituto Hondureño de Seguridad Social, hospitales móviles, compra de mascarillas, vacunas etc.) y finalmente, la destrucción de la institucionalidad del Estado de Derecho convirtiendo a Honduras en un NARCOESTADO, todo bajo la estricta vigilancia del Dictador, y la aquiescencia de la embajada Estadounidense y del Departamento de Estado.

Por todo esto, miles de mujeres, hombres, ancianos y muchas niñas y niños, empobrecidos, hambrientos, temerosos, han partido huyendo de un país donde no se respeta la vida y mucho menos la Ley. Teniendo la sobrecogedora certeza de que no habrá cambios, consideran un deber buscar nuevos horizontes económicos, y huir de Honduras. Comprenden la tragedia de esta Patria que no existe y solo vive en sus corazones y en su nostalgia de hijos de un terruño que ya no les pertenece, y por eso es que huyen de este apocalipsis en que han convertido el terruño, huyen con su único tesoro, huyen con lo único que les ha dejado esta devastación, huyen cargando en sus espaldas su única esperanza: sus hijos.

Los que quedamos en Honduras o en exilio, tenemos el deber patriótico, la OBLIGACION impostergable de darle un zarpazo a la Dictadura y reconstruirle los pedacitos tirados de la patria como un puzle que han repartido en estos sombríos años. Tenemos que sanar sus heridas, despertarla de su coma inducido, de su lobreguez, de su moribunda existencia, un difícil camino a recorrer de la DICTADURA A LA DEMOCRACIA y el BIENESTAR, pero que es asunto de vida o muerte, en ellos nos va la vida y la supervivencia del país y de sus mejores hijos. Este esfuerzo sin duda pasará necesariamente por la unidad de la Oposición como un deber impostergable de sobrevivencia. Los que no se unan son cómplices del dictador. Quienes dividan el voto, aunque vociferen y protesten contra las ejecutorias del dictador, en el fondo estarían garantizando su triunfo y la prolongación de esta agonía.

Quienes siguen ordenes de Estados Unidos no comprenden que son títeres de un imperio que no da nada y quita todo, que agradece con sonrisa hipócrita todas las adhesiones de los comparsas, pero pega la patada cuando te vuelves prescindible e incómodo. No tengamos miedo, nuestra mejor revolución es el voto de la venganza por todo este infierno sufrido. Nuestra mejor revolución es cuidar en las trincheras de las urnas la voluntad popular expresada sin cortapisas. Nuestra mejor revolución es no vender nuestra conciencia por migajas, y enfrentar la amenaza en bloque para no ser víctimas de sus extorsiones. Todos y todas tenemos la palabra y somos los protagonistas de nuestro propio destino frente al próximo proceso electoral. Allí levantaremos las banderas de la libertad y la igualdad, y brillará por siempre la luz esclarecedora de la utopía, por la cual caminaremos por las alamedas al reencuentro con el socialismo al que tanto le temen los poderosos del mundo.

Enrique Alberto Flores Lanza. Exministro de la Presidencia de José Manuel Zelaya Rosales. Exiliado Político.