El Frente Nacional (FN) se instaló en el panorama político francés hace ya unos treinta de años. A pesar de la grave crisis que atravesó a finales de los años 1990, que le llevó al colapso y le hizo perder durante años una parte de su electorado, ha venido polarizando el debate político francés en […]
El Frente Nacional (FN) se instaló en el panorama político francés hace ya unos treinta de años. A pesar de la grave crisis que atravesó a finales de los años 1990, que le llevó al colapso y le hizo perder durante años una parte de su electorado, ha venido polarizando el debate político francés en torno a unos cuantos temas entre los que destaca la asimilación de la inmigración a la inseguridad. Un tema que, a excepción de la extrema izquierda, ha sido asumido por el resto de fuerzas políticas si bien a través de formulas más suaves. Esto no quiere decir que no hayan tratado de combatir el ascenso de la extrema derecha. Ahora bien, el papel actual del FN marca, por sí mismo, los límites de ese combate. En las líneas que siguen, tratamos de realizar un balance crítico y formular algunas propuestas para su renovación.
1. Balance crítico
La emergencia y la radicación del FN en el panorama político francés suscitaron reacciones adversas y hostiles, más o menos firmes, de quienes se oponían a él. Reacciones de distinta naturaleza que, sin embargo, se han mostrado insuficientes.
A) La reacción contra el FN ha sido fundamentalmente de dos tipos:
- Luchas antirracistas. El FN fue denunciado muy pronto, desde que se presentó a las elecciones, como un partido xenófobo y racista (sobre todo, su propaganda anti-inmigración que ponía en el punto de mira a las y los inmigrantes magrebís y africanos, su exacerbado antisemitismo, etc.), cuya ideología era contraria a los valores humanistas y republicanos (libertad, igualdad, fraternidad). Esa lucha fue impulsada:
- en primer lugar, por las organizaciones tradicionales de defensa de los Derechos Humanos y de los valores tradicionales: la Ligue des droits de l’homme (FDH), la Ligue contre le racisme et l’antisémitisme (LICRA), el Mouvement contre le racisme et pour l’amitié des peuples (MRAP). Su actividad se desarrolló sobre todo a nivel jurídico: denuncias y condenas de Le Pen (antiguo presidente del FN) y de los líderes o candidatos del FN por sus declaraciones xenófobas o racistas; y
- en segundo lugar, por SOS racisme, una organización constituida en 1984 a iniciativa y con el apoyo del Partido «Socialista» con el objetivo preciso de combatir el FN. Su logotipo es una mano amarilla abierta y erguida, en señal de «alto!», con la inscripción : » Touche pas à mon pote!» (No te metas con mi colega), que se basaba en un supuesto: los jóvenes inmigrantes son los colegas, los amigos de los jóvenes franceses. Fundamentalmente su actividad estaba orientada a movilizar a la juventud popular (sobre todo la de los barrios periféricos de las grandes ciudades) y sensibilizar al conjunto de la sociedad a través de actividades antirracistas y multiculturalistas (manifestaciones, conciertos, etc.), de campañas mediáticas y, también, a través de acciones más concretas (defensa del derecho a un alojamiento, testings para denunciar los comportamientos discriminatorios en los contratos laborales, acogida a través de instituciones locales y espacios públicos, etc.)
- Luchas antifascistas. En 1990, tras la profanación del cementerio judío de Carpentras (en el departamento de Vaucluse), que se atribuyó (erróneamente) a militantes del FN, y a iniciativa de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), se constituyó una organización de lucha contra el FN denominada Ras l’Front. Contrariamente a las precedentes, esta organización no sólo se reivindicaba del antirracismo sino también del antifascismo: para ella, el FN era una organización fascista o, al menos, una organización que se situada en el campo del fascismo histórico. Sus actividad se orientada fundamentalmente:
- a recuperar la memoria de lo que fueron el fascismo y las luchas antifascistas de los años 1930-940 (sobre todo, la memoria de la Resistencia y de la deportación); a denunciar el negacionismo en el seno del FN y más allá de él; a movilizar contra el FN a las organizaciones e instituciones depositarias de la memoria de la lucha antifascistas, comenzando por los partidos políticos de izquierda pero también de las asociaciones de antiguos combatientes y antiguos deportados
- a denunciar el programa antisocial del FN (las medidas del Frente que iban contra las clases populares y también, contra las mujeres y los jóvenes), mediante la difusión de octavillas y folletos en los barrios populares, en los mercados, a la puerta de las empresas, etc.
- a sensibilizar a las organizaciones sindicales sobre los riesgos de que sus secciones sindicales acogieran a militantes del FN y la necesidad de desarrollar en su seno un trabajo de información y denuncia del FN.
- perturbar e incluso impedir la celebración de mítines o manifestaciones del FN, si era necesario, llegando al enfrentamiento físico.
B) Sus límites
Un balance ponderado de estas iniciativas muestra que:
· globalmente, algunas de ellas fueron insuficientes en el sentido de que no impidieron la progresión de la audiencia del FN y, mucho menos, revertirla. Pero, sobre todo, no lograron frenar la influencia del FN entre la gente en paro y los sectores pobres de la población así como en las regiones machacadas por la desindustrialización.
- pero, al mismo tiempo, puede señalarse a su favor que lograron construir y consolidar un tipo de «cordón sanitario» en torno al FN que, a falta de impedir su progresión, logró al menos limitar su extensión y frenar el ritmo de su desarrollo. Sin duda, estas actividades contribuyeron especialmente a hacer imposible una alianza abierta y de largo alcance entre el FN y la derecha «republicana».
Los límites de esta iniciativas se refieren, sobre todo, a que los impulsores de las mismas no tuvieron y no han tenido suficientemente en cuenta a la base social (electoral) del FN. Una base social que reunía, a la vez:
1. sectores de la pequeña-burguesía: una clase que agrupa a sectores socio-económicos propietarios de medios de producción que utilizan y valorizan a través de su propio trabajo, el de su familia y, eventualmente, una mano de obra asalariada poco numerosa, ocasional o permanente (nunca suficientemente numerosa para lograr desembarazarse ellos mismos del proceso de producción). Concretamente, se trata de:
- pequeños agricultores, queproducen una pequeña parte de sus productos para el auto-consumo y destinan la mayor parte al mercado (local, regional o nacional);
- artesanos y pequeños comerciantes, que operan en sectores relativamente marginales de la producción capitalista (trabajos de mantenimiento o reparación a domicilio realizados por electricistas, fontaneros, etc.) o bien en sub-contratas de la misma (es el caso de los típicos de los talleres de reparación de automóviles, las pequeñas franquicias comerciales: desde las tiendas de comestibles hasta las boutiques de moda, etc.)
- profesionales liberales: médicos, dentistas, farmacéuticos, abogados, notarios, asesores jurídicos y fiscales, arquitectos, etc.
También forman parte de esta pequeña burguesía los sectores del pequeño capital, es decir, la capa inferior de la burguesía industrial y mercantil, que sólo se distingue por la cantidad de asalariados permanentes y el volumen de capital invertido.
2. Sectores del proletariado: la clase de los sectores socio-económicos desprovistos de todo medio de producción, que no dispone más que de su fuerza de trabajo y que está obligada a encontrar a quién venderla para procurarse los medios monetarios de subsistencia (bajo la forma de salario). Su actividad está determinado por la división capitalista del trabajo (estos sectores disponen de una débil capacidad de iniciativa y autonomía en su trabajo). Concretamente, se trata de:
- trabajadores agrícolas, mineros, trabajadores de la industria manufacturera, del transporte y de los servicios (privados y públicos);
- empleados en el comercio pero, también, en la administración privada (tales como: servicios de secretaría, contabilidad, etc.) o pública (colectividades locales, estatales, organismo de protección social, etc.); y
- evidentemente, los parados y paradas o gente (laboralmente hablando) no activa que tratan de procurarse alguno de esos empleos.
Más en concreto, las investigaciones sobre el FN han permitido comprender que las capas y categorías proletarias más atraídas por el FN son:
· bien las que no disponen de un marco sindical (y, eventualmente, político) capaz de organizarlas, movilizarlas, defenderles y representarlas desde una perspectiva de clase. Caso típico: jóvenes proletarios en vías de inserción profesional, que transitan entre su formación inicial y su primer empleo, y navegan entre el paro, el empleos precario y la vuelta a la formación;
· bien, obreros y empleados que, en muchos casos, han contado con un marco sindical pero que están ubicados en sectores, ramas o regiones con una fuerte regresión social (por el cierre de empresas, la supresión de empleos, el ascenso del paro y la precariedad) a la que no han sabido oponerse y no tienen ninguna perspectiva alternativa (de reconversión profesional, de traslado hacia otras regiones, de movilidad social ascendente para sus descendientes, etc.)
2. Algunas propuestas
De estos elementos de análisis es posible extraer algunas conclusiones sobre los ejes fundamentales de una lucha eficaz contra el Frente Nacional. Creo que estas conclusiones también pueden servir para combatir la extrema derecha nacionalista en general (por ejemplo, el partido Amanecer Dorado).
A) La necesidad y las deficiencias de la lucha en torno a los valores
La experiencia de las pasadas luchas contra el FN, en particular las desarrolladas en los años 1980 y 1990, han mostrado la insuficiencia relativa de una lucha limitada a la defensa de los valores de la tradición humanista y democrática, es decir, de la tradición liberal. Sin embargo, no hay que abandonar ese terreno, ni tampoco el de la memoria de las luchas antifascitas de los años 1930 y 1940. Pero al hacerlo hay que tener muy en cuenta el hecho que nos estamos dirigiendo a capas populares y, sobre todo, a capas proletarias. Por eso:
1. Es necesario defender los valores humanistas de solidaridad, tolerancia y apertura hacia el otro, condenando toda forma de xenofobia y de racismo. Pero siendo conscientes de los límites de este discurso y evitando cualquier moralización sobre el tema.
· tratar de convencer a un obrero o a un empleado de la superioridad moral del antirracismo sobre el racismo no le dará los medios para encontrar trabajo, si se encuentra en paro, ni de deshacerse del temor a caer en el ciclo infernal del paro y la precariedad, miedo que el FN (la extrema derecha) sabe explotar bien. La desgracia es sorda a las lecciones de la moral.
· por el contrario, para evitar todo moralismo frente a la xenofobia popular, es preciso jugar la carta de la solidaridad de clase (tal y como se manifiesta en la empatía inmediata de los trabajadores nacionales ante los trabajadores inmigrantes que a menudo subsiste contradictoriamente con los sentimientos xenófobos) poniendo en primer plano los elementos comunes (condición de trabajo, condición de existencia, nivel salarial, etc.) y orientándolas a luchar contra los enemigos comunes: la patronal y sus políticas de austeridad salarial, las políticas gubernamentales de austeridad presupuestaria, etc.
En efecto, el racismo popular no resiste (o al menos retrocede notablemente) a la toma de conciencia de que las tensiones racistas nacen fundamentalmente de la degradación de las condiciones de existencia que afectan tanto a las gente inmigrada como a la nacional. La mejor forma de provocar esta toma de conciencia es hacer que la relación de clases sustituya a la relación racista, para que unos y otros luchen juntos contra las condiciones de existencia comunes, reconstruyendo un espacio común de conflictividad, a la vez práctico y simbólico.
2. También es preciso defender la democracia frente al autoritarismo de la extrema derecha, haciendo prevalecer que cualquier atentado a las libertades públicas (de circulación, de reunión, de asociación, de información, de manifestación, etc.) constituye una amenaza inmediata a la existencia misma de las organizaciones populares.
Ahora bien, la democracia no puede ser defendida sólo bajo su forma representativa (parlamentaria) actual, dado que, debido a sus límites, la crisis actual de la democracia representativa forma parte de los factores secundarios qur alimentan al FN y la extrema derecha en general. Esta cuestión plantea la necesidad de proceder a una crítica de las formas actuales de la democracia para avanzar hacia formas de democracia directa: democracia participativa en los municipios y en los barrios, democracia autogestionaria en las empresas, etc.
3. Y, en tercer lugar, es preciso recuperar la memoria de las luchas antifascistas. Y hacerlo de forma que la misma sea entendida por las clases populares:
· evidentemente, es preciso recordar las atrocidades (crímenes de masa y genocidio) cometidos por los movimientos y los regímenes fascistas en el período de las entre-guerras y durante la Segunda Guerra Mundial, remarcando la filiación que les lía al FN (y a la extrema derecha)
· pero, al mismo tiempo y sobre todo, es preciso recordar lo que han significado estos regímenes para las clases populares (con el proletariado a la cabeza): una dictadura policial que condujo a la supresión de todas las organizaciones populares y la prohibición de toda forma de lucha popular, al empeoramiento considerable de sus condiciones de existencia (generalizando la miseria), y la inmersión
· en una violencia de masas, bien a través del enrolamiento obligatorio en las guerras exteriores o por verse obligados a impulsar la resistencia armada (guerra civil) como única forma de lucha posible.
B) Frente social contra Frente nacional
Como se desprende de lo dicho hasta aquí, la lucha contra el FN (y contra la extrema derecha en general) debe entenderse y construirse como una dimensión de la lucha de clases del proletariado, inseparable del resto de sus luchas. Fundamentalmente basada en:
1. Un trabajo de información sobre el programa económico y social del FN (o de la extrema derecha en general) destinado a evidenciar lo siguiente:
- Su carácter demagógico: muchas de las medidas de ese programa no tienen como objetivo ser aplicadas simplemente porque son inaplicables. Por ejemplo, el incremento a su doble del salario mínimo (si bien ¡sólo para los trabajadores nacionales!), la eliminación de los impuestos directos a favor de un impuesto exclusivamente indirecto (por otra parte fundamentalmente inicuo), etc.
- Su carácter irrealista en lo que respecta a su dimensión nacionalista. Hoy en día, la reconstrucción de un espacio soberano para el Estado y una relación de fuerzas favorable al proletariado no se puede concebir en el marco de un repliegue al marco nacional sino que tiene que basarse en la solidaridad internacional e incluso transnacional, al menos a nivel continental (europeo).
- Y, el carácter profundamente impopular (contrario a los intereses populares) en du dimensión neoliberal. Pues si bien el FN da la espalda al liberalismo en lo que tiene que ver con el ámbito exterior (en las relaciones de la nación con el resto del mundo, en lo que tiene que ver a la inserción de la nación en el mercado mundial), en el ámbito interno (en el marco nacional y en la gestión del mercado nacional), es fundamentalmente (neo)liberal: preconiza la supresión de la duración máxima del tiempo de trabajo, la prolongación indefinida de los contratos eventuales, un sistema privado de seguridad social en lugar de la Seguridad Social pública, una regulación estricta del derecho de huelga, el establecimiento de sindicatos de empresa controlados por la patronal y, al mismo tiempo, la supresión de todo impuesto patrimonial y de los impuestos profesionales, etc.
3. Un trabajo lento y paciente de reconstrucción de un frente de clase a nivel local, en las empresas y en los barrios, basado en redes asociativas, organizaciones sindicales y mediaciones políticas que permita unir a los nacionales y a los inmigrantes. Antes incluso de pensar siquiera en modificar la relación de fuerzas, el objetivo es dar soluciones a los problemas vitales cotidianos que crean o refuerzan el sentimiento de inferioridad, de fracaso o de exclusión, propia a todas las regresiones psicológicas y políticas. Por ejemplo:
- (Re)tomar la lucha contra los despidos, contra la extensión de formas de trabajo precario, contra los cambios en la organización del trabajo sinónimos de descualificación, contra las novatadas cotidianas, etc.
- Ocuparse de la renovación material y social de los barrios más desfavorecidos y degradados (a través de administraciones barriales), de la ayuda familiar (subvencionando los alimentos y la ropa), de las actividades culturales y de ocio (a través de boletines de información local y de enlace, de fiestas en los barrios, etc.)
- Luchar sobre el terreno contra las dramáticas consecuencias de la extensión de la miseria (cortes de electricidad, intervención del agente judicial, desalojos), oponiéndose a ellos, procediendo a la requisición de pisos a favor de los mal alojados o de la gente sin domicilio fijo (SDF), etc. Todo esto es tanto más necesario cuanto que la extrema derecha trata de abarcar este terreno para atraerse a las capas populares que sufren más gravemente los efectos de la crisis del capitalismo.
3. El desarrollo a nivel nacional y continental (europeo) de políticas que permitan terminar con la competencia generalizada (la guerra de todos contra todos) en el seno de las capas populares, que permitan hacer retroceder sustancialmente el paro y la precariedad, así como la pobreza y la miseria. Políticas que deben ser impuestas a los gobiernos a través de las luchas populares o que deben ser desarrollarlas si quienes defienden los intereses populares alcanzan responsabilidades gubernamentales. Estas políticas deberían girar en torno a dos medidas:
- la reducción masiva y generalizada del tiempo de trabajo que el desarrollo de los medios automatizados de producción hace totalmente posible, y
- la redistribución de rentas bajo la triple forma de: creación de nuevos empleos (que harán posible y necesaria la reducción del tiempo de trabajo así como la satisfacción de necesidades sociales hoy en día mal satisfechas), incremento de los salarios directos acompañada de una reducción de su abanico y la ampliación del salario indirecto, y, junto a todo ello, una creciente imposición social-fiscal sobre las rentas no salariales, sobre todo sobre las rentas de propiedad que no han cesado de crecer a lo largo de los últimos veinticinco años.
9/03/2012
http://alencontre.org/europe/france…
Alain Bihr realizó esta exposición en el Foro Internacional que tuvo lugar en Atenas del 1 al 3 de marzo.
Traducción: VIENTO SUR