Después del «diálogo de las dagas» entre el gobierno y los partidos neoliberales, el primero sigue preocupado porque las últimas encuestas le dan 27% de apoyo popular. ¿Qué hacemos mal? Dirán Ollanta, Nadine y Jiménez, al no entender porque a pesar del diálogo, de los programas sociales, de «enfrentarse» al APRA, y de combatir el […]
Después del «diálogo de las dagas» entre el gobierno y los partidos neoliberales, el primero sigue preocupado porque las últimas encuestas le dan 27% de apoyo popular. ¿Qué hacemos mal? Dirán Ollanta, Nadine y Jiménez, al no entender porque a pesar del diálogo, de los programas sociales, de «enfrentarse» al APRA, y de combatir el viejo estado panzón y con soroche, la tendencia de popularidad de su gobierno apunta hacia la «democracia de un dígito».
Lo que no quieren comprender es que la contradicción principal en la sociedad peruana no es la presencia del Estado, sino la misma por la cual nuestro pueblo se organizó en la Marcha de los 4 Suyos: Por una democracia de los trabajadores. Con esto queremos afirmar que la rebelión de masas del 2000 no fue solo por derrocar a una dictadura sino contra un modelo neoliberal que genera crecimiento para los ricos, pero que no «chorrea» para los pobres. Y esto debido al modo de producción capitalista que se basa en la plusvalía.
Efectivamente, después de la Marcha de los 4 suyos y la tan mentada «transición a la democracia», lo que tuvimos no fue paz ni democracia sino más desigualdad, inestabilidad y dictadura, al querer los nuevos presidentes como Toledo y García, continuar con el mismo modelo neoliberal y su constitución política, a pesar que en campaña prometieron el cambio de la política neoliberal (a través de sus eslóganes de campaña como Más trabajo-Más Democracia, Cambio responsable, respectivamente).
Esta contradicción estructural generó un Arequipazo, Moqueguazo, Tacnazo, teniendo su punto álgido en la forma (articulación nacional) y el fondo (insurrección) en el Baguazo.
No obstante, al no existir una unidad política estratégica en las direcciones de izquierda radical, que se forme por y para la insurrección de masas y el socialismo, quien termino capitalizando toda esa energía revolucionaria del pueblo fue Ollanta Humala y el Partido Nacionalista Peruano (PNP).
Una vez en el gobierno, Ollanta, por su estrategia reformista democrática burguesa, terminó capitulándole a la derecha empresarial y EE.UU., y a la misma vez, entregando su programa de gobierno de la gran trasformación (aumento de salarios continuo hasta la canasta básica, formalización de la minería, defensa de la hoja de coca, nacionalizaciones e industrialización, créditos baratos para los campesinos, GANSUR, soberanía nacional, etc.), neutralizando su partido y eliminando a sus aliados de izquierda.
Ollanta le dio la espalda a su pueblo creyendo que Castilla y la clase dominante le iban a dar un margen de maniobra para sus programas sociales y algunas medidas astutas como lo de fortalecer Petroperú. Pero ahora estamos viendo que el margen fue muy escaso.
Tan escaso que ahora está recortándole el canon a las regiones y provincias para evitar perder el financiamiento de sus propios programas sociales lo cual generará nuevas protestas sociales que se expresarán de alguna forma en el Paro Cívico Popular del 26 de septiembre.
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