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La excelente y duradera salud del Partido Comunista portugués

Fuentes: Rebelión

  Duante el curso académico 1982-1983, Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) impartió un curso de doctorado sobre «Inducción y dialéctica» en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y un seminario sobre «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» dirigido a un grupo de profesores de la propia universidad. La visita y los […]


 

Duante el curso académico 1982-1983, Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) impartió un curso de doctorado sobre «Inducción y dialéctica» en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y un seminario sobre «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» dirigido a un grupo de profesores de la propia universidad. La visita y los cursos se realizaron gracias a la iniciativa de María Ángeles Lizón, una profesora de teoría social y metodología de la ciencia de la UNAM que posteriormente sería esposa del autor de «Panfletos y Materiales».

Uno de los asistentes al segundo seminario, el entonces estudiante Ignacio Perrotini (actual decano de la Facultad de Económicas de la UNAM), con el que Sacristán mantuvo una profunda relación, le solicitó que impartiera una conferencia sobre la relación entre el marxismo y la clase obrera en Europa occidental. La reunión se celebró una mañana del invierno de 1982-1983, en algún lugar del sur de la ciudad de México, y estuvo dirigida fundamentalmente a militantes y activistas de la izquierda revolucionaria mexicana (entonces clandestina si no ando errado), que conocían a Sacristán por su faceta de traductor de las obras de Antonio Gramsci y György Lukács.

Una copia de la primera cinta grabada le fue facilitada a Xavier Juncosa, director de un amplísimo proyecto cinematográfico de ocho documentales sobre la vida y la obra de Sacristán [1], por el profesor Perrotini. La grabación queda interrumpida cuando Sacristán está explicando la singularidad del PC de Portugal. Sus palabras finales y el coloquio que siguió a la conferencia [2] se grabaron en una segunda cita que no ha podido ser recuperada.

Ignacio Perrotini tuvo la amabilidad de indicarme el contexto político en el que se produjo la intervención de Sacristán. Resumo brevemente: el gobierno mexicano había logrado derrotar a la izquierda transformadora y al movimiento obrero a través de varios instrumentos: legalización y adocenamiento de los partidos tradicionales; guerra sucia contra las guerrillas urbana y rural, y represión indiscriminada contra los sindicatos independientes que habían tenido la osadía de apartarse del sindicalismo corporativista controlado por el gobierno. En el debate en el seno de la izquierda revolucionaria mexicana (IRM) se sostenía que en aquellos años de fuerte crisis económica y política [3] ni la vía electoral controlada ni la guerrilla podían facilitar un cambio sustantivo. No se negaba la validez de la democracia como procedimiento ni la conquista de libertades civiles y políticas sino la posibilidad de un triunfo real sin antes eliminar o debilitar fuertemente los métodos autoritarios del PRI y de la gran burguesía mexicana (y sus aliados del Norte).

De ahí la necesidad, o cuanto menos la conveniencia, de saber que ocurría con los sindicatos obreros y con los partidos de izquierda en Europa occidental en aquellos años, y en particular, en España que estaba entonces desarrollando su peculiar transición política (el PSOE había ganado las elecciones legislativas con mayoría absoluta hacía apenas medio año y el tema de la permanencia en a OTAN era central). A eso se añadía el interés, dentro del IRM, por temáticas pacifistas y de ecologismo político, sin olvidar la fuerte e intensa discusión sobre la crisis del marxismo en aquellos años y el eco que en México tuvieron las tesis sobre el futuro del socialismo de Negri, Gorz y Bahro. Manuel Sacristán, como filósofo, como pensador singular y activista político, como marxista-comunista, como militante político de larga experiencia, era persona adecuada para esa reflexión.

Retomo ahora brevemente los pasos en los que Sacristán hizo referencia a la historia y situación del PC portugués.

Lo que pretendo hacer, señaló Sacristán al inicio de su intervención, es un repaso rápido de la situación del movimiento obrero en Europa Occidental. «Repasaré primero la situación de los sindicatos y luego la de los partidos obreros». Cerraría con «algunas consideraciones que a mí me parecen que se desprenden de los hechos».

Tras comentar el papel e historia de los sindicatos obreros, el nudo central de las palabras que llegaron a ser grabadas, pasó Sacristán a analizar los partidos comunistas. «En cuanto a los partidos comunistas tradicionales, podríamos clasificarlos en tres grupos. Un grupo de ellos mantiene su fuerza electoral y de militancia, organizativa, pero se va degradando políticamente en el sentido de que va adoptando posiciones cada vez más a la derecha y simplemente reformistas». Ahí se podía incluir al PCF y al PCI. que, en aquel entonces (1983), no habían perdido mucha fuerza. «Han perdido un poco de fuerza electoral y de militancia, pero se mantienen». En cambio, cada vez estaban en posiciones más derechistas: «en política interna, en política económica, como se prueba con la presencia del PCF en el gobierno francés [junto al PS] haciendo toda la política de austeridad, y haciéndola, además, sin aclarar a la clase obrera lo que está pasando».

En el ámbito de la política internacional la situación no era mejor. «Por lo que hace a la política internacional tanto el PCF como el PCI están verdaderamente llegando a extremos que nadie -vamos, yo no- habría sospechado nunca». El primero estaba aceptando toda la política militar nuclear del gobierno, «está suscribiendo la fuerza de golpe que dicen ellos, la force de frappe francesa, una fuerza nuclear muy importante, y está suscribiendo además la instalación de los Pershing y de los proyectiles de crucero en Europa». Paradoja de paradojas: estaba aceptando (por realismo político sucio tal vez) la política armamentista más reaccionaria que entonces existía, la simbolizada por Ronald Reagan.

Ese era el primer grupo de partidos comunistas, «los que se mantienen estables, los que no están perdiendo fuerza ni electoral ni orgánica, o están perdiendo poca». Luego estaba el grupo de «partidos comunistas con pérdida clara de proyección electoral y, sobre todo, de fuerza orgánica, de militancia». En ese grupo podía incluirse «el Partido Comunista griego, el español, los dos partidos comunistas alemanes, el maoísta y el otro, KPD y DKP, y los partidos comunistas menores: el sueco, el inglés, el danés, el belga, el holandés, el noruego, el suizo».

Por último, señalaba Sacristán, había que contar con «un único partido comunista europeo que está en ascenso claramente». Era el Partido Comunista portugués. Al final del fascismo, del salazarismo, en las primeras elecciones legislativas, el PCP había obtenido el 8% de los votos y, años después, estaba en el 15%. Era un hecho muy notable porque «el PCP no se caracteriza ni por la enorme calidad proletaria que tenía el PCE (que en un 90% era de militancia obrera industrial; era desde el punto de vista sociológico uno de los partidos más marxistas que cabe imaginar: muy débil en el campo, pero muy fuerte de proletariado industrial)». El PCP no tenía esas condiciones porque entonces el proletariado portugués era debilísimo. «Es un partido que tiene su principal fuerza en el Algarbe, en el sur de Portugal, en una zona completamente campesina, de latifundios, medianos, no muy grandes, pero, en fin, latifundios desde el punto de vista social». Ni tenía tampoco la calidad intelectual del partido comunista italiano, «la calidad teórica y cultural del partido italiano o del francés, y, sin embargo, es el único partido comunista europeo en ascenso».

Muchas veces, admitía el conferenciante, había reflexionado sobre el contraste entre el PC portugués y el inglés. El segundo era un partido con una densidad teórica enorme, «lleno de teóricos y de científicos y de gente muy competente y casi sin ninguna fuerza popular», y, en cambio, señalaba Sacristán un pelín injustamente, «el partido portugués es un partido sin ninguna proyección ni teórica ni casi proletaria y, en cambio, muy presente en el pueblo portugués.

Los partidos comunistas que se defendían, que no estaban decayendo en Europa, tenían cada uno su secreto particular. «Tengo la hipótesis de que el PCI, a pesar de su gran degradación política, aguanta todavía bastante bien porque ha conseguido crear lo que podríamos llamar un subcultura de partido». Viviendo en Italia uno notaba que existía «otra nación italiana que son los comunistas, con una cultura nacional unitaria que engloba desde el barrendero hasta el catedrático de Universidad comunistas». Desde este punto de vista, apuntaba el que fuera compañero de la hispanista Giulia Adinolfi y gran amigo de Rosa Rossi y compañero de estudios de Ettore Casari, una sección del PCI era muy instructiva. «Yo he estado muchas veces en varias de ellas y me ha impresionado mucho que la alta cultura política del obrero comunista italiano hace que una reunión de sección sea una discusión en la que de verdad participan el catedrático, el ingeniero, el metalúrgico, el dependiente de comercio y el barrendero, y realmente participan en una conversación que tiene más o menos el mismo vocabulario». Uno se daba cuenta de que eran «una sociedad dentro de la sociedad, tienen una subcultura propia entre ellos». Ésa era la fuerza del PCI.

En cuanto al PC de Portugal, señalaba finalmente el autor de El orden y el tiempo , estaba el hecho de que era «uno de los pocos o el único partido comunista europeo que no está metido en ningún juego complicado de alianzas burguesas o pequeño-burguesas». Era un partido que podía parecer muy sectario pero, por otra parte, se mantenía «en una línea política muy consecuente, aunque quizá pobre, y muy fácil de comprender y admitir por la militancia.»

Hasta aquí México, 1983.

Una reciente información del global-imperial [4] parece confirmar lo señalado y comentado por Sacristán, unos 30 años más tarde. «El comunismo es presente en Portugal» es el titular. «Los efectos de los recortes sociales impulsan al partido, más sólido que en otros países europeos», «en las últimas municipales logró un 11% de los votos y 34 ayuntamientos», son los subtítulos de la información.

Carlos Humberto de Carvalho, el alcalde de la localidad de Barreiro, unos 80.000 habitantes, señala Antonio Jiménez Barca [AJB], «es un tipo sencillo y claro de 62 años que acaba de ganar las elecciones municipales de su ciudad2. Por tercer mandato consecutivo y por mayoría absoluta. Es comunista desde que cumplió la mayoría de edad, en 1968, «desde los duros, peliagudos y remotos tiempos de la clandestinidad». Es miembro del Comité Central del PCP («pertenece al núcleo duro» señala AJB) y constituye uno de los ejemplos de un fenómeno raro en la política europea: «la supervivencia exitosa de un partido que languidece o agoniza en el resto de países vecinos pero que en Portugal mantiene un alto nivel de pervivencia y aceptación en la sociedad».

Dejemos lo del fenómeno raro y lo de la agonía de los PC en el resto de países vecinos.

En las últimas elecciones municipales, 29 de septiembre de 2013, «con una abstención récord del 47%», la CDU, la alianza entre el PCP y Los Verdes fue, junto con las candidaturas independientes, «la única formación política que ganó en votos». Alcanzó «un porcentaje superior al 10%», es decir, realmente, un 11,1% «y se hizo con la alcaldía en 34 cámaras municipales», seis más que hace cuatro años, un incremento de un 20% (el conservador PSD del primer ministro Pedro Passos Coelho alcanzó la alcaldía en 86 municipios). Los bastiones comunistas, señala AJB, «se encuentran en la región rural del Alentejo y en el cinturón industrial lisboeta, en la margen sur del Tajo: un auténtico manchón rojo que asombra a más de un sociólogo».

Barreiro, la ciudad de Humberto da Carvalho, «se enclava ahí, en la orilla apuesta a Lisboa». AJB describe así la ciudad: «con personalidad, nacida de la industria, de origen obrero, con un puerto rodeado de edificios de bloques de pisos, con muchos jóvenes en las calles, sin el encanto decadentemente poético de la capital, con polideportivos, aparcamientos con grafitis, bonitas puestas de sol, vías de tren que parten por el medio la ciudad, y una tasa de desempleo superior a la media portuguesa, que actualmente roza el 17%».

Humberto da Carvalho explica el por qué del éxito del PCP: «Porque decimos lo que hacemos y hacemos lo que decimos. Aquí no se dice una cosa y se hace otra. A la gente le gusta la coherencia… Nosotros no vivimos en la ciudad ideal. Tuvimos que dejar de recoger la basura los domingos porque hemos tenido menos ingresos. Y tuvimos que reducir las paradas de las líneas de autobuses y el recorrido y la frecuencia de los autobuses». El Ayuntamiento dio voz a los vecinos en asambleas para opinar sobre los nuevos recorridos. «Fue difícil. Una señora me preguntaba por qué quitábamos la parada de su calle si pagaba tantos impuestos como su vecina, que la tenía debajo de casa y se mantenía. Yo no puedo obligar a que todos los vecinos lo entiendan. Pero tengo la obligación de explicárselo a todos».

Qué diferencia su gestión de la del Gobierno? Muchos nudos. Algunos ejemplos: «Pues que nosotros jamás privatizaremos nada. Y jamás echaremos a un funcionario a la calle. Siempre habrá recursos para abrir los comedores escolares en vacaciones para que puedan comer los niños cuyas familias tienen menos recursos».

AJB cita las reflexiones del politólogo António Costa Pinto quien sostiene que las razones de la buena salud del PCP «hay que buscarlas en su arraigada implantación local, en haber sido capaz de capitalizar cierto euroescepticismo, en la incapacidad de los socialistas portugueses, más centrados que los españoles, para arañar apoyos a la izquierda y en su fuerte implantación sindical». Por lo demás, hasta los años 90, «el electorado del PCP era mayor. Ahora hay más jóvenes que lo votan»

Añade finalmente Costa Pinto que el comunismo portugués supo sobrevivir bien a la Guerra Fría, que de la mano de su histórico líder Álvaro Cunhal no se adhirió nunca al eurocomunismo, que «permaneció fiel a sí mismo a través de la tormenta ideológica que se desataba en el planeta. Y ahora, los demás partidos comunistas europeos casi han desparecido mientras el viejo partido comunista portugués todavía sigue vivo».

No está mal, nada mal. Coherencia, decir y hacer, permanecer fieles a sí mismos sin estar cegados ante los cambios, asambleas ciudadanas, democracia real de base,… Un excelente programa para nuestra hora. Un excelente alimento para la buena salud política de una izquierda que no ha renunciado a serlo.

Notas:

[1] Xavier Juncosa, Integral Sacristán, El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2006.

[2] Manuel Sacristán, «La situación del movimiento obrero y de los partidos de izquierda en la Europa Occidental», en Seis conferencias, El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2005.

[3] La crisis de la deuda externa mexicana estalló en agosto de 1982.

[4] http://internacional.elpais.com/internacional/2013/10/06/actualidad/1381079023_244372.html

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

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