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Perú

La letra con sangre entra

Fuentes: Rebelión

Cuando un gobernante acumula excesivo Poder y lo usa con fines protervos, recusables o personales, se dice que estamos ante un Dictador.

La historia de nuestro país nos ha brindado numerosos casos de ese tipo de gentes, desde Leguía hasta Fujimori, pasando ciertamente por Sánchez Cerro, Benavides, Odría y algunos más.  Pero el escenario continental ha sido aún más notorio: Batista,  Trujillo, Somoza,  Pérez Jiménez, Rojas Pinilla  y hasta Javier Milei, en  nuestros días.  

Todos ellos tuvieron un rasgo distintivo al margen de su origen como mandatarios. Ejercieron la tarea de manera impositiva, caprichosa, arbitraria y abusaron de su función gubernativa para imponer su voluntad a las grandes mayorías. Adicionalmente, registraron la tendencia a ensañarse particularmente con sus enemigos personales.

Todos ellos, tuvieron otro elemento común:  fueron varones, y actuaron de manera “machista” como un modo de confirmar su arrojo y su capacidad de decisión. En otras palabras, no conocimos en el pasado el caso de mujeres que tuvieran ese perfil.

Aunque Keiko Fujimori diseña esa imagen con alucinante nitidez, Dina Boluarte, lo encarna y lo luce en su condición de Mandataria.  Es dictadora neta. Con ella, ocurre por primera vez.    

Las personas de este signo están marcados con rasgos sicopáticos: no distinguen el bien y el mal, no les importa la opinión del entorno, no muestran la menor empatía, carecen por completo de escrúpulos, pero también de valores, y muestran absoluta indiferencia ante el daño que causan.  Sienten una avidez desmedida por el dinero, y son propensas a ceder ante las tentaciones del lujo y la ostentación. Actúan por capricho, que algunos confunden con tenacidad La riqueza, los obnubila. Pero, además, guardan rencores. Incuban odios profundos con respecto a quienes “obstruyen” sus designios o “les hacen sombra”

Adicionalmente, no les importa lo que ocurra a partir de sus acciones y no se sienten en el deber de justificar su conducta. En el fondo, son indiferentes al juicio que les genere su conducta. Suelen usar el ataque como su “mejor defensa” y prestos pasan a la ofensiva para evitar cuestionamientos ajenos.

Para los peruanos, el caso de la Boluarte es singular porque es la primera mujer que ejerce tan alta función. Y ella no la admite como producto de una casualidad de la historia, sino como un reconocimiento expreso a sus supuestas calidades personales. Como si ella misma hubiese sido elegida para cumplir una determinada misión que le depara el destino.

En América Latina, y también en otros continentes, hemos tenidos mujeres que han cumplido funciones similares, pero lo han hecho de otro modo. Michelle Bachelet, en Chile, Cristina Kirchner en Argentina, o Dilma Rousseff en Brasil; han desempeñado sus funciones con sencillez y altura, como actualmente lo vienen haciendo la Presidenta de México Claudia Sheinbaum o la mandataria de Honduras, Xiomara Castro.

Todas hicieron honor   a su condición de mujeres, tal como antes ocurriera con Angela Merkel, la Canciller alemana que tuvo durante 16 años las riendas del Poder en sus manos.

En contrario, en nuestra región se han presentado dos casos que merecen atención. Jeaninne Añez, en Bolivia, constituye el antecedente más inmediato de Dina Boluarte. Ambas fueron el corolario de un confuso Golpe Blando concretado para derribar a gobiernos considerados populares o incluso de Izquierda: Evo Morales y Pedro Castillo.

La Añez ya está tras las rejas, y sin duda la Boluarte seguirá ese mismo camino, pero las dos encarnan el mismo perfil de dictadoras surgido a la luz del modelo Neoliberal que nos oprime.

Que no le importa nada, la confirma la precaria inquilina de Palacio cuando recuerda sin resuello la herencia de la vieja escuela: la letra, con sangre entra.

Es por esa idea que se atrevió a explicar por qué se atenuó la violencia en las movilizaciones de masas ejecutadas recientemente por la población. Los peruanos -dijo. “han aprendido la lección”. Si hacen disturbios, los matamos, pareció añadir.  Y es que, en efecto, y como antes, la letra con sangre entra. Lo´ prueban más de 60  muertos

Esa “enseñanza”, para que nadie la olvide, fue actualizada y recobró vigencia con el asesinato de Alexander Checa Montalvo, caído en Chala con  un balazo en pleno rostro cuando protestaba al lado de los mineros.  

Es claro que ahora las “autoridades” dirán dos cosas: que fue él quien provocó su muerte, y que quien disparo lo hizo “en defensa de su propia vida”. Después de todo, la ley lo ampara. Ella dice que la policía tiene derecho a hacer uso de armas letales cuando considere que está en riesgo su seguridad.

Por lo pronto, lo adelanto ya el ministro del Interior, quien aseguró que el abatido estaba “entre los manifestantes”, y que obraba agresivamente “contra las fuerzas del orden”. Bien muerto está, entonces,.

Por si eso fuera poco, acaba de “renovarse” esta idea cuando se atacó a balazos en Iquitos a los trabajadores que enarbolaban banderas de la CGTP. 19 heridos dejaron estas manifestaciones de repudio efectuada por la población amazónica que se expresó abiertamente con motivo de la presencia en la ciudad, de la espuria mandataria.   

¿Algún pesar por lo ocurrido? ¿Algún lamento, acaso?  No. Nada. Para la señora fue quizá apenas como una tenue lluvia en una región del país donde llueve con frecuencia.  Es claro que ni siquiera preguntó por el estado de salud de los afectados, ni se preocupó por la angustia de sus familiares, ni le importó saber si podrían ser atendidos en alguna posta o centro hospitalario.

Nada de eso. Para ella, lo importante se produjo: estuvo ella donde se habla propuesto.

En los últimos días hemos visto los vejámenes que ha sufrido Betsy Chávez Chino, indebidamente encarcelada desde hace dos años en el Penal de Chorrillos. A ella la odia desde antes, incluso durante el gobierno de Castillo. Hoy, la detesta. Eso explica el trato que recibe.

Y éste se muestra también con el médico Cabani, a quien consideraba algo así como su “wayki”, pero al que ahora aborrece. Y es que es muy temperamental. Incuba odios.        

Coincidiendo con las Fiestas Patrias las organizaciones sociales y políticas representativas de la sociedad peruana, han programado diversas movilizaciones y protestas. Se proyecta un Paro en el Transporte, demandas mineras, acciones regionales orientadas a expresar la voluntad ciudadana, Marchas y Mítines.

El aparato represivo del Estado estará presto a servir los designios de quien manda, Y la dictadora dirá sin rubor: “es que todavía hay quienes no han aprendido la lección”.

En el fondo, lo que ocurre, es que la sangre que se derrama no es la de ella, es la del pueblo. Por eso no le importa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.