Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García
Después años de incesante sufrimiento del pueblo palestino, tanta hipocresía de nuestros países en relación con las miserables respuestas que proporcionan y de una presión ciudadana que se intensifica, es necesario hablar de la abrumadora responsabilidad que a Europa le cabe en esta tragedia. Al menos para contenerla y estar al fin a la altura de su manera de asumir esta flagrante injusticia, tanto para los antagonistas como para la pacificación de las relaciones entre los ciudadanos de los países árabes y los de la Unión Europea cuyos destinos son sin duda indisociables. En vista de la dislocación de toda la región después de las letales intervenciones de Estados Unidos y sus aliados en la OTAN, el que no haya el coraje necesario para revisar completamente nuestro enfoque aumenta el riesgo de incendio generalizado que conducirá a un estallido del que nadie puede predecir sus consecuencias.
Esta Europa tan dispuesta siempre a dar lecciones de «democracia» allí donde se sienta fuerte, pero tan pusilánime cuando se sabe en una posición de debilidad -es decir, el valor y la probidad de sus tenores-, esta Europa tan hábil a la hora de desdecirse en los hechos frente a los múltiples textos de Derecho que publica, esta Europa del permanente doble rasero debe tener la audacia y la voluntad de romper su solidaridad con el Imperio que cree que puede redibujar el mapa del mundo al gusto de sus propios intereses. En el recuerdo, antes de que sea demasiado tarde, de que Estados Unidos no será mucho tiempo más la incontestada potencia que dicta sus prioridades y que, por otra parte, la historia ha demostrado su capacidad para hacer instantáneos giros copernicanos cuando sus intereses se ven amenazados.
No hay más que ver la inconmensurable desolación y devastación en que se ha sumido a Irak, Libia, Siria, Afganistán, Palestina y todos esos sitios en los que Occidente ha ido para ocuparse de lo que no le concernía, con el pretexto del ¡»derecho de ingerencia… la democracia… y bla bla bla…»! Antes, la colonización era en nombre de la cruz; hoy día, cuando eso ya no está de moda, la colonización lleva la etiqueta de «democracia». Mientras que, de verdad, intervenimos para saquear lo que nos interesa. ¿Cómo sorprenderse entonces de que esos pueblos no quieran ni vernos durante decenios y que nos rechacen, a nosotros y nuestra maldita «democracia»? Si pudiéramos, aunque solo fuese un instante, un minuto, ponernos en su lugar y sentir lo que ellos llevan años sufriendo…
Yo quiero denunciar, con fuerza, este conformismo europeo que querría desembarazarse de su pasado tan molesto pero del que, a la vista de los acontecimientos actuales, yo me pregunto si no habrá ahí un atavismo que es imperioso cuestionar seriamente para poder expurgar de una vez por todas… Porque, a pesar de todo, ¿cuántos fueron esos europeos que marcharon a la conquista de la América del Norte y la del Sur para imponer sus ideas con el hierro, el fuego y la cruz y de los cuales la falta de informaciones en la época no ha permitido denunciar el más grande genocidio de todos los tiempos en contra de los indios?; además, ¿cuántos fueron los europeos que marcharon para continuar sus fechorías en Asia o en África en perjuicio de poblaciones esclavizadas que durante años derramaron ríos de sangre para conseguir su independencia, tanta como para preguntarnos si la tierra roja de África no se habrá impregnado de ella para siempre?, y ¿cuántos fueron esos buenos cristianos que sabían qué era lo que pasaba en los campos nazis durante la última guerra mundial y se quedaban impasibles, tan mudos como la Santa Madre Iglesia en esos mismo años ante el genocidio de los judíos, los homosexuales y los gitanos… continúo? Como ha dicho con toda justeza Fadwa Nassar: «la verdadera historia del Occidente bárbaro todavía debe ser escrita y enseñada en las escuelas…».
Es necesario recordar, una y otra vez más, que la situación actual de Palestina no es solo una reliquia del pasado colonialista de los países europeos, sino que es esa misma Europa la que después de haber machacado a los judíos durante muchísimos años, la que hoy sostiene a Israel con su masacre de palestinos desde hace decenas de años. Edificante panorama el que ofrecen los portavoces de esta Europa que bien querrían no intervenir nunca en esta situación tan apurada, con ese coraje que tanto les caracteriza. Si todavía hacia falta una prueba más, solo hay que ver a Tony Blair -el mismo que alabó la guerra en Iraq, donde las tragedias no cesan- nombrado Representante del Cuarteto (ONU, UE, EEUU, Rusia) en esta historia. En otras palabras, el hombre que hacía falta para que, en el buen sentido, nada se mueva, muy ocupado en enriquecerse con sus conferencias aquí y allá…
Durante siglos nuestros países han colonizado y devastado desvergonzadamente muchos países y a sus habitantes y, no contentos con estos crímenes sin número, continúan con sus barbaridades invirtiendo los roles en el drama palestino, repitiendo a coro que el agresor está en todo su derecho de defenderse de quien le agrede. Dicho de otra manera: ¡un asesino tiene el derecho de defenderse de su víctima! Después, vendrán con aire grave y el índice acusador para señalar a su juventud de tez morena, sin parar de recalcar que no es cuestión de importar un conflicto cuando ¡está claro que son sus discursos y sus actitudes ruines los que lo importan un poco más cada día!
Pienso además que esta posición, si la observamos atentamente, revela un hecho más grave aún: en buena parte, el racismo -desde siempre bien enraizado y sin resolver- el antisemitismo de antaño es hoy convertido en islamofobia. Quiero decir que, en sus repercusiones, de momento el apoyo a Israel no es más que una fachada y que está claro que, si la cuestión no es trabajada en profundidad, esa transferencia se convertirá en un boomerang que volverá a su punto de origen, y el antisemitismo resurgirá en todo su esplendor. Tanto lo uno como lo otro no son otra cosa que una declinación de un racismo ambiental. Y cuando los extravagantes claman en los medios que Francia es el país menos racista del mundo, se trata de una expresión imbécil e inmadura que enmascara su contrario más absoluto. Es como el niño pillado en falta y que grita: «¡Yo no fui!». Pero, sin que esto justifique lo otro, aunque los franceses no se sientan señalados, no son los únicos. Es el conjunto de la Unión Europea el que regresa -lenta pero indudablemente- a sus viejos demonios. No hay más que ver el crecimiento de partidos xenófobos por todas partes. Y la forma desacomplejada de algunos de no esconder su racismo, incluso reivindicarlo, y encima ¡con la voz cada vez más alta!
No nos engañemos: en estos momentos trágicos para muchas personas que están pagando con su sangre y con su vida esta abyecta ley del más fuerte, si nuestros elegidos para representar a los pueblos no se indignan ni proceden con más firmeza de cara a un estado que tiene carta blanca para continuar con sus crímenes con toda impunidad es porque en realidad ¡hay un racismo que florece en sus propias narices! Siempre ahí, bien presente, rampante, hediondo, con esa malignidad que no duda en travestirse a veces en las formas más inesperadas, para tratar de pasar desapercibido… merodeando; sus consecuencias son inapelables: ayer, los indios, los africanos, los indochinos, los judíos; hoy, los árabes, los musulmanes, los gitanos… Occidente, que se pretende civilizado gracias a su tecnología, conserva y perpetúa su instinto dominador, colonizador y profundamente bárbaro. Pero, pensando que quizá pueda descargar sus responsabilidades, se esconde detrás de los textos, las declaraciones, las leyes, las resoluciones que, en realidad, le cuestan bien poco… ¡en tanto que solo las aplica cuando es en su propio interés! ¡Sin hablar de esas ayudas económicas que concede a los supervivientes de las matanzas que él mismo organiza! No hay nada más apático e hipócrita que eso…
Hace pocos días, después de la destrucción de una escuela de la ONU en Gaza, las más altas instancias internacionales condenaron ese nuevo crimen del ejército israelí. Muy bonito… apenas la tinta estuvo seca, Estados Unidos, presidido por un radiante Premio Nobel de la Paz, Obama -¡oh, la farsa de nuestras democracias!-, libró sus depósitos de armas y munición a Israel para que pudiera continuar con el horror y lo innombrable. Monto estimado: ¡1.000 millones de dólares! Y otra escuela de la ONU acaba de ser bombardeada.* De paso, Estados Unidos ha intimado al país ocupado que deje de defenderse y deponga las armas. Eso es, ¡pon tu nuca en el tajo! Al día siguiente, el Congreso estadounidense autorizó un desembolso adicional de 200 millones de dólares para mejorar el sistema de defensa y apoyar así aún más a Israel. ¡Viva el negocio más jugoso de la Tierra, que se hace sobre los cadáveres de inocentes, entre ellos cientos de niños árabes.
Este fin de semana, después de una anunciada tregua de tres días, el farol de cola Ban Ki Moon, criado de Washington, ha exigido -¡nada menos!- a la resistencia palestina que libere «inmediata e incondicionalmente» a un soldado supuestamente secuestrado durante el cese del fuego, del cual después Hamás negó su rapto. Pero eso no necesita ser probado; ¡ante todo, señalar al culpable! Y hace pocas horas, Israel reconoce haber bombardeado otra escuela de la ONU. Uff… Buscad el error: se da ánimos a un ejército y se le financia para que continúe cometiendo crímenes contra civiles, y ¡se sanciona a una población exangüe por el delito de defenderse de la barbarie occidental! Cabe preguntarse si a esa gente le queda aún algo de moralidad y si acaso tiene idea de lo que puede pasar en cualesquiera sitios del mundo…
El único continente que se salva es la América latina, desde donde hoy parten las condenas más claras y más firmes en relación con la política colonial de Israel. Esos países que todavía tienen el recuerdo de nuestra arrogancia y nuestro desprecio porque osaron desafiarnos; ¡a nosotros, los occidentales! En cuanto a la hipócrita Unión Europea, prefiere alinearse con Estados Unidos y condenar imprudentemente a Rusia en el apoyo insensato de un intento de arrancarle su influencia en Ucrania para añadir otro ornamento a la OTAN, en lugar de fijarse en Israel, cuyas crímenes y matanzas son cosa de cada día a pesar de unos ceses del fuego tan improbables como violados inmediatamente, ya que la diplomacia estadounidense ¡establece al mismo tiempo el derecho de Israel a la defensa propia!
Por lo tanto, esta responsabilidad de Occidente y la Unión Europea, particularmente en el conflicto israelo-palestino es ABRUMADORA, ¡en TODOS los niveles! ¡Es debido a esta complicidad asesina que Occidente -parcial, injusto y profundamente racista- que la Nakba palestina perdura desde hace más de 65 años!
Después de tanta y tanta injusticia acumulada en ciertas regiones del globo, ¿cómo se atreven algunos a acusar a la juventud inmigrante de importar el conflicto en nuestras fronteras? Por el contrario, yo creo que esa juventud es particularmente responsable e incluso me asombra que no se haya rebelado de verdad. En todo caso -aunque sea terrible decirlo-, me siento obligado a reconocer que la actitud de nuestros irresponsables políticos es la que arriesga la ocurrencia de otros 11-S…
Ciertos europeos, a quienes no se puede engañar con artimañas y es imposible arrastrarlos a la indiferencia, exigen que se haga justicia con el martirizado pueblo de Palestina, que continúa pagando cada día nuestras sucias cuentas. Y es necesario que los tenores políticos y mediáticos entiendan eso muy claramente, porque no comprenden que sus anteriores declaraciones y discursos ya no bastan y que la movilización ciudadana se renovará en las próximas semanas o cuando terminen las vacaciones del verano. El ejemplo que dan unos irreductibles resistentes palestinos es tan elocuente que nos alecciona para que no callemos ante las inicuas exhortaciones de nuestros gobiernos, que ¡ya querrían que muchos de nosotros abandonáramos la cultura de la resistencia!
Aquellos que aspiran a gobernar, pero todavía no han entendido que la rueda de la Historia nunca para de girar, son un peligro para el destino de los pueblos. Y si muestran que son incapaces de cambiar su forma de pensar, como lo exige la urgencia de la situación palestina, y prefieren las diversiones, tocar a rebato y depositar flores en recuerdo de una guerra de hace 100 años -algo que no les compromete a nada-, ¡que empiecen a cuidarse de que la calle no vaya a buscarles a su propia casa para hacerles sentir su determinación! Sin hablar de las posibles acusaciones ante un tribunal que muy bien se les podría iniciar por abandono de un pueblo en peligro y por connivencia con el agresor estadounidense-sionista en su lento genocidio del pueblo palestino. Porque es claro, evidente y manifiesto que Israel y sus aliados poderosamente armados están lanzados hacia «un sitio demasiado lejano» y están en el camino de perder sus sucias guerras. Ayer, contra Líbano; hoy contra Siria y Palestina y, de forma más amplia, contra todos aquellos que han optado por la resistencia a sus dictados profundamente injustos. Es totalmente obvio que los platillos de la balanza están a punto de invertir su posición…
Si los responsables políticos de nuestros gobiernos y de la Unión Europea, cada día más autistas, no toman nota de lo que está pasando se arriesgan a despertar un día y encontrarse con una revuelta popular mucho más difícil de gestionar que los peores levantamientos conocidos en nuestros países, con partidos extremistas en el poder en algunos de ellos, lo cual augura despertares aún mas dolorosos de los que hasta ahora hemos conocido y que nos traerán sombríos recuerdos.
Y termino con una frase notable por su determinación cuando sabemos lo que la población de Palestina viene soportando desde hace tantos años. La frase es de Abu Yasan, un lucido y valiente gazatí que dice: «Todo el mundo piensa que Gaza está ocupada por Israel. La verdad es que el mundo árabe está ocupado por Israel… ¡excepto Gaza!».
* La publicación original de esta nota fue el 6 de agosto de 2014. (N. del T.)
Daniel Vanhove es observador civil y miembro del Movimiento Ciudadano Palestino. Es autor de 13 libros publicados por la editorial Marco Pietteur (en la colección Oser Dire).