Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Javier Fdez. Retenaga
En el llamado «duelo» televisivo (ARD/ZDF/RTL/SAT1, 13 de septiembre) 500 periodistas se sentaron codo con codo en una gran sala, observaban a Merkel y Steinmeier en una gran pantalla, luego a sus ordenadores portátiles y murmuraban entre ellos como en un examen no vigilado. Una fotocopiadora de opiniones. 500 periodistas. ¿500 opiniones? ¿Al menos 20 diferentes? ¿Siete al menos?
De una banal discusión han hecho una montaña. Periodistas entrevistando a periodistas que antes habían conversado con las cabezas pensantes de los partidos. Las cámaras de televisión iban a la caza de declaraciones del «pueblo», incluso acosando a las pacientes ingresadas en la maternidad de un hospital (ZDF). Pero los espectadores se mostraban inseguros y miraban de reojo a los comentaristas que antes… Una serie infinita de reflejos que se reflejan una y otra vez, merchandising de la opinión dominante.
Algo está claro desde hace tiempo: tras las elecciones parlamentarias habrá de nuevo una gran coalición de la CDU y el SPD. ¿Por qué? CDU/CSU/SPD/FDP/Verdes son a fin de cuentas un bloque de partidos burgueses, partidos de gobierno tradicionales, procapitalistas. Se excluye todavía al Partido de la Izquierda (casi lo más atractivo de él), el cual, no obstante, aguarda ansioso su «integración». Los partidos del bloque dominante se van alternando tras las elecciones.
Al igual que sucede en los EE UU, en tiempos de crisis y propuestas impopulares se echa mano de la cara más amable y progresista del bloque de partidos burgués. Así es como se llegó al gobierno de coalición SPD-Verdes, en 1998: había que emprender una guerra (contra Yugoslavia), contentar a los ricos (reforma fiscal) y llevar a la pobreza a un amplio sector de la población (Agenda 2010 y Hartz IV). ¿Quién mejor que el SPD y los Verdes habría podido llevar a la guerra, involucrar, dividir y apaciguar a la clientela verde-alternativa y a la dirección de los sindicatos? La CDU y el FPD seguro que no.
Dos años antes del comienzo de la crisis económica (2006), el hombre más rico del mundo, Warren E. Buffett, declaró al New York Times: «Estamos en una lucha de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que hace la guerra, y vamos ganando». Se refería de este modo a la situación normal en el capitalismo antes de la crisis.
La guerra continúa. Y no sólo en Afganistán. En cuanto se celebren las elecciones, habrá despidos en masa. La jornada reducida se ha financiado para que eso no suceda antes de las elecciones. La crisis económica mundial reportará inmensas ventajas y beneficios extra a aquellos sectores del capital que sobrevivan a ella. Les permite engullir a los competidores, hacerse con toda nuestra riqueza como un fácil botín y robar más salario y derechos a una población intimidada (mientras ésta no se defienda). Si llegara al poder un gobierno (no digo al control de Estado, pues éste está en manos del capital) sin influencia sobre la dirección de los sindicatos y los sectores reformistas, podría haber problemas.
Lo más sensato (en interés del Estado y del capital) es que sigan gobernando la CDU y el SPD. Juntos pueden lograr la adhesión de parte de esos sectores reformistas y apaciguarlos de modo que desaparezca la amenaza de revueltas o la posibilidad de una humanización de las relaciones dominantes, aquí o en cualquier otra parte.
Hay millones de nuevos desempleados, un aumento de la pobreza, miles de millones para salvar a la banca, diez mil millones de euros sólo para Opel (¿cuántos puestos de trabajo se obtienen a cambio?). Pueden apostar a que pronto los partidos gobernantes hablarán de grandes y decisivos «esfuerzos nacionales», y tratarán de convencernos de que tenemos que «apretarnos un poco más el cinturón» y de que «todos estamos en el mismo barco» (si bien unos como esclavos en galeras y otros en el puente o en las dependencias de la compañía naviera). Los artistas pueden pintar la galera de colores, los ecologistas llenarla de flores, los blogueros escribir en sus blogs.
Así será en 2010 el país en que vivimos: millones de nuevos desempleados, desprotección social, trabajo de esclavos y robo en los salarios; rapiña en todo el planeta, también por parte del capital alemán; un cambio climático que pone en riesgo la vida; un Estado nuclear; guerras con participación alemana; y, con seguridad, una sociedad vigilada.
Toda el espectáculo en torno al mencionado duelo televisivo y los pequeños conflictos electorales ahí escenificados tienen por objetivo distraer a la gente, confundirla y apartarla de cualquier idea de plantar cara. Lo que hace falta es una sublevación general.
Berlín, marzo de 1848
Berlín, enero de 1919
Fuente: www.jutta-ditfurth.de y blog.prinz.de – Große Koalition und ‘nationale Anstrengung’
Artículo original publicado el 15 de septiembre de 2008
Javier Fdez. Retenaga es miembro de Rebelión yTlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
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