La Carta Magna aprobada ayer consagra la familia convencional y se opone al aborto y a las bodas homosexuales
El país que preside la Unión Europea estos meses se ha dotado de una nueva Constitución que ensalza los valores cristianos, el papel de la familia tradicional, mientras rechaza el aborto y las parejas homosexuales. El derechista Fidesz, el partido del primer ministro Viktor Orban, impuso ayer en el Parlamento la nueva Carta Magna sin haberla consensuado con nadie gracias a tener dos tercios de los escaños que ganó en las urnas el año pasado.
La nueva Constitución de carácter muy conservador hace explícitas referencias a Dios, al cristianismo y a la familia tradicional. El texto tuvo el apoyo de los 262 diputados del Fidesz. La extrema derecha (Jobbik) votó en contra de la Carta Magna porque considera que no ampara suficientemente la soberanía de Hungría. Los socialistas del MSZP y el partido ecologista de izquierda LMP decidieron boicotear el voto a un texto que los medios críticos con el actual Gobierno han calificado de «Constitución Orban».
A principio de este año, Budapest, que ejerce la presidencia de turno de la Unión Europea, provocó un profundo malestar en Bruselas al aprobar una ley sobre medios de comunicación que, según sus detractores, limita la libertad de expresión. Ante las numerosas críticas y protestas ciudadanas en Hungría y otros países de la UE, el Ejecutivo de Orban tuvo que retroceder y suavizar los aspectos más controvertidos de la ley.
«Hoy hemos vivido un momento histórico en el Parlamento», porque «el texto reconoce el cristianismo como base de nuestra civilización, pero la Constitución garantiza la libertad moral», manifestó ayer el presidente de la Cámara Baja, Laszlo Köver. Hasta la fecha, Hungría tenía una Carta Magna de 1949, aprobada durante el anterior régimen comunista y reformada el 23 de octubre de 1989 después de la caída de la dictadura.
Los socialistas denunciaron el «drástico recorte de derechos sociales» y los demás grupos de izquierda así como los liberales mantuvieron que la Carta Magna merma los derechos civiles. La polémica Constitución defiende el «papel del cristianismo en la historia milenaria de Hungría», y encomienda «a Dios la Corona de Hungría, el orgullo patrio, la cristiandad y la familia tradicional».
El texto hace una explícita defensa de la familia monógama convencional y los valores tradicionales. La Constitución protege el «matrimonio, porque es la unión de base más natural entre un hombre y una mujer y el fundamento de la familia», señala. El nuevo texto también bloquea la posibilidad legal de interrumpir el embarazo y de los matrimonios homosexuales y adopción de niños por parejas de gays y lesbianas. «Desde su concepción, la vida merece ser protegida como un derecho humano fundamental. La vida y la dignidad humanas son inviolables», señala la nueva ley de leyes magiar.
En el marco de esta reforma, el Gobierno pretende dar a las madres con niños pequeñosvotos suplementarios en las elecciones. Según explicó el diputado de Fidesz, József Szájer, el Ejecutivo de Orban se inspira en un concepto desarrollado en 1986 por el demógrafo estadounidense Paul Demeny, que consideraba que «no se puede privar a nadie de derechos civiles durante 18 años», que es cuando se fija la mayoría de edad en el mundo occidental. El proyecto ley, que se discute al margen de la Constitución aprobada ayer, pretende dar a las madres un voto por cada niño para proteger los intereses de «las generaciones futuras que no están representadas en los procesos de decisión», declaró Szájer.
El Parlamento también aprobó una serie de medidas de austeridad para hacer frente a la crisis económica, como el recorte de la prestación por desempleo a 90 días de duración, en lugar de los 270 actuales.
Ahora, el Gobierno estudia dar más votos a las madres por cada hijo
La nueva Constitución, que será ratificada por el jefe del Estado, Pal Schmitt, el próximo 25 de abril y entrará en vigor el 1 de enero de 2012, ha sido criticada en masivas protestas callejeras en Budapest en los últimos días por partidos de la oposición y diversos colectivos sociales e intelectuales. El líder de los socialistas húngaros, Attila Mester, considera que el texto es una «traición a la patria».
El colectivo homosexual Magyar LMBT Szövetség manifestó su «inquietud» por los derechos de gays y lesbianas. «Creemos que la Constitución tiene que prever los derechos fundamentales tales como la dignidad humana y el derecho a la igualdad», aseguró ayer. Considera que el texto «viola la dignidad humana de las parejas de gays y lesbianas».
Grupos de ciudadanos reunidos en Facebook calificaron de «liberticida» la Constitución, mientras responsables de organizaciones feministas y Amnistía Internacional denunciaron la naturaleza «discriminatoria y antidemocrática» de la Carta Magna, porque está dominada por «una ideología de derecha cristiana».
El politólogo Andras Mink denunció «el golpe constitucional» de Orban. Por su parte, el politólogo Gabor Török rechazó también el texto y lo comparó con la anterior Constitución de la etapa comunista reformada hace 21 años, que, según dijo en su blog, «aunque nadie la quería de verdad, tenía por lo menos la virtud de haber sido elaborada con la participación de todos los actores públicos».
Los detractores del texto señalaron que la Constitución «viola las libertades fundamentales» y es «un instrumento a favor de que Orban pueda asentar su poder». Hace unos días, el primer ministro dejó claro que no pensaba hacerle caso a la oposición: «Si protestan, que protesten. Hungría quiere ser un país moderno, un país europeo. Y para eso necesitamos todas estas reformas». Después, moderó el tono y se mostró «dispuesto» a que la Comisión Europea evalúe el texto de la nueva Carta Magna. Un portavoz de Bruselas expresó su deseo de que la nueva Constitución húngara sea «conforme a los valores europeos».
Del comunismo al capitalismo
Hungría es un país en crisis que fue rescatado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones financieras y donde al menos el 30% de la población vive en situación de pobreza. La crisis política le costó el puesto al primer ministro socialista, Ferenc Gyurcsany, un antiguo aparatchik de las Juventudes Comunistas que tras el cambio de sistema abrazó la economía de mercado con el fervor de los conversos y se dedicó a los negocios hasta convertirse en multimillonario.
Gyurcsany dejó el poder a un primer ministro de transición de corte tecnocrático, Gordon Bajnai, que fue derrotado por Orban en las elecciones legislativas del 25 de abril de 2010. Desde el día de su triunfo electoral, el controvertido primer ministro no ha perdido tiempo para dar un cambio radical al país hacia la derecha.