En este artículo el autor reflexiona sobre los motivos que explican el ascenso, la fuerza, de la extrema derecha en América Latina.
Asusta la fuerza del candidato de extrema derecha en Chile. José Antonio Kast, tras sorprenderse al ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales, se encuentra en cabeza en la recta final por la disputa de la presidencia de Chile.
¿Qué factores hacen a un candidato de extrema derecha, en un país con una tradición de continuidad institucional desde la restauración de la democracia, tener esa fuerza? Desde 1990, cuando terminó la dictadura de Pinochet, ha habido estabilidad política, con gobiernos moderados en la coalición entre el PS y la DC.
Hace dos años se produjeron las mayores movilizaciones populares en mucho tiempo, inicialmente protagonizadas por estudiantes, pero que luego se generalizaron por todo el país. Que lograron la convocatoria de una Asamblea Constituyente, con igual representación entre hombres y mujeres, representación específica de los mapuche, y que eligieron a un líder mapuche como presidente. El país eligió a los delegados constituyentes, con predominio de la representación progresista, lo que hace que las primeras decisiones de la Asamblea Constituyente sean de carácter democrático.
Pero el caso de Chile no es único. El apoyo a Bolsonaro en Brasil es impresionante, dado el desgaste de su gobierno y de su liderazgo, aún se mantiene cerca del 20%, muy por detrás de Lula, pero muy por encima de otros candidatos.
En Argentina, un candidato de extrema derecha ocupó, por primera vez, un espacio en la carrera presidencial y logró elegir parlamentarios al Congreso. En otros países surgen líderes de extrema derecha, aún incipientes en su fuerza, pero nadie niega que tienen potencial de crecimiento.
¿De dónde viene esta fuerza? ¿Cuál es tu plataforma? ¿Qué propuestas tienen más impacto en la opinión pública? ¿Sus propuestas son comunes?
Ciertamente, hay elementos comunes entre ellos. Empezando por la cuestión tan manida de la antipolítica o apolítica. La crítica a la política tradicional, a los partidos y líderes políticos tradicionales, de derecha e izquierda, incide en la población, cansada de la falta de soluciones a sus problemas y de las acusaciones de corrupción contra estos políticos. Las fuerzas de izquierda y sus líderes parecen ser parte de esta política, con acusaciones de corrupción que, con tanta insistencia, siempre dejan huella.
Un segundo tema es el de la violencia, que afecta y concierne a gran parte de la población y ante la cual las fuerzas democráticas no tienen solución ni propuestas efectivas a los ojos de la población. Mientras que las propuestas de la extrema derecha son las de endurecer la acción contra la violencia, fortalecer a la policía y liberar su acción y flexibilizar sus procesos, cuando actúan de manera inadecuada.
Incluso ante los casos cada vez mayores de acciones policiales violentas y el número de muertes, especialmente entre los pobres, negros y jóvenes, la población tiende a no favorecer su castigo y hacer la vista gorda o incluso apoyar las formas de la acción policial, aceptando la sospecha de que estas poblaciones estarían potencialmente involucradas en alguna forma de ilegalidad. En la práctica, se acaba produciendo una delegación de amplios sectores de la población, especialmente de la clase media, a la acción policial.
Las propuestas de las fuerzas democráticas, vinculadas a la defensa de los derechos humanos y otras formas de limitación de la actuación policial, no han repercutido ni en la mayoría de la población ni en la actuación de la policía en formas alternativas de actuación.
Especialmente la población pobre, de la periferia de las grandes ciudades, se siente desamparada ante la violencia cotidiana, la acción de narcotraficantes y milicianos y, aunque ellos mismos son víctimas de la acción policial arbitraria y violenta, terminan tolerando más sus acciones. La derecha parece estar más preocupada por la violencia de la que son víctimas estas poblaciones y que preocupa a amplios sectores de las clases medias.
Un tercer punto de las posiciones de los líderes de extrema derecha es el del antiestatismo, de la lucha contra la presencia del Estado. Tema central del neoliberalismo, concentra ataques al estado de mala gestión de las empresas, gasto excesivo a través de muchos impuestos, exceso de servidores públicos, fuente de corrupción del Estado. Hasta el punto de que, con el tiempo, incluso en los gobiernos progresistas que se opusieron a estas posiciones, la privatización siempre ha gozado de simpatía en la mayoría de las opiniones. Incluso sin ejemplos concretos, se mantiene la idea de que los empresarios privados y el mercado serían más efectivos, más dinámicos, menos costosos para la población.
Cada vez que se anuncia el despido de servidores públicos, la mayoría de la población tiende a recibir la noticia de manera favorable, como si fuera a pagar menos impuestos, como si estuviera despidiendo a empleados inútiles para la sociedad. Nunca menciona cuántas enfermeras y personal de salud pública serán despedidos, cuántos maestros, cuántos trabajadores sociales.
Otro rasgo que caracteriza la extrema derecha es la hostilidad a los derechos de las llamadas minorías: mujeres, negros, indígenas, jóvenes. Expresan en voz alta las posiciones conservadoras de sectores expresivos de las clases medias, incómodas con los crecientes espacios y derechos conquistados por estos sectores, sintiéndose amenazados por este movimiento.
De la misma manera que reaccionan negativamente a las políticas de redistribución del ingreso, que promueven los derechos de los sectores populares, siempre postergados. Se sienten amenazados por el auge de estos sectores, en lugar de estar a favor de la lucha contra la exclusión social, los pobres, el hambre y el abandono.
En su conjunto, se fortalecen en la opinión pública ideas de extrema derecha, que explican la fortaleza de los candidatos y líderes que defienden estas posiciones. Candidatos que pronto pueden ser electos presidente, como es el caso de Chile, pero que tienden a ocupar cada vez más espacios en otros países.
Es un tema que tiene que ser central para la izquierda y todas las fuerzas democráticas, teniendo en cuenta que los programas de estas fuerzas y dirigentes no suelen contemplarlo, con respuestas eficientes para la opinión pública. Y tener en cuenta que las victorias políticas siempre van precedidas de victorias en materia de ideas y que, así, la disputa en la lucha de ideas acaba siendo decisiva para el presente y futuro de las sociedades contemporáneas, especialmente las latinoamericanas, donde es más importante la disputa entre fuerzas conservadoras y democráticas es encarnizada.
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