Antiguos rectores, funcionarios, teóricos y seudoteóricos hablan de la repercusión que en las aulas universitarias tiene la baja calidad de la enseñanza primaria y secundaria, pero dan por inexistente el tema de la responsabilidad social de los centros superiores de enseñanza, que deben fomentar la solidez en la formación académica para entregar a la sociedad profesionales comprometidos y competentes.
Silencian un aspecto importante de la realidad y es el abandono del rigor académico para conservar al estudiante que, en las universidades privadas es un cliente y en la universidad pública lo es en cada vez mayor medida, porque con su presencia contribuye a explicar la creciente burocracia, a justificar la propuesta de creación de nuevas carreras y de nuevos programas de especialización en los cuales se multiplica la burocracia y se anidan los integrantes de los grupos de campaña en la competencia por los puestos directivos.
Quien ocupa o ha ocupado un puesto directivo en una universidad obtiene más fácilmente su inserción en la clase dominante o bien esa inserción se fortalece, accediendo a cargos estatales, diplomáticos y corporativos.
El abandono de la responsabilidad social comenzó con el accionar de politiqueros de viejo cuño y renegados convertidos en politiqueros que, desde finales de la década de 1960, formaron universidades privadas o permanecieron en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) realizando una labor de derechización e integrándola cada vez más al sucio juego de la mediocridad y la corrupción.
La UASD, lejos de profundizar su compromiso social lo abandona de hecho. Las universidades privadas surgen sin ese compromiso, asumiendo los dictados de la sociedad de clases, validando la desigualdad y haciendo predominante el carácter comercial de la educación privada.
Tienen por clientes a los estudiantes de otras áreas y, en materia de formación docente, tienen como gran cliente al Estado y reducen todavía más el rigor académico, respondiendo con ello al objetivo de obtener un gran ingreso por un trabajo permanente que se hace más rentable cuando en los programas hay mayor número de participantes.
Las relaciones laborales en las áreas docente y administrativa de los centros universitarios tienen la marca de las que predominan en el medio: contratos en los cuales lo permanente y lo temporal son delimitados a interés del patrono, normas y reglas no siempre escritas dictadas por el interés comercial y no por el requerimiento académico, y, por supuesto, ausencia de estabilidad laboral y lineamientos de pago que terminan por definir ingresos deprimidos.
La globalización de la crisis les permite insertarse en programas internacionales, pero en República Dominicana, como en otros países, el rostro de la realidad dibuja una sonrisa cuando pretende disimular la burla.
La diferenciación entre lo público y lo privado que esboza ante la prensa el ministro de Educación y los problemas y las limitadas acciones a que se refieren funcionarios, exfuncionarios convertidos en bien pagados asesores, no hacen referencia al carácter clasista y menos a la necesidad de transformar el Estado y de eliminar la desigualdad social.
Ante las deficiencias académicas, como ante la incapacidad del sistema de garantizar incluso la integridad de los niños y jóvenes, funcionarios y asociaciones privadas responden con pronunciamientos dirigidos a acallar el escándalo cuando se hace inocultable la deficiencia o cuando ocurre un hecho escandaloso; pero entre acallar escándalos y buscar soluciones la brecha puede ser muy grande.
El dinero que se destina al sector educativo, que teóricos y seudoteóricos consideran demasiado, es insuficiente, puesto que hay aulas sobrepobladas, infraestructura defectuosa y carencia de servicios de apoyo.
Pero el compromiso con la sociedad de clases induce a mentir, a buscar argumentos para preservar privilegios y a negar que el acceso al conocimiento es un derecho fundamental y que es un importante recurso para allanar el camino hacia la toma de conciencia por las mayorías… Los medios de comunicación controlados por las élites y los seudoteóricos aspirantes a ser reconocidos como teóricos han contribuido a presentar como natural un problema con sello clasista, pero no podrán disfrazar por siempre la realidad.
El sistema educativo dominicano en su quehacer diario utiliza antifaces, porque lo que tiene por rostro es una auténtica encarnación del horror.
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