La Habana (PL) El diferendo interno en Ucrania provocó casi un regreso a tiempos de la Guerra Fría, y con ello a nuevos esfuerzos por justificar la existencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuyas alas se extienden al este. Nuevamente, en la historia de la alianza atlántica aparece un nuevo escenario […]
La Habana (PL) El diferendo interno en Ucrania provocó casi un regreso a tiempos de la Guerra Fría, y con ello a nuevos esfuerzos por justificar la existencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuyas alas se extienden al este. Nuevamente, en la historia de la alianza atlántica aparece un nuevo escenario para potenciar su supuesta importancia, azuzada por estrategias con visos de preparación por potencias occidentales de políticas dirigidas a desestabilizar al gigante ruso.
El pacto noratlántico se estrenó como policía mundial con los bombardeos que ahora todos conocen fueron completamente injustificados contra la entonces Federación Yugoslava, en marzo de 1999.
Al estrenar su nueva doctrina militar, llena de anuncios de supuestos retos y amenazas para la seguridad de sus miembros occidentales, la OTAN tendió puente a una época que pasó por justificaciones antiterroristas, después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, en la segunda década de este nuevo siglo, los argumentos para incrementar los gastos bélicos de la alianza atlántica y con ello los multimillonarios beneficios del complejo militar industrial, en especial, del estadounidense, se necesitan nuevas excusas.
El diferendo en torno a Ucrania, creado artificialmente o no, aparece ahora como el escenario perfecto para pedir más aumentos en los desembolsos bélicos de los 28 miembros, sobre todo, para las economías más marcadas por la crisis económica.
La alianza atlántica busca, por otro lado, instalarse definitivamente en el espacio de lo que en su tiempo fuera el Pacto de Varsovia, es decir, en las naciones de Europa del Este, próximas a la frontera con Rusia.
En su momento, el pacto noratlántico asumió compromisos con Rusia para evitar su expansión al este o instalación en países de esa región de bases permanentes o armas nucleares que pudieran poner en peligro la seguridad de Moscú.
Ahora, con la propaganda de la supuesta amenaza rusa para Europa, Washington ejerce presión sobre las debilitadas economías de Europa del este para obligarlas a asumir mayores compromisos en materia de gastos militares.
De acuerdo con Radio Praga, el ministro checo de Defensa, Martin Stropincky, afirmó que no sería prudente desplegar tropas foráneas en su nación, pues ello resulta un tema delicado a recordar intervenciones extranjeras en el pasado.
El propio primer ministro checo, Bohuslav Sobotka, que en un inicio criticó la actitud asumida por Stropincky, consideró luego que no era necesario un refuerzo de la presencia bélica de la alianza atlántica en Europa del este.
De acuerdo con The Wall Street Journal, la reacción de Washington ante las declaraciones del titular checo de Defensa fue de malestar y llevó a más presiones a Praga para aumentar los gastos bélicos.
El secretario estadounidense de Defensa, Churck Hagel, consideró que la República Checa dedica insuficientes recursos a su defensa y a los compromisos con la OTAN, donde milita desde hace 15 años.
Durante su reciente recorrido por Europa y su visita al cuartel general de la OTAN, el presidente estadounidense, Barack Obama, prometió un respaldo de mil millones de dólares para asuntos de seguridad de las naciones del este de Europa.
Aunque los estados de la alianza atlántica prometieron respetar el Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997, en la práctica y mucho antes de iniciarse el diferendo ucraniano, lo violan con la incorporación de cada vez más elementos del escudo antimisil estadounidense a esa región.
La situación en la referida república exsoviética sirvió de pretexto para incrementar el número de aviones de localización lejana y pronto aviso (Awacs), desplegados por la OTAN en naciones como Lituania, Letonia y Estonia, así como Rumania.
En los citados países se incrementaron los patrullajes permanentes con Awacs que reducen la capacidad de respuesta de Rusia en caso de una agresión, considera la prensa belga.
Por otro lado, estados como Dinamarca, Alemania y Polonia ya acordaron reforzar el cuartel general de Szczecin, en suelo polaco, con la duplicación de los 250 militares allí presentes, más allá de los 10 mil que Varsovia desea despliegue el Pentágono en ese territorio.
Sin embargo, entre los alemanes, el 71 por ciento rechaza el empleo del ejército nacional como instrumento de presión en política exterior, de acuerdo con el semanario Der Spiegel.
Al mismo tiempo, 74 de cada 100 encuestados se opusieron al emplazamiento de bases militares permanentes de la OTAN en naciones del este de Europa, de acuerdo con un estudio de la firma Forsa.
La oposición al incremento de los gastos de defensa son también fuertes entre los germanos, muy ocupados de dirigir el camino para una salida de la crisis a gran parte de Europa, donde los desembolsos de defensa habían pasado a segundo plano en el último lustro, al menos de forma relativa.
Además, existen ciertos temores entre algunas naciones europeas con fuertes lazos económicos con Rusia, pues con ésta última mantienen un intercambio comercial 12 veces mayor que con Estados Unidos, más interesado en una confrontación con Moscú.
En ese sentido, algunos especialistas recuerdan que el 40 por ciento del comercio de Ucrania es ahora con Rusia, mientras solo llega al 20 por ciento con la UE.
Naciones como Alemania, Francia y algunos estados del sur de Europa, aunque en la retórica se suman al resto de las naciones occidentales en las acusaciones contra Rusia en el caso ucraniano, presentan matices de opinión y más bien son contrarios al despliegue de tropas de la OTAN en el este europeo.
Las variantes más aceptables para todos en el bloque militar, al menos por el momento, están vinculadas a un incremento de los ejercicios conjuntos con naciones esteeuropeas y del número de militares participantes en los juegos de guerra.
En el caso de las maniobras en las costas de Estonia de mayo de este año, fueron seis mil los uniformados participantes, mientras Talin espera una mayor presencia de tropas y medios de combate de la alianza atlántica en ese diminuto país del Báltico.
Sin embargo, aumentaron los matices dentro del pacto noratlántico a partir de qué se debe hacer en la región después de la crisis en Ucrania, donde en febrero pasado se produjo una ruptura del orden constitucional, apoyada por Occidente.
El semanario alemán Die Welt consideró que la crisis ucraniana puede provocar una seria escisión dentro de las filas de la alianza atlántica, sobre todo, por el tema del despliegue de sus tropas en el este, pues continúa la reticencia a aumentar los gastos militares.
De cualquier forma, la alianza atlántica parece adentrarse en otra etapa en que su presencia podría quedar más pronunciada, pese a la reticencia de Rusia, en su franco oriental europeo, más allá de la aceptación plena o no de sus anfitriones en esa región.
*Jefe de la redacción Europa de Prensa Latina.
arb/To
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2846491&Itemid=1