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La responsabilidad de votar ‘no’ en el referéndum griego

Fuentes: Diagonal

La decisión del gobierno griego, el viernes pasado, de someter a referéndum las propuestas de los acreedores sorprendió incluso a muchos de quienes en los últimos años hemos estado luchando contra la austeridad asesina en Grecia. Las negociaciones llegaban por enésima vez a un callejón sin salida, el programa de rescate se estaba terminando, las […]

La decisión del gobierno griego, el viernes pasado, de someter a referéndum las propuestas de los acreedores sorprendió incluso a muchos de quienes en los últimos años hemos estado luchando contra la austeridad asesina en Grecia.

Las negociaciones llegaban por enésima vez a un callejón sin salida, el programa de rescate se estaba terminando, las instituciones anteriormente conocidas como Troika rechazaban una vez más la propuesta del gobierno griego de transferir el coste de la crisis a los pudientes y exigían más sacrificios de parte de las capas desfavorecidas: nuevas reducciones de sueldos y pensiones, nuevos ataques a nuestros bienes públicos y comunes, nuevos retrocesos en los derechos laborales y sociales.

Además, incluso la propuesta de 47 páginas del gobierno griego, rechazada como insuficiente por las instituciones, tenía todas la características de un nuevo paquete de austeridad. La sociedad civil estaba, por tanto, preparándose para resistir un nuevo memorándum; incluso hubo reuniones preparatorias para la reactivación del movimiento de las plazas de 2011.

En este contexto, la decisión de convocar un referéndum pareció honesta incluso a los detractores del gobierno entre la izquierda y los movimientos. Tsipras admitió que el mandato que el pueblo griego le dio en enero, el de revertir los términos de la austeridad sin llegar a la ruptura con los acreedores, es imposible de llevar a término.

Era imperativo, pues, volver a preguntar a los ciudadanos cómo proceder. En una Europa gobernada por tecnócratas que son en efecto empleados del poder económico, pedir a un pueblo que participe en la toma de decisiones que afectan su destino parece un acto radical; efectivamente, la derecha griega en su totalidad denunció la convocatoria del referéndum como un «golpe de Estado».

No obstante, hay que destacar lo absurdo de las opiniones que presentan el referéndum como un acto de «democracia directa». Democracia directa es la continua implicación de los ciudadanos en la gestión de sus propios asuntos, sin la mediación de políticos profesionales; la capacidad de la gente común de definir la agenda y el contenido del debate político.

No es democracia directa un plebiscito que pide a la gente posicionarse con un ‘sí’ o un ‘no’ sobre asuntos sumamente ambiguos, con una agenda definida en una serie de reuniones detrás de puertas cerradas. Efectivamente, el pueblo griego está llamado a decidir en este «histórico» referéndum sin entender bien la pregunta, sin poder prever o controlar las ramificaciones del resultado y sin haber elaborado un «Plan B» para el día siguiente.

Y esta ambigüedad es justamente el punto problemático del referéndum. El gobierno pide a los ciudadanos que se posicionen respecto a la última propuesta de los acreedores. Estos, a su vez, insisten en que dicha propuesta ya está retirada, y que la pregunta verdadera del referéndum es la de sí o no a la permanencia en la eurozona, o incluso en la UE.

El gobierno no ha hecho esfuerzos suficientes para explicar en detalle en qué consiste la propuesta sobre la cual estamos llamados a opinar, y mucho menos para explicar cuáles son la implicaciones de un ‘no’, mas allá de insistir que el ‘no’ es un instrumento de presión en la negociación en curso. Y esta ambigüedad en lo que quiere decir un ‘no’ significa más bien que el ‘no’ puede ser utilizado para promover un acuerdo basado en las últimas propuestas del gobierno griego, que no distan mucho de un nuevo memorándum, y las cuales han sido duramente criticadas por los movimientos sociales y por todos los sectores de la izquierda, incluido el ala izquierda del partido de Syriza.

Esta instrumentalización del veredicto popular está creando un ambiente de desconfianza. Tsakalotos y Varoufakis, los principales negociadores del lado griego, han afirmado que el referéndum se puede anular, o el gobierno puede pedir que se vote sí, en el caso de que se llegue a un acuerdo favorable antes del domingo. Es comprensible que mucha gente se sienta engañada, ya que el todopoderoso «pueblo soberano» puede pasar a ser un mero peón en un juego de ajedrez político-financiero en cosa de minutos.

Actualmente, para una minoría vocal de la población es bastante claro que la democracia y la justicia social han llegado a ser incompatibles con el proyecto europeo. Que los pueblos de la periferia europea están siendo tratados como cabeza de turco y llamados a pagar el coste de la crisis estructural de la eurozona. Que ahora mismo la integración europea no significa nada más que la penetración del capital a todas las esferas de la vida y el sacrificio del medio ambiente, de los bienes comunes y del bienestar de las capas populares en aras de la rentabilidad capitalista.

Después del fracaso del gobierno liderado por Syriza en crear la más mínima grieta en la hegemonía neoliberal europea, hay una creciente concienciación de que, a pesar del gran coste de la transición, una vida sencilla y autosuficiente fuera de la eurozona es preferible al desangramiento lento pero continuo de la sociedad dentro de ella.

No obstante, para la mayoría de la población, la actitud hacia el euro no tiene que ver con sus expectativas materiales de largo plazo, sino con el miedo a lo desconocido, miedo a la desestabilización a corto plazo de la economía o incluso miedos antiguos referentes a la identidad nacional griega, a la pertenencia o no a la civilización occidental. Esto explica por qué en las manifestaciones a favor del ‘sí’ en los últimos días, convocadas por las fuerzas derechistas y protagonizadas por familias adineradas, se ha sumado gente de clase media o baja, que no tiene ningún interés material en la perpetuación de la austeridad.

Por supuesto esta confusión y ambigüedad está siendo aprovechada por las fuerzas pro-austeridad para promover una campaña del miedo, con el propósito de influenciar el voto del domingo.

Después de la intervención política del BCE, que negó la liquidez a los bancos griegos y obligó al gobierno a establecer controles de capitales, los medios de comunicación controlados por la oligarquía griega, es decir, todos menos la recientemente resucitada ERT pública, promueven un ambiente de terror, postulando que lo que está realmente en juego es la bancarrota y el caos económico consiguiente.

Las continuas amenazas de los altos cargos europeos, las imágenes de los jubilados esperando en largas colas para cobrar sus pensiones, las intervenciones vergonzosas de los sindicatos burocráticos que piden la anulación del referéndum y los empresarios que se niegan a pagar los sueldos de junio con el pretexto del cierre de los bancos contribuyen a la desmoralización del electorado.

A esto hay que añadir las declaraciones de los ministros y parlamentarios afines al gobierno que rompen filas y ponen en tela de juicio la utilidad del referéndum. Está claro que el «pueblo soberano» llega el domingo a las urnas con una pistola en la nuca. Incluso entre los detractores de la austeridad cunde el pánico, y la balanza se va inclinando cada día más hacia el ‘sí’.

No obstante, todo lo anterior no significa que los movimientos populares puedan mantener una «neutralidad» frente a este desafío; ésta es, desafortunadamente, una postura que promueven desde un idealismo revolucionario el Partido Comunista y partes del movimiento anarquista.

Está claro que el deber del movimiento democrático popular es luchar por la superación del contexto político que presenta este tipo de chantajes y dilemas falsos. Sin embargo, no hay duda en que un posible ‘sí’ en el referéndum del domingo significará un gran revés para las luchas populares.

Significará una victoria moral de los partidarios de la austeridad, un ataque a las pocas conquistas populares que quedan en pie, una oportunidad para la burocracia europea de intervenir en la política del país y organizar un golpe parlamentario, instaurando un gobierno servil como ya hicieron con el gabinete de Papadimos en 2011.

Y aunque el gobierno de «salvación nacional» liderado por Syriza deje mucho de desear en términos de cumplimiento de sus promesas electorales, en términos de proximidad a los movimientos sociales y a las demandas de democracia radical, en términos de voluntad de enfrentarse al poder de la oligarquía en Grecia, en términos de su fijación en el ideario capitalista del crecimiento, cualquier otra opción gubernamental representa actualmente un mayor retroceso en estos ámbitos.

El ambiente de terror ha polarizado la sociedad griega, y ha hecho imposible prever el resultado del domingo. La impasibilidad de los oficiales europeos frente a la lluvia de críticas sobre su gestión de la crisis europea demuestra que la verdadera agenda del poder establecido es simplemente aislar, desmoralizar y castigar al pueblo griego, y con ello acabar con toda perspectiva de resistencia al dominio neoliberal en el continente.

Es un reto mayúsculo superar una vez más el miedo, el fundamento psicológico de la gobernabilidad neoliberal, y encontrar la integridad para poder votar por el ‘no’ en el referéndum del 5 de julio en Grecia.

Seguramente, nuestra labor no termina con votar por el ‘no’; queda pendiente la elaboración de un plan de acción alternativo y antagónico a la integración neoliberal, basado en la iniciativa de la sociedad organizada y la solidaridad entre los pueblos europeos.

No obstante, frente a la garantía de continuada austeridad, despojo, sufrimiento y desintegración del tejido social que representa el ‘sí’, asumir la responsabilidad y lanzarse a las posibilidades que abre un ‘no’ es la única opción que puede fortalecer el movimiento popular, que puede abrir espacios de intervención de las fuerzas sociales para la defensa de nuestros bienes comunes y el fortalecimiento de nuestros emprendimientos colectivos. 

Theodoros Karyotis es sociólogo, traductor y activista que participa en movimientos sociales que promueven la autogestión, la economía solidaria y la defensa de los comunes. Escribe en autonomias.net y tuitea en twitter.com/TebeoTeo

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/panorama/27216-la-responsabilidad-votar-no-referendum-griego.html