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La crisis ucraniana sin freno

Fuentes: Rebelión

Desde hace dos años cuando Petro Poroshenko se adueñó del poder tras las manifestaciones de fuerzas derechistas, apoyadas por países occidentales, en la Plaza de Maidan, la crisis y la corrupción no han dejado de golpear a la economía y al pueblo ucraniano. Antes de esos sucesos y durante su permanencia dentro de la extinta […]

Desde hace dos años cuando Petro Poroshenko se adueñó del poder tras las manifestaciones de fuerzas derechistas, apoyadas por países occidentales, en la Plaza de Maidan, la crisis y la corrupción no han dejado de golpear a la economía y al pueblo ucraniano.

Antes de esos sucesos y durante su permanencia dentro de la extinta Unión Soviética hasta 1991, Ucrania presentaba un nivel económico comparado con el de los países desarrollados, con una política social que beneficiaba a todos sus habitantes los cuales recibían además, educación y salud públicas gratuitas.

El deterioro del nivel de vida de la población ha sido galopante mientras el modelo económico impuesto por los oligarcas que siguen instrucciones directas del gobierno de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional (FMI) está a punto de colapsar.

La economía se contrajo en 2015 un 12% y la inflación llegó al 50,8% según el Banco Mundial.

Una familia promedio en Ucrania constituida por un matrimonio y un hijo, recibe como promedio mensual 11 000 grivnias, de los que deben destinar, por lo menos 4 000 por el alquiler de un apartamento, y 1 200 por los servicios comunales cuya factura era de 300 grivnias hace solo un año.

La canasta básica se convierte en un grave problema para muchos habitantes y la educación media y superior, que antes era gratuita, resultan cada día una ilusión más difícil de obtener.

Con los servicios de salud ocurre una situación similar a la educación pues el sistema se ha privatizado y si las personas no tienen seguro, se les niega la atención en los centros asistenciales.

Pese a la profunda crisis política, económica, social que vive Ucrania, el FMI, como ya es costumbre, se vuelve implacable para aquellos que le solicitan préstamos y los conmina a que realicen mayores sacrificios, lo que siempre afecta a la población menos favorecida.

La amenaza vino directamente de la directora del organismo, Christine Lagarde, que en una nota urgente a Kiev, le advirtió del riesgo de perder el apoyo financiero del FMI si el gobierno no acelera el ritmo de las reformas.

Lagarde enfatizó que sin esfuerzos sustanciales para mejorar la reforma de la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción, el programa de ayuda no podrá mantenerse.

Este último problema, según el FMI, se ha convertido en uno de los principales aspectos por el cual los organismos financieros occidentales se encuentran reacios a entregar préstamos, pues cualquier crédito que se ofrezca será robado en parte por el gobierno.

Para la revista Forbes, la Ucrania de los últimos 25 años se ha caracterizado por ser un Estado corrupto, gobernado por un grupo de oligarcas ricos.

El periódico Ukrainskaya Pravda reportó que en esa nación europea la crisis se nota a simple vista en las carreteras llenas de baches, las estropeadas instalaciones públicas y los centros comerciales transformados en mercadillos y desordenados bazares.

La renta per cápita anual se ha reducido de 3 500 dólares hace dos años a menos de 2 000 dólares en la actualidad.

Asimismo, el Producto Interno Bruto (PIB) estatal se ha encogido desde 185 000 millones de dólares a 85 000 millones; de esta contracción, un 20% se debe a la pérdida de los mercados en Rusia.

Además, las hostilidades que mantiene el régimen contra las Repúblicas de Donestk y Lugansk le ha costado millonarias sumas, al incrementar el tamaño de las Fuerzas Armadas de 130 000 a 232 000 efectivos y los gastos militares aumentaron de 1 300 millones de dólares en 2014 a 2 100 millones en 2015.

Los ucranianos, mes tras mes, observan y sufren la abrupta reducción de los niveles de vida, el aumento del desempleo, la escasez de productos y la devaluación en más de un 140% de la moneda (grivna).

La debacle de esa nación europea se inició en la década de 1990, tras la desintegración de la Unión Soviética, cuando las nuevas autoridades optaron por un sistema de libre mercado neoliberal extremo, con amplias privatizaciones y desregulaciones en todos los sectores de la producción y los servicios.

Los que tenían relaciones políticas o algún poder adquisitivo en esos años, se adueñaron de las principales empresas productivas, compañías de servicio y comenzaron inmediatamente a acumular grandes fortunas. Otros se hicieron de poder, como el actual primer ministro, Arseni Yatseniuk, al que varios diputados acusan de ser uno de los principales corruptos.

Como se conoce, el gobierno ucraniano está dirigido desde hace dos años por oligarcas, y su principal exponente es el presidente del país, Petro Poroshenko cuya compañía Roshen se encuentra en constante expansión pues en 2014 inauguró 19 tiendas y el pasado año otras 10.

Poroshenko, también conocido como el rey del chocolate, cuenta con una fortuna de 750 millones de dólares y más 3 000 millones de dólares en valores de su empresa.

Como la crisis no parece detenerse, aumenta el número de ciudadanos que añoran aquellos años en que su país se integraba, con virtudes y defectos, a la URSS y podían disponer de estabilidad laboral, educación, salud y vivienda asequible y sobre todo, una paz segura sin enfrentamientos entre sus propios pobladores. Las esperanzas, dicen algunos, nunca se pierden.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.