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La foto de portada del global-imperial: Obama-Yatseniuk

Fuentes: Rebelión

Tomo pie en tres autores imprescindibles.  Guillermo Almeyra, una vez más, ha dado en el centro de la diana en «Ucrania: no a las oligarquías» [1]. En el conflicto entre los mercenarios corrompidos que tomaron el gobierno en Kiev, ha señalado, y la autocracia de Putin que, «dirigiendo una corrupta oligarquía, gobierna Rusia y trata […]

Tomo pie en tres autores imprescindibles. 

Guillermo Almeyra, una vez más, ha dado en el centro de la diana en «Ucrania: no a las oligarquías» [1]. En el conflicto entre los mercenarios corrompidos que tomaron el gobierno en Kiev, ha señalado, y la autocracia de Putin que, «dirigiendo una corrupta oligarquía, gobierna Rusia y trata de dominar en todos los Estados surgidos de la ex Unión Soviética», se mezclan, desde luego, temas históricos no resueltos. Pero el fondo del problema, ¿dónde se ubica? Reside «en el intento permanente de Estados Unidos de la OTAN, con la Unión Europea como sirviente, de golpear a Rusia, que hoy es una potencia de segundo orden con una economía frágil, para debilitar de paso a China, la aliada de Moscú».

Los mercenarios de Washington, apoyados por los fascistas del grupo Svoboda, prosigue GA, que han cometido atentados anticomunistas y antisemitas, denuncian la corrupción, sin duda real, del ex presidente Viktor Yanukóvich, «pero están aliados a grupos criminales y ampliamente financiados en una u otra forma por todos los servicios occidentales a los que sirven». Su principal fuerza político-social reside en el repudio a la corrupción del régimen depuesto.

Ingo Niebel por su parte señala que «El fascismo no es ninguna opinión, es un crimen» [2]. Parece que se ha olvidado esta máxima en Alemania porque «en mi Isla de la Felicidad se ha hecho de moda llamar «ultranacionalistas» a los neonazis de Svoboda y cía». Esta «reconversión semántica» se debe, en su opinión, «a que gracias a la intervención del socialdemócrata alemán Frank-Walter Steinmeier, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, sin olvidar la ayuda de sus homólogos, el francés Fabius y el polaco Sikorski, los bisnietos ideológicos de Hitler y de su colaborador ucraniano Stepan Bandera están ahora en los puntos clave del poder político en Kiev». Lo que vemos actualmente en Ucrania, prosigue, «es un peligroso pulso geopolítico entre EEUU, la OTAN y la UE por un lado, y Rusia por el otro. Al haber perdido la guerra por Siria y el puerto militar ruso en ese país, la Santa Trinidad del Imperialismo occidental quiere lograr una victoria estratégica atacando a Moscú desde Ucrania». No se trata de una batalla de ideas, en absoluto, sino «de una guerra en la que todo vale, incluida la colaboración con los fascistas». La cuestión ya no es, señala, lo que es o deja de ser de Putin, «sino quien está con los fascistas y quien no».

Rafael Poch de Feliu en «El Kaganato de Kíev y otras historias» [3] transita por el mismo sendero de aproximación. Hay tres países, comenta, que son vistos como obstáculo para el dominio mundial en Washington: China, Rusia e Irán. «Estados Unidos salta de uno a otro, un día rodeando y agobiando militarmente a China y anunciando que su potencia militar se traslada hacia Oriente; otro rondando a Irán y pasando de la amenaza militar a la negociación y otro desestabilizando Europa por la vía de azuzar al oso ruso» ¿Quién ha instalado en Kiev el actual «Kaganato»? «La política exterior que provocó la muerte de varios centenares de miles en Irak para colocar a un régimen pro iraní en Bagdad, y que ha propiciado con dinero y armas del Golfo (los padrinos de Al Qaeda) la guerra civil en Siria».

El concepto, recuerda Poch, es de Pepe Escobar. «Se basa en el nombre de Robert Kagan un quimérico ideólogo neocón, vinculado a las anteriores chapuzas». Mister Kagan es marido de Victoria Nuland, la vicesecretaria de Estado, la «gran estratega» del cambio de régimen de Kíev. «Asistida por sus peones polacos y con la obtusa aquiescencia alemana, Nuland ha puesto por fin a sus hombres en el gobierno de Kíev, los mismos que mencionaba el 25 de enero en una conversación telefónica grabada de la que trascendió aquel magnífico «¡Fuck the EU!». El deseo de forzar el ingreso de Ucrania en la OTAN y de extender las bases americanas hacia las mismas barbas de Rusia, han acabado con un zarpazo del oso moscovita». 

Resultado según el periodista de La Vanguardia: «un claro peligro de guerra civil en Ucrania, la anexión de Crimea con violación de la integridad territorial ucraniana, y una inusitada tensión con Rusia. El Kaganato de Kíev es, hablando en plata, una gran cagada, dice Escobar. Mientras tanto la prensa occidental continúa ignorando el asunto y presentándolo como una mera maldad del «incendiario» Vladímir Putin».

Las detenciones, prosigue Poch de Feliu, corren a cargo de grupos bastante inquietantes. Tanto la Fiscalía General (Oleg Majnitski, «Svoboda»), como el Consejo de Seguridad Nacional (Andri Parubi controlando los ministerios del Interior, Defensa y servicios secretos) están en manos de ultraderechistas. «Parubi, que ha anunciado una movilización de reservistas que todo el mundo ha ignorado, es señalado desde Moscú como el responsable de la matanza con francotiradores realizada -dicen- desde la sede de la filarmónica y el hotel «Ukraina». Este nuevo hombre fuerte de los ministerios armados del kaganato, fue fundador en los noventa de un partido nazi y quiere integrar a los «grupos de autodefensa» del Maidán en las filas de una nueva «guardia nacional»». Nada menos. Por lo demás, «Svoboda», el partido ultra que tiene más de media docena de puestos importantes en el gobierno, «fue condenado por el Parlamento Europeo en una resolución del 13 de diciembre de 2012 que denunciaba sus, «presupuestos racistas, antisemitas y xenófobos contrarios a los valores fundamentales de la Unión Europea»». ¿Y ahora qué? «Ahora que están en el gobierno, han dejado de ser objeto de preocupación en Bruselas.»

La opinión de Poch no es unilateral desde luego. «Los nacionalismos se forjan en el contraste con lo exterior, en reacción ante peligros y amenazas exteriores. Invadiendo Crimea, Putin ha ofrecido a la nación ucraniana -que es una obra en construcción- una de esas situaciones formativas para la conciencia nacional. Eso afecta sobre todo a las regiones de Ucrania más favorables a Rusia, donde mi impresión es que la anexión de Crimea se observa con desagrado.». La aparente paradoja tiene una explicación: «la ideología con la que Rusia ha entrado en Crimea es el nacionalismo ruso y con eso no se conquista el corazón de los ucranianos, sino más bien al contrario se fortalece su reacción y su conciencia nacional. Y el nacionalismo ruso es la única ideología del actual régimen ruso. No hay otra».

Hay pocas dudas, concluye Poch de Feliu, de que en condiciones normales «una invasión en toda regla de Ucrania por tropas rusas cuya ideología ya no es la que acabó triunfando a principios del siglo XX sobre este mismo terreno (la «druzhba narodov», la amistad entre los pueblos, el internacionalismo y la revolución social), sino un nacionalismo ruso prepotente y dominante, fortalecería una genuina lucha de liberación nacional ucraniana». Mucho depende del nivel de caos que se cree en la región en los próximos meses en opinión del periodista barcelonés.

Ahmed Bensaada -«Ucrania, autopsia de un golpe de Estado»- ha recordado también nudos esenciales de la situación. El movimiento de protesta que vive Ucrania es interesante por varias razones, señala. Demuestra, por una parte, «cómo con apoyo extranjero y sin intervención militar se puede fomentar con éxito un golpe de Estado civil contra un gobierno elegido democráticamente», y desvela la parcialidad y falta de integridad de «los medios de comunicación dominantes occidentales que con argumentos falaces apoyan ciegamente el intervencionismo occidental». Con una visión maniquea de la situación califican «a unos de buenos y a los otros de malos». Lo que es aún más grave: «esboza los hasta entonces vaporosos contornos del renacimiento de la Guerra Fría que se creía enterrada con la caída del Muro de Berlín».

¿Quieren una prueba de este hacer de los medios de intoxicación-comunicación dominantes?

Fotografía de portada de El País, edición del jueves 13 de marzo, una cuarta parte de la página: Obama y «el nuevo primer ministro de Ucrania». Ambos muy sonrientes, felices de haberse conocido, una foto bonita, agradable, entre gente bien vestida, feliz, gente de la que nada hay que temer desde luego.

El pie de foto: «En medio de la crisis de Crimea, el nuevo primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk, visitó ayer Washington en busca de apoyos para evitar la anexión de la península a Rusia. El presidente Obama (en la imagen con Yatseniuk en la Casa Blanca) dio todo su apoyo a Ucrania en el conflicto. Las autoridades de Kiev han reconocido que no intervendrán militarmente en Crimea».

Nada. Ni un solo comentario crítico. Nada qué decir sobre el gobierno recibido por el premio Nobel de la Paz.

Una información conocida relacionada con lo comentado.

Fundada en 1999, Batkivshina es un partido liberal proeuropeo. Miembro observador del PPE que reúne a los principales partidos de la derecha europea (entre ellos el CDU (Unión Cristiano-Demócrata Alemana) de Angela Merkel). La Fundación Konrad Adenauer, un thinktank del CDU, también está afiliada al PPE que, como es sabido, mantienen estrechas relaciones con el International Republican Institute (IRI) (Wilfried Martens, entonces presidente del PPE, apoyó a John McCain durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008. McCain es presidente del Consejo de Administración del IRI). Según uno de los responsables del «Mejlis of the Crimean Tatar People», movimiento asociado al partido «Patria», el IRI está activo en Ucrania desde hace más de diez años.

Arseni Yatseniuk, el primer ministro, personalidad prooccidental de primer plano de la vida política ucraniana, está considerado un «líder estrella de la protesta en Ucrania». Producto de la denominada revolución naranja (ocupó cargos ministeriales bajo la presidencia Yushchenko), creó primero su propio partido -Frente por el Cambio- antes de unirse a las filas de Batkivshina y de acercarse a Timochenko. Fue elegido por los amotinados de la plaza Maidán.

En estas estamos.

Salim Lamrani -«El País y la Revolución Bolivariana en Venezuela»- ha comentado, hablando del global-imperial, que «el diario español ha abandonado el rigor periodístico en favor de una cobertura partidista de la realidad venezolana». Desde el triunfo de la Revolución Bolivariana, con la elección de Chávez en 1998 (hasta 2013) y la victoria de su sucesor Maduro en las últimas elecciones presidenciales de abril de 2013, El País, señala Lamrani con un error evidente en la segunda afirmación, «principal diario español y líder de opinión, ha abandonado la imparcialidad en el tratamiento de la realidad de este país». Peor aún, añade, «el periódico español ha dejado el periodismo equilibrado y matizado en favor de una crítica sistemática y unidireccional del poder democráticamente electo de Caracas.»

No sólo en el caso de Venezuela. El global-imperial es un altavoz sumiso de las opiniones del Imperio y de las grandes corporaciones en todos los asuntos esenciales. También, por supuesto, en los geopolíticos y en los relacionados con la liberación de los pueblos.

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182004

[2] http://www.naiz.info/eu/blogs/isla_felicidad/posts/el-fascismo-no-es-ninguna-opinion-es-un-crimen

[3] http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=646

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.