Recomiendo:
0

La berlusconización de Monti

Fuentes: Público

El primer ministro italiano ha adoptado una estrategia mediática similar a la del Cavaliere para imponer sus reformas a ciudadanos y partidos

Ella, la señora que tienen a su derecha, se llama Elsa Antonioli y es la mujer del primer ministro de Italia, Mario Monti. La portada en la que aparece sonriente – y las 9 páginas interiores que le dedican- forman parte de la entrevista que ha concedido esta semana a la revista del corazón Chi.

«Os cuento al primer ministro, mejor, os cuento a mi marido» reza el titular. ¿Qué necesidad tiene Antonioli de explicarles a los 3,6 millones de lectores de dicha publicación quién es Mario Monti? Ella, posiblemente ninguna. Pero su marido, mucha.

La portada de Chi inaugura una fase nueva en Italia. Supone la confirmación de que Monti ha pasado de ser un tecnócrata con una educación exquisita, el prototipo de funcionario europeo, gris, preciso y monótono –un Monti-robot, como lo denomina el cómico Maurizio Crozza- a un político que utiliza todos los medios a su alcance para conseguir sus objetivos, incluida la propaganda o la amenaza.

Hace apenas dos meses, el propio Monti, en una entrevista con Lucia Annunziata en Rai3, criticaba que Chi le hubiera dedicado su portada y hubiera utilizado las fotos de su infancia para dar a conocer su historia (min 1.48 del vídeo). El Gobierno acababa de abrir la mesa de negociaciones con sindicatos y patronal para la reforma laboral y el primer ministro y sus técnicos emprendieron una ofensiva mediática exagerada que provocó una afirmación incómoda de la periodista: «Usted se ha berlusconizado». Monti, titubeante, respondió, «esto no lo considero ni un honor ni un deshonor».

Ahora, su mujer abre las puertas de Palazzo Grazioli, la residencia oficial de la pareja y sede del Gobierno, a la misma revista que criticaba. Revista que curiosamente es propiedad de Mondadori, editorial presidida por Marina Berlusconi, hija del Cavaliere ; y que está dirigida por Alfonso Signorini, autor de la entrevista e histórico periodista del corazón en Rete 4, una de las cadenas de Mediaset.

Puede considerarse que la omnipresencia de los tecnócratas en los medios italianos y extranjeros es tan solo el síntoma de que el Gobierno de los profesores se ha adaptado rápidamente a las exigencias de la política y a la obligación de comunicar las duras reformas que está aplicando.

Pero esta semana, de gira por Asia, Monti ha mostrado una cara desconocida que ha despertado ciertas críticas y recelos en la opinión pública y en los partidos que decidieron apoyar su nombramiento en noviembre del año pasado -previa dimisión forzada de Silvio Berlusconi-.

La reforma laboral

Si el sábado se cubrió de gloria con su frase sobre la preocupación europea por la economía española -después matizada-, el martes, en una rueda de prensa desde Seúl, donde asistió a la II Conferencia sobre Seguridad Nuclear, Monti dijo: «Si el país, a través de sus fuerzas sociales, parlamentarias y políticas no está preparado para lo que nosotros consideramos un buen trabajo, nosotros no vamos a pedir que nos dejen continuar hasta una determinada fecha». Es decir, o se hace lo que él dice, o se va antes de final de la legislatura en 2013.

Berlusconi era un especialista en frases poco oportunas y como hizo Monti en Cernobbio ante los empresarios, normalmente las disparaba para sacar pecho ante una audiencia favorable.

También dijo muchas veces que se iría porque no soportaba que el Parlamento o el Tribunal Constitucional cambiaran las leyes que él proponía. La amenaza de Monti en este caso tiene su origen en las fuertes disputas por el diseño de ley para reformar el mercado del trabajo que aprobó el Consejo de Ministros el viernes de la semana pasada.

El principal punto de desencuentro está en el artículo 18 del Estatuto de los trabajadores, cláusula de salvaguardia contra el despido improcedente. Monti y su ministra de Trabajo, Elsa Fornero, decidieron a última hora -cuando había acuerdo- reducirlo a la mínima expresión (Ahora solo cubrirá los despidos por discriminación) y han eliminado la posibilidad de que el trabajador pueda volver a su puesto si el juez decide que el despido, aunque sea por razones económicas, es improcedente. Tampoco tendrá derecho a una indemnización.

Todo, a costa del encontronazo social e izando la bandera de la «flexibilidad en salida» como elemento clave para reactivar las contrataciones y la economía, tal y como sugirieron el exgobernador del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, y su sucesor, Mario Draghi, en una carta al Gobierno Berlusconi el pasado verano.

El Gobierno ha roto su promesa de elaborar una reforma laboral consensuada con las partes sociales. Al inicio de las negociaciones, Fornero prometió una reforma consensuada con todas las partes sociales. Pero esa postura dialogante no duró más que unos días. Los sindicatos, encabezados por la CGIL de Susanna Camusso, se cerraron en banda sobre el artículo 18 y Fornero y Monti proclamaron al unísono: «La reforma se aprobará en marzo con o sin acuerdo». Así ha sido y esto le va a costar una huelga general en mayo, tal y como anunció esta semana Camusso, y que se suma a la huelga general convocada para el 13 de abril contra la reforma de las pensiones.

Monti también prometió en el Senado que las nuevas reglas no tendrían carácter retroactivo. Y resulta que el diseño de ley presentado sí que lo tiene, lo que amenaza con dejar en el limbo a 350.000 personas que se prejubilaron en 2011 confiados en que los cambios, como había dicho el Gobierno, no les afectarían. Ahora no tendrán ni trabajo, ni indemnización, ni pensión.

Aquí es donde el Partido Democrático (PD) de Pierluigi Bersani, próximo a la CGIL, tenía que posicionarse. Camusso ha aguantado que el PD diera el visto bueno al plan de ajustes de 30.000 millones de euros aprobado en diciembre y al paquete de liberalizaciones de principios de año, pero la estabilidad laboral de los trabajadores son palabras mayores.

Bersani se lo pensó mucho porque el artículo 18, en realidad, solo afecta a una mínima parte de los trabajadores (se le aplica a las empresas con menos de 500 empleados y son 3.000 en total). Pero finalmente decidió alinearse con la CGIL porque, como explicó la presidenta del PD, Rosy Bindi, en el programa Servizio Pubblico el pasado jueves, «no se trata de un problema ideológico, sino un problema que afecta a todos los italianos y a la dignidad el trabajo, que es un derecho recogido por nuestra Carta Constitucional».

El desprecio a los partidos

Berlusconi solía criticar a «los profesionales de la política» refiriéndose a los miembros de otros partidos que no eran el suyo. Monti, desde el principio y por razones obvias (el paso al Gobierno técnico se dio en gran parte por el fracaso de las formaciones políticas en sacar adelante las reformas que necesitaba el país para calmar los ataques de los especuladores), ha querido desvincularse del mundo político. «Llamadme profesor no primer ministro, porque los profesores siempre permanecen», dijo en su investidura.

Ya en diciembre, cuando el Parlamento debía aprobar los recortes, Monti espetó a los diputados: «Está claro que para hacer este plan de ajustes no hacían falta profesores, pero ¿por qué no lo habéis hecho vosotros? Nos habéis llamado porque la verdad es que estabais paralizados […] Espero que llegue pronto el tiempo en que no necesitéis más profesores o técnicos porque espero que pronto, vosotros los electos, aprendáis a ver las cosas que le hacen falta a este país, para tener así un sistema político que vuelva a tener la confianza de los ciudadanos y que pueda mirar al futuro […] Estabais paralizados. Si no, no nos habríais llamado».

Hasta ahora, los líderes políticos se habían tomado este tipo de frases como parte de la retórica montiana. Hasta el miércoles. Un día después de la amenaza en Seúl, Monti soltó en una rueda de prensa en Japón: «El Gobierno cuenta con el apoyo de los ciudadanos, los partidos no».

Por una parte demuestra que el primer ministro está tan obsesionado por los sondeos como Berlusconi. Il Cavaliere, cada vez que estaba en aprietos solía tirar de sondeos imaginarios en los que afirmaba cosas como que más del 65% de los ciudadanos estaba de acuerdo con su gestión. En lo que se refiere a Monti, es cierto que le son favorables. Según la última encuesta publicada esta semana por La Repubblica, el 52% de los italianos confía en él.

El profesor ha hecho suya la teoría berlusconiana del ‘salvador de la patria’ y del ‘más amado’.

Por otra parte, Monti ha hecho suya la teoría del ‘más amado’ y el ‘salvador de la patria’ que solía usar Berlusconi. Aquí el error no ha sido solo del mandatario. En las semanas posteriores a su llegada al poder hubo un vacío crítico en la prensa que rozó el ridículo, erigiendo al tecnócrata como la única persona capaz de salvar a Italia de la quiebra.

Bersani le respondió con un baño de realismo: «O políticos y técnicos convencen al país juntos o el país tiene ya bastantes motivos para liarse a porrazos con políticos y técnicos. No soy un constitucionalista pero creo que cualquiera puede darse cuenta de que aquí hay un problema constitucional. Hace falta poner más atención a las normas que se aprueban y se deben aceptar las correciones que haga el Parlamento».

Porque esta es otra clave de la reforma. Al tratarse de un diseño de ley y no de un decreto, será el Parlamento y los partidos que lo componen los que decidirán finalmente qué sucede con el artículo 18. Y a Monti eso no le gusta nada.

La marcha atrás

No había metedura de pata de Berlusconi sin una buena marcha atrás. Tampoco para Monti. Cuando en febrero se le ocurrió pronunciar en el programa Porta a Porta aquello de «los jóvenes tienen que acostumbrarse a la idea de que no tendrán un puesto fijo de trabajo para toda la vida. Por otra parte, digamos la verdad, qué monotonía tener un puesto fijo para toda la vida. Es más bonito cambiar y tener desafíos», le llovieron las críticas. Luego diría que se le había malinterpretado.

En una carta al Corriere della Sera el viernes, Monti aseguró que se habían malinterpretado sus palabras. Con sus frases en la gira asiática ha pasado lo mismo. El viernes, en una carta al Corriere della Sera, Monti parecía recién aterrizado de Marte: «Estoy muy disgustado porque esas palabras tenían otro objetivo del que, fuera de contexto, se les atribuyó. De hecho querían subrayar que, a pesar de estar en una fase difícil, las fuerzas políticas italianas están siendo vitales y capaces de mirar por el interés del país».

Hay quien se pregunta ya si Monti les está tomando el pelo o si -no con poca ironía- de todos los periodistas que había en Japón, ninguno sabía inglés.

El peso de los recortes

Ahora bien, si las cosas siguen por este camino, puede que Monti deje de ganar en los sondeos. El martes los italianos empezaron a comprobar cómo afectan los recortes aprobados en diciembre a sus nóminas. La retención que aplican los entes locales y regionales subió al 0,33%, lo que supone, por ejemplo, que las personas que tengan un sueldo de 1.200 euros pagarán 51 más al año en impuestos.

Puede parecer poco pero los trabajadores en Italia tienen los sueldos más bajos de Europa según Eurostat y la presión fiscal ha alcanzado una cifra récord en sus 150 años de historia (el 45,2%, lo que le sitúa en el quinto puesto de la UE solo superada por Dinamarca, Francia Suecia y Bélgica).

Y los aumentos de impuestos no han terminado. El viernes se conoció que la luz y el gas han subido un 9,8% y un 1,8% respectivamente desde enero. Los mismos entes locales deben decidir todavía qué subida del IRPF aplican para poder equilibrar los 8.000 millones de financiación que les quitó el plan de ajustes y en junio entrará en vigor el nuevo y polémico impuesto sobre bienes inmuebles (IMU). Además, en octubre será el turno de la subida del IVA, que pasará del 21% al 23% (ya había aumentado un punto el año pasado) en la cuota estándard y del 10% al 12% en la reducida.

A todo ello se le une el aumento del precio de la gasolina de un 18% en menos de 12 meses (roza los dos euros el litro), el repunte del paro por tercer mes consecutivo (un 9,2% en enero según los últimos datos del Instituto de Estadística), de la inflación al 3,3% (más del doble que en 2011) y la consecuente pérdida de poder adquisitivo.

Los ciudadanos no pueden más y la semana ha estado cargada de noticias preocupantes: el martes, un obrero en paro se prendió fuego en Bolonia y el miércoles otro hizo lo mismo en Verona después de estar cuatro meses sin cobrar su sueldo.

Con este panorama es normal que Monti haya decidido imitar al mayor relaciones públicas que existe en Italia. Podrá seguir criticando a los partidos y que estos, por miedo a las consecuencias electorales, no hagan nada. Pero el exasesor de Goldman Sachs en Europa va a tener que inventarse algo más que una portada en las revistas del corazón.

Hubo un momento en el que parecía que Berlusconi le quitaría la respiración asistida a las primeras de cambio, ahora puede ser que sus propios ajustes acaben por engullirlo.

Fuente: http://www.publico.es/427517/la-berlusconizacion-de-monti