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Francia

La disyuntiva de Hollande

Fuentes: Punto Final

Veinticuatro años después de la segunda elección de François Mitterrand (1988), François Hollande, candidato del Partido Socialista, apoyado por la Izquierda, venció en la elección presidencial de Francia con un 51,7 por ciento de los votos. El presidente saliente obtuvo 48,3 por ciento. Las calles y ciudades galas se llenaron de gente que festejaba con […]

Veinticuatro años después de la segunda elección de François Mitterrand (1988), François Hollande, candidato del Partido Socialista, apoyado por la Izquierda, venció en la elección presidencial de Francia con un 51,7 por ciento de los votos. El presidente saliente obtuvo 48,3 por ciento. Las calles y ciudades galas se llenaron de gente que festejaba con alborozo el fin del quinquenio de Nicolás Sarkozy. Ha sido superada la anomalía de su elección en 2007, el interludio farandulero de cinco años, que permitió a un «personaje grotesco y mediocre»(1) alcanzar la Presidencia de la República para tratar de introducir una suerte de gestión privada en los asuntos de Estado.

El jolgorio de la noche del triunfo en 2007 de «Sarko, The American», ha quedado como símbolo de esa nueva casta formada por patrones de empresas, banqueros, representantes de las finanzas y de la farándula, que festejó en un conocido restaurante de los Campos Elíseos su advenimiento al poder. Esa noche, cada uno de los contertulios soñaba más en sus negocios privados que en el bien común y en la grandeza de Francia: «Durante el quinquenio de Sarkozy hubo una especie de desacralización del poder, que él inició brutalmente y hoy paga las consecuencias del jolgorio en el Fouquet’s, la luna de miel en el yate de su amigo, el magnate Bolloré, de su polera NYPD (New York Police Departement), con la que hacía su footing ante las cámaras de TV convocadas para tal efecto. Todo esto no figura en el programa, en el software francés. Hay una especie de ADN francés que rechazó desde el primer momento, instintivamente, esta actitud que no era la de un jefe de Estado».(2)

Aunque la derrota de Sarkozy hay que situarla en el contexto de la crisis, ésta no se debe sólo a la difícil situación por la que atraviesan los asalariados en Francia, con secuelas de deslocalizaciones, cierre de empresas, desempleo, recortes y reducción de empleo en la administración pública, a las que contribuyó con creces el presidente saliente. Su derrota es también el rechazo a un estilo ajeno a la tradición del ejercicio presidencial galo, criticado hasta en sus propias filas.

 

Derrota de Sarkozy

 

En las últimas semanas, para atraer el voto de los electores del Frente Nacional, Sarkozy empleó una retórica islamofóbica y antiinmigrantes, obteniendo el voto de poco más del 50 por ciento de los electores del FN, según encuestas de opinión. El 25 por ciento se habría abstenido o votado en blanco, siguiendo el ejemplo de su líder, Marine Le Pen. La derechización de su discurso no le impidió contar con el 40 por ciento de los votos de la centroderecha de François Bayrou, quien a título personal votó por Hollande. Los centristas buscan constituirse en el futuro en una fuerza alternativa frente a la Izquierda y a la derecha.

La abstención fue casi igual a la de la primera vuelta: los nueve millones abstencionistas no se movilizaron suficientemente como para invertir los resultados que las encuestas de opinión preveían.

El FN apuesta desde ahora a la implosión de la UMP, el partido gobernante, y se presenta como el abanderado de la oposición. François Bayrou y los centristas, están en desacuerdo con el programa económico del presidente electo, pero repudiaron los temas valóricos adoptados por Sarkozy y su derechización de estas últimas semanas.

El Frente de Izquierda, fuerza nacida durante la campaña y decisiva en la victoria del 6 de mayo, puede pesar e influir en la orientación del gobierno de François Hollande. Uno de sus dirigentes ha declarado: «Desde hace treinta años todos los gobiernos han difundido la idea que nada se podía hacer contra el poder de las finanzas. Hay que acabar con ese discurso… Tenemos que liberarnos del Tratado de Lisboa y desobedecer las directivas de la UE».

 

PARIS ERA UNA FIESTA

 

Desde el atardecer del 6 de mayo los franceses comenzaron a invadir las calles y plazas de las ciudades, festejando el triunfo de Hollande y el retorno de la Izquierda al gobierno. En la capital, los parisinos se congregaron en la simbólica Plaza de la Bastilla, coreando con sentido premonitorio una consigna que prevé desde ya los obstáculos que deberá salvar el presidente electo, si se apresta a cumplir lo prometido: «¡Es sólo el inicio, continuemos el combate!». Desde hace semanas, cuando se hizo evidente que el electorado galo optaba por un cambio en la conducción del Estado, comenzaron a aparecer amenazas en la prensa derechista europea y francesa, en boca de conspicuos dirigentes de países europeos e incluso en las instancias de la UE. El periódico derechista Le Figaro publicó un guión de ficción en el contexto de la campaña del terror, sobre lo que ocurriría en las semanas siguientes a la victoria de Hollande.

Entre las promesas (sesenta compromisos por el cambio) de Hollande, figura el aumento de un 25 por ciento por concepto de ayuda a las familias con hijos en edad escolar; el congelamiento del precio de la gasolina durante tres meses; la creación de 150 mil empleos para jóvenes; impuesto de 75 por ciento para los ingresos por sobre un millón de euros anuales y, sobre todo, la promesa de renegociar el Pacto Social Europeo, introduciendo más solidaridad y estimulando el crecimiento en lugar de privilegiar los recortes de salarios y pensiones exigidos por la UE, Angela Merckel y la Bundesbank.

El cumplimiento del programa anunciado por François Hollande está en directa relación con su capacidad y voluntad política para rediscutir la serie de acuerdos adoptados por la UE, y que el flamante presidente prometió renegociar. El cerco contra el cual alerta Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda, adquiere plena vigencia: «Más allá de derrotar a Sarkozy, tenemos que derrotar el poder de las finanzas». En términos parecidos se había expresado el presidente electo: «En esta batalla que comienza debo decirles cuál es mi verdadero adversario. No tiene nombre, no tiene cara, no pertenece a un partido, nunca presentará su candidatura ni será electo. Este adversario es el mundo de las finanzas». Jean-Luc Mélenchon intervino la noche del 6 de mayo diciendo que la victoria era un «acontecimiento considerable que demuestra que el ciclo del neoliberalismo comienza a declinar en Europa»; rindió luego homenaje «a los hermanos griegos de Syriza que también han obtenido una resonante victoria en las legislativas».

Los mercados -eufemismo con el cual la prensa designa a la banca y a las financieras-, los burócratas de las instituciones europeas y sus dirigentes ejercerán fuertes presiones sobre el nuevo gobierno galo para obtener de éste el respeto de algunos acuerdos ya decididos a espaldas de los pueblos. Dicha operación, que pisotea la soberanía de pueblos y parlamentos, ha contado con el concurso de gobiernos derechistas y «socialistas» (Papandreu, Zapatero, Socrates). Sin embargo, el cambio a la cabeza del Estado en Francia -el país según Carlos Marx «donde la lucha de clases siempre ha ido hasta su desenlace final»-; el peso de ésta en Europa (segunda economía) y en el mundo (quinta potencia), podría servir de ejemplo e incitar a otras naciones europeas a enfrentar con más vigor el sombrío futuro que «los mercados» les han preparado. François Hollande se encuentra ante la disyuntiva de resistir a «los mercados», apoyándose en un amplio abanico de fuerzas por el cambio, o capitular al igual que sus pares socialdemócratas europeos

 

 

Notas

(1) Carlos Marx refiriéndose a Luis Bonaparte en El 18 Brumario de Luis Bonaparte.

(2) Régis Debray en un debate en TV, con un consejero de Nicolás Sarkozy.

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 757, 11 de mayo, 2012

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