El 1º de enero juró en su cargo como presidente número 38 en la historia de Brasil, Jair Bolsonaro. A raíz de su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones efectuadas en el mes de noviembre pasado frente al candidato de la izquierda por el Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), señalamos de […]
El 1º de enero juró en su cargo como presidente número 38 en la historia de Brasil, Jair Bolsonaro. A raíz de su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones efectuadas en el mes de noviembre pasado frente al candidato de la izquierda por el Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), señalamos de este personaje siniestro lo siguiente:
«…se trata de un ex capitán de las fuerzas armadas de Brasil en una División de Paracaidistas, que durante su campaña electoral, en varias instancias asumió comportarse al estilo de su homólogo político e ideológico, Donald Trump. Ambos, Bolsonaro y Trump, exhiben un discurso racista, xenófobo, machista, de claro desprecio hacia la comunidad LGBTT, y claro está, de total y clara entrega a los intereses del capital financiero, guerrerista y neoliberal en sus respectivos países. Destaca en el caso de Bolsonaro que, entre sus referentes a emular desde la presidencia, se encuentra la figura de Alberto Fujimori y entre los métodos de gobierno, precisamente los encabezados por la Dictadura Militar en Brasil entre 1965 y 1985. Otro ejemplo a seguir por Bolsonaro es la experiencia de la Dictadura impuesta a partir del Golpe de Estado por Augusto Pinochet en Chile el 11 de septiembre de 1973, de quien Bolsonaro señala, debió eliminar más gente.
En sus primeras declaraciones tras la certificación del triunfo electoral, Bolsonaro dejó claro sus planes inmediatos al señalar que era hora de que su país dejara de «seguir flirteando con el comunismo, socialismo, populismo y con el extremismo de izquierda». Si bien de manera demagógica indicó que su gobierno será uno dirigido a defender «la Constitución, la democracia y la libertad», no podemos olvidar como indicamos, que antes se expresó a los efectos de hacer en Brasil lo que Fujimori había hecho antes en Perú disolviendo el parlamento. Por eso hay que desentrañar el alcance de sus palabras cuando habló de que bajo su gobierno el país sería pacificado. Ese mismo discurso de pacificación es el que se ha acompañado históricamente de la expresión de «ley y orden» bajo las dictaduras militares.
Sus expresiones de carácter chauvinista, llamando al pueblo a que bajo su gobierno Brasil recuperaría el «respeto internacional», como si en algún momento Brasil lo hubiera perdido; y la referencia en materia de relaciones exteriores, a los efectos de que estarían liberadas de una «tendencia ideológica», como si su propuesta de gobierno no fuera también ideológica, apunta a un alineamiento en materia de política exterior con los planes de Estados Unidos hacia América Latina y un alejamiento de los procesos de integración latinoamericana y caribeña de los cuales ha venido participando hasta muy recientemente Brasil desde comienzos del presente siglo.»
Las primeras acciones llevadas a cabo tras su jura como presidente confirman nuestra percepción. En efecto, en su primera reunión con 22 ministros de su gobierno indicó que se propone hacer una revisión de toda la estructura de administración pública a los fines de destituir de sus puestos a aquellos funcionarios que defiendan ideas comunistas. Entre las medidas económicas inmediatas adoptadas por su gobierno se encuentra la reducción del salario mínimo a los trabajadores brasileños, así como el anuncio de que su gobierno, de inmediato, se propone adoptar un plan de privatizaciones por la suma de $1,842 millones donde entre los objetivos de su propuesta privatizadora como víctimas iniciales se encuentran los aeropuertos, los puertos y los ferrocarriles.
Se indica que el propósito de Bolsonaro será poner a la venta los inmuebles con que cuenta el país, para lo cual ha solicitado se haga un inventario de cerca de 700 mil inmuebles. Se ha impartido instrucciones al nuevo Ministro de Economía, Paulo Guedes, que elabore un Plan dirigido a revisar las pensiones de los jubilados y su impacto en el gasto público. También ha requerido otro Plan dirigido a ofrecerle concesiones al sector privado. Se trata de retomar la agenda de pasados gobiernos neoliberales que existieron en Brasil con anterioridad al triunfo de Lula y del PT.
Otra de las medidas que se propone adoptar por parte del nuevo gobierno brasileño va dirigida a los recursos naturales del país. En su discurso de toma de posesión Bolsonaro hizo referencia a los recursos minerales abundantes» y a las «tierras fértiles bendecidas por Dios», ello en referencia a la región del Amazonas. Para ello mandató a la actual ministra de Agricultura, Tereza Cristina da Costa, ex diputada y dirigente de la bancada ruralista, a la cual se le conoce como la Musa del Veneno» por su apoyo a pesticidas en la agricultura, la demarcación de las tierras indígenas. En particular, en el escrito de Luna Gámez publicado por El Confidencial el pasado 3 de enero bajo el sugestivo título «El Plan Bolsonaro para ‘comprar’ a los indios del Amazonas», la autora señala que en la región conocida como Raposa Serra, rica en uranio y niobio, Bolsonaro expresó que se podría «explotar de forma racional dándole ‘royalties’ a los indios e integrándolos en la sociedad».
De acuerdo con la autora del artículo, la persona bajo cuya responsabilidad quedaría la supervisión del proceso, sería Ricardo Aquino Salles, nombrado Ministro del Medio Ambiente, y persona «que defiende intereses del agronegocio,» y actualmente «se enfrenta a una acusación de fraude medioambiental para beneficiar a empresas durante su gestión como Secretario de Medio Ambiente de Sao Paulo».
Según relata Valerioa Saccone, otra corresponsal desde Río de Janeiro, bajo el título Ganó Bolsonaro, pierde la Amazonia: todo lo que esta victoria implica para el planeta, el 60% de la región del Amazonas se encuentra en Brasil, donde ya cerca de 36 millones de hectáreas han sido taladas en las pasadas tres décadas, perdiendo la región una superficie equivalente al tamaño de Alemania. Indica que sólo el sector agropecuario duplicó en dicho período su tamaño. Indica la corresponsal que tan sólo entre agosto y octubre del pasado año, al calor de la campaña electoral, se produjo un aumento con relación al año 2017 de un 50% en la desforestación de la Amazonia. Durante los primeros tres años bajo el gobierno de Lula, se había logrado una disminución de un 75% gracias a un Decreto Presidencial en 2007 para el control de la desforestación. Pasados tres años, sin embargo, la desforestación nuevamente tomó su rumbo en la Amazonia.
Indica la corresponsal que con la llegada al gobierno de Dilma Rousseff en 2011 el desarrollismo de su gobierno, a pesar de no ser esta una política del PT, puso nuevamente en peligro la Amazonia, perdiendo 41 millones de hectáreas una vez se aprobara el nuevo Código Forestal de 2012. Señala que se decretó una amnistía para toda la tala ilegal anterior a 2008.
De acuerdo con la BBC News Mundo del pasado 2 de enero, los elementos esenciales del discurso de aceptación de la presidencia de Bolsonaro, giraron en torno a los siguientes temas: familia, religión y combate al socialismo. Cita a Bolsonaro diciendo lo siguiente: «Vamos a unir al pueblo, valorizar la familia, respetar las religiones y nuestra tradición judeo-cristiana, combatir la ideología del género, conservando nuestros valores.» Sobre los elementos ideológicos, señaló lo siguiente: «No podemos dejar que ideologías nefastas destruyan valores y familias…Tenemos el desafío de enfrentar los efectos de la crisis económica, del desempleo récord, de la ideologización de nuestros niños, de la desvirtualización de los derechos humanos, de la deconstrucción de la familia.» Se señala que una de las menciones constantes en el discurso fueron el «combate al sesgo ideológico» y a las «ideologías nefastas», ello claramente en referencia a expresiones como la que indica: «Este es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo.»
En su discurso Bolsonaro apeló a las preocupaciones de la ciudadanía con el tema de la seguridad pública, reivindicando un tema de su campaña que fue el acceso de las personas a la posesión de armas de fuego. Así las cosas, señaló: «Es urgente acabar con la ideología que defiende a bandidos y criminaliza policías, que llevó a Brasil a vivir un aumento en los índices de violencia y al poder del crimen organizado, que acaba con vidas de inocentes, destruye familias y conlleva inseguridad.»
Como parte de su agenda sin precisar a qué se refería, señaló que guiará a Brasil por una política internacional donde el país retome su papel en la defensa de su soberanía. Sin embargo, no hay que recurrir al Oráculo de Delfos para entender que parte de esa agenda internacional no está desvinculada de los planes de agresión elucubrados y elaborados en Washington contra la Revolución Bolivariana y el gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros en nuestra hermana República Bolivariana de Venezuela.
La página electrónica forbes.com.mx, en su edición del 2 de enero indica que «los jefes de la diplomacia de Estados Unidos y Brasil afirmaron el interés de «trabajar juntos» para producir cambios en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Así lo expresó Mike Pompeo, Secretario de Estado de Estados Unidos luego de reunión con su homólogo brasileño Ernesto Araújo. Entre los datos informados, se indica que el nuevo Canciller brasileño manifestó seguir los pasos de Donald Trump en lo relacionado con mover su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y «la reducción de la lucha contra el cambio climático».
Los próximos años en Brasil no serán fáciles para su pueblo. Al presente estamos ante un país profundamente dividido. De ello da fe el resultado de las elecciones en segunda vuelta donde, con una participación en los comicios de 105,023,248 electores, lo que representa el 90.43% de las personas con capacidad para votar en Brasil, Bolsonaro obtuvo el favor de 57, 797, 456 votos, equivalentes al 55.13% de los electores. En estas elecciones el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, capturó el voto de 47,040,819 millones de electores, lo que representa el 44.87% de los electores que votaron en las urnas.
En el proceso hubo 2,493,830 millones de votos en blanco, mientras que se contabilizaron 8,616,592 votos nulos. Si se suman estas últimas dos partidas, prácticamente estamos hablando de 10.7 millones de votos, poco más de la diferencia en votos entre Bolsonaro y Haddad.
Esta segunda vuelta demostró la existencia del desgaste en votos del Partido de los Trabajadores que, en las elecciones de 2006, con Inacio Lula Da Silva en la papeleta como candidato a la presidencia, en primera vuelta alcanzó el 48.61% de los votos, y en segunda vuelta el 60.82%. También es un referente a considerar que, aunque con un por ciento menor en votos, ocurrió el triunfo de Dilma Rousseff en las elecciones de 2010. La segunda vuelta, además, demostró que las ideas sobre las cuales se sostuvo la Dictadura Militar en Brasil durante veinte años, estaba aún presente en los sectores más reaccionarios del capital financiero de este país.
No es fácil comprender este triunfo de Bolsonaro en un país que ya vivió las consecuencias de una Dictadura Militar que rigió los destinos de Brasil entre los años 1965 y 1985 y que abolió muchas de las libertades civiles que hoy disfruta Brasil y que fueran respetadas por los gobiernos del PT tanto bajo Lula como bajo Dilma Rousseff. Tampoco es fácilmente comprensible que haya ganado las elecciones un candidato que dirigirá sus esfuerzos contra las clases trabajadoras y más frágiles en Brasil como parte de una agenda neoliberal en beneficio de los grandes intereses del capital financiero interno y externo; ante gobiernos como los que encabezó el PT, donde esos mismos sectores vulnerables de la sociedad fueron socialmente beneficiados. Por ejemplo, durante el mandato de Lula, se dio una reducción significativa en la pobreza extrema, estimándose que fueron beneficiados cerca de 30 millones de seres humanos. Durante los gobiernos del PT, 52 millones de ciudadanos se beneficiaron del programa «Bolsa Familia» lo que equivale al 27% de la población, en virtud del cual recibieron asistencia social por parte del Estado.
También durante los gobiernos del PT millones de brasileños tuvieron en forma gratuita, algunos por primera vez en sus vidas, acceso a la educación, a la vivienda y a la salud. En este último renglón se encuentra la colaboración de miles y miles de médicos y otro personal de la salud enviados por el gobierno y el pueblo de Cuba a atender gratuitamente ciudadanos del Brasil en las más remotas localidades del país
Nos hemos expresado anteriormente a los efectos de que lo ocurrido en Brasil obliga a una profunda introspección dentro de la diversidad de los sectores de izquierda en este país. Esta reflexión debería también extenderse a nosotros, los que desde la distancia geográfica, también nos preocupa el desarrollo de los reciente acontecimientos en este hermano país. Dentro de esta realidad, hay que preguntarse el por qué, en un país donde el voto es obligatorio, en unas elecciones tan cruciales, sobre todo de cara a la segunda vuelta, poco más de 30 millones de personas se abstuvieron de ejercer el derecho al voto. Hay que preguntarse las razones por las cuales millones de electores que en el pasado votaron por el PT en las elecciones de primera o segunda vuelta, en esta ocasión se movieron desde un apoyo a esa izquierda, al apoyo de un candidato de derecha. Hay que analizar, además, cuánto daño ocasionaron las imputaciones sobre corrupción a múltiples candidatos electos del PT durante el desarrollo de sus mandatos, incluyendo las imputaciones hechas tanto a la presidenta Dilma Rousseff como al propio presidente Lula y las responsabilidades, si alguna, de tales dirigentes en la manera de atender tales señalamientos.
Ya es un hecho la jura de Bolsonaro como presidente de Brasil. Por eso, sin embargo, la lucha del pueblo brasileño no habrá de detenerse. Sí es importante tomar conciencia, tanto en Brasil como en nuestros respectivos pueblos, que el fascismo avanza sigilosamente, no sólo en América Latina procurando la reversión de procesos que enfrentan las políticas neoliberales, sino también aquellos donde se enfrentan políticas injerencistas imperiales. Si la derecha, el capital financiero y los sectores oligárquicos son capaces de unirse para enfrentarnos y pretender derrotarnos; sólo alcanzando la unidad en lucha y la unidad de propósitos, la izquierda podrá acometer, con éxito, su propuesta revolucionaria.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.