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Francia

La Noche en Pie

Fuentes: Brecha

Surgió en protesta contra la reforma laboral del gobierno de François Hollande, que acaba de ser aprobada por el Parlamento, pero en realidad expresa un malestar mucho más profundo de sectores de la sociedad francesa y conecta en parte con la «indignación» manifestada por los españoles hace cinco años. Desde el 31 de marzo pasado […]

Surgió en protesta contra la reforma laboral del gobierno de François Hollande, que acaba de ser aprobada por el Parlamento, pero en realidad expresa un malestar mucho más profundo de sectores de la sociedad francesa y conecta en parte con la «indignación» manifestada por los españoles hace cinco años.

Desde el 31 de marzo pasado miles de personas ocupan una de las principales plazas de París, la de La República. El movimiento, llamado La Nuit Debout (La Noche en Pie), surgió en protesta contra la reforma laboral del gobierno de François Hollande, que acaba de ser aprobada por el Parlamento, pero en realidad expresa un malestar mucho más profundo de sectores de la sociedad francesa y conecta en parte con la «indignación» manifestada por los españoles hace cinco años y que tuviera traducciones similares en otras partes del mundo. El quinto aniversario del 15 M se celebró el fin de semana en alrededor de 500 ciudades de 25 países (la mayor parte europeas, pero también de Estados Unidos, Australia, Filipinas e incluso Chile), y hubo una delegación de los protagonistas de La Nuit Debout en la madrileña Puerta del Sol, así como ha habido intervención de los «15 mayistas» españoles en distintas expresiones de la revuelta francesa. «Ellos tienen millones, nosotros somos miles de millones», fue el lema común de la conmemoración.

Desde aquel 31 de marzo, miles de ciudadanos, fundamentalmente jóvenes militantes de asociaciones, trabajadores precarios, gremialistas, también extranjeros indocumentados, invadieron la céntrica plaza parisina, ocupándola masivamente de día, y luego, por las noches, con acampadas. Desalojados, a menudo violentamente, por la policía, vuelven una y otra vez. Ya llevan más de un mes y medio en ese ida y vuelta. Han creado incluso su propio calendario, en un guiño a los revolucionarios de 1789, y hablan de 32 de marzo, 33 de marzo, 34 de marzo, etcétera. Es un movimiento asambleario, muy similar en ese plano a lo que fuera el 15 M, y está atravesado por tensiones del mismo tipo.

La ley de trabajo elaborada por la ministra Myriam El Khomri y fuertemente respaldada por el primer ministro, Manuel Valls, un «social liberal» partidario de cambiarle el nombre al Partido Socialista, ha logrado unir en su contra a distintos sectores hasta el momento dispersos, al proponer una flexibilización que no se había animado a impulsar la derecha: la reforma dispone que las jornadas laborales puedan durar hasta diez e incluso 12 horas en función de la necesidad de las empresas, suprimirá o disminuirá el pago de horas extra, privilegiará los acuerdos por empresa en vez de las negociaciones colectivas, dará mayores facilidades para despedir trabajadores «excedentarios». Y así. Una reforma «radical» que entronca con lo exigido por la Comisión Europea a los países con legislaciones más garantistas, de cara, entre otras cosas a la armonización «por abajo» que se impondrá en caso de firmarse el tratado transatlántico de libre comercio entre Washington y Bruselas.

Aquel 31 de marzo el economista y sociólogo Frederic London, director de estudios en el Centro Nacional de Investigación Científica e investigador del Centro Sociológico Europeo, uno de los referentes intelectuales de La Nuit Debout, saludaba la involuntaria contribución de los gobernantes socialistas al movimiento: «Nunca tendremos cómo agradecer a François Hollande, Manuel Valls y Myriam El Kohmri la oportunidad que nos dieron de hacer converger todas nuestras luchas», dijo.

En un artículo publicado recientemente en el diario en la web Mediapart, el filósofo Jacques Rancière, autor de libros como La palabra obrera, La noche de los proletarios y La filosofía y sus pobres (véase entrevista adjunta), sostuvo que de todas maneras no se le debe pedir mucho a un movimiento que dada su espontaneidad y juventud evoluciona de una manera poco ordenada y en direcciones todavía no muy claras.

La heterogeneidad de la convocatoria, la horizontalidad de la organización, el asambleísmo, la independencia política, han sido puntos de acercamiento básicos entre los dos movimientos surgidos con un lustro de diferencia a un lado y otro de los Pirineos. El 15 M y La Nuit Debout nacieron además bajo gestiones socialistas (de José Luis Rodríguez Zapatero y de Hollande), desafiando a las izquierdas tradicionales en el terreno de lo social y proponiendo «nuevas formas de hacer política». También vieron la luz en coyunturas parecidas: Zapatero acababa de anunciar una dura política de recortes y una reforma laboral, más o menos en la misma línea que Hollande. En España el 15 M fue de todas maneras «tolerado», y se debió esperar bastantes meses -hasta la instalación del gobierno de Mariano Rajoy- para que la criminalización de la protesta fuera una constante. La reacción francesa ha sido mucho más dura.

Violencia

En la tarde del martes 10, una decena de días después de multitudinarias concentraciones obreras con motivo del Primero de Mayo en las que convergieron representantes de La Nuit Debout, miles de personas se congregaron en las afueras de la Asamblea Nacional para protestar ante la inminente aprobación de la ley de reforma laboral. El gobierno acababa de anunciar que recurriría a un artículo de la Constitución que autoriza la aprobación de proyectos de ley sin discusión parlamentaria, una disposición que unos años antes tanto Hollande como Valls consideraban antidemocrática y decían que debía ser eliminada. Pero la división interna de los socialistas, muchos de cuyos diputados calificaron a la reforma laboral como «de cuño neoliberal», forzó al gobierno a recurrir a ese artículo para obligar a la bancada a votar unificada.

Ese 10 de mayo tuvo pues lugar una concentración pacífica, convocada por los colectivos animadores de La Nuit Debout, sindicatos y diversas fuerzas de izquierda, en las cercanías de un parlamento rodeado de fuerzas de choque de la policía con carros lanza agua. A pesar de que los manifestantes se mantuvieron tranquilos, parados detrás de sus pancartas o sentados con las manos levantadas, las fuerzas policiales los gasearon y persiguieron por las calles aledañas. Testigos dijeron haber visto a policías marchar al trote golpeando sus cachiporras contra los escudos, como si se tratara de militares. Lo cierto es que estas escenas se vienen repitiendo en Francia ante cada protesta social de cierta envergadura. El «estado de urgencia» vigente desde los atentados del 13 de noviembre, que ha sido renovado dos veces, es la excusa utilizada por el gobierno para justificar la actitud policial. Pero los excesos han sido casi que la norma. El 17 de diciembre, antes del nacimiento de La Nuit Debout, la policía había quebrado un tabú: reprimir a estudiantes dentro de un recinto universitario, cuando las fuerzas antidisturbios ingresaron a la Universidad de París I, golpeando y deteniendo a los jóvenes. Un día después, una marcha en solidaridad con los detenidos culminó con nuevos abusos policiales documentados por filmaciones. El grupo Defensa Colectiva (Defcol), integrado por abogados «comprometidos», viene denunciando la violencia y la arbitrariedad de las intervenciones policiales en los conflictos sociales, empleadas a repetición en el caso de La Nuit Debout, por ejemplo para desalojar la plaza. El colectivo registra más de 300 detenciones por motivos políticos y en torno a 2 mil allanamientos de domicilios de militantes sociales, incluidos los de liceales menores de edad, entre diciembre pasado y este mes de mayo.

Extensión

A priori, el 15 M parece haber sido un movimiento mucho más espontáneo que La Nuit Debout, con un tiempo de gestación y permanencia en la plaza más corto (alrededor de un mes duró la ocupación de la Puerta del Sol) pero con estructuras que se definieron de una manera más concreta y una comunicación encauzada sin mayores dificultades. A La Nuit Debout le cuesta, todavía, extenderse más allá de algunas categorías y tener el carácter masivo que fue asumiendo el movimiento español. Le cuesta, por ejemplo, trascender hacia las periferias urbanas populares, cargadas de inmigrantes, y ese «déficit» ha sido una de las discusiones más reiteradas en filas del movimiento. La otra: el vínculo con los trabajadores sindicalizados, promovido expresamente por alguna de sus corrientes, y rechazado también expresamente por otra, que ve en las dirigencias sindicales a aliados de la preservación del sistema. De hecho, si bien La Nuit Debout comienza a definir estructuras mínimas, aún esta tarea le resulta complicada a la hora de concretar las ideas en acciones. La propia represión le ha hecho reconcentrarse, obligándola a destinar tiempo y recursos a la «interna» y a pensar formas de resistencia a los embates policiales, que provocan un desgaste difícil de superar.

Pero quizás la más importante de las diferencias entre el movimiento español y el francés tenga que ver con el después, y en particular con su relación con la política partidaria. En España, el 15 M surgió desafiando a los partidos -a todos-, y en las acampadas de la Puerta del Sol no se aceptaba la presencia de dirigentes políticos, del grupo que fuera. Esa, y el rechazo a los liderazgos «personalistas», es una condición casi unánimemente aceptada por los 15 mayistas. Unos pocos meses después, de las filas del 15 M nacía Podemos, con la intención de «asaltar las instituciones» y articulado en torno a la figura de un fuertemente mediático dirigente, como Pablo Iglesias. En Francia, si bien La Nuit Debout se plantea como un movimiento horizontal donde nadie se siente representado por el otro y hasta los responsables de las distintas comisiones internas son rotativos, desde un comienzo la presencia de dirigentes políticos y sindicales ha sido aceptada. En la Plaza de la República se pueden ver por ejemplo puestos de las Juventudes Comunistas, del Nuevo Partido Anticapitalista y de la Francia Insumisa, un grupo liderado por el ex candidato presidencial del Frente de Izquierda Jean-Luc Mélenchon. Por ahí han pasado además referentes de distintas tendencias de la izquierda europea, incluido el ex ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis. En los debates que se arman por las noches -sobre precariedad, inmigración, refugiados, el Ttip, derechos civiles, violencia social, consumo, etcétera-, el del futuro del movimiento, su ampliación y hacia dónde ir, es de los que más caldea los ánimos…

(No) Futuro

El 20 de abril tuvo lugar en la Bolsa del Trabajo de París, a muy poca distancia de la Plaza de la República, una discusión sobre el futuro de La Nuit Debout. La convocó el equipo del diario Fakir, dirigido por el cineasta François Ruffin, realizador de Merci, patron!, la película símbolo del movimiento (véase recuadro), y dos de las comisiones de los movilizados (Convergencia de las Luchas y Huelga General). El objetivo de los convocantes era claro: «inyectar política en algo que se ha ido transformando en un ágora gigante» algo descosida, según resumió una cronista del diario digital Médiapart. Ruffin dijo entonces, y lo planteó nuevamente algunas semanas después, que si el movimiento no busca confluir con los sindicatos obreros se agotará en sí mismo. «Con La Nuit Debout ya respiramos mejor. Emociona, pero necesitamos un plan de batalla, una maduración política y eso vendrá de la mano de la confluencia con los sindicatos.» Entre los 350 participantes que se sucedían en la tribuna estaba Serge Halimi, director de Le Monde Diplomatique, para quien el movimiento francés debe evitar caer en la deriva en la que cayó el neoyorquino Occupy Wall Street, que «se enamoró de sí mismo» y murió de narcisismo. «Hay que trascender las luchas reivindicativas y la crítica para inscribir al movimiento en el largo plazo una vez que las manifestaciones y la ocupación decaigan», declaró Halimi, que propuso a los nocheros franceses vincularse a la resistencia al Ttip, tanto o más «peligroso» que la reforma laboral de Hollande, para darle globalidad a un movimiento que «necesariamente debe tener una dimensión transfronteriza». Pero entre los asambleístas de la Bolsa del Trabajo la idea que resonó con más fuerza fue la de ir preparando una huelga general. Según otro portal, Rue 89, alguien hizo referencia a que le alegraba que «algunas buenas consignas de los años setenta, como la de la unidad obrero-estudiantil, volvieran al centro de la escena, aunque también reconoció que los eventuales actores de esa deseada unidad son hoy muy distintos a lo que eran hace cuarenta años. Eso dificulta en mucho las cosas y crea malos entendidos mayores aun que los que había en los setenta».

Pero si «malos entendidos» hay entre los jóvenes de las plazas -aun entre aquellos más afines a buscar la confluencia- y los sindicatos, qué decir de los que existen entre esos jóvenes y los habitantes de las ciudades periféricas, fundamentalmente los «no blancos» de piel, que tienen la sensación de que los rebeldes de La Repúblique no pasan de ser «unos pocos miles de hijos malhumorados o más o menos marginales de la pequeñoburguesía urbana, intelectual y blanca parisina», según dijo en otra reunión una militante barrial de origen árabe. Ruffin reconoce la realidad de ese «muro» y es una de sus «obsesiones» destruirlo, pero no son pocos los colectivos de los barrios periféricos que sostienen que las buenas intenciones son una cosa y la realidad otra. «La izquierda de la izquierda hace años que admite su distancia con los jóvenes de los barrios populares, pero nada hace en los hechos para que nos sintamos atraídos hacia un movimiento como este», sostiene por ejemplo la militante antirracista Sihame Assbague. Mohamed Mechmache, presidente de una asociación que forma parte de un colectivo de 200 grupos barriales (Pas Sans Nous, «No sin nosotros»), reclama que se los escuche «en serio». «Ustedes se dicen indignados. Nosotros estamos indignados hace añares», declaró en una reunión convocada por La Nuit Debout. «Más de treinta años llevamos los barrios populares en estado de emergencia. No se nos aplica el derecho, y los jóvenes de buena familia no se imaginan la violencia y la opresión escandalosa que vivimos en nuestros barrios.»

 

«Merci, patron!»

La indignación filmada

Así como se dice que en el origen del 15 M español está Indignaos, un opúsculo del veteranísimo francés recientemente fallecido Stéphane Hessel, La Nuit Debout nació de los colectivos que asistieron a proyecciones de una película que tuvo un éxito viral en Francia. Merci, patron! (¡Gracias, patrón!), una suerte de documental-comedia del novel cineasta Francois Ruffin, director del fanzine Fakir, cuenta cómo uno de los símbolos del capitalismo francés contemporáneo, Bernard Arnault, Ceo de Lvmh, un conglomerado de empresas de lujo que agrupa a marcas como Louis Vuitton, Kenzo, Dior, Fendi y Gyvenchi, suprime miles de puestos de trabajo de un plumazo y convierte a una pequeña localidad francesa en un pueblo fantasma, al cerrar la única fábrica local «deslocalizándola» hacia un país con «costos laborales» muchísimo más bajos. La película fue rodada por el equipo de Fakir y sus actores son los propios habitantes de la localidad y ex trabajadores de la fábrica cerrada, fundamentalmente dos sindicalistas. La bronca que causó ver a Arnault, una de las mayores fortunas de Europa y la mayor de Francia, justificar los despidos de cientos de obreros «sobrantes» en aras de maximizar las ganancias de una trasnacional que las acumula fue tal que Merci, patron se convirtió rápidamente en fenómeno sociológico. Ruffin se dedicó a su vez a recorrer el país organizando reuniones «del tipo de las que se dice que se hacían en mayo del 68, cuando el documental social, en particular el documental relacionado con el mundo del trabajo, tomó un auge tremendo en Francia», según dijo. Una tradición olvidada que vive actualmente una suerte de renacimiento y de la que es también expresión Comme des lions, un documental presentado por su autora, Françoise Davisse, como «el retrato de la aventura colectiva» protagonizada por los trabajadores de una fábrica del grupo automotor Psa, que el mismo día que anunciaba ganancias récord comunicaba que en tres años se había «desengrasado» suprimiendo 17 mil empleos.

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