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La revolución alemana: cómo Berlín se tornó en desesperación

Fuentes: Socialist Worker

Traducido por Rebelión por Àngel Ferrero

Nuestra serie concluye con la descripción de las maniobras para aplastar la revolución de enero de 1919.

El Partido Socialdemócrata alemán (SPD) traicionó las ideas por las que había luchado durante 50 años cuando decidió apoyar la carnicería de la Primera Guerra Mundial. La principal marxista alemana Rosa Luxemburg llamó al SPD «cadáver apestoso». Pero demostró estar muy vivo cuando llegó la hora de salvar el capitalismo.

Tras el estallido de la revolución el 9 de noviembre de 1918, la dirección del SPD tomó el control del gobierno central y construyó estrechos vínculos con el alto mando militar. Su apoyo a la guerra había significado una escisión en el SPD. Cerca de 200.000 de sus miembros abandonaron el partido para unirse al más izquierdista USPD.Pero a la vez el SPD ganó medio millón de nuevos afiliados en las pequeñas ciudades y entre los trabajadores de cuello blanco. No existía ninguna otra fuerza política con más de un millón de afiliados y que a la vez tuviera una enorme influencia sobre los dirigentes sindicales.

El SPD apoyó oficialmente a la revolución y prometió el socialismo después de la elección de un nuevo parlamento. Pero sus dirigientes quisieron desesperadamente desmantelar los consejos de obreros y soldados que habían aparecido con la revolución, en la medida en que amenazaban al viejo orden. Para llevar a cabo sus planes, el SPD contribuyó en la reorganización del ejército. Dos meses después del estallido de la revolución, el general Groener estaba al mando de más de 10.000 hombres armados denominado «Freikorps» (cuerpos libres). Se trataba de voluntarios, en su mayoría procedentes de los oficiales de rango del ejército.

Gustav Noske, un parlamentario socialdemócrata desde 1906, se convirtió en ministro del ejército y la marina. Su primera medida fue hablar a los principales oficiales y al alto mando. Declaró que «alguien tiene que convertirse en el sabueso que doblegue la revolución». Él era el hombre para hacerlo.

Los Freikorps se trasladaron a Berlín durante los primeros días de enero. El objetivo de su operación era provocar al ala izquierda de las organizaciones obreras de Berlín para que fuesen a un levantamiento prematuro contra el gobierno encabezado por el SPD. Friedrich Ebert, el líder del SPD en el gobierno, despidió a Emil Eichhorn, miembro del USPD y jefe de la policía en Berlín con el apoyo popular. Había sido nombrado durante los primeros días de la revolución y se opuso vehementemente a las medidas contrarrevolucionarias. El Consejo de Obreros y Soldados de Berlín le había otorgado a Eichhorn el puesto, y rechazó ponerlo a disposición del gobierno.

El 5 de enero, el USPD de Berlín y el recientemente fundado Partido Comunista llamaron a la huelga. Cientos de miles de obreros furiosos salieron a la calle. Se creó un comité revolucionario a partir de este movimiento: reunió a los comunistas, al USPD y a los delegados sindicales radicales. El comité emitió un comunicado llamando al derrocamiento del gobierno de Ebert que, de hecho, llamaba a una segunda revolución, la socialista, como muchos pedían en las calles de Berlín aquel día.

Pero las fuerzas necesarias para realizarla no estuvieron donde debieron. No hubo, por ejemplo, ninguna ocupación organizada militarmente de los edificios del gobierno central. Después del día de las manifestaciones, las masas sencillamente volvieron a sus casas. Los Freikorps, mientras tanto, expulsaron a los grupos de militantes que protestaban en las imprentas del SPD que habían ocupado.

Los dirigentes del Partido Comunista se opusieron al comunicado que llamaba a derrocar el gobierno de Ebert. Luxemburg comprendió que el SPD era demasiado fuerte, y los socialistas revolucionarios demasiado débiles, para que tuviese lugar una revolución con éxito en aquel momento. Aunque las fuerzas revolucionarias hubiesen triunfado en Berlín, la mayoría de la clase trabajadora del resto de Alemanía todavía abrigaba esperanzas en el SPD y sus dirigentes sindicales.
El hecho de que la llamada a la toma de poder obrero fracasara incluso en Berlín mostró la debilidad del Partido Comunista, que sólo se convirtió en un partido de masas el año siguiente de la escisión del USPD y cuando la mayoría de los delegados sindicales revolucinarios de Alemania se afilió a él. El Partido Comunista no podía, en enero 1919, organizar correctamente a los obreros revolucionarios. En su lugar se dejaron llevar por el sentir espontáneo que se respiraba en las calles, que pasó de ser mucho a muy poco.

Dos semanas después, los Freikorps arrestaron y asesinaron a Rosa Luxemburg y a su camarada, el dirigente comunista Karl Liebknecht. El SPD aún hoy se niega a aceptar su responsabilidad de su asesinato y el de 30.000 obreros que murieron a resultas del aplastamiento de la revolución. A pesar de la represión, la revolución socialista siguió en la agenda política alemana hasta 1923, y si hubiera ocurrido, la historia hubiera sido muy bien otra.

Volkhard Mosler es colaborador de Marx21 (www.marx21.de)

Fuente: http://www.socialistworker.org.uk/art.php?id=16655