En estos tiempos de «refundación» del capitalismo, Olivier Besancenot apuesta por acabar con él. En Francia aparece como uno de los líderes mejor valorados y con tirón electoral. «No soy una estrella de rock, si no salgo con Esther, no hay fotos». Olivier Besancenot, portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y pesadilla de la izquierda […]
En estos tiempos de «refundación» del capitalismo, Olivier Besancenot apuesta por acabar con él. En Francia aparece como uno de los líderes mejor valorados y con tirón electoral.
«No soy una estrella de rock, si no salgo con Esther, no hay fotos». Olivier Besancenot, portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y pesadilla de la izquierda institucional francesa, perdía la paciencia y mostraba cierto enfado este sábado en Madrid, donde unas horas después iba a participar en el mitin de Izquierda Anticapitalista (IA). Unas 500 personas abarrotaban la sala para escuchar a la estrella política y mediática de la que más se habla al otro lado de los Pirineos. Pero, a pesar de que los fotógrafos ansiaban la imagen del escurridizo Besancenot, éste no quería restarle protagonismo a Esther Vivas, cabeza de lista de IA a las próximas elecciones europeas.»
Con sus palabras demostró que dos de las cosas que más se suelen decir sobre él son verdad: es alérgico a las fotos y huye de la etiqueta de líder, aunque no le quedará más remedio que aceptar que lo es. Este fin de semana, este ‘mileurista’ de 35 años, cartero del mismo pueblo del que Sarkozy fue alcalde, ha estado en Madrid y Barcelona, participando en los mítines de presentación de las listas para el Parlamento Europeo de IA, una formación desgajada de Izquierda Unida el pasado octubre y hermanada con el NPA. La expectación entre jóvenes -y no tan jóvenes- izquierdistas ha demostrado también lo que en Francia es cada día más evidente: Besancenot tiene tirón.
Su visita, no obstante, ha pasado bastante desapercibida en comparación con el furor que causó el tándem Sarkozy-Bruni hace tan sólo unas semanas. Pero la popularidad del trostkista no deja de aumentar en su país. El fragmentado Partido Socialista (PS) se tira de los pelos al comprobar que el llamado ‘cartero rojo’ les va a quitar un buen puñado de votos y, mientras, Sarkozy se relame de su éxito y aviva su figura en la afín TF1. Ya hay incluso quien lo culpa de agitar las revueltas violentas que sacuden Francia y otros acusan a los medios de mimarlo. Hace tan sólo un par de meses, un sondeo publicaba que el 43% de los franceses ya piensa en Besancenot como el político que más se preocupa de los problemas de los ciudadanos, frente al 28% de Sarkozy o el 33% de Martine Aubry, secretaria general de los socialistas. La misma encuesta decía que el 38% cree que el presidente de la República es el líder más creíble; el 35%, por contra, otorgaba a Besancenot ese título.
En España, la andadura de IA carece de estos avales. Eso por no hablar de lo lejos que se encuentran del 9% de intención de voto que las encuestas le dan allí de cara a las europeas. Pero los miembros de este partido esperan que el tirón de Besancenot les ayude a conseguir el impulso que necesitan. De momento, IA ha encontrado en el NPA un espejo en el que mirarse. La base de la que parten es la misma: acabar con el capitalismo. Todavía no tienen claro qué debe construirse después de destruirlo, pero saben que su labor consiste, por ahora y en palabras del joven francés, en «dar consistencia al movimiento anticapitalista». La crisis económica y financiera ha conseguido que lo que hace un año hubiera hubiera sonado a ciencia ficción utópica -¡acabar con el capitalismo!- cobre hoy incluso ciertas trazas de verosimilitud. Con su tono apacible aunque firme, Besancenot recordó que el ‘tsunami’ financiero no proviene de la periferia del sistema, sino desde su «podrido» centro y que no se trata de un problema coyuntural, sino estructural.
No desea ser presidente, sino revolucionar las instituciones
Pero las similitudes y las señas distintivas de ambas formaciones no atañen únicamente a los ‘qués’, sino a los ‘cómos’. Besancenot quiere imponer un nuevo estilo en el que los partidos, al contrario de los de la izquierda tradicional, no sacrifiquen sus vínculos con la lucha social por la posibilidad de formar parte de los Gobiernos. Es decir, que no desea ser el presidente de Francia, sino emplear los cauces democráticos para trasladar su lucha a las instituciones. Pero en 2002, con 28 años, se convirtió en el político más joven en optar a ese cargo. En 2007, cuando Sarkozy se hizo con la victoria frente a Segolène Royal, el anticapitalista se volvió a presentar a las elecciones, mejoró su marca y consiguió que su partido fuera el quinto más votado, con un millón y medio de votos.
El 43% de los franceses ya piensa en Besancenot como el político que más se preocupa de los problemas sociales, frente al 28% de Sarkozy
Besancenot trata de hacer de la incorporación de colectivos de lucha social su principal seña distintiva. El anticapitalista explicó cómo durante años en Francia ha habido dos fenómenos paralelos que no se han tocado hasta ahora: la radicalización política y la radicalización social. El mérito del NPA que ahora encabeza es haber podido fundir los movimientos sociales «limpios, puros, vírgenes» con un proyecto político visible que ya cuenta con más de 10.000 militantes. Muestra de esta voluntad fue el desfile de intervenciones de parados, sindicalistas, estudiantes y profesores ‘antibolonia’, trabajadores contra la privatización de la sanidad pública o inmigrantes a los que, durante casi tres horas, el francés escuchó con atención y entre aplausos -aunque sin entender demasiado, ya que no habla español-.
A pesar de que el capitalismo no da muestras de tener intención alguna de desaparecer -«refundarse» como mucho-, Besancenot cree que este movimiento antineoliberal y anticapitalista «tiene futuro», tanto en España como en Francia. El descontento social por la crisis económica y la deriva de una Unión Europea «virtual», que «no es la solución, sino parte del problema», se han convertido en una especie de megáfono para sus ideas. Entre proclamas por la creación de un partido anticapitalista europeo, el ‘cartero rojo’ reivindica la utopía. Porque «si la utopía es pensar que se puede cambiar esta sociedad de mierda, entonces merece la pena ser utópicos». Cuando termina de hablar, la nueva izquierda se despide cantando ‘La Internacional’.