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Política exterior en venta

La peligrosa alianza de Grecia con Israel

Fuentes: The Palestine Chronicle

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Durante un breve momento histórico Alexis Tsipras y su partido político Syriza despertaron la esperanza de que Grecia podría resucitar una corriente de izquierda en Europa dormida desde hacía mucho tiempo.

Una nueva Grecia nacía de los dolores del parto de la austeridad económica impuesta por la Unión Europea (UE) y sus todopoderosas instituciones económicas, una Troika tan despiadada que le tenía sin cuidado que la economía griega se colapsara y millones de personas experimentara la amargura de la pobreza, el paro y la desesperación.

La Coalición de la Izquierda Radical (Syriza, por su acrónimo en griego) llegó al poder en 2015 como resultado directo del descontento popular con la UE. Fue un momento en el que la gente corriente tomó postura para defender cualquier semblanza de soberanía que no le hubieran arrebatado los políticos, los banqueros o las poderosas instituciones burocráticas.

El resultado, sin embargo, fue bastante decepcionante. Una vez convertido en primer ministro Tsipras transformó su discurso político y fue adoptando gradualmente uno más coherente con las mismas políticas neoliberales que habían puesto a su país de rodillas.

Syriza se vendió, no solo política o ideológicamente sino también en un verdadero sentido físico. A cambio de los préstamos de rescate que recibió Grecia de los bancos europeos entre 2010 y 2015 (se calculan en 262.000 millones de dólares) el país está siendo descuartizado. Compañías alemanas operan ahora en los aeropuertos regionales griegos, se ha privatizado la principal empresa de telecomunicaciones y una parte importante de sus acciones está en manos de Deutsche Telekom.

«Lo único que falta fuera de la oficina de privatizaciones de Grecia es una señal que ponga Nación en venta«, escribió el economista político griego C. J. Polychroniou.

No es de extrañar que la sumisión económica ciega a menudo sea también el preludio de la servidumbre política. Syriza no solo traicionó las aspiraciones del pueblo griego que había votado en contra de la austeridad y los rescates, sino que también traicionó el largo legado del país de mantener una relaciones amistosas con sus vecinos.

Desde que tomó el mando de la política griega Tsipras ha llevado cada vez más a su país hacia el campo israelí al forjar unas poco sensatas alianzas regionales destinadas a explotar los nuevos hallazgos de gas en el Mediterráneo y a participar en las múltiples maniobras militares dirigidas por Israel.

Mientras que Israel ve una oportunidad de hacer avanzar su agenda política en medio de los males económicos de Grecia, el gobierno griego le hace el juego sin valorar totalmente las repercusiones posibles de comprometerse con un país al que regionalmente se le considera un paria, mientras que a escala internacional se le condena por su ocupación militar y terrible historial de derechos humanos.

Israel actuó para llevar a Atenas a su propio campo en 2010, poco después del encontronazo entre Turquía e Israel tras al ataque al ‘Mavi Marmara’. Comandos israelíes atacaron este barco turco que se dirigía a Gaza y mataron a nueve ciudadanos turcos e hirieron a muchos más.

Aunque posteriormente Turquía e Israel han llegado a un acuerdo diplomático, Tel Aviv ha tratado de hacerse con aliados alternativos entre los países de los Balcanes explotando los conflictos históricos entre algunos de estos países y Turquía.

Se firmaron acuerdos bilaterales, se intercambiaron visitas de alto nivel diplomático y se llevaron a cabo ejercicios militares en nombre de impedir la yihad internaional’ y de luchar contra el terrorismo.

Grecia y Chipre fueron objeto de la mayor atención por parte de Israel ya que, por una parte, se les consideraba un contrapeso político a Turquía y, por otra, debido al enorme potencial económico que ofrecían.

Solo un mes después del ataque al ‘Mavi Marmara’ el entonces primer ministro griego, George Papandrous, visitó Israel a lo que siguió una visita oficial del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a Grecia, la primera visita de este tipo. Fue el inicio de un romance que se está haciendo cada vez más profundo.

El motivo principal de este acercamiento de relaciones son los campos de gas de Leviathan y Tamar, situados en las aguas territoriales de varios países, incluido Líbano. Si Israel sigue adelante con sus planes de extraer gas de una fuente de energía situada en la costa de Líbano aumentarán las posibilidades de que haya otra guerra regional.

Cuando Tsipras llegó al poder respaldado por un movimiento político popular también los palestinos tenían la esperanza de que fuera diferente. No era exactamente una mera ilusión. Syriza era abiertamente crítico con Israel y había «prometido romper las relaciones militares con Israel al llegar al gobierno», escribió Patrick Strickland que informaba desde Atenas. En vez de ello, «las relaciones se han hecho más profundas».

En efecto, poco después de llegar al poder el gobierno griego de «izquierda radical» firmó un importante acuerdo militar con Israel, el «acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas» al que siguieron aún más ejercicios militares.

Todo esto estuvo reforzado por una campaña de propaganda en Israel aclamando la nueva alianza junto con un cambio del relato referente a Israel y Palestina en los medios griegos.

Un tal George N. Tzogopoulos ha sido particularmente optimista acerca de la amistad greco-israelí. En una serie de artículos publicados en varios medios, incluido el periódico de derecha israelí, el Jerusalem Post, Tzogopoulos sugiere que a diferencia de la generación más mayor de griegos que en el pasado se pusieron a favor de los palestinos, la joven generación es probable que sea proisraelí. «Este proceso (de convertir a los griegos en amantes de Israel) llevará tiempo, por supuesto, porque está unido sobre todo a la educación escolar», escribió en Algemeiner. «Pero el cambio de la cobertura de Israel por parte de los periodistas griegos es un buen presagio».

Ese «cambio de cobertura» también fue notable en la reciente visita oficial del presidente israelí, Reuven Rivlin, y su encuentro con Tsipras y otros altos cargos griegos.

En esos encuentros Rivlin se quejó de la obstinación de los palestinos y su negativa a volver al «proceso de paz», lo que provocaba una «grave crisis».

El líder de la «izquierda radical» no dijo mucho para contrarrestar las mentiras de Rivlin.

Grecia no ha sido siempre así, por supuesto. ¿Quién podría olvidar a Andreas Papandreou, el difunto líder griego que en 1981 concedió el estatus diplomático a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y permaneció al lado de los palestinos a pesar de las amenazas de Estados Unidos e Israel?

Esta generación es la que Tzogopoulos y compañía querrían que desapareciera para siempre y fuera sustituida por líderes más flexibles moralemente, como Tsipras.

No obstante, firmar la adhesión a una alianza económica y militar encabezada por Israel en una zona llena de conflictos es un paso terriblemente irresponsable, incluso para políticos sin experiencia política y oportunistas.

Es una completa estupidez que Grecia sea «el brazo fuerte del imperialismo en la zona», como lo describ el líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores de Grecia, ya que a largo plazo tendrá unos «resultados catastróficos para el pueblo griego».

Pero Tsipras parece incapaz de ver tan lejos.

Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de Palestine Chronicle. Su próximo libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, London). Ramzy Baroud tiene un doctorado en Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter y es profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies [Centro Orfalea para Estudios Globales e Internacionales] de la Universidad de California Santa Barbara. Su página web es www.ramzybaroud.net.

Fuente: http://www.palestinechronicle.com/foreign-policy-sale-greeces-dangerous-alliance-israel/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.