No es ninguna novedad que la Unión Europea (UE), ha demostrado su incapacidad absoluta como comunidad, por no considerar la mala fe entre sus atributos, ante la primera crisis de magnitud que ha debido enfrentar. El tema de refugiados ha sido tratado desde todos los ángulos, y sin duda nadie intelectualmente honesto, puede negar que […]
No es ninguna novedad que la Unión Europea (UE), ha demostrado su incapacidad absoluta como comunidad, por no considerar la mala fe entre sus atributos, ante la primera crisis de magnitud que ha debido enfrentar.
El tema de refugiados ha sido tratado desde todos los ángulos, y sin duda nadie intelectualmente honesto, puede negar que los primeros responsables de las crisis han sido los Estados Unidos y la Unión Europea que en su alocada angurria de poder territorial, petróleo y gas han llevado al mundo a la sistemización de la violencia que se creían superados por los menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Quizás la injerencia masiva en cuestiones internas de otras las naciones, no se veía desde las andadas del mismísimo coronel Thomas Edward Lawrence, «el Aurens» o Lawrence de Arabia, quien tanto hizo por la caída del Imperio Otomano, para que finalmente el acuerdo franco-británico, conocido como Sykes-Picot de 1916, le diera a Medio Oriente tantas fronteras como razones para las guerras que hoy se viven.
La Primavera Árabe ha sido prácticamente un calco de aquella operaciones de Lawrence y por lo que se ve, a cinco años de distancia, han dejado las fronteras más encendidas que nunca.
Trágicamente la llegada de refugiados de las guerras de Siria, Irak, Afganistán, no se ha detenido la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), acaba de reconocer que hay que sumar al más de 1.200.000 que llegaron el año pasado, los que en los primeros 20 días de 2016 arribaron a Grecia desde Turquía cerca de 32.000 personas, 21 veces más que en enero del año pasado.
La OIM nada aclara si se contabilizan o no los 80 refugiados que ya se ahogaron este año en el intento.
Grecia, como si poco tuviera con su crisis económica, no da abasto para asistir la multiplicidad de demandas que acarrea las multitudes de desesperados que desembarcan en sus playas.
Las autoridades griegas han debido solicitar un centenar más de máquinas para tomar huellas digitales y 1600 hombres para controlar sus fronteras. La respuesta ha estado a la altura de la Unión Europea, enviaron 48 de esas máquinas y 170 hombres.
Sin duda, para los refugiados el drama vital no termina en las playas de Lesbos, el punto más próximo de las costas turcas, unos 4 kilómetros por mar. Como ya lo sabemos, Lesbos es solo una estación más en su trágico peregrinaje. Los refugiados, tras atravesar Grecia, Macedonia y Serbia intentan llegar a Europa occidental. Pero para alcanzar ese objetivo tendrán que hacer la mayor parte del trayecto bajo la nieve. Con temperaturas que durante las noches pueden alcanzar los 17 grados bajo cero, con nevadas de hasta 40 centímetros de espesor con las consecuencias que el «detalle» acarrea.
No preocupado exactamente por la salud de los refugiados, sino por sus intereses económicos y electorales, los jefes de la Unión Europea desde hace poco más de dos meses han comenzado a dar claras muestras de haber renunciado a hacerse cargo de la crisis que han procurado con su injerencia en Libia, en Irak y en Siria.
Como un trágico y alambicado efecto dominó, las fichas han ido cayendo una tras otra y más que los millones de muertos, de desplazados, de inválidos y la destrucción total de tres naciones fuertes y competitivas para los cánones occidentales no han logrado nada. Los asesinatos impunes del Coronel Gadaffi, Sadam Husein y el intento de derrocamiento y muerte de Bashar al Assad, abrió una devastadora caja de Pandora, de donde han emergido cientos de miles de jóvenes que van sin un Dios, por quien vivir han encontrado uno por quién matar y morir.
La estafa turca.
La Unión Europea no tuvo más remedio de acceder a la extorsión del presidente turco Recep Erdogan, que mucho sabe de estos juegos tan oscuros como el petróleo. A fines de 2015, tras el pago de 3 mil millones de euros, Erdogan prometió que iba a impedir que los casi tres millones de refugiados sirios que tiene en su territorio siguieran camino a Europa, pero alguna parte de arreglo no se concretó y las guardias se distendieron.
El gendarme Erdogan miró para otro lado y los refugiados después de alguna semana de contención se han lanzado nuevamente al mar para alcanzar Europa.
Esta nueva oleada no ha sorprendido a los países europeos, como la de mitad del año pasado. Ahora cada nación en solitario implementa medidas con sesgo cada vez más autoritario. Quizás el virus de la disolución europea haya llegado como polizón en alguna de los cientos de embarcaciones que desde Misrata en Libia o algún puerto pesquero de Akyarlar, en la península turca de Bodrum, parten cargadas de desesperados.
Suecia, Dinamarca, Austria y Eslovenia han endurecido no solo las leyes sobre asilo y migración, sino también los controles fronterizos, copiando a Hungría quien había tomado la delantera en eso de vallar y militarizar fronteras.
Los países de la UE tienden a establecer controles fronterizos provisionales e independientes del tratado de libre circulación interna de Unión Europea o conocido como la zona de Schengen.
Desde Bruselas, capital de la UE, con más ilusiones que certeza, se confía en que este será el año de las soluciones, sin aclarar para nada en que fundan sus esperanzadores pronósticos. El año pasado había cerrado con el compromiso de redistribuir, en dos años unas 160.000 personas, de las varadas en Italia y Grecia, hasta el momento solo pudieron ubicar 147.
La opción británica.
Como se sabe, las islas británicas históricamente se han inmiscuido poco y nada en los problemas de «Europa». Por eso especulan su condición insular para continuar cerrados a cualquier negociación con Bruselas respecta a recibir más refugiados.
A los miles de africanos, afganos, sirios e iraquíes que se agolpan en los campos de refugiados de Calais y en el de Grande-Synthe, a las afueras de Dunkerque, cerca de la frontera con Bélgica, donde se han sumado más de 3 mil kurdos, que han llegado en estas últimas semanas y deben sobreviven, al igual que el resto de sus compañeros, a la intemperie, esperando algún milagro que los cruce del otro lado de La Mancha.
Las condiciones son cada vez más paupérrimas ya no solo afectadas por la falta de recursos sino por el invierno que está asolando la región.
Las intensas lluvias obliga a familias enteras, niños, ancianos, mujeres embarazadas, enfermos, a pasar las noches junto a las hogueras al sereno, en camas improvisadas con mantas que apenas los separan del barro helado. Respecto a la higiene y la salud, Francia no les brinda cobertura alguna a los refugiados, que solo son asistidos por alguna ONG. Hollande espera que Cameron se ocupe, al tiempo que Cameron espera lo mismo de Hollande en un graciosa coincidencia que sería un buen sketch si no no estuviera en juego la vida y el destino de miles de personas.
Muchos de estos refugiados, para quedar varados en campamentos infames como «Jungla» de Calais, han pagado a los traficantes de personas hasta 5 mil euros.
Otra de las grandes novedades sobre la crisis de refugiados ha sido la resolución por parte del gobierno suizo de requisar el efectivo y las pertenecías de valor a los refugiados para resarcirse de los gastos ocasionados.
Además, los refugiados que consigan los permisos de residencia, deberán entregar el 10 por ciento de su salario durante 10 años para cubrir los 15.000 francos que el estado suizo considera ha invertido en ellos. Eso si, si alguien de manera voluntaria, abandona el país antes de cumplirse los siete meses, le será devuelto los valores requisados. Durante 2015 las autoridades despojaron se sus bienes a 112 personas por total de 190.000 euros. Durante el año pasado, Suiza recibió cerca de 40.000 refugiados.
También el Parlamento danés aprobó en diciembre que los refugiados que entren en el país se les confiscarán los bienes superiores a 350 euros.
A Ángela Merkel la crisis migratoria le ha consumido mucho de su capital político y no solo desde fuerzas opositoras, aliados de su frente electoral, desde el interior de su propio partido la Christlich Demokratische Union (CDU), sino también desde otros países de la UE ha recibido fuertes críticas, a punto que se vio obligada a desandar mucho del camino recorrido respecto a la crisis. Alemania ha decidió entonces restablecer, de forma temporal, los controles en su frontera con Austria.
El canciller austriaco, el social demócrata, Werner Faymann, hasta hace pocas semanas el gran aliado de Merkel, en sus políticas de acogida de refugiados ha hecho un giro de 180 grados. Anunció que limitará las solicitudes de asilo a un máximo de 37.500 en 2016. En 2015 había recibido 90 mil peticiones, y además de reforzar los controles en la frontera con Eslovenia, donde además levantara una valla de varios kilómetros en torno al paso fronterizo de Spielfeld, donde pretenden concentran la entrada de refugiados, ha dispuesto 500 efectivos del ejército para controlar la frontera y darle apoyatura a las fuerzas policiales desbordadas por el flujo de unos 6000 refugiados diarios.
Todas estas mediadas están provocando que cientos de refugiados queden atascados en los pasos fronterizos y caminos de Eslovenia, Croacia, Serbia y Macedonia, sin abrigo ni demasiado que esperar. Por lo visto, el invierno de los Balcanes parece ser el designado por la U E, para que resuelva el problema.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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