A fines del siglo XIX, en el marco de una economía feudal y como consecuencia de las inversiones y préstamos de los capitales imperialistas ingleses, norteamericanos, alemanes e italianos, el capitalismo en el Perú recibió un nuevo impulso, operándose, junto al inicio de un proceso de industrialización, la formación de una nueva clase: el proletariado […]
A fines del siglo XIX, en el marco de una economía feudal y como consecuencia de las inversiones y préstamos de los capitales imperialistas ingleses, norteamericanos, alemanes e italianos, el capitalismo en el Perú recibió un nuevo impulso, operándose, junto al inicio de un proceso de industrialización, la formación de una nueva clase: el proletariado urbano industrial, formado por los desposeídos de los medios de producción que venden su fuerza de trabajo a los capitalistas para que estos se apropien de la plusvalía de lo producido.
En el contexto del nacimiento de esta nueva clase, en Moquegua nace José Carlos Mariátegui La Chira el 14 de junio de 1894. Hijo de Francisco Javier Mariátegui Requejo y de María Amalia La Chira Ballejos, la madre tuvo que cargar sola con el peso de alimentar y educar a dos hijos más: Guillermina y Julio César, luego del abandono del padre, dedicándose al lavado de ropa. No era, pues, ajena a la familia en que nació José Carlos Mariátegui la pobreza y la necesidad de trabajar por un salario para sobrevivir.
Trasladada la familia a Huacho en 1899, a la corta edad de ocho años, una lesión producida en la pierna derecha mientras jugaba en el colegio fiscal donde estudiaba sumaría una nueva adversidad que lo postraría un buen tiempo en la clínica Maison de Santé y contra la cual luchó el resto de su vida.
En 1909, a los 14 años, la necesidad económica lo llevó a trabajar por un salario, de alcanzarrejones y ayudante de linotipista, en el diario La prensa en el que inició también su producción literaria y su vinculación al tratamiento de los problemas económicos y políticos internacionales y nacionales.
La expansión del capital imperialista norteamericano en la economía y la resistencia a este, la profundización del latifundismo y los levantamientos indígenas contra los terratenientes, las luchas económicas proletarias hacían temblar el edificio social del país; los viejos partidos de la oligarquía se encontraban en crisis ideológica y moral, además de divididos; y, una nueva generación insurgía cuestionando el estado de cosas reinantes. Todo ello, no podía dejar de repercutir en el pensamiento y acción de José Carlos Mariátegui.
Frente a la Crisis política en que se debatía el país, Mariátegui, desde el periódico Nuestra época, expresó su propósito de «quemar el organismo político del país, tan corrompido, ya que tan solo la acción material del fuego puede purificarlo« y la necesidad colectiva de quienes lo acompañan en la repulsa de «buscarnos un camino propio, para afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos», estableciendo como su programa político «decir la verdad«(Exposición en Nuestra Época, Nº 1; Lima, 22 de junio de 1918).
Consecuencia de esa actitud fue su posición frente a la crisis de los partidos de la derecha de esa época: el Partido Civil, el Partido Constitucional, el Partido Demócrata y el Partido Liberal. Contra la tesis de José Matias Manzanilla de «reorganizar» y «revisar programas» de los partidos de la aristocracia terrateniente y burguesa; y, convencido de que » la tradicional división de conservadores y liberales ha perdido ya su sentido», de «su ineptitud y de su caducidad», Mariátegui afirmó rotundo que «no necesitamos que se los restaure ficticiamente. Necesitamos que se les sepulte y sustituya», para que « Nuevas agrupaciones capaces de adquirir efectiva fuerza popular (…) que aporten a la lucha política ideas y aspiraciones definidas (…) que merezcan la adhesión de la gente joven, honorable y consciente» las reemplacen (La reorganización de los grupos políticos en Nuestra Época, Nº 2; Lima, 6 de julio de 1918).
Durante los años 1904, 1912-1913, 1916-1917 y 1919, el proletariado, bajo la influencia anarquista, primero y anarcosindicalista, luego, realizaría intensas luchas económicas levantando como bandera principal el establecimiento de la «Jornada de la ocho horas»; en la histórica jornada que inició el proletariado de la fábrica textil Inca el 12 de diciembre de 1918 y que culminó con el triunfo proletario en el paro general del 13 al 15 de enero de 1919, José Carlos Mariátegui mostró desde el periódico El tiempo su apoyo incondicional, sin plantear formulas intermedias y conciliadoras como lo hizo Víctor Raúl Haya de la Torre al propugnar las 9 horas de trabajo, lo que le costó la clausura del diario por el gobierno civilista de José Pardo y Barreda.
Consecuente con la «búsqueda de un camino propio» en que se va perfilando su orientación al socialismo, José Carlos Mariátegui, durante su paso por el periódico El tiempo concurrió con César Falcón y Humberto del Águila al esfuerzo de dar vida a un grupo de propaganda y concentración Socialista que publicó Nuestra época, aparecida el 22 de junio de 1918. A ellos se sumó Luis Ulloa y Carlos del Barzo con quienes constituyeron el Comité de Propaganda Socialista. En dicho organismo Mariátegui se contrapuso a quienes sólo vieron el proyecto como útil a la campaña electoral del año 1919, negándose a transformar dicho comité en Partido mientras no tenga arraigo en las masas y priorizando la labor de propaganda socialista entre ellas. Su oposición no tuvo éxito, pues un sector se adherirá a Leguía ilusionado por su discurso de la «Patria Nueva» y, otro, actuará en el sentido de formar un Partido Socialista «obrero» para las elecciones próximas, por lo que Mariátegui y César Falcón se separaron de dicho intento meramente electoral.
El fracaso de la tentativa de sentar sólidas bases para la formación de un partido socialista en las masas obreras no amilanó a José Carlos Mariátegui; en un periodo de lucha electoral entre las diversas facciones políticas de las clases dominantes, prosigue sus esfuerzos de esclarecimiento ideológico con la fundación del periódico La razón, en el que afirma «este diario no sale para servir un transitorio interés electoral», «La Razón no se halla vinculada a ninguno de los bandos en lucha» y que su «propósito sustantivo consiste en contemplar todos los hechos y todas las situaciones con elevación de conceptos y de palabras, es decir siempre la verdad, en emplear los caminos más reales para llegar a ella, en denunciar y combatir los vicios de nuestro régimen político y social, en trabajar por el advenimiento de esa era de democracia que tanto ansia nuestro pueblo, en defendernos de la influencia de los prejuicios que sirven habitualmente de punto de partida al criterio criollo y en difundir, sin olvido de las realidad nacional, las ideas y las doctrinas que conmueven actualmente la conciencia del mundo y que preparan la edad futura de la humanidad» (Palabras Preliminares, Nuestra posición en la prensa, La Razón Nº 1; Lima, 14 de mayo de 1919. Subrayado nuestro)
Desde La razón, apoyó al Comité pro-abaratamiento de las subsistencias, organizado por los anarcosindicalistas, formado como un frente contra la carestía de la vida que pretendió, mediante un conjunto de movilizaciones callejeras y el paro general, lograr sus objetivos, siendo, finalmente, reprimido por el gobierno y aplastado el movimiento.
Desde La razón, José Carlos Mariátegui desenmascaró toda la falsedad de los seguidores de Leguía, representante del imperialismo norteamericano y la burguesía intermediaria, que lo presentaban como «la reacción contra los viejos métodos, la causa de la renovación nacional, la lucha contra el civilismo»… «porque el señor Leguía es un político automatizado en los mismos viejos métodos… que tiene la psicología, las tendencias y la historia de todos los civilistas… cuyo gobierno fue el gobierno de un político autoritario y antidemocrático» (Ante el problema político, en La Razón Nº1; Lima, 14 de mayo de 1919).
Triunfante Leguía, desenmascaró su supuesta «revolución» de la «Patria Nueva» desde posturas revolucionarias, pues José Carlos Mariátegui se ratifica «sustancialmente revolucionario», que cree que «nuestro país necesita una revolución muy honda que modifique radicalmente su organización política, armonizándola con las aspiraciones y las ideas de hoy»(Hora la que empieza, en La Razón Nº 48; Lima, 5 de julio de 1919) y establece que «lo sustancial, el espíritu de la revolución, debe ser la reforma económica del país», que «no hay reforma posible si no se fundamenta en la organización económica» y que definitivamente la «revolución leguiista» no representaba una verdadera revolución, que «la verdadera reforma revolucionaria está aun intocada» (Después de la Revolución, en La Razón Nº 50; Lima 7 de julio de 1919).
Esta campaña de oposición al gobierno pronorteamericano de Leguía, conllevó a que la imprenta en que se editaba La razón se negara a seguirla trabajando, por lo que dejó de publicarse, y a que el gobierno le pusiera en la disyuntiva de elegir entre la cárcel y la deportación a Europa bajo la careta de una beca. Ante tal disyuntiva, José Carlos Mariátegui partió a Europa el 8 de octubre de1919, junto a César Falcón, para realizar su «mejor aprendizaje», que las posibilidades del Perú no le permitían, máxime si su futuro más cercano eran las mazmorras del régimen.
En Europa, incendiada por la marea revolucionaria desencadenada por la Primera Guerra Mundial imperialista (1914-1918) y extendida por el ejemplo de la Revolución Rusa (1917), aprendió el Marxismo-Leninismo y se adhirió a él, se hizo comunista en un circulo de estudios ligado al Partido Socialista Italiano, asistiendo a su escisión y la formación del Partido Comunista Italiano en el Congreso de Livorno; sus inclinaciones socialistas hallaron en la dialéctica materialista y la concepción materialista de la historia el fundamento científico; se consolidó su confianza en el proletariado como su héroe de la vida real, «el héroe anónimo de la fábrica, de la mina, del campo, el soldado ignoto de la revolución social»(Reportaje en Variedades; Lima, 26 de mayo de 1923); y, junto a César Falcón, Carlos Roe y Palmiro Macchiavello organizó la primera célula comunista con los que se concertó para la acción y organización socialista en el Perú.
En Europa, en febrero de 1921, se casa con Anna Chiappe, quien lo acompañó en la lucha que emprendió al regresar al Perú, con quien tuvo cuatro hijos: Sandro, Siegfried, José Carlos y Javier; y, para quien escribió «Por ti, mi ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste» (publicado en Poliedro, Lima, 20 de setiembre de 1926).
En marzo de 1923 regresó al Perú para realizar «una declarada y enérgica ambición: concurrir a las creación del socialismo peruano» (Advertencia a 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana) y conforme a lo aprendido del marxismo-leninismo, inicia el estudio de la realidad peruana, retoma su vinculación con el proletariado, desarrolla una intensa labor de educación y propaganda socialista en las masas proletarias y campesinas, promueve y organiza la sindicalización del proletariado en una central única bajo el principio de la unidad sindical clasista, y organiza el Partido Comunista del Perú, la forma superior de organización del proletariado para la realización de la revolución y el Comunismo.
Retoma sus relaciones con el proletariado participando como conferencista en las Universidades Populares Manuel Gonzales Prada; el 15 de junio de 1923 expone en el local de la Federación de Estudiantes sobre «La Revolución Social en marcha a través de los diversos pueblos de Europa» en la que caracteriza el período como de crisis de la civilización burguesa, capitalista y de surgimiento de la civilización proletaria, socialista, en la cual se va a resolver la suerte del proletariado mundial del cual es parte el proletariado peruano, llamando a éste, sobre todo a su vanguardia, a estudiar con él esta crisis porque en el proletariado se ha producido una escisión entre quienes creen que el periodo no es revolucionario, los reformistas, y los que creen que el momento es revolucionario, los comunistas, posición con la que se alínea Mariátegui: «Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un periodo revolucionario»; y, para orientarse y tomar posición en esa disputa, que definirá el rumbo de los ejércitos proletarios, es necesario el conocimiento de la crisis mundial.
Su trabajo en el proletariado no se redujo a dictar las conferencias, sino que participó de la redacción de la revista Claridad, que era el órgano de la Universidades Populares y, a la partida de Haya de la Torre a la deportación, asumió su dirección en enero de 1924, variando la dirección de su línea de Órgano de la Juventud Libre del Perú, propuesto por Haya de la Torre, a Órgano de la Federación Obrera Local de Lima y la Juventud Libre del Perú. Desde Claridad inició una franca lucha ideológica para alejar al proletariado de la influencia anarquista y católica, y acercarlo al marxismo-leninismo, sin dejar de trabajar por la unidad sindical clasista. Esta orientación de su actividad se muestra en su artículo para el 1º de mayo de 1924 en que enuncia los principios de la unidad obrera:
«El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una acción contingente, concreta práctica. El programa del frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, ligados por la misma voluntad revolucionaria y la misma pasión renovadora. Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente» .
Para realizar su propósito de ampliar la labor de propaganda y hacer una difusión más abierta de las ideas socialistas, da los pasos para constituir la editorial obrera claridad y editar con Félix del Valle la revista Vanguardia, proyectos que son detenidos por la represión que se intensifica con la deportación de los dirigentes de la Universidad Popular, de la Federación de Estudiantes, de la Federación Obrera Local y de organizaciones indígenas en octubre de 1923; y por su enfermedad que obliga a que en mayo de 1924 se le ampute la pierna derecha gangrenada para salvarle la vida.
En 1925, edita su primer libro La escena contemporánea, compilación de una serie de artículos publicados en Variedades y Mundial; y, organiza la empresa editorial Minerva, prosiguiendo con su objetivo de editar una revista propia.
El año 1926 será el año del lanzamiento de la revista Amauta, luego de un proceso de búsqueda del nombre más adecuado se decide por el término que designaba a los maestros del Tahuantinsuyo como un homenaje a la raza indígena, pero con la aclaración que de lo que se trata es de darle un nuevo significado, recrearla nuevamente. La revista, que se publica en setiembre, pretende representar un movimiento, un espíritu, a una generación y ser una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu pero quienes la fundan «no conciben una cultura y un arte agnóstico… no le hacemos, escribe Mariátegui, ninguna concesión al criterio generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas» y su objeto es «el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo» (Editorial de Amauta, Nº 1, Lima, setiembre de 1926).
Amauta concitó la atención de lo mejor de la intelectualidad y del pueblo; pero también el odio de las clases dominantes y del imperialismo norteamericano, ya que asumió una posición abiertamente antiimperialista. Es así que, en el mes de junio de 1927, luego que el número 9 de Amauta fuera dedicado a la acción contra el imperialismo, especialmente el yanqui, bajo la presión de la embajada norteamericana, el gobierno de Leguía inventó un complot comunista para clausurar la revista Amauta y la editorial Minerva, recluir en la isla San Lorenzo y deportar a un grupo de intelectuales y obreros; y, confinar a Mariátegui en el Hospital Militar de San Bartolomé, debido a su mal estado de salud.
La inicial colaboración entre José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre en las Universidad Popular y en la Alianza Popular Revolucionaria Americana, como expresión de frente único antiimperialista y de izquierda, va a devenir en desacuerdo y abierta ruptura cuando Haya de la Torre publicara en diciembre de 1926, en The Labour Monthly, el artículo What is the A. P. R. A.? (¿Qué es el APRA?) en que definirá al APRA como «el Partido Revolucionario Antiimperialista Latinoamericano (subrayado y resaltado nuestro) que organiza el Gran Frente Único de trabajadores manuales e intelectuales, de América Latina(subrayado y resaltado nuestro), unión de los obreros, campesinos, indígenas, etcétera, con los estudiantes, intelectuales de vanguardia, maestros de escuela, etcétera, para defender la soberanía de nuestros países».
Esta tesis era consecuencia organizativa de la concepción reformista de Haya de la Torre según la cual la lucha debía circunscribirse a una lucha meramente antiimperialista, más no anticapitalista, por un estado capitalista antiimperialista que desarrolle el capitalismo, alejando las perspectivas de la lucha por el Socialismo y, subordinando con ello, al proletariado a lo que Haya llamaba las «clases medias», que no eran sino pequeños capitalistas, capitalistas y terratenientes afectados por la penetración imperialista y devenidos pequeñaburguesía. La expresión organizativa era pues un partido en que coexistieran ambas clases, proletariado y pequeña burguesía, bajo la hegemonía pequeñoburguesa.
Mariátegui esclareció, siguiendo los estudios de Lenin, que el Imperialismo es una fase del capitalismo, su fase superior, por tanto producto del capitalismo, en consecuencia no podrá ser erradicado definitivamente si no se vincula la lucha antiimperialista con la lucha por la sustitución del Capitalismo por el Socialismo. Esclareció que es imposible que sólo con la lucha antiimperialista y nacionalista, sin vincularla al socialismo, se pueda alcanzar un desarrollo independiente y soberano pues «El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales, que explota como mercados de su capital y sus mercancías y como depósito de materias primas, un programa de nacionalización e industrialismo» (Principios del Partido Socialista, en Ideología y política), que «sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera»(Punto de vista antiimperialista en Ideología y política); y que garantizar esta unión de la lucha antiimperialista consecuente con la perspectiva de la revolución socialista corresponde a los intereses del proletariado más que a los de la burguesía «que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provecho» y «se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional» o a la pequeña burguesía para quienes «la empresa yanqui representa mejor sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado»; por lo que el proletariado no puede marchar en un «partido frente único», subordinado a la burguesía y la pequeña burguesía, como planteó Haya de la Torre, sino que debe organizarse en su propio partido político, sin negar la posibilidad de realizar el frente único con la burguesía y pequeña burguesía en cuanto concurran a la lucha antiimperialista; A Nicanor de la Fuente, en carta del 20 de junio de 1929, Mariátegui le expresa: «Nosotros trabajamos con el proletariado y por el socialismo. Si hay grupos dispuestos a trabajar con la pequeña burguesía por un nacionalismo revolucionario, que ocupen su puesto. No nos negaremos a colaborar con ellos, si representan efectivamente una corriente, un movimiento de masas» (Correspondencia de José Carlos Mariátegui en Mariátegui Total, Tomo I, Primera Edición, 1994, pág. 2002, Empresa Editora Amauta).
José Carlos Mariátegui, al defender la necesidad de la organización del partido político del proletariado, también deslindó con el espontaneísmo, que se limita a la organización sindical o hace del partido un instrumento del sindicato y de la lucha económica, cuando a Clodoaldo Alberto Espinoza Bravo, en carta del 9 de setiembre de 1929, escribe: «El trabajo político corresponde a los partidos de clase; la actividad económica y sindical a las organizaciones obreras» (Correspondencia de José Carlos Mariátegui en Mariátegui Total, Tomo I, Primera Edición, 1994, pág. 2023, Empresa Editora Amauta).
En setiembre de 1928 aparece «7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana», en el que compila sus estudios sobre el Perú según la concepción y método marxista-leninista, cuyos resultados serán las bases de sus propuestas programáticas. Al estudiar la economía descubre que en el Perú se desarrolla bajo el dominio del feudalismo y en un marco de colonialidad una economía capitalista con tendencia a hacerse dominante pero sin poder liquidar completamente la feudalidad; y que esta característica de la economía peruana marca el problema de la tierra feudalizada; del indio sin tierra y bajo servidumbre feudal; de la educación colonial, antidemocrática y anticientífica; del centralismo y el regionalismo como disputa entre fracciones de la aristocracia terrateniente y burguesa; de la religión formalmente católica y la unión de iglesia y estado; y de la ausencia de una literatura propiamente nacional, con excepción de César Vallejo.
En setiembre del mismo año, en la editorial de Amauta, declara «El trabajo de definición ideológica nos parece concluido» (…) «La primera jornada de Amauta ha concluido» (…) «En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la ´nueva generación`, de la ´vanguardia`, de las ´izquierdas`. Para ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista» (Editorial de Amauta, Nº 17, Año II, Lima, setiembre de 1928), esclareciendo que la revolución latinoamericana será parte de la revolución mundial, de la revolución socialista, puesto que el socialismo como el capitalismo no es un movimiento específico de un país sino un movimiento mundial, pero que en su realización deberá tomarse en cuenta la realidad de América.
Definido el rumbo ideológico y programático se orienta a concretizar la organización del instrumento para su realización; el 7 de octubre, junto a Ricardo Martínez de la Torre, Bernardo Regman (vendedor ambulante), Julio Portocarrero, Fernando Borjas, Avelino Navarro, César Hinojosa (obreros), Luciano Castillo y Fernando Chávez León, constituye el Partido Comunista del Perú bajo el nombre de Partido Socialista, elaborando sus Principios Programáticos en los que afirma el carácter internacional e imperialista de la economía al que corresponde el marxismo-leninismo como método revolucionario que el partido asume, lo que lo define como un Partido Comunista; afirma que la economía pre-capitalista del Perú republicano no puede liberarse bajo el régimen burgués de las taras y rezagos de la feudalidad colonial reanudándose su proceso colonial. Sobre la base de ese análisis elabora la estrategia de la revolución en el Perú, afirmando que sólo la acción proletaria puede estimular, primero, y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir, luego de lo cual la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria; y finalmente, declara que el Partido es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase.(Principios programáticos del Partido Socialista en Mariátegui Total, Tomo I, Primera Edición, 1994, pág. 224, Empresa Editora Amauta).
Como un órgano periodístico de mayor difusión y extensión de Amauta, Mariátegui funda Labor, que apareció por primera vez el 10 de noviembre de 1928.
Durante el año 1929 se dedica a extender la difusión de Labor entre los obreros, luchando por superar las dificultades económicas, y proponiéndose llegar a un tiraje estable de 6000 ejemplares sobre la base del apoyo económico de la clase obrera; no deja a un lado su trabajo de organizador de la clase obrera en una sola central sindical, logrando que se constituya, el 17 de mayo, el Comité Organizador Pro Central General Trabajadores del Perú que enviará una delegación encabezada por Julio Portocarrero a Montevideo como delegado al Congreso Constituyente de la Conferencia Sindical Latinoamericana. Tampoco abandona su vinculación internacional y la culminación de la polémica con el Aprismo, enviando a Hugo Pesce y Julio Portocarrero a Buenos Aires como delegados a la 1ª. Conferencia Comunista Latinoamericana que se realizó en julio y en la que presentaran como propuesta doctrinaria los escritos Punto de vista antiimperialista y El problema de las razas en América Latina, elaborados por Mariátegui para terminar de esclarecer el problema del nacionalismo y de las razas, sentando sobre solidas bases marxistas-leninistas el pensamiento del partido.
Especial importancia tienen las tesis formuladas en Punto de vista antiimperialista, para el esclarecimiento sobre la naturaleza teórica y política errónea, las raíces económicas y el papel pernicioso para la lucha contra el imperialismo y del Socialismo de una corriente política que ha estado presente a lo largo del siglo 20 y en lo que va del siglo XXI, como es el Nacionalismo burgués y pequeñoburgués, cuyos propugnadores ya han asumido el gobierno durante la década del setenta fines de los ochenta y en el gobierno actual.
Mariátegui sostuvo que la penetración imperialista se acrecienta a medida que se desarrolla el capitalismo, es decir la pérdida de soberanía e independencia es consustancial con el desarrollo capitalista, y que por ello no se puede esperar de la burguesía, clase dominante en el capitalismo, y de la pequeña burguesía como clase que aspira a ser burguesía, una consecuente actitud nacionalista revolucionaria; porque éstas clases ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, no echan de menos un grado más amplio de autonomía nacional y conservan la ilusión de la soberanía nacional; además, en el Perú señala Mariátegui, o tro elemento que impide a la burguesía nacional una actitud solidaria con las clases explotadas consiste en su procedencia de los conquistadores, de los hacendados señores feudales, que la hace despreciar al pueblo proveniente de las etnias y nacionalidades conquistadas y preferir a los capitalistas extranjeros, incluso a sus sirvientes como medio de elevarse socialmente.
La posición antiimperialista de Mariátegui se basa en la concepción económico-social revolucionaria, el marxismo, es decir en el análisis de las relaciones económicos sociales que explican la vinculación-dependencia del imperialismo respecto del capitalismo, del cual es su fase última; por lo que no se puede luchar solamente contra el imperialismo, bajo un supuesto nacionalismo, y no contra el capitalismo, sin terminar de caer en la conciliación y sometimiento al imperialismo, como ocurrió en su tiempo con el Partido Aprista, desde Haya hasta Alan García, y hoy con el Partido Nacionalista Peruano de Ollanta Humala.
El nacionalismo, en tiempos de Haya como ahora, pretende una supuesta confrontación con el imperialismo, una lucha por soberanía, independencia, recuperación de los recursos naturales sin enfrentar al capitalismo, prescindiendo o velando la lucha de clases, sin luchar por el Socialismo como sociedad que debe superar y sustituir al capitalismo, en aras de mantener el crecimiento, de desarrollar el capitalismo. La lógica misma del desarrollo capitalista, de las relaciones económicas que ello entraña, lleva a la burguesía y pequeña burguesía nacional, que propugnan esta concepción a colaborar y someterse al imperialismo y a la burguesía intermediaria, financiera, agro y primario exportadora. Clara y precisamente lo previó José Carlos Mariátegui: «Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui.»
Justamente este fenómeno de la vacilación y posterior conciliación de la burguesía y la pequeña burguesía nacional, explica Mariátegui, se produce porque «La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato»(…) «ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo»(…) «que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente -y por lo mismo más apta para garantizar la paz social-, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo» «el establecimiento de grandes empresas que (…) representan siempre para esta clase (la pequeña burguesía) un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por la gente de clase media.»
Partiendo de este análisis José Carlos Mariátegui fija la tarea del Partido del Proletariado en la lucha antiimperialista frente a esta corriente nacionalista » Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.»
En noviembre de 1929 el gobierno desata una nueva redada contra Mariátegui y su casa es allanada con la excusa antisemita de un «complot judío», siendo arrestados sus colaboradores y clausurado el periódico Labor, cuando estaba en impresión el número once.
Ante estas arremetidas, viendo que el círculo de la represión se le va cerrando y que su salud le impide enfrentarlas adecuadamente, prepara su partida a Buenos Aires, Argentina, trabaja por dejar en orden los asuntos del partido, logra el regreso de Eudocio Ravines de Europa para que lo reemplace en la dirección práctica como Secretario General, define el cambio del nombre de Partido Socialista a Partido Comunista, acorde con los Principios Programáticos aprobados y lo conversado con la Tercera Internacional a la que el Comité Central del Partido decide afiliarse. El agravamiento de su enfermedad, contra la que luchó desde su infancia, no le permitió realizar el viaje a Argentina que le hubiese facilitado continuar la lucha por el Socialismo.
Hasta los últimos momentos de su vida José Carlos Mariátegui siguió luchando para cumplir la misión histórica que las vicisitudes de la lucha de clases del proletariado le impusieron. Murió el 16 de abril de 1930, dejándonos la tarea de continuar y realizar su «declarada y enérgica ambición: concurrir a las creación del socialismo peruano».
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