El fiscal de París decidió recurrir la sentencia que absolvió a Dominique de Villepin de toda implicación en el caso conocido como Clearstream. La trama montada para ensuciar a Sarkozy.
«Una historia no tiene ni principio ni fin», decía Graham Greene. Y las grandes historias de amor o de odio lo tienen menos aún. La rivalidad tenaz entre el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el ex primer ministro y ex ministro de Relaciones Exteriores Dominique de Villepin ha cubierto una página más de esa historia de odio que los dos hombres protagonizan desde hace varios años con la opinión pública como testigo. Ayer, el fiscal de París decidió recurrir la sentencia que, el jueves, absolvió a Dominique de Villepin de toda implicación en el caso conocido como Clearstream. Esta trama montada expresamente para ensuciar a Nicolas Sarkozy con la falsificación de listas de cuentas bancarias abiertas en la empresa luxemburguesa Clearstream, y en donde Sarkozy figuraba con su nombre húngaro «Nagy» y «Bocssa», ha envenenado el campo de la derecha francesa. Antes de ser presidente, Sarkozy presentó una querella como parte civil y la mantuvo luego de su elección. Sin embargo, cuando todos esperaban que De Villepin fuese condenado, el Tribunal Correccional de París estimó que no existían elementos para probar que el ex primer ministro incurriera en «denuncia calumniosa» y sólo condenó a tres de los muchos implicados.
La exculpación de De Villepin fue una sorpresa, tanto como el contraataque del fiscal de París, Jean-Claude Marin. En este tejido donde la disputa personal se mezcla con la política, el fiscal consideró que la apelación se justificaba porque «El tribunal no sacó todas las consecuencias de lo que escuchó. Queda todavía una parte de la verdad por emerger. Todavía no está todo dicho en este asunto». Hay que señalar que Jean-Claude Marin no comunicó su decisión al interesado por carta sino a través de una entrevista con la emisora de radio Europe 1. Dominique de Villepin reaccionó luego en otra radio, France Info, donde declaró que los pasos dados por el fiscal obedecían a una decisión política tomada por el presidente. «Un hombre, Nicolas Sarkozy, ha decidido perseverar en el ensañamiento y en el odio», dijo De Villepin. El ex jefe del Ejecutivo no tiene duda alguna de que es Nicolas Sarkozy, por medio del Ministerio de Justicia, de quien depende la Fiscalía de París, quien ordenó el recurso. Jean-Claude Marin aseguró que no había actuado bajo las instrucciones de la presidencia y se justificó diciendo que, de no haber actuado, «habría traicionado el protocolo habitual del ministerio público».
De Villepin, sus partidarios, su abogado y una gran parte de los analistas no dan crédito a ese argumento. Metzner, el defensor de De Villepin, denunció «una decisión política». El ministerio público había pedido 18 meses de cárcel con suspensión de pena y 45.000 euros de multa contra De Villepin. La nueva intervención de la Justicia cambia radicalmente el panorama que se había esbozado el jueves, cuando De Villepin fue exculpado.
Con su certificado de inocencia en la mano y el traje de víctima de Sarkozy, De Villepin se situó inmediatamente en el terreno electoral con vistas a la elección presidencial de 2012. Nicolas Sarkozy no es un candidato declarado, pero nadie duda de que postula a su reelección, tanto más cuanto que no existe hoy en Francia nadie que le llegue a los tobillos. La izquierda socialista es un ramo marchito cuyas propuestas y personajes no embriagan ni a los desesperados. En cambio, la inocencia del ex primer ministro lo situaba inmediatamente como un adversario para Sarkozy. El calendario del recurso deja a De Villepin mal parado porque el nuevo juicio recién intervendría entre finales de 2010 y principios de 2011. De Villepin denuncia ahora a Sarkozy y a su entorno de haberle «tendido una trampa» política con la presentación del recurso contra la sentencia.
Pese a las dificultades que le plantea el calendario político, De Villepin no está dispuesto a abandonar la partida: «Cuando en la cima del Estado el ejemplo está ausente, hace falta que otros hombres y otras mujeres lleven el peso del poder», dijo el viernes. El caso Clearstream parece haber nublado la capacidad de análisis de la presidencia. Las sospechas de manipulación de la justicia son patentes. Por otra parte, De Villepin consiguió que cambiaran los roles y que el acusador, Sarkozy, se convirtiera de golpe en el acusado. Lo más paradójico es la dimensión irracional de este enfrentamiento.
De hecho, incluso si es peligroso, De Villepin no representa una amenaza apremiante para las ambiciones de Sarkozy. De Villepin no tiene partido ni grupo parlamentario, nunca se sometió a la incertidumbre de las urnas y sus redes de influencia no le permiten hoy enfrentar a esa máquina electoral que es el partido de Nicolas Sarkozy, la UMP. Si el esquema actual se mantiene, la derecha sarkozista habrá reactualizado con De Villepin su peor pesadilla del pasado, aquella que tantas derrotas le costó: la división. A falta de poder ganar una elección, Dominique de Villepin es perfectamente capaz de sepultar la unidad de la derecha. Los odios obsesivos son peligrosos: no ponen punto final a las historias y resucitan lo que ya estaba en el olvido o carecía de importancia.
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