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La amarga verdad sobre las Olimpiadas

Fuentes: Internationalviewpoint

Junto a la Copa Mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos son el evento público más seguido a nivel mundial. Una orgía de horas de TV y columnas en los periódicos estimulan las pasiones.Los Juegos parecen combinar la armonía internacional tan evidente en las ceremonias de apertura y clausura, que mezclan a la perfección el orgullo […]

Junto a la Copa Mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos son el evento público más seguido a nivel mundial. Una orgía de horas de TV y columnas en los periódicos estimulan las pasiones.
Los Juegos parecen combinar la armonía internacional tan evidente en las ceremonias de apertura y clausura, que mezclan a la perfección el orgullo nacional con el internacionalismo, una reunión extraordinaria de miles de jóvenes atletas de todo el mundo y millones de espectadores de muchos lugares. ¿Quién desaprobaría un evento que de forma tan evidente promociona la armonía y el entendimiento internacional?
Contrariamente a esta historia de hadas, la verdad sobre cada edición de los Juegos Olímpicos es que detrás del falso internacionalismo, las Olimpiadas son un instrumento para movilizar a favor del patriotismo oficial de forma masiva, reafirmando el «orgullo nacional». También son una gran oportunidad publicitaria para las corporaciones transnacionales, especialmente los «sponsors oficiales» de los Juegos (como McDonalds, Omega y Coca-Cola)- pero también para las empresas-sponsor de los equipos nacionales.
Parte del coste de las Olimpiadas es pagado por las altas tasas de los derechos televisivos y desde la «sponsorización» de las corporaciones. Pero una gran parte también es pagado a través de los impuestos locales y nacionales del país anfitrión, como sabemos cada vez mejor los habitantes de Londres a medida que se acercan los Juegos de 2012.
En el caso de Pekín el conjunto de la operación ha sido conducida en una manera que directamente ataca y empobrece una parte importante de los pobres de Pekín y de trabajadores de toda China; y ha llevado a la construcción de instalaciones muy costosas, que después de los Juegos serán privatizadas y sólo utilizadas por una reducida élite.
Construir y transportar las instalaciones de los Juegos ha costado gran cantidad de dinero. El estadio principal, el «nido de pájaros» fue diseñado por los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, ha costado alrededor de medio billón de dólares. El Teatro Nacional costó 350 millones de dólares, el «cubo de agua» (el Centro Nacional de Natación) costó 100 millones de dólares y el Centro de Deporte y Cultura Wukeson, que incorpora un hotel y zona de «shopping», otros 543 millones.
Asociada con la organización de los Juegos está la tercera terminal del aeropuerto de Pekín, diseñada por el arquitecto británico Norman Foster, que ha costado 1,9 billones y las nuevas oficinas de la televisión china, la CCTV, que cuestan otros 600 millones. Y estas són sólo algunas de las instalaciones que han venido de la mano de las Olimpiadas.
El sector privado ha participado en la construcción de estas instalaciones, y a pesar de que la financianción ha sido pública, los constructores privados serán quienes gestionen estas nuevas instalaciones durante 30 años. En otras palabras, dinero proveniente del Estado chino está siendo utilizado para garantizar los beneficios de las empresas chinas en el futuro.
Con el fin de facilitar el camino para estos nuevos «proyectos de prestigio», que proyectarán sobre China poder e influencia a nivel mundial, 1,25 millones de personas han visto como sus barrios y casas eran demolidas o su tierra confiscada. Las personas que se quejaron u organizaron protestas han sido silenciadas a través de sentencias de cárcel o mediante el uso de violencia- poco sorprendente en un país que tiene uno de los aparatos de Estado más corruptos, violentos y represivos del mundo.
Un caso famoso es el de Ye Guogiang, quien el Día Nacional de China en Octubre de 2003, intentó suicidarse lanzándose por un puente en la Ciudad Prohibida (en el centro de Pekín) en frente de cientos de personas en protesta por la demolición de la casa y el restaurante de su familia. Pero sobrevivió y fue sentenciado a dos años de cárcel por «perturbar el orden social». Su familia continuó protestando y fueron continuamente acosados por las autoridades chinas. Hay muchos casos similares a este.
Si bien el coste de las construcciones relacionadas con las Olimpiadas es enorme, fuera de China habría sido mucho mayor. Lo que China tuvo a su disposición fue gran cantidad de trabajo barato. Los trabajadores de la construcción, generalmente trabajadores emigrantes que no han podido encontrar trabajo en el campo, eran confinados en barracones cercanos a la nueva construcción, cobraban una media de 4,7 dólares/día y estaban obligados a trabajar los siete días de la semana. Muchos de estos trabajadores fueron empleados por subcontratas y el retraso e incluso el no pago de sus salarios es práctica habitual.

El propio gobierno chino estimó que los salarios no pagados a los trabajadores emigrantes en 2003 ascendió a 12 billones de dólares.
Este es el camino seguido por los Juegos Olímpicos hasta el día de hoy. Las característas endémicas del capitalismo de Estado chino – confiscación de tierras a cambio de poca o nula compensación, explotación salvaje de los trabajadores emigrantes, y corrupción a gran escala por los altos cargos del partido para promocionar sus propias empresas, familias o amigos- se han utilizado para crear un espectáculo de riqueza y poder que está diseñado para impresionar al mundo.
Este plan por supuesto se ha encontrado con pequeñas resistencias locales, no sólo los intentos de los manifestantes pro-Tibet de interrumpir el curso de la antorcha olímpica en Londres, París y San Francisco. Pero entonces vino el terremoto de Szechuan, el cual mobilizó la simpatía internacional por el Gobierno chino, que aparecía implementando una respuesta rápida y eficiente a la catástrofe – algo que oscureció el hecho de que muchos de lo que murieron lo hicieron bajo los escombros de edificios insalubres y pobremente construídos , resultado directo de la corrupción que ha permitido construir edificios-basura a gran escala a cambio de prebendas, privilegios y sobornos entre los políticos y las empresas constructoras.
Según Amnistía Internacional (AI) los derechos humanos en China han ido en retroceso a causa de las Olimpiadas. Según Roseann Rifea, de AI: «Hemos visto un deterioro en los derechos humanos a causa de las Olimpiadas. Específicamente hemos visto un ataque sobre los activistas pro-derechos civiles, censura en los mass-media y un incremento en el uso de la «reeducación» a través del trabajo como un medio de «limpiar» Pekín y alrededores».
Los Juegos Olímpicos celebran no el ascenso de una abstracción sin clases sociales, llamada «China», sino el ascenso de una clase dirigente corrupta y atroz que mantiene su poder a través de uso implacable de la violencia y la censura – y donde el Estado se introduce en el trabajo y en las vidas de las familias a una escala orwelliana.
No veré por TV las Olimpiadas, no iré a ningún pub que retransmita los Juegos Olímpicos. No me importa cuantas medallas gana Gran Bretaña y en ningún momento me he sentido orgulloso que las Olimpiadas vengan a Londres en 2012. Tras las Olimpiadas de 1936 en Berlín, quizás éstas sean las que más claramente han sido diseñadas para promocionar la imagen de un régimen despreciable. La izquierda y el movimiento por la justicia social no deberían olvidarlo.

* Phil Hearse escribe para Socialist Resistance en Gran Bretaña. Es editor de Marxsite.

** Traducción: Pablo Fernández