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La imposibilidad de un federalismo europeo

Fuentes: Points de Vue

Traducción del francés para Rebelión de Carlos Riba García

Hace unos días, nuestro ministro de Economía, Emmanuel Macron ha hecho importantes declaraciones sobre el euro en el periódico alemán Sü ddeutsche Zeitung.

En ellas el ministro ha detallado sus propuestas, acordadas con su homólogo Sygmar Gabriel, del SPD. La noticia ha sido retomada en extenso por el semanario francés Le Point. Estas declaraciones no dicen nada novedoso. Sin embargo, publicadas después de la crisis vivida por la eurozona en relación con Grecia en el comienzo del verano de 2015, adquieren una particular significación.

Qué dijo Macron

Es necesario estudiar las declaraciones de Emmanuel Macron. Después de haber renovado su llamamiento por nuevas transferencias de soberanía que implican que una parte importante de la política económica francesa sea trasladada a Bruselas mediante la ambigüedad de un «gobierno económico en la eurozona», agrega que ese gobierno podría «vigilar las trasferencias financieras necesarias cuando un país sea afectado por una crisis» pero también «promover las reformas deseables para evitar divergencias entre nuestras economías». En realidad se trata de delegar en un comisario el poder de tomar decisiones, dejando a los gobiernos nacionales solo la capacidad de aplicar esas decisiones.

Las facultades de ese comisario económico de la eurozona serían definidas así: «el gobierno del euro sería conducido por un comisario con amplias competencias», que podría «autorizar los medios de inversión o hablar de la política del mercado laboral».

Aquí hay que destacar tres cosas. La primera es que Macron hace referencia a «transferencias financieras» pero solo cuando un país «se vea afectado por una crisis». Ahora bien, la experiencia de los países (sean unitarios o federales) muestra que esas transferencias deben ser (y lo son) permanentes. La segunda es que entre las «amplias competencias» él se ha referido a los «medios de inversión». Pero no se dice nada sobre la necesidad de reequilibrar el nivel de inversión de los países ni sobre su financiación. Por esta causa, esto implicaría el reconocimiento de la naturaleza permanente (o, en todo caso, a muy largo plazo) de las transferencias financieras. La tercera cuestión importante de destacar es que Macron menciona que conviene «promover las reformas deseables para evitar divergencias entre nuestras economías» y al mismo tiempo, entre las amplias competencias otorgadas al futuro comisario europeo, dice que este estaría facultado para «hablar de la política del mercado laboral». En ningún momento ha mencionado una «Europa social» o una armonización de las legislaciones sociales en Europa. El asunto queda reducido al «mercado laboral».

Convergencia y mito

En realidad, el discurso que tiende a la instauración de una estructura federal en el ámbito de la eurozona tiene muchos años. Por otra parte, no se limita a las declaraciones de los ministros. Esto no es una novedad. La idea de que el euro implica la construcción de un estado federal ya ha sido anticipada por Aglietta. Sin embargo, el euro está llamado a ser una moneda incompleta, no por la falta de imaginación de los políticos sino por sus propios designios, o al menos de algunos de ellos. El euro es una moneda al servicio de un proyecto político: la realización de un gran retroceso social respecto de los acontecimientos sociales y económicos de referencia desde 1945 hasta los años ochenta. Este retroceso es necesario para la consolidación del poder del «1 por ciento más rico» en menoscabo de la gran mayoría de la población europea. Es por eso que Emmanuel Macron -un hombre inteligente y lúcido- no habla de transferencias transitorias y reduce la cuestión social a apenas el «mercado laboral». Ya que, como se dice en Hamlet: «hay un método en esta locura».

Las condiciones del federalismo

La existencia de instituciones federales requiere dos cosas. Ante todo, que haya un pueblo, no en el sentido étnico, religioso o incluso lingüístico (piénsese en la Confederación Helvética) sino en el sentido de comunidad política. Dicho de otra manera, que los aspectos de la cultura política sean compartidos y que las instituciones y las reglas implícitas sean comunes. Ahora bien, la historia de las naciones europeas ha sido -quizás incluso ante todo- la historia del proceso de especificación de culturas políticas distintas.

Pero hay algo que molesta considerablemente a quienes querrían construir un «federalismo» europeo; es su costo económico. Si se pretende construir un federalismo que funcione de verdad será necesario destinar importantes medios económicos, al menos para equilibrar las ventajas conseguidas por la competitividad. Si nos limitamos a los cuatro países del «sur», es decir, España, Grecia, Italia y Portugal, el total llega a los 257.710 millones de euros por año. Este monto no es el total de las transferencias (otros países tienen sus necesidades) ni incluye la contribución comunitaria (que es un costo neto para países como Alemania y Francia). Si se agregan las sumas necesarias para permitir que esos países se recuperen de la austeridad que se les ha impuesto, nos acercamos a los 300.000 o 320.000 millones de euros por año. Aquí, por supesto, se trata de transferencias netas a solo cuatro países. Alrededor del 90 por ciento de esas sumas debería ser financiado por Alemania, léase, entre 270.000 y 288.000 millones de euros. Es claro que esto supera ampliamente lo tolerable por ese país.

La estrategia alemana

Incluso si se tiene en cuenta la posibilidad de una financiación parcial por parte del Banco Central Europeo (BCE), no deja de ser menos cierto que estamos en unos niveles imposibles de financiar por Alemania, tenga o no este país la voluntad de hacerlo. Entonces, se puede comprender la estrategia de Angela Merkel, que trata de obtener el derecho de controlar el presupuesto de otros países mediante una propuesta de «federalismo» que le daría el control político del gasto público de esos países pero se opone a considerar una «unión de transferencias» que sin embargo sería la forma lógica que tendría una estructura federal para la eurozona. Sin duda es por eso que Alemania acaba de rechazar cualquier medida que permitiría el funcionamiento de la unión bancaria.

Nota: las opiniones vertidas en este artículo solo comprometen la responsabilidad del autor.

Jacques Sapir dirige el grupo de investigación Irses en la FMSH y organiza, junto con el Instituto de Previsión de la Economía Nacional (IPEN-ASR), el seminario franco-ruso que estudia los problemas financieros y monetarios del desarrollo de Rusia. Sus artículos pueden leerse en el blog RussEurope.

Fuente: http://fr.sputniknews.com/points_de_vue/20150914/1018154002.html#ixzz3ltDI0jo7