La Unión Europea, de la mano de Política Exterior y Seguridad Común (PESC), por un lado, y del otro, de Justicia y Asuntos de Interior (JAI), han construido el Programa Europeo de Investigación y Seguridad (ESRP). Un programa destinado a aumentar la seguridad interna de los estados miembros de la UE. Programa que, a la […]
La Unión Europea, de la mano de Política Exterior y Seguridad Común (PESC), por un lado, y del otro, de Justicia y Asuntos de Interior (JAI), han construido el Programa Europeo de Investigación y Seguridad (ESRP). Un programa destinado a aumentar la seguridad interna de los estados miembros de la UE.
Programa que, a la vez, fomenta el crecimiento de las industrias atadas a los sectores de la seguridad, de las tecnologías de la información y comunicaciones, y también de defensa militar, con la voluntad de crear un «complejo industrial de seguridad» en Europa.
Los pasos dados en esta dirección por la UE, han sido, sobre todo, incrementar, mediante ayudas, la investigación a las empresas que puedan implementar el ESRP en los ámbitos de la vigilancia terrestre, marítima, aérea, espacial y cibernética. Investigaciones que a la vez puedan ser utilizables con finalidad civil, comercial, de seguridad policial y de defensa militar. El programa ESRP deja entrever que este dividirá la seguridad europea en dos zonas: una fuera de las fronteras de la UE destinada a dar cobertura a la seguridad exterior para ejercer funciones de defensa, con fuerzas de intervención rápida bajo mando militar; y otra de seguridad interior, con una compleja red de controles físicos y virtuales en manos policiales que dispondrán de sofisticados sistemas de vigilancia.
Este complejo sistema de control y vigilancia de la UE, se ha ido gestando como resultado de las medidas adoptadas por los Estados Unidos tras los atentados del 11-S. Y es, en cierto modo, una copia del homeland security (seguridad nacional) de los EEUU iniciado el 2002 para implementar una política de seguridad de control total del territorio incluyendo los ciudadanos, mediante agencias estatales internas de seguridad, activos militares, empresas privadas de seguridad e industrias fabricantes de armas.
En el caso europeo, el ESRP fue creado el 2003, y el primer paso fue formar un «grupo de personalidades» en el cual estaban presentes: el Alto representante de política exterior (Mr. PESC) entonces el español Javier Solana; varios Comisarios europeos para la sociedad de la información; varios Comisarios de asuntos exteriores y comercio; representantes de la OTAN; representantes de la Agencia de armamento de la UE; representantes de las cuatro industrias militares europeas más importantes, Thales, EADS, BAE Systems y Finmeccanica, y cuatro representantes más del ámbito de la electrónica y tecnologías militares y civiles: Ericsson, Siemens, Diehl y Indra (española).
Este grupo de «personalidades» elaboró un primer Informe (2004) donde se detallaban cuales eran las amenazas a la seguridad europea sobre las qué se debía estar prevenidos, y señalaban: el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva, los conflictos regionales, el crimen organizado y la inmigración ilegal. A continuación, el Informe afirmaba que la tecnología era indispensable por garantizar la seguridad. Y por último, establecía los vínculos existentes entre seguridad civil y seguridad militar, aconsejando una colaboración estrecha entre ambos sectores. La ESRP recibió 200 millones de euros para iniciar estudios sobre seguridad y poder desarrollarse.
Paralelamente, la Comisión Europea creó una junta de consejeros por asesorar al ESRP, denominada ESRAP, compuesta por 50 miembros, entre académicos, instituciones, Europol, Agencia Europea de Defensa, y siete asientos reservados a empresas militares, dos de las cuales, EADS y Thales, se repartieron la presidencia por periodos iguales. De las 325 propuestas que surgieron de esta junta, se aprobaron 46 proyectos con un presupuesto de 156,5 millones de euros que se asignaron a Thales, Finmeccanica, EADS, BAE Systems, Saab y Sagem, todas vinculadas a la producción militar. A la vez, se continuaron creando nuevas plataformas con importantes presupuestos: el ESRIF dotado con 1400 millones de euros, un Foro Europeo de Innovación e Investigación en Seguridad (Berlín marzo 2007), EOS (Organización de Seguridad Europea), ASD (Organización de Defensa Europea), todas con el mismo propósito y con fuerte presencia de empresas militares.
Uno de los proyectos que ha recibido el impulso más importante de todas estas nuevas plataformas fue FRONTEX (2003), la agencia de control de fronteras de la UE. El resultado ha sido la militarización de las misiones que este organismo lleva a cabo contra la inmigración ilegal. Especialmente en el área de la Mediterráneo, zona considerada como la principal «primera línea de defensa» de las fronteras de Europa. Frontex desarrolla misiones policiales, aéreas y navales de intervención rápida, equipadas con material militar pesado, aviones y helicópteros de combate y buques de vigilancia marítima.
Otra consecuencia de las medidas de seguridad adoptadas, han sido las legislativas adoptadas para captar toda clase de información de los ciudadanos: huellas dactilares en pasaportes, permisos de residencia y visados, todos los datos en telecomunicaciones (correos electrónicos y teléfonos) y los datos de todos los pasajeros que circulan por el espacio aéreo, tanto dentro como fuera de Europa, y también de todas las transacciones financieras. Informaciones que son almacenadas por la Interpol System y la Schengen System, las dos bases de datos criminales de Europa. Es decir, se está acumulando una enorme montaña de información privada que permite un minucioso seguimiento de todos los ciudadanos europeos.
El documento más influyente en política de seguridad de la UE, fue el denominado «Informe Solana» elaborado por Javier Solana el 2003. Un documento en qué se marcaban las líneas generales de actuación de la UE en materia de seguridad. Y que anunciaba una «nueva cultura estratégica que fomentaba la intervención temprana rápida y, cuando fuera necesario, contundente» en situaciones de emergencia en el exterior de Europa. Hace falta fijarse, que no se utiliza el epíteto «preventiva», sustituido aquí por «temprana», para evitar el paralelismo con las «guerras preventivas» de la etapa de la presidencia Bush en los Estados Unidos, pero en definitiva viene a decir lo mismo.
El objetivo de todo este entramado de agencias y recursos destinados a incrementar la seguridad europea, como bien revelan todos los informes y los documentos elaborados por la Comisión Europea, es la defensa del «propio territorio» de Europa y la lucha frente a las «amenazas contra el estilo de vida occidental». Unas ideas ultraconservadoras que nos abocan a una peligrosa «sociedad de la vigilancia» de estilo Orweliano. Unos sistemas de vigilancia supraestatales que lo ven todo y lo controlan todo, y que se están construyendo sin ningún control ni regulación democrática. Unos sistemas que vulneran el principio de privacidad, uno de los fundamentos de la democracia. Pero con un grave peligro añadido, esta vigilancia está ejercida desde fuera de los estados, con la concurrencia de empresas privadas, con el agravante añadido de que la mayoría de ellas son militares.
Los atentados perpetrados en Madrid el 23M y en Londres el 7de julio de 2005 pusieron sobre la mesa qué tipo de políticas de seguridad necesita Europa. La respuesta de la UE ha sido de practicar medidas de tipo paliativo, a base de extremar las medidas de vigilancia policial y militar, lo cual ha supuesto una inevitable pérdida de libertades y derechos. Pero si se quiere buscar soluciones para las causas que motivaron los atentados terroristas en Europa, harán falta políticas preventivas de otro signo. Estas políticas han de ir dirigidas a establecer medidas de confianza entre Europa y los países del Próximo y Mediano Oriente, por ejemplo: terminar con las intervenciones militares y sustituirlas por acciones diplomáticas exteriores que desactiven los conflictos; terminar con el apoyo a regímenes corruptos y en cambio fomentar la democracia, el respecto de los derechos humanos y practicar la cooperación y el desarrollo con el mundo árabe musulmán.
Compartir la seguridad y practicar el codesarrollo mutuo son las mejores medidas que Europa puede ofrecer a gobiernos y poblaciones hostiles. Atrincherarse con medidas policiales y militares es condenar Europa a la inseguridad permanente.
Nota: Este artículo está basado en el Informe NeoConOpticon de Ben Hayes, Transnational Institute 2009 http://www.centredelas.org/attachments/614_Neoconopticon.pdf