El Reino Unido en 2014 se balancea sobre una cuerda floja; ¿quién es el acróbata?, la independencia de Escocia, la que decidirá si cambia para siempre la historia nacional británica. Los escoceses tienen el 18 de septiembre una cita en las urnas para elegir entre seguir siendo británicos o convertirse en un país independiente, más […]
El Reino Unido en 2014 se balancea sobre una cuerda floja; ¿quién es el acróbata?, la independencia de Escocia, la que decidirá si cambia para siempre la historia nacional británica. Los escoceses tienen el 18 de septiembre una cita en las urnas para elegir entre seguir siendo británicos o convertirse en un país independiente, más de 300 años después de haber firmado la unión con Gales e Inglaterra para hacer de Londres una potencia de influencia mundial, a la cual más tarde se unió Irlanda.
Resulta que en este 2014, una simple votación podría provocar lo que no sucedió ni siquiera en los convulsos años de las guerras mundiales, época en que las fronteras territoriales en Europa se dibujaron y desdibujaron una y otra vez.
Incluso cuando la República de Irlanda se independizó a inicios del siglo XX, Reino Unido logró conservar la parte norte de esa isla, la cual optó por seguir siendo uno de los cuatro países constituyentes de la nación británica.
Pero ahora una de esas regiones podría abandonar a Londres, posibilidad que con el paso de los meses se vislumbra cada vez menos improbable.
Tema esporádico en 2013, desde las primeras semanas de este año se ha vuelto titular casi diario en la prensa nacional, protagonizado por figuras de altísimo nivel como el mismo primer ministro británico, David Cameron, y su homólogo escocés, Alex Salmond.
Hace varios meses, la balanza se inclinaba sobradamente hacia el lado de los contrarios a la independencia, con decenas de puntos porcentuales por encima de los favorables.
La diferencia ha ido disminuyendo y uno de los más recientes sondeos trajo sorpresas: la cantidad de opositores cayó hasta un 44 por ciento y los defensores subieron hasta un 37.
Mientras, el volumen de los indecisos continúa siendo notable, un 19 por ciento, los cuales son considerados el grupo clave que definirá cuál frente saldrá vencedor.
Otro detalle interesante, revelado por sondeos recientes, es que el 80 por ciento de quienes todavía no eligen una opción justifica su postura alegando falta de información. En este sentido, califican de necesario un debate entre Cameron, favorable a permanecer unidos, y Salmond, defensor de la independencia.
Sin embargo, aunque el primer ministro escocés ya instó en varias ocasiones al jefe del Gobierno en Londres a sostener un diálogo, este último rechazó reiteradamente enfrentarse en un cara a cara público.
Temas en la palestra de un fuego cruzado
El independentista Gobierno escocés presentó ya su plan para después de conseguida la separación, el llamado Libro Blanco, que en primera instancia señala el día 24 marzo de 2016 como fecha para declarar la eventual emancipación.
Confeccionado para dar respuesta a 650 preguntas y dudas expresadas por habitantes de la región, el Libro asegura que tras la independencia crecerá el nivel de vida, con mejoras en los indicadores sociales y económicos.
Entre las promesas, además de la afirmación de que el destino de Escocia quedará en manos de sus ciudadanos, sobresale que no se elevarán los impuestos básicos a las personas y se mantendrá un efectivo sistema de pensiones.
El documento afirma además que el país continuará utilizando la libra esterlina como moneda, y desde el punto de vista regional indica la intención de seguir como miembro de la Unión Europea (UE).
En el contra-ataque del lado opuesto, las principales figuras del Gobierno en Londres afirman que una Escocia independiente estaría obligada a incrementar impuestos, pues enfrentaría una situación financiera compleja.
Adicionalmente, el ministro de Hacienda George Osborne aseguró que su país nunca compartiría la libra esterlina con una Escocia separada, lo cual sería «cosa de ciencia ficción».
«La libra no es un bien que se pueda dividir entre dos países tras una ruptura como si fuera una colección de CD», afirmó.
Por otro lado, en un hecho pocas veces registrado durante el actual mandato de los conservadores, la oposición laborista se situó en el bando oficial para pronunciarse también en contra de compartir la moneda.
«Existe un problema fundamental para Alex Salmond. Quiere romper con el Reino Unido y mantener la libra, aunque suponga una relación más estrecha con el Reino Unido. No se puede tener todo», indicó un portavoz de los laboristas.
Desde Escocia, estos pronunciamientos son considerados presiones y acosos como parte de la campaña contra la independencia.
Tras acusar al Gobierno de Cameron de utilizar amenazas, la viceprimer ministra escocesa Nicola Sturgeon advirtió que negar la moneda causaría graves pérdidas a empresas inglesas, además de que Londres se vería obligado a asumir solo la deuda británica.
Otro asunto polémico se ha referido a las relaciones internacionales, pues Reino Unido manifestó que la independencia significaría para Edimburgo perder la red diplomática y comercial de amplio alcance que tiene como parte de una potencia mundial.
En este sentido, por ejemplo, tendría que empezar de cero sus relaciones con otros países y con organismos internacionales como la UE y las Naciones Unidas, al tiempo que perdería capacidad de influir en grupos como el G8 o la Organización del Tratado de Atlántico Norte.
*Luisa María González es periodista de la redacción Europa de Prensa Latina.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2418271&Itemid=1