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Italia

La memoria reencontrada de una revuelta popular

Fuentes: Sin Pe3rmiso

¿Cuánto consenso tuvo en Italia el fascismo? Renzo de Felice afirma que fue vastísimo, incluso mayoritario. Giuseppe Aragno, investigador de la Universidad Federico ll de Nápoles, ha publicado en Manifestolibri (1) una investigación que duda de esta tesis, en la que ve también uno de los orígenes de la revalorización o, al menos, de la […]

¿Cuánto consenso tuvo en Italia el fascismo? Renzo de Felice afirma que fue vastísimo, incluso mayoritario. Giuseppe Aragno, investigador de la Universidad Federico ll de Nápoles, ha publicado en Manifestolibri (1) una investigación que duda de esta tesis, en la que ve también uno de los orígenes de la revalorización o, al menos, de la minimización del golpe del fascismo. Aragno tiene ciertamente razón, aunque solo sea por la imposibilidad de evaluar consenso y disenso en un sistema totalitario, en el que el consenso es obligatorio y el disenso está sancionado con penas severas. Él sin embargo no se limita a este razonamiento, sino que ha realizado una investigación en los archivos de Nápoles para averiguar hasta qué extremo la misma policía y el ministerio del interior fascista se formulaban la pregunta, y ha recogido una insospechada cosecha de fichados y prácticas sobre disidentes, individuos o familias, identificados y perseguidos, con itinerarios vitales desesperantes entre vigilancia, cárcel y confinamiento. Y dejados fuera de la historia de los más conocidos. Antifascismo popular, ha titulado su trabajo, que si se hubiese extendido a otras ciudades, como sería el deber del país, habría generado muchas dudas respecto de la opinión de de Felice.

Lo que Aragno ha encontrado, también a sugerencia de Gaetano Arfé, que le ha dirigido, demuestra hasta qué punto el régimen se preocupaba de la amplitud del rechazo y con cuánta dureza lo reprimía. Cualquier idea, libro o folleto que fuese encontrado, cualquier expresión de desacuerdo, incluso aunque no estuviese seguida por acciones concretas, eran perseguidos por un policía avizor que una vez cogía a un sospechoso «subversivo», no lo soltaba. Abría un «expediente» a su nombre y lo expedía a tribunales que condenaban a cárcel o al confinamiento. Desde 1924 en adelante los «expedientes» fueron llenando armario tras armario, y estuvieron vigentes durante mucho tiempo, al extremo de que a muchos no les fue posible hacerse restituir honor y libertad ni tan siquiera una vez terminada la guerra.

Dolorosos testimonios

La documentación recogida (el aparato de notas no es lo menos interesante aunque solo sea por el lenguaje y la argumentación de los comisarios y los prefectos) hace referencia a grupos sociales diversos, desde gentes del pueblo hasta profesionales, hombres y mujeres de diferente formación y adscripción política, a menudo sin adscripción política propiamente dicha, individuos o grupos familiares enteros que fueron perseguidos por lo que pensaban, por algún contacto que mantenían o por alguna ocurrencia que en medio de la exasperación, se les había escapado decir. Al menor motivo, le caía una «advertencia», lo que significaba ser vigilado de por vida y prohibírsele acceder a una carrera. Quien podía trató de emigrar con diversa fortuna: en Francia la vida no era fácil, en Argentina lo era un poco más, quien marchó a España se vio envuelto en la guerra civil y se vio obligado al fin a huir perseguido por las tropas de Franco, y a penas cruzaba la frontera francesa era internado

Un hilo imaginario urde la arquitectura formal del volumen: el autor imagina encontrarse, un día de 1937 en la estación de Nápoles y divisar un grupo de personas encadenadas, los «políticos» destinados al confinamiento o a la cárcel después de larguísimos traslados. Las personas que Aragno nombra pasaron realmente por aquella estación y en aquel tiempo, y él las ha elegido entre otras muchas encontradas en el transcurso de su trabajo porque se volvieron a encontrar todos, con la excepción de un viejo anarquista muerto en 1931 en soledad («aparente soledad» porque aquel fue un año de numerosas persecuciones) durante los Cuatro Días de Nápoles contra los alemanes en 1943. Son perfiles esbozados al aire, pero cada uno es una historia -que podría ser una novela. Tomemos aquel con el cual comienza Aragno: la familia Grossi. La joven locutora italiana de Radio Libertad de Barcelona, Ada, es hija de un abogado de ideas socialitas que, en 1926, es vejado al extremo de verse obligado a cerrar el bufete, parte con los suyos rumbo a Argentina desde donde escribe en contra del régimen; después van a España, padre e hija trabajan en la emisora republicana, un hermano es herido en Teruel, deberán huir por separado a Francia donde serán internados también por separado; otro hermano se vuelve loco, después del armisticio tratan de regresar a Italia, son detenidos y conducidos esposados a Nápoles, y condenados al confinamiento. Tras el armisticio, insisto. Esto no es todo: padre e hija, en su momento habían sido expulsados de Radio Libertad no por Franco sino por los comunistas -los bolcheviques, como los llama Aragno-. La familia Grossi es un cristal sobre el que está tallada la tragedia de Europa. Y aún les fue bien, escribe Aragno, porque muchos de aquellos que habían regresado terminaron muertos. Y esta es al menos una familia vagamente socialista. Pero Ezio Murolo, periodista y partisano en los Cuatro Dias, es un inquieto, un rebelde, uno que incluso había participado en la aventura del Fiume de D´Anunzzio, pero duda de Mussolini. Es condenado a confinamiento por dudar, después ya no duda y se lanza de nuevo a la lucha. Y Luigi Maresca, empleado de Correos, que es despedido de allí en enero de 1928 por haber escrito un carta de admiración a Nitti, deberá huir con su mujer a Francia y después a Bélgica y vivir en la miseria, se sentirá tentado a enrolarse en la Guerra de Etiopía para salir de ella, pero se detiene antes de dar el paso y estará en las barricadas napolitanas de 1943. ¿Y todos aquellos otros que ha encontrado? Por tantísimos que quedan fuera del volumen, Aragno siente los reproches, en los últimos capítulos por haberlos omitido. Son páginas emocionantes, en las que no se oculta ya la polémica, mantenida hasta ahora en voz baja, hacia las fuerzas más grandes de la resistencia que en la postguerra confiscaron la historia oficial. Son sobre todo los comunistas, que oscurecen no solamente a sus adversarios internos, los bordiguistas, (uno de cuyos grupos permanecerá en Nápoles durante largo tiempo, obstaculizado por aquel Eugenio Reale que será posteriormente expulsado del partido por razones opuestas), sino también a los socialistas y a los anarquistas, intransigentes, irreductibles al comunismo «stalinista».

Una guerra del pueblo

No fue el sufrimiento menor, en este antifascismo, la desconfianza e incluso el odio entre gente que estaba de la misma parte. A Togliatti, Aragno le reprochará, como se puede imaginar, la «Svolta de Salerno» (2). Los personajes que ha encontrado son, sí, también militantes comunistas, pero por lo general, gente que sigue otros ideales, a menudo personas impulsadas por una difusa «rebelión moral» que, a penas se presentan las condiciones con el desembarco y el avance de los aliados, combaten con valor -pueblo auténtico, choques durísimos, con muchas pérdidas infligidas y recibidas, un pueblo que una verdadera estrategia de clase no habría entregado en manos «del ex fascista y criminal de guerra» Badoglio, para complacer a los aliados. La opinión a la que Luigi Cortesi nunca ha renunciado a lo largo de toda su obra (véase particularmente El Sur 1943. La opción, la lucha, la esperanza, Ediciones científicas italianas a cargo de Gloria Chianese) es también la de Aragno: una línea insurreccional, más semejante a la de Tito que a los tiempos largos de Togliatti, no solo habría sido más justa, sino que era posible: lo testimonian aquellos nombres, aquellas historias. El PCI va acompañado por la sombra de la represión del POUM español, de los trotskistas, de todo lo que está a su izquierda y le parece extremista en Italia y en aquel momento; incluso cuando Aragno reconstruye las figuras de los comunistas con su habitual escrúpulo, no esconde que en su opinión las prioridades de aquellos son no las del pueblo sino las del partido y las de sus lazos con la Unión Soviética

De entre las muchas culpas de las que se acusa hoy a los comunistas italianos y que, a mi juicio no resisten un análisis, hay una que es absolutamente cierta, y sobre la cual el PCI mientras existió y sus propios enterradores después, no han hecho autocrítica: la desconfianza y a menudo el ataque a las fuerzas minoritarias que combatieron el fascismo y la resistencia. Y no tanto, por obvios motivos, los socialistas o los pocos trotskistas italianos, pronto valerosos en la resistencia, sino Justicia y Libertad. Los recientes trabajos de Giovanni de Luna, en especial en carteo entre Dante Livio BIanco y Aldo Agosti y los múltiples estudios de Mimmo Franzinelli dan testimonio de una gran realidad y de una gran ocultación. Pero no es este el núcleo del largo trabajo de Aragno: es la necesidad moral de restituir la memoria de los olvidados más de la cuenta de una insurrección, también ésta ante todo moral, de los italianos de la primera mitad del siglo XX, y la indignación por la actual desenvoltura del estado presente y de sus instituciones en lo que concierne al fascismo. Desenvoltura que no será ni la primera ni la única razón de la degradación política, pero no es con seguridad, la última.

Notas:

(1) Giuseppe Aragno, Antifascismo Popular, Ed Manifestolibri, 192 pp., 20 Euros

(2) Giro político o inflexión «basado en el apoyo del partido a las medidas democráticas necesarias para instaurar la República y el abandono de la lucha armada para alcanzar el socialismo» (Wikipedia)

Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaba de aparecer en España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008]. Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO .

Traducción para www.sinpermiso.info : Joaquín Miras

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2737