(*) Traducido para Viento Sur por Faustino Eguberri
En un artículo de Mediapart, el pasado 23 de mayo, el periodista Edwy Plenel escribía: «La guerra de España fue la prueba europea del Frente Popular, la crisis griega es la de la presidencia Hollande«.
Se puede discutir la fórmula, pero la referencia tiene un fondo de verdad. Julio 1936: el Frente Popular está en el poder en Francia cuando tiene lugar el golpe de estado del general Franco en España. En vez de volar en apoyo del gobierno republicano, León Blum se une a la hipócrita «no intervención». Por supuesto, tolera algunos envíos discretos y limitados de armas, pero ¿qué tiene en común con las intervenciones directas y masivas de las tropas italianas y alemanas al lado de Franco? Solo la URSS aporta una cierta asistencia, pero, tras el heroísmo de los combatientes de las Brigadas Internacionales, se trata para Stalin de aportar un apoyo suficiente para durar pero no para vencer, y librarse de los trotskystas y anarquistas. La «no intervención» de Hollande son esas declaraciones de ministros franceses en vísperas de las elecciones griegas, combinando un recordatorio de principio del derecho de los griegos con sugerencias a «bien votar» bajo pena de sanciones.
La España de 1936 anunciaba el futuro de una buena parte de Europa. El futuro del resto de la Unión Europea se juega hoy en Grecia.
Las recetas impuestas a Grecia por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) son a la vez absurdas y racionales. Absurdas pues todo el mundo sabe que se han fijado objetivos insostenibles, objetivos que no pueden más que provocar miseria y recesión. Y que la austeridad en nombre de la deuda que se generaliza en Europa, pesa sobre la actividad y los ingresos públicos y hace por tanto más difícil la reducción de los déficits.
Pero quedarse con calificar esas políticas de absurdas sería erróneo. El economistas Costas Lapavitsas resume así su núcleo racional: «Insistiendo en que todo el mundo «se haga alemán» (los dirigentes alemanes) dicen fundamentalmente que los países deficitarios deberían aceptar una austeridad permanente acompañada de una presión sin tregua sobre los trabajadores. Esperan probablemente que esto conduzca a un nuevo equilibrio en Europa fundado en una bajada de las rentas, y quizá, tras varios años, estarían así reunidas las condiciones renovadas para un crecimiento general«.
El gran capital europeo se ha mundializado y ante todo tiene los ojos fijados en sus concurrentes americanos, chinos, etc. De forma general, la relación de las grandes firmas, financieras pero también industriales, con su país de origen se ha distendido. Una parte importante de sus ganancias es realizada en los mercados extraeuropeos y su nacionalidad no recupera importancia más que en período de crisis, para obtener ayudas, para hacer apoyar sus intereses en negociaciones comerciales internacionales, o a fin de ver sus ventas facilitadas por un presidente o un primer ministro transformados en viajantes de comercio.
Desde este punto de vista, incluso si deprime por largos años el crecimiento en Europa, la idea de imponer a los pueblos europeos un límite presupuestario y la puesta en cuestión de su modelo social tiene una racionalidad. Una primera experiencia fue hecha en Alemania con las reformas Hartz, puestas en marcha en 2003-2005 por el canciller socialdemócrata Gerhardt Schroeder, que mejoraron la competitividad aumentando la precariedad y las desigualdades. A medio plazo, la esperanza es un relanzamiento de la economía europea sobre la base de conquistas sociales y salarios revisados a la baja. Este proyecto es el de un ajuste fundado en la «barbarie social» (por retomar la expresión del economista Jean-Paul Fitoussi).
Grecia constituye un terreno de maniobra para esta orientación. Los dirigentes europeos (incluyendo François Hollande) llaman al pueblo griego a hacer esfuerzos, a pagar sus impuestos, a luchar contra el clientelismo… y apoyan a los partidos (Nueva Democracia, derecha, y PASOK, «socialista») que han puesto en pie este clientelismo y esta corrupción, ese sistema en el que la Iglesia y los riquísimos armadores están casi dispensados de pagar impuestos. Los bancos son prácticamente los únicos en gozar de créditos europeos.
Más allá de la solidaridad necesaria, que es uno de los aspectos de la lucha contra la austeridad, aquí, a domicilio, debemos estudiar con seriedad y sin conclusiones apresuradas la situación griega. Se entrecruzan en ella múltiples cuestiones: devenir de la crisis económica y financiera, dificultades de las movilizaciones generales incluso si existen acciones locales resueltas, recomposición política, tácticas de alianza, ascenso de la extrema derecha… La Grecia antigua es a menudo presentada como la cuna de Europa; es claramente en la Grecia actual donde se dibuja en parte la trayectoria futura de la Unión Europea.
Fuente: http://www.vientosur.info/spip/spip.php?article6985
http://www.npa2009.org/content/tean-la-revue-juillet-ao%C3%BBt-est-parue