Desde hace años estamos asistiendo a la concentración de poder en Bruselas, en ámbitos que van desde la justicia a la inmigración pasando por el medio ambiente o la alimentación. Lo que en los años 50 empezó siendo una unión aduanera para el comercio del carbón y el acero, ha terminado en 2011 convirtiéndose en […]
Desde hace años estamos asistiendo a la concentración de poder en Bruselas, en ámbitos que van desde la justicia a la inmigración pasando por el medio ambiente o la alimentación. Lo que en los años 50 empezó siendo una unión aduanera para el comercio del carbón y el acero, ha terminado en 2011 convirtiéndose en una cárcel financiera de países, un engendro tecnocrático y burocratizado dónde parece que no se sabe quién gobierna, quién toma realmente las decisiones, ni quién responde ante los destrozos.
A buen seguro que los llamados Padres de Europa (Adenauer, Monnet, Gasperi y Schuman) se sentirían hoy traicionados por los líderes europeos actuales ante el cariz de los acontecimientos que están sobrecogiendo a la Unión Europea a propósito de la presente crisis. La deriva especulativa de los mercados financieros durante años de burbujeante prosperidad, los niveles de déficit contraído por varios de sus Estados miembros, la hiperregulación intervencionista a golpe de Reglamentos y Directivas, y la cadena de funestas decisiones tomadas por sus instituciones han puesto al borde del precipicio la confianza entre los países y la estabilidad de sus economías.
Que estemos hablando de una Unión Europea donde unos Estados miembros se refieran a los otros como los PIIGS, dice muy poco de este modelo no homogéneo de comunidad, que de facto ya funciona a dos o incluso tres velocidades. Una entelequia producto de un proyecto que se originó por el interés geoestratégico de Estados Unidos de contener a la Unión Soviética después de la 2ª Guerra Mundial. Su construcción no hubiera sido posible sin el impulso de la globalización capitalista basada en la inyección de dinero-deuda capitaneada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT (actual OMC), que trajeron al continente un cierto desarrollo material entre sus miembros bajo el paraguas militar de la OTAN.
Pero este loable y pacífico desarrollo pareció satisfacer poco a la oligarquía financiera cuya aspiración última es una gobernanza mundial centralizada que les permita recapitalizarse con fondos públicos. Y por eso concentran sus energías en la conservación forzosa de la fallida moneda única y en la instauración de un Estado Europeo supra-nacional que vaya sustrayendo a los gobiernos sus soberanías nacionales y que tenga el potencial de convertirlos en meras administraciones provinciales, como en efecto ya ha sucedido con Grecia, Irlanda, Portugal y quizá no tarde en ocurrir con España e Italia1.
Ahora nos hemos dado cuenta que el proceso de comunitarización pecó de soberbia, desproporción y precipitación, al subestimar las diversas tradiciones culturales, económicas y jurídicas de las regiones que componen Europa y las costumbres de sus pueblos plurales.
La implementación del engendro fue posible mientras la burbuja se hinchaba. Una vez pinchada, ha dejado tras de sí una colección de fraudes que nunca debieron haberse regulado, como la misma entrada de Grecia al Euro2 o el incumplimiento de los llamados criterios de Maastricht, que muy pronto fueron burlados por Francia y Alemania, y luego desechados por completo en la crisis actual, como critica Bret Stephens en un demoledor artículo en The Wall Street Journal3.
No podemos olvidarnos tampoco de la estafa de la Constitución Europea, rechazada de manera contundente en 2005 en los escasos lugares donde se permitió votar sobre ella, como en Francia y Países Bajos, aunque luego fuera impuesta en 2009 rebautizándose como Tratado de Lisboa4, a pesar de las valerosas y razonables resistencias de Irlanda, Polonia y República Checa.
¿Por qué rotulan el nombre del Consejo Europeo en latín?5
El sueño europeo se truncó en pesadilla financiera de ayudas envenenadas porque no se reparó en lo esencial, entre otras cosas, que los países europeos, salvo por la religión cristiana, no comparten ni idioma, ni cultura, ni visión social, ni siquiera un pasado económico y político reciente similar. De hecho, muchos países europeos ni siquiera tienen cohesión interna suficiente, véase el caso de Bélgica o España, como para además tener que adoptar políticas comunes con múltiples países.
La Unión y el Euro se resquebrajan a golpe de primas de riesgo, agencias de rating y necesidades de core capital. Sin embargo, los burócratas bruselenses, «los eurócratas», esa especie de casta de mandarines despóticos, han decidido huir hacia delante y aplicarnos por decreto nada más y nada menos que una especie de «socialismo neoliberal» en aras de la salvación de la banca. Unos rescates financieros draconianos por los cuales se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias, todo ello a costa del contribuyente, como denuncia valientemente el economista alemán Max Otte en su reciente ensayo ¡Frenad el desastre del Euro!6
Algunos se preguntarán qué hay de negativo en que la Unión Europea se esté construyendo de esta forma. Y lo negativo es mucho, sobre todo desde un plano financiero, como lo demuestra la aplicación nocturna y alevosa de normativas económicamente violentas, de gran alcance y prácticamente desconocidas para los ciudadanos. Como botón de muestra basta referirse al denominado Mecanismo de Estabilidad Europea o MEDE (en inglés ESM, de European Stability Mechanism), que más que un «mecanismo» es un nuevo tipo de administración planificada que ha nacido en la Unión Europea7.
A través del ESM Bruselas pondrá a su servicio y disposición permanente a los Ministros de Economía y Finanzas de los países de la eurozona. Estos ministros, en el marco del ESM, podrán ir a Bruselas con la llave de la caja fuerte de la riqueza nacional sin límites. Uno de los observadores designados para el ESM es el Presidente del BCE, un organismo «independiente y sin fines políticos» dedicado a inyectar liquidez a los bancos privados (que reciben dinero casi gratis a poco más del 1%) y compran deuda pública como la española que llegó a estar al 6% o la italiana al 7%.
Así resulta que la UE no puede dar orden alguna al BCE, y sin embargo, el BCE gobierna a través del Sistema Europeo de Bancos Centrales. Aquí reside lo paradójico de la situación pues el BCE ha adquirido desde el 1 de diciembre de 2009 rango institucional de la Unión Europea, pero realmente no toma órdenes de los Estados miembros, ni responde ante ellos. En esto consiste básicamente la cuadratura del círculo comunitario con su «socialismo neoliberal». Pues de esta farragosa manera, por medio de entramados opacos como por ejemplo la Autoridad Bancaria Europea (ABE) o el Consejo Europeo de Riesgos Sistémicos (CERS) se ocultan los intereses privados entre lo público y se los posiciona con poderes de un organismo oficial en Europa.
Por tanto, el ESM bajo el pretexto de luchar contra la inestabilidad en la eurozona permitirá la activación de un tipo de administración anti-democrática, en favor exclusivo de la banca internacional y con poder de vaciar aún más las exhaustas arcas de los Estados miembros sin que los Parlamentos ni los jueces nacionales sean capaces de frenar el expolio. Se produce así la circunstancia grotesca de que las haciendas públicas deben entregar obligatoriamente dinero a los bancos en dificultades para que estos vuelvan a prestárnoslo, a un interés mucho más alto.
Todo esto, por supuesto, es legado del Tratado de Lisboa y cuesta decir que no estaba ya dentro del plan pre-establecido, incluyendo la aparente contravención del art.125 TFUE con la modificación prevista del art.136 TFUE, acordada por el Consejo Europeo con el visto bueno de esa Torre de Babel conocida como Parlamento Europeo y por esa especie de Politburó llamada Comisión Europea8.
En realidad, se puede observar muy escasa improvisación, todo ello, a pesar de las escenificaciones dramáticas del dúo «Merkel y Sarkozy» y de lo que nos cuentan las «autoridades».
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Una cosa es que la Unión Europea quiera ser un espacio de paz, seguridad y libertad compartida, con el fin de evitar la repetición de las tragedias de la historia, a partir de una cierta armonía y aproximación de sus ciudadanos. Otra cosa muy diferente es convertir a Europa en algo cada vez más parecido a una cueva de ladrones dirigida por un troika de cobradores del frac.
¿Quién es el auténtico europeísta? ¿Y el euroescéptico?
¿Aquél que ama la democracia y desea que la unidad europea se construya sobre las bases de la justicia social y de la transparencia («glasnost») o aquellos que buscan construir una Eurocracia de países desmantelados y uniformizados, que funciona en la práctica como una estructura sin separación de poderes y antiparticipativa?
Notas:
1 Desde el día 4 de noviembre, Italia entró en un programa de supervisión directa (intervención de facto) por el FMI y la Comisión Europea.
2 Paul Krugman, Premio Nobel de Economía (2008) afirmó en The New York Times que «España estaría mejor ahora si nunca hubiera adoptado el euro«, aunque reconoce que actualmente el país es «prisionero» de la divisa europea y ya «no cuenta con ninguna buena opción a su disposición«.
http://krugman.blogs.nytimes.com/
http://www.elpais.com/articulo/economia/agujero/cubo/Europa/elppor/20111025elpepieco_2/Tes
3 ¿Qué viene después de Europa?, por Bret Stephens, publicado en The Wall Street Journal el 21 de septiembre de 2011.
4 «La substancia de la Constitución se ha mantenido. Es un hecho«. Angela Merkel, The Daily Telegraph, 29 de junio de 2007.
«En el rescate sustantivo de la Constitución se ha seguido una estrategia que podemos denominar «del velo». Esa estrategia ha consistido en ocultar bajo un velo – el de los Tratados- los elementos fundamentales de la Constitución, a fin de que la reforma parezca una cosa nueva de menor ambición y, por lo tanto, se pueda ratificar a través de la vía parlamentaria, eludiendo los referendos.»
ALDECOA LUZÁRRAGA, F., y GUINEA LLORENTE, M., La Europa que viene: El Tratado de Lisboa, Ed. Marcial Pons, Madrid, 2008, p.25
5 Llama la atención el uso del latín para hacer referencia al Consejo Europeo en pleno siglo XXI. Quizá sea una estrategia para inducir a la ciudadanía europea poco despierta una idea imperialista de Europa. Desde luego las recientes políticas aplicadas parecen confirmar esta sospecha. En la misma línea los «Premios Carlomagno» o el llamado Praesidium de la Convención Europea.
6 Ariel Editorial, 1ª edición, octubre 2011.
7 El MEDE (ESM) asumirá, a partir del 1 de julio de 2013, las funciones de provisión de asistencia financiera externa a los Estados miembros de la zona del euro del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y del Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera (MEEF).
Ver Anexo II, Conclusiones del Consejo Europeo de 24 y 25 de marzo de 2011:
http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/ec/120310.pdf#page=22
Para la lectura del Tratado del ESM: http://consilium.europa.eu/media/1216793/esm%20treaty%20en.pdf
8 El artículo 125 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea recoge la llamada cláusula de no asistencia o principio de no corresponsabilidad financiera, que prohíbe expresamente que la UE o Estados miembros individuales respondan por las deudas de otro Estado miembro. También se está infringiendo otra disposición de eminente importancia, como el art. 123 TFUE, en el momento en que el Banco Central Europeo empezó a comprar grandes cantidades de empréstitos estatales, abandonando así su independencia e indirectamente destruyendo los principios de la política monetaria. http://www.meh.es/Documentacion/Boletines/2011/26748.pdf A fin de no arriesgar una censura por parte de uno o varios jueces nacionales, los Estados decidieron recurrir al excepcional procedimiento simplificado de revisión (art. 48.6 TUE), más rápido puesto que no prevé la reunión de una Convención europea, ni de una Conferencia Intergubernamental (CIG).
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