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Notas urgentes para la discusión

La demanda marítima boliviana y la debacle de la izquierda latinoamericana

Fuentes: Rebelión

Si existe un veneno especialmente nocivo con el cual la burguesía de todos los países intoxica la conciencia de las clases trabajadores, con desastrosas consecuencias para sus luchas y su proyecto histórico (el socialismo), ese es precisamente el nacionalismo. Este constituye un poderoso as bajo la manga al que constantemente los capitalistas echan mano. La […]

Si existe un veneno especialmente nocivo con el cual la burguesía de todos los países intoxica la conciencia de las clases trabajadores, con desastrosas consecuencias para sus luchas y su proyecto histórico (el socialismo), ese es precisamente el nacionalismo. Este constituye un poderoso as bajo la manga al que constantemente los capitalistas echan mano.

La fraseología nacionalista pareciese lograr el milagro de la transformación del agua en vino. Con ella toda diferencia social se esfuma por arte de magia. «Todos somos uno», «un solo país unido por una causa común justa», «en este tipo de temas no hay derecha e izquierda», etc., son todas frases preconcebidas del extenso arsenal nacionalista con el que las clases dominantes pregonan una y otra vez.

Hacerle frente a la intoxicación nacionalista resulta extremadamente difícil, y no pocas veces -por no decir la mayoría- genera confusiones, vacilaciones y hasta deserciones en el campo revolucionario. Por lo mismo, los embates chovinistas de las clases dominantes ponen especialmente a prueba la solidez político-ideológica y madurez de los revolucionarios. Se requiere firmeza de principios junto con lucidez y audacia política para enfrentar estas duras pruebas que la burguesía pone en frente, y que lamentablemente no todos logran pasar.

La miseria de la izquierda chilena

Es difícil encontrar otro episodio en la historia del continente en que las distintas expresiones del progresismo y de la izquierda latinoamericana hayan tocado fondo tan ignominiosamente como ha sucedido recientemente durante el proceso de la demanda presentada por el Estado boliviano contra el chileno ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, y que culminó este lunes 1 de octubre con la lectura del fallo definitivo por parte de dicho tribunal.

El contenido del fallo en sí mismo es una cuestión secundaria. Lo trágico de la situación en verdad es el cómo las principales expresiones de la izquierda en Chile y Bolivia terminaron haciendo estrepitosamente agua. Ninguna de las dos se salvó.

En Chile, lo que se denomina como «izquierda» es un abanico extremadamente amplio que comprende una variopinta fauna de organizaciones y exóticos personajes. En el ala derecha de esta «izquierda» están sus expresiones institucionalizadas. Por una parte, los viejos partidos del reformismo obrero (PC y PS) y, por otra, el nuevo chiche de la recientemente remozada democracia burguesa chilena -surgido directamente de la «primavera de los movimientos sociales»-: el Frente Amplio.

Como expresiones bien comportadas de institucionalidad burguesa, que aspiran en lo inmediato a recuperar o a ser gobierno, sus principales representantes levantan posiciones «de estadistas», «de políticos serios» respecto de la reivindicación marítima de Bolivia. Pueden poner uno u otro matiz, llamar a «no politizar el tema», «a que prime la cordura entre los países», etc., pero al final del día ponen por sobre todo los «intereses generales de Chile». Por lo mismo terminan bailando al ritmo de la burguesía chilena y sus expresiones políticas más consecuentes. Romper con los lugares comunes del chovinismo burgués les significaría en lo inmediato perder votos en la próxima elección y frustrar sus aspiraciones gubernamentales.

Estas expresiones de la «izquierda» chilena nos proveen constantemente de hermosas postales. La última es la de los presidentes de ambas cámaras del legislativo, los socialistas Maya Fernández y Carlos Montes, siguiendo el minuto a minuto de la lectura del fallo en el palacio de La Moneda y acompañando al presidente en su posterior conferencia de prensa, previos abrazos de celebraciones por el contenido de la sentencia.

Pero esta no es la única que quedará para la posteridad. Ya en la ronda de alegatos de marzo pasado resultaba patética cómo los principales dirigentes y parlamentarios comunistas escondían sus cabezas cual avestruces ante los emplazamientos del gobierno. Se miraban unos a otros, remitiendo las responsabilidades de Poncio a Pilatos, y de Pilatos a Poncio. Hoy todo lo que tenemos de este partido se atreve a levantar en defensa del internacionalismo proletario es una firme y decidida «opinión preliminar (sic) de los comunistas»1 que se limita a una declaración de buenas intenciones sobre las relaciones entre Chile y Bolivia. ¿Ese es el partido cuyos militantes cantan, puño en alto, La Internacional en sus reuniones partidarias? ¡Retuércete Lenin en la vitrina a la que te relegó la burocracia estalinista!

El Frente Amplio también nos legó bellas postales, como aquella genial -y delirante- propuesta presentada en el marco de las últimas primarias presidenciales del representante de los sectores de «izquierda» al interior del bloque de canjear kilómetro cuadrado por kilómetro cuadrado con Bolivia para dar solución a su mediterraneidad.

De dichas expresiones de la «izquierda» chilena no se puede ni se podrá esperar nada. No hay absolutamente ningún proyecto emancipador para las clases trabajadoras que pueda salir de ahí.

A la izquierda de dicha «izquierda» podemos encontrar una serie de comentaristas y francotiradores que levantan posiciones basados en genuinos sentimientos de hermandad latinoamericana, pero que en general pecan de una ingenuidad supina. Algunos ponen todo su ingenio a trabajar en eventuales soluciones, como «zonas de administración tri partita»2, otros apelan a la justicia que supuestamente el derecho internacional pueda establecer al respecto, o simplemente formulan lacónicos llamados al gobierno para que negocie y establezca relaciones de buena fe con Bolivia.

Sin cuestionar las genuinas intenciones detrás de estas propuestas, ¿constituyen ellas verdaderas soluciones al problema político que plantea la demanda marítima boliviana? La respuesta es no. El laberinto jurídico internacional no lleva a ninguna. Este es un simple rodeo y vueltas sobre reflexiones metafísicas que no busca -ni tiene cómo- alterar sustancialmente los equilibrios políticos de la arena internacional. Además, ¿por qué esa fiebre leguleya a la que extensos sectores de la izquierda han adherido como solución mágica a una serie de problemas, incluidos los de la geopolítica? Como si el derecho no fuese sino el ordenamiento consagrado en ley que los vencedores imponen sobre los vencidos.

Por otra parte, ¿qué se logra haciendo llamados a gobiernos burgueses para que negocien «de buena fe» entre ellos cuando precisamente ellos son la expresión concentrada de los intereses del gran capital? Por el contrario, lo que debe suponerse es que cualquier negociación que se pueda llevar a cabo entre ellos no podrá ser sino -y no puede ser de otro modo- una negociación entre bandidos con la pistola sobre la mesa (según la expresión leninista). Un fallo en sentido distinto al que finalmente adoptó la CIJ solo habría dado otros elementos a la burguesía chilena para escamotear su espíritu y recurrir a artimañas para urdir intrigas que solo podrían llevarnos a un punto quizá peor que el actual (por ejemplo, azuzar la enemistad entre Perú y Bolivia dándole salida al mar a este último país a través de los territorios peruanos anexionados por Chile en la Guerra del Salitre). No hay puntada sin hilo que el gran capital de. ¿Qué podría obligar a un gobierno burgués a actuar de una forma distinta cuando tiene a todas las expresiones políticas marchando y cantando tras el bombo del chovinismo y las clases trabajadoras se encuentran atomizadas y desarmadas en lo político-ideológico?

Por último, aún más a la izquierda, se encuentran una infinidad de referentes organizativos autodenominados «revolucionarios», los cuales, aparte de sus respectivas autodenominaciones, lo único que comparten en común en relación a la cuestión aquí tratada es su exasperante esterilidad política, derivada de su inmadurez y escasa o nula capacidad para actuar orgánicamente entre las masas trabajadoras. Escasamente este tipo de problemáticas figura en sus discusiones internas, por lo mismo no se encuentran resoluciones programáticas -cuando efectivamente hay un programa medianamente pensado y elaborado­- al respecto.

En este campo, suelen encontrarse declaraciones que denuncian la gran propiedad capitalista predominante en los territorios bolivianos usurpados por Chile, buscando básicamente desmitificar la versión burguesa de que estamos en presencia de territorios de «todos los chilenos». Se trata sin duda de un avance que sitúa la problemática sobre una base de intereses de clases, pero que ante la cuestión concreta del qué hacer inmediatamente aparecen los «ehm», los «peros», los «se trata de un tema complejo», etc. Nunca logran dar con una fórmula concreta dirigida a la acción política de las masas que vaya más allá de la genérica consigna de «Mar para Bolivia», esto a pesar de la realización de sesudos análisis previos3.

Como se ve, el paisaje no puede ser más desolador en todo el espectro de las expresiones de la izquierda chilena. Esto es lo que a final de cuentas explica que el chovinismo burgués pueda avanzar sin mayor resistencia en Chile que la que enfrentaría una división Panzer frente a un grupo de campesinos premunidos de coligües. Cual moderno César, Piñera y sus huestes derechistas, con el tránsfuga del ministro de Relaciones Exteriores Roberto Ampuero como lugarteniente, solo tuvieron que venir, ver y vencer en esta coyuntura.

 

El gobierno boliviano y la crisis de la izquierda latinoamericana

Si bien la tarea primordial de los revolucionarios en Chile es dirigir sus críticas a su propio gobierno, a la burguesía de su país y a las miserables expresiones de la izquierda que aquí predominan; ello, sin embargo, no debiese ser razón para inhibir la crítica del resto de la izquierda latinoamericana, especialmente del actuar del gobierno boliviano.

Aquí no hay mucho -por no decir nada- que se pueda rescatar de la actuación del gobierno de Evo Morales. Esto con el agravante de que -a diferencia del gobierno de Piñera- se trata de un gobierno de izquierda que se pavonea de ser «revolucionario», «progresista», «socialista», etc., o al menos sus más fervientes seguidores lo presentan como tal. Sus más altos representantes (el vicepresidente García Linera) van de país en país predicando la buena nueva, aprovechando de dictar cátedra sobre estrategia «revolucionaria».

Sin embargo, la realidad es que toda su actuación durante el proceso se ajustó al más pedestre de los gobiernos burgueses de la región. Prácticamente se atuvo al pie de la letra a cada una de las prácticas que prescribe manual estándar de política exterior chovinista que todo gobernante burgués tiene como lectura de cabecera: promoción de payasescas demostraciones nacionalistas (bandera de 200 kilómetros); versiones oficiales de la historia especialmente hechas para la ocasión, basadas además en dudosas fuentes (Batalla de Canchas Blancas); y cruzadas de unidad nacional con todo el espectro de la política boliviana, que terminaron en la amnistía por parte de Evo Morales a los ex presidentes procesados por corrupción Carlos Mesa y del banzerista Jorge Quiroga, todo para asegurar «la unidad ejemplar de los bolivianos» (sic).

Resulta vergonzoso que un gobierno de «izquierda», que supuestamente debería abogar por la hermandad latinoamericana, mantenga a orillas del Titicaca un monumento a Abaroa (antepasado por lo demás de Luksic, uno de los más grandes capitalistas chilenos actuales) con un mural de un soldado boliviano de la Guerra del Salitre (mal llamada del Pacífico) matando a bayonetazos a otro chileno, bajo el lema: «Lo que un día fue nuestro, nuestro otra vez será. Agárrense rotos que aquí entran los Colorados de Bolivia»4. Es lamentable porque con toda seguridad ambos soldados de dicho mural no fueron sino miembros del bajo pueblo de la época (rotos y cholos, respectivamente) usados como carne de cañón por sus clases dominantes, y que si lograron sobrevivir a la guerra muy probablemente quedaron con graves secuelas físicas y psicológicas5.

Dicha guerra fue la peor calamidad a la que hayan podido ser arrastrados los pueblos de Chile y Bolivia. Hasta hoy este acontecimiento representa un retroceso que no ha podido superarse en la conciencia de las clases trabajadoras de los respectivos países, conspirando constantemente contra la causa de la hermandad latinoamericana. No hay nada valioso que de ella se pueda rescatar y de la cual se pueda hacer apología. Esto vale tanto para las campañas de rapiña que la oligarquía chilena llevó a cabo como para las pobres y desorganizadas respuestas bélicas de su par boliviana. Da lo mismo quien empezó la confrontación, cual venció y cual fue derrotado, cual país terminó anexionando y cual mutilado en su territorio; el origen y naturaleza oligárquica de la guerra es la misma en ambos lados. Por ello, no viene al caso el cuento de nación agredida, y de heroísmo a partir de dicha situación, que el gobierno boliviano ha construido con tal o cual batalla con las que la desesperada oligarquía trataba de salvar algo del desastre militar al que había arrastrado a su país.

Al igual que en Chile, en Bolivia las clases trabajadoras no deben prestarse para acciones patrioteras ni cruzadas de unidad nacional impulsadas por ningún gobierno, por más «progresista» y «revolucionario» que se presente. Este tipo de coyunturas son precisamente el momento para dejar en evidencia la responsabilidad histórica que les compete a las clases dominantes bolivianas en la pérdida de salida al mar del país, no de exculpar a sus actuales representantes tras campañas de unidad nacional.

Era la ocasión de aclarar que la mediterraneidad de Bolivia no es la causa de la pobreza que afecta a sus clases trabajadoras, sino del régimen de explotación capitalista que rige en el país. De políticos burgueses corruptos que saquean el país, como precisamente los que amnistió Evo Morales. Todo esto, sin embargo, pertenece a las cuentas que el pueblo boliviano deberá ajustar con sus clases dominantes a su debido momento.

La cuestión aquí es: ¿qué avance en los niveles de conciencia revolucionaria, socialista, de la clase trabajadora boliviana significaron todas estas acciones del gobierno? La respuesta es ninguna. Por el contrario, es un retroceso ¿Qué ganaba el pueblo boliviano viendo al «Tuto» Quiroga haciendo causa común con el Presidente Morales en La Haya? Naturalmente nada.

Lo único que en verdad terminó cimentando el gobierno boliviano con su actuar fue avanzar a pasos agigantados en el retorno de la derecha «neoliberal», retrógrada», «colonialista», «fascista», etc. (adjetivos nunca faltan) al poder. Naturalmente no van a faltar los intelectuales latinoamericanos de izquierda (a lo Harnecker, Boron, Sader, García Linera), devenidos asesores gubernamentales, lloriqueando por cruzadas «anti-neoliberales» y llamando a «no perder lo avanzado pese a todos los errores» cuando la derecha esté tocando las puertas de la Casa Grande del Pueblo.

El caso es que nunca los sesudos análisis de estos intelectuales logran explicar el por qué entre tantos «avances» se termina retrocediendo estrepitosamente al mismo punto desde donde se comenzó. Nunca logran llevar a cabo un análisis consecuente de la dialéctica de la lucha de clases que conecte con la naturaleza de estos gobiernos. Al final terminan echando mano a un vulgar realismo político en defensa de las «conquistas» de los gobiernos «progresistas»6, consecuencia lógica de pasar «gato por liebre», caracterizando como «socialista» o «revolucionario» a un régimen político que no responde más que a un capitalismo periférico de rentismo popular. La vulgaridad teórica pasa necesariamente la cuenta a la práctica política.

Sumando y restando, y evaluado ya ni siquiera desde la perspectiva del socialismo y la revolución, sino desde el más pálido y descafeinado progresismo, el gobierno de Evo Morales no pasó la prueba. Naufragó estrepitosamente. Mostró que no es sino uno más dentro de los pedestres gobiernos burgueses de la región. Amistoso y «progre», sí; pero burgués al fin y al cabo.

Las consecuencias políticas

Ahora en ambos países se vendrán las necesarias consecuencias de la borrachera chovinista con la que los gobiernos intoxicaron a sus respectivos pueblos.

En Bolivia se tratará de una dolorosa resaca provocada por el fallo adverso que encontró la demanda presentada por el gobierno ante la Corte de La Haya. Naturalmente los buitres de la derecha, y el resto de los partidos burgueses bolivianos, aprovecharán de hacer leña del árbol caído con este estrepitoso fracaso, pero así es el juego que el mismo gobierno decidió jugar. Apostó todas sus fichas al nacionalismo y a la unidad con los partidos políticos de la burguesía, y perdió; abriendo de paso las puertas de par en par al retorno de la derecha al gobierno. Es una dialéctica que ya se viene repitiendo una y otra vez con este tipo de gobiernos en otros países de la región (Argentina, Brasil, Ecuador).

Eso por un lado y en lo inmediato. Sin embargo, los fracasos estrepitosos de las cruzadas chovinistas desenmascaran trágicamente a ojos de las masas la estafa político-ideológica que el nacionalismo significa para sus propios intereses. Por lo mismo, estos fiascos de los gobiernos burgueses abren también escenarios de los que -sabiendo leerlos bien- se pueden sacar enormes provechos para el avance en los niveles de conciencia y organización de las clases trabajadoras. Esto es algo que la izquierda en Bolivia debe tratar capitalizar para evitar que la posta nacionalista sea simplemente tomada por otra expresión burguesa, que eventualmente podría ser incluso peor a la que levantó el actual gobierno.

En Chile, en tanto, el cuadro es sombrío. Aquí no habrá resaca, sino continuación de la borrachera chovinista que insuflará nuevos aires a la burguesía chilena, la cual se mostrará más envalentonada y enseñoreada ante el país y la región. En lo inmediato, este «triunfo» afirmará al piñerismo como la fracción conductora de la política burguesa chilena. Al tener comiendo de su mano a todo el espectro político, y con el apoyo popular tras el «triunfo», el gobierno queda liberado de manos y con un cheque en blanco a favor para avanzar en otros frentes de su agenda programática.

El «triunfo» en La Haya proporciona también combustible para el afianzamiento de las expresiones más putrefactas de la descomposición social burguesa. En concreto, la serie de grupos y personajes fascistoides que hace un tiempo han comenzado a pulular en el ambiente político.

¿Qué hacer?

«La misión inmediata del socialismo es la liberación espiritual del proletariado de la tutela de la burguesía, que se expresa a través de la influencia de la ideología nacionalista.»

Rosa Luxemburgo: La crisis de la socialdemocracia

Ahora bien, ante la capitulación tan vergonzosa de la izquierda y el progresismo frente al chovinismo, ¿cuál debería ser la posición de la izquierda revolucionaria? ¿Qué debería decirle esta a las clases trabajadoras de Chile?

Este es un ámbito de crucial importancia para la izquierda revolucionaria chilena. Uno en el cual simplemente no puede titubear ni mostrar vacilaciones. Es una verdadera «prueba de fuego». Si no la pasa es mejor que derechamente baje las banderas del socialismo.

A nuestro juicio, la posición de los revolucionarios chilenos no puede ser otra que abogar por una salida soberana de Bolivia al mar mediante la restitución inmediata y sin condiciones -a Bolivia y Perú- de los territorios anexionados por Chile en la guerra salitrera.

Esta es una reivindicación que no debe avergonzar a ningún militante revolucionario. Al contrario, el único motivo de verdadera vergüenza es prestarse para la defensa de territorios logrados a costa de la rapiña capitalista y ayudar -directa o indirectamente- a su justificación.

En lo político esta es una reivindicación que para su materialización requiere el ascenso de los trabajadores a condición de clase dominante en la sociedad chilena. No hay otra forma de ponerla en práctica. Esto lo deben tener claro las hermanas clases trabajadoras de los países vecinos, en especial la boliviana. Siendo el laberinto jurídico internacional y las negociones entre gobiernos burgueses caminos que no llevan a ninguna parte, la otra alternativa dentro del orden capitalista para que Bolivia acceda al mar sería la aventura militar; cosa que, si bien hoy no está a la orden del día, hay que evitar bajo cualquier circunstancia.

Ahora bien, adoptar el programa de restitución territorial inmediata e incondicional para la cuestión de la demanda marítima boliviana le plantea un conjunto de serios desafíos a los revolucionarios chilenos.

En primer lugar, una reivindicación así pone, sin duda, en lo inmediato en minoría a las posiciones revolucionarias en la sociedad chilena, incluso dentro de los mismos sectores populares. Sin embargo, ¿hay que tener miedo a remar contra la corriente? En absoluto, especialmente si lo que está en juego son los intereses más fundamentales de las clases trabajadoras: la hermandad internacional. De hecho, allí está el elemento de audacia que toda política revolucionaria requiere. En este caso, el no dejarse llevar por el fervor chovinista del momento.

Todo depende además de los objetivos que finalmente se busquen. Naturalmente esta reivindicación no forma parte de un programa para ganar votos, acceder al gobierno o sostener una bancada parlamentaria. Por el contrario, forma parte de una consigna inserta en un programa y estrategia de conquista del poder por las clases trabajadoras. Por tanto, sacada de dicho contexto no tiene sentido. Revela además el concepto de sociedad que subyace en los programas y líneas de acción de las organizaciones revolucionarias en contraste con otras expresiones de izquierda: internacionalismo versus provincialismo chovinista burgués.

En lo orgánico plantea también una serie de desafíos. Levantar una reivindicación de tales características no es un juego. Frente al Estado chileno significa exponerse a la acusación de «traición a la patria», que en circunstancias más difíciles puede llegar incluso a poner en riesgo la vida de los militantes que hagan agitación a partir de ella. Tampoco quedan descartados ataques personales de fanáticos nacionalistas y/o de acciones encubiertas de los aparatos represivos.

¿Significa lo anterior que se debiese renunciar (o al menos «moderar») a levantar dicha reivindicación y a educar a las clases trabajadoras en ella? En absoluto. Solo deben tomarse desde ya todos los resguardos pertinentes para no exponer innecesariamente a la militancia.

Si los revolucionarios chilenos educan y logran que la clase trabajadora internalice y actúe en consecuencia con la reivindicación de la restitución inmediata e incondicional de los territorios usurpados por Chile, alcanzarían una estatura político-moral en los terrenos de la diplomacia internacional y la geopolítica regional jamás conocidos ni pensables por la diplomacia burguesa. La estatura de la clase obrera chilena se agigantaría hasta el infinito frente a toda la mezquindad de la variopinta fauna de politicuchos burgueses, politicastros de «izquierda» y burócratas del derecho internacional. Demostraría con hechos prácticos, no con declaraciones de buenas intenciones, que el criterio más sagrado y único que debe primar en la relación entre naciones es la hermandad. Que el derecho fundado sobre la imposición de las armas sobre los vencidos es un sinsentido barbárico del capitalismo.

Esta reivindicación es el más potente llamado e incentivo con que el proletariado chileno puede contribuir en la práctica a la lucha revolucionaria y socialista en Latinoamérica. En efecto, la restitución territorial inmediata e incondicional haría evaporarse de la conciencia de sus clases hermanas en Bolivia -y también de Perú- todo resto de anti chilenismo, base última del chovinismo y de las cruzadas de unidad nacional. Su burguesía quedaría privada de su principal bandera nacionalista. El fin del denso velo ideológico nacionalista que nubla la conciencia popular haría que finalmente la vecina clase trabajadora boliviana dirija su mirada hacia sus propios explotadores, y no hacia Chile.

Por tanto, la reivindicación por la restitución inmediata e incondicional de los territorios anexionados por Chile como solución a la demanda marítima boliviana es la única que hace justicia desde el punto de vista histórico y que se ajusta a los principios de hermandad entre las clases trabajadoras latinoamericanas. Es también la mejor opción político-estratégica que tienen las clases trabajadoras chilenas, siendo un impulso directo a las luchas populares en América Latina. Finalmente, es la única que permite a los revolucionarios chilenos sortear con éxito la prueba de fuego del nacionalismo burgués, y ante el cual el resto de las expresiones de la izquierda y el progresismo fracasaron estrepitosamente.

Notas:

Parte importante de los argumentos aquí expuestos han sido desarrollado previamente en http://cctt.cl/2018/03/23/la-izquierda-chilena-ante-la-salida-de-bolivia-al-mar/

1 Véase http://www.pcchile.cl/npcchile/2018/10/01/sobre-el-fallo-de-la-cij-de-la-haya-la-opinion-preliminar-de-los-comunistas/

2 Véase por ejemplo http://www.politika.cl/2018/10/01/mar-para-bolivia-el-fa-entre-la-integracion-y-el-chauvinismo/

3 Un ejemplo ilustrativo de este tipo de análisis que proliferan en el sector es del doctorando Sergio González. Después de un pormenorizado comentario de los «desarrollos epistemológicos y ontológicos de las Relaciones Internacionales y del Derecho Internacional», el futuro doctor en Estudios Latinoamericanos se pregunta: «En definitiva, el pueblo chileno, y más en específico, la izquierda y la clase obrera chilena ¿qué debe hacer, pensar y socializar respecto a este conflicto?» Y aquí empiezan a aparecer los: «seguramente es la pregunta más compleja de responder», «el abordaje debe ser con base histórica, perspectiva de futuro…», «en base al diálogo y la hermandad entre pueblos…», etc., todas declaraciones de buenas intenciones pero que al final del día dejan a las clases trabajadoras donde mismo empezaron. Entonces, ¿para qué formularse preguntas que no podemos resolver?, ¿por qué darle pretensiones político-programáticas a un simple escrito académico?, ¿no será mejor quedarse en el ámbito de reflexiones estrictamente académicas sobre los «desarrollos epistemológicos y ontológicos de las Relaciones Internacionales y del Derecho Internacional»? Véase https://www.convergenciamedios.cl/2018/09/chile-y-bolivia-en-la-haya-elites-intereses-y-estrategias-dominantes/ y https://www.convergenciamedios.cl/2018/10/fallo-la-haya-cuestionantes-dialogo/

4 Véase https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:BoliviaChile.jpg

5 Véase http://www.theclinic.cl/2011/10/16/mutilados-por-la-patria/

6 Ilustrativo de esta forma de razonar es por ejemplo la defensa de Boron a la pandilla Ortega-Murillo en Nicaragüa, la cual por momentos lisa y llanamente raya en el chantaje. Véase http://cctt.cl/2018/07/20/crisis-politica-en-nicaragua-atilio-boron-responde-manuel-cabieses/