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Perú: Construir democracia desde abajo

La salida electoral del fango no es una alternativa

Fuentes: Rebelión

El Perú atraviesa por un escenario extremo y complejo de corrupción total del sistema político y cínica degeneración de los sujetos políticos, e implica a instituciones, funcionarios públicos y procesos gubernamentales sometidos por prácticas corruptas que llegan a convertirse en un instrumento de dominación y muerte, lo que ha llevado al Perú a una pérdida completa de identidad, de integridad, confianza y transparencia; el Estado al persistir en la lógica colonialista, racista, genocida y neofeudal pierde eficacia y toda legitimidad. Algunos factores que han contribuido a esta situación surgen de la propia Presidencia y las organizaciones criminales a las que representa, y en lo mas profundo al saqueo, a la expansión territorial y, al mismo tiempo, a la concentración del poder político y económico en pocas manos, que multiplica el riesgo de que aumente aun mas el abuso del poder para beneficio de castas selectas de privilegiados.

Estamos muy de acuerdo con Milciades Ruiz -lo mismo que con Raúl Zibechi o Gilberto López y Rivas- cuando sostienen que los pueblos deben autogobernarse de acuerdo con la “tradición comunitaria andina (que) aún conserva la democracia directa interna”, confirmando que, en el mundo, la democracia siempre surgió de los pueblos, así como la antidemocracia disfrazada de su opuesto nace desde el poder de los dominadores. Los pueblos fueron sometidos a la antidemocracia que viene de fuera, de poderes autoritarios a través de los partidos, que proviene de “Los colonialistas fundadores de la república, (que) mantuvieron el mismo esquema de gobierno, bajo el nombre de “Departamentos” y, de provincias a las subdelegaciones, bajo el mando de Prefectos y subprefectos. Hemos llegado a 24 departamentos por acaparamiento político de los descendientes colonialistas, cometiendo aberraciones ecológicas.”2

Desde 1990, Alberto Fujimori y su pandilla redefinen la cultura de corrupción adaptándola al neoliberalismo, convierte la corrupción que ya existía oculta y aun cuidadosa, en una norma cultural, donde la grandes empresas, los gobiernos regionales y locales, las fuerzas armadas y policiales, y también los ciudadanos y empresas paguen sobornos o participen en prácticas corruptas para acceder a buenes del Estado o para realizar trámites que los beneficie. Con la Constitución de 1993 se vivío un colapso del Estado de derecho permitiendo que la corrupción se arraigue. En ese primer ciclo lumpenburgués-fujimorista aun se admitían y castigaban los delitos. Las leyes no se aplicaban de manera justa y el sistema judicial era manipulado o corrupto. Los controles y balances ya eran arbitrarios e iban desapareciendo los mecanismos efectivos para supervisar y limitar el poder de los políticos y funcionarios, la corrupción proliferaba sin restricciones y para evitar que los actos corruptos sean castigados y los responsables no enfrentan consecuencias, se crea un ambiente de impunidad donde la corrupción se normaliza y expande.

Interrumpido parcialmente el proceso fujimorista entre el 2000 y el 2015 donde las instituciones públicas seguían siendo utilizadas para enriquecer a las élites y mantener el control político, en detrimento del bienestar general de la población, el 2016 se inaugura un nuevo ciclo fujimorista ahora aliado con la derecha y un sector de la izquierda conservadora, rastrera y saqueadora.  En este nuevo ciclo, la corrupación intenta ser legalizada: cambian la legislación para que los delitos ya no lo sean, se archivan procesos, se liberan presos, se condecoran a opresores, se persigue y sanciona a los jueces, fiscales, militares y policias honestos y campea la impunidad. La lumpenoligarquía peruana y chilena, la economía criminal y los bufetes juridicos de alta gama definen estructuras institucionales y leyes pro crimen que configuran un Estado de la cacocracia y la muerte.

La política peruana no es tan compleja como parece. Es cierto que los políticos siguen sorprendiendo con cada vez su cínico comportamiento, pero si vemos que este queda enmarcado en un sistema de saqueo y corrupción históricamente configurado desde que nació el Estado hace más de 200 años, cíclicamente renovado y hace 35 años modernizado por el neoliberalismo con el respaldo de la lumpen oligarquía y trasnacionales, los llamados partidos, las fuerzas armadas y policiales, las instituciones que toman decisiones como el Congreso y el ejecutivo, el sistema judicial y los grandes medios, el panorama es más simple. Si nos dejamos absorber por las noticias cotidianas solo veremos un fango de estiércol que cada vez es mas hediondo y nos provoca mareos de solo acercarnos a él, cerrando nuestra comprensión. También nos confunden las ideologías esquemáticas o la búsqueda de manuales de teoría política con sus fantasías sobre la democracia y la libertad, que si bien tuvieron una vigencia real algunas décadas hoy son solo mitos. Recordemos algunos rasgos del Perú actual

  1. El Perú desde su constitución como repúbliqueta – Estado con reducida institucionalidad, donde la corrupción y el irrespeto a la legalidad y al interés público, a la res pública, esta regido por el saqueo y despojo de los pueblos principalmente originarios. Atado a lógicas extractivistas, el país termina siendo producto del interes rentista, que con el neoliberalismo se instendifica a extremos incalculables. Sobresale la minería, el petróleo y los monocultivos y otras actividades regionales como la maderera, la pesquera, el cultivo de coca, etc. donde rige la violencia estatal y privada para garantizar brutales formas de explotación servil y esclavista de la naturaleza destinadas a la exportación sin algún procesamiento. El extractivismo crea conflictos no solo entre las trasnacionales y la oligarqiuía con las comunidades y pueblos aledaños, sino en el ámbito político con la expansión del clientelismo, donde varios sectores disputan aquellas rentas desconociendo todo derecho, expresándose en la pugna por el control de gobiernos autoritarios centrales (Congreso, sistema judicial, fuerzas armadas y policiales)), regionales y locales, donde la violencia y la corrupción parece se han constituido en una condición necesaria para que exista este tipo de economía.  Esta corrupción esta consolidada en las empresas estatales y también en las privadas.
  2. Con la expansión del capitalismo del despojo en el territorio desde la pos-segunda guerra mundial, el país se ha andinizado. Con la política imperialista neoliberal se han producido enormes cambios en los últimos 35 años. En un contexto marcado por el tránsito del imperio norteamericano que pierde hegemonía y pasa de la apuesta por la globalización a un ultranacionalismo y múltiples formas de agresión tributaria y amenaza militar en su desafío por revertir la caída de la acumulación con una reindustrialización interna y mayor saqueo del resto del mundo-en especial de hidrocarburos, minerales y productos agrícolas- y la amenaza permanente de la fragilidad del mundo financiero. Con el extractivismo y el saqueo neoliberal en expansión aparece en Perú una nueva composición social, la andinización y el repoblamiento. Una nueva clase media, una nueva burguesía andina, nuevas elites político-gansteriles que se suman al gran lumpen burguesía criolla y extranjerizante del despojo, la apropiación territorial, las drogas, el rentismo, el monopolio; forman “partidos” financiados por esa nueva economía y la delincuencia política se expande a todas las instituciones. El saqueo del Estado se naturaliza y para lograrlo son indispensables los abogados.
  3. En una mirada al imperio, no importa quién llegue a la Casa Blanca, presidentes demócratas y republicanos desarrollan por igual políticas que favorecen los intereses estratégicos y de “seguridad nacional” de las clases dominantes, del Pentágono, las industrias militares y del imperialismo estadunidense. Cambian las modalidades y de una violencia encubierta se transita con Trump a la guerra militar, tecnológica y financiera-comercial al mando del fusil. El 2025 se inaugura una plutocracia abierta que ha optado por la desglobalización que destruirá la competencia global e interna, que se impone sobre la destrucción de las organizaciones del campo popular, limitando la capacidad de movilizarse y hasta de opinar, generando un clima de revancha machista y racista. En América Latina, por lo contrario, se abre un nuevo ciclo neoliberal que combina la represión contra las resistencias combinada con la exacerbación del extractivismo, dibujan un panorama complejo que puede hacer retroceder a los movimientos varias décadas. Nuestros pueblos han vivido la Conquista, la catástrofe demográfica, la desaparición de grupos étnicos, la destrucción intencional de los valores, objetos y creaciones culturales de los pueblos originarios.
  4. La política hoy es un sistema apoyado en el engaño y el simulacro, el monopolio de las armas y las innumerables mediaciones jurídicas desde la Constitución y las leyes, desde el estado de derecho hasta tribunales, fiscalías, juzgados, donde -como dijimos- los abogados y contadores son piezas indispensables para el dominio. El Congreso compuesto por más de 100 delincuentes prontuariados buscan su permanencia y su impunidad en medio de cada vez más privilegios. y los medios de comunicación, también monopolizados juegan su papel.

Reiteramos la idea de que un nuevo ciclo de la vida política se inicia el 2016 con el congreso fujimorista y la aparición de nuevas asociaciones criminales desde las regiones, que se suman a ex apristas y acciopopulistas que se mantienen con vida. Acción Popular conformado por los llamados mocha sueldos, unidos a apristas solapados -un caso patético es Acuña (APP) en La libertad y Lambayeque como centro- la ultraderecha criolla religiosa y militar hispanista que vive del Estado representada por Renovación Popular; Podemos del saqueador José Luna Gálvez de los andes huancavelicanos, ex apromontesinista y eterno congresista experto en crímenes y en crear partidos y universidades. Cuando los corruptos organizados en mafias consiguen el poder total con Keiko y su sierva Dina, en representación del Deep state empieza la transgresión de todas las líneas rojas hasta chocar entre ellos. Presenciamos un reparto territorial del poder reconstruyendo el colonialismo virreynal y caciquil; de las encomiendas pasaron a las reparticiones, de estas a las prefecturas y gobiernos regionales. El Norte liberteño queda en manos de la mafia de Acuña, Cajamarca con su narco-alcalde Joaquín Ramírez; el centro andino para los Cerrón, Ayacucho bajo el control de Oscorina, el wayki de Dina etc. llegando a Lima que concentra el poder mafioso y es destinada a Keiko Fujimori bajo la protección de los Romero, Rodríguez Pastor, los mineros, agroexportadores y otros monopolistas).

Las castas políticas que temen a las elecciones por que pesar de que con artimañas y truculentas alianzas, lograron mayoría en el Congreso, pero perdieron el ejecutivo y tuvieron que apresar ilegalmente al Presidente Castillo para recuperarlo. Esta vez, han diseñado todo un sistema para asegurar su triunfo total: control del poder electoral, financiamiento privado de candidatos, creación del senado, etc. Aunque en este rico pais, la mayoría del pueblo peruano rechaza al régimen político y lo expresa a cada momento de diversas formas, incluido el voto, las miserables condiciones de vivda (el 66% de la población vive en la miseria, en particular la rural y en los barrios populares urbanos que sobreviven en la extrema pobreza, en particular en el sur andino y la amazonía) y a pesar del miedo, refugiados en la informalidad o en la economía ilegal resisten. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INE) el 58% de la PEA está desempleada o subempleada, sin seguro social, derecho a pensión, sin atención sanitaria o educación. El 68 % carece de servicio de saneamiento, sin agua o recojo de basura.

  1. Nunca hubo democracia en el Perú, si por ella entendemos mucho más que el sufragio universal.3 Este concepto llevado a la práctica de hoy trata de una contienda y/o arreglos entre mafias que se les llama partidos, compuestas por familias cuyos caudillos son seleccionados entre ellos, son financiados por quienes tienen poder económico y los votantes lo hacen por la multa o por incentivos clientelares sin muchas veces conocer al candidato. Para el año 2026, se inscribirían 40 partidos políticos para participar en las elecciones, la cifra más alta de su historia. Esta proyección de partidos políticos contrasta con la alta ilegitimidad de los actuales y la desconfianza de la ciudadanía para elegirlos a ellos o a sus sucesores. En el Latinobarómetro de 2024, solo el 9 % se identifica con algún partido y si lo hace es en función de las relaciones clientelistas con una esencia caudillista y de propiedad familiar. Estas organizaciones son más entes criminales sin la función de intermediarios entre el Estado y la gente, sin democracia interna y de tener frágiles lazos con la sociedad, han pasado a ser enemigas de la sociedad. Las relaciones de colaboración con otros partidos son delictivas y, obviamente, incapaces de generar propuestas en favor de los pueblos.
  2. La vuelta a los 90. de la tragedia a la “comedia trágica”. El Estado sirve a la delincuencia. Han creado todo un sistema criminal. Los abogados crean y cambian leyes a través del Congreso logrando obstruir la justicia y buscar la impunidad; los militares y policías proveen de armas a las mafias y sicarios; han conseguido articular a las grandes mafias empresariales con las pequeñas; los crímenes indiscriminados han creado una situación de terror y miedo en la población, que facilita la obediencia y contiene la resistencia social. Los delincuentes que gobiernan el país se caracterizan por que solo les interesa el saqueo, el consumismo y la buena vida. Están liderados por una derecha neoliberal que descubrió las debilidades de un sector de la llamada izquierda que muy rápido pragmáticamente aceptó integrarse a las filas de esta casta. Odian a los pueblos, incluso a los suyos y no tienen límites para matar si eso sirve a sus objetivos.
  3. El saqueo permanente fue de la mano con la privatización de territorios, configurando haciendas y minas, y continuo a través de la historia destruyendo vínculos de solidaridad y comunalidad, se introdujo el valor de cambio, la economía mercantil, el dinero, las finanzas, la economía ilegal y siempre se encontró con las resistencias de una cultura popular con sus conocimientos agrarios, tradiciones, mitos, costumbres, utopías y esperanza. Una guerra interminable entre nacionalidades de abajo y de arriba y de los primeros contra el imperialismo. La derecha política medieval junto a una caterva de hispanistas ha desatado una guerra cultural que pretende cambiar mentalidades y es contra el anticolonialismo histórico, que afecta la memoria histórica, a las instituciones y personalidades honestas y combativas por los derechos sociales. La universidad combativa fue capturada por los militares hace 40 años y transformada en prisión, en un ghetto de marginados, donde quedaron literalmente encerrados los estudiantes. Y se crearon las privadas con la misma característica. Y hoy ambas reducidas a centros de embrutecimiento desligados de la sociedad y de la historia. Recordemos que la izquierda es una cultura de la clase media urbana alta, media y baja educada urbana, han dejado los ideales universales de emancipación -como las cuestiones ligadas a la exclusión económica– y se han limitado a derechos específicos de agrupaciones hasta convertirlos en elementos de dominación social que la derecha denomina capitalismo woke. Algunos pocos súbditos se enriquecen haciendo propias la cultura y la política imperiales abandonando el poder de desafiar al poder y al Imperio mismo. Vivimos un período de guerras y de negatividad de una trágica existencia. La voracidad, la indolencia, el cinismo, el consumismo, el egoísmo, etc. Se traducen en violencia que ahora es detentada por nuevos grupos de poder asociados a la economía criminal: narcotráfico, intereses políticos, prostitución, saqueo territorial y de recursos, extorsión, coimas, etc. El monopolio de las armas y la paz de los sepulcros quedó naturalizado.
  4. Con el fujimorismo neoliberal, los grandes capitales crecieron en forma exponencial centrados en un extractivismo feroz, utilizando la corrupción como herramienta principal sin importarles la destrucción institucional, mientras las grandes mayorías populares quedaron sumergidas en su empobrecimiento. Las políticas sociales que impulsaban los Estados hacia mediados del siglo XX fueron barridas y las estructuras estatales precarizadas, desechando derechos y dejando de brindar, los servicios básicos a sus poblaciones. En esa lógica, las organizaciones políticas y los movimientos contestatarios gremiales y sindicales fueron siendo absorbidos/cooptados por los planteos de derecha y la corrupción. Los grupos de poder transformaron a la clase media, a los políticos y a los militares en asociados y a los trabajadores en “colaboradores”.

En la historia reciente la guerra cultural e ideológica viene siendo ganada por el conservadurismo ante la mediocridad y corrupción del progresismo neoliberal y la ausencia de programas y alternativas de lucha radicales. Desde la Guerra Fría, las terribles represiones a que se vieron sometidos los pueblos en lucha, quedó una memoria de montañas de cadáveres y ríos de sangre. Los genocidios crearon una “pedagogía del terruqueo” y después “anticaviar” que sigue presente, potenciada por los falsos positivos, farsas por mayores presupuestos y una engañosa guerra contra el narcotráfico. Múltiples factores como la acción de los grupos neoevangélicos, algunas ONG y el auge de la distribución de drogas ilegales entre la juventud, el abandono de la lectura y el pensamiento crítico con el uso del internet y de la IA, las competencias educativas y el embrutecimiento universitario contribuyeron a que la juventud prefiera la evasión. Vivimos la desideologización de contenidos de izquierda desde la educación y la cultura consumista, en un contexto de continuo bombardeo ideológico-cultural al que se somete a las poblaciones a través de los medios y redes sociales. Todo lo cual hace que cunda un sentimiento de miedo/desconfianza ante los planteos de izquierda en las mayorías populares, manipuladas hasta el hartazgo con mensajes conservadores, de derecha, en muchos casos religiosos, adormecedores y demonizadores de cualquier iniciativa de cambio profundo. La izquierda caviar también cayó en desgracia y dejo de ser protagonista entre las clases medias, hoy es la nueva clase media que viene desde las regiones con una ambición ilimitada que se expresa en un Congreso colmado de privilegios, donde grupos que suplantan a la izquierda solo la deslegitiman, pero con incierto futuro que incluyen la cárcel.

¿QUE HACER? Los pueblos, la izquierda popular, los de abajo, se encuentran en la orfandad de proyectos reales de cambio por la degeneración de los Estados producto de revoluciones, de los reformistas gobiernos progresistas y la colusión de sus partidos e intelectuales con la derecha neoliberal. Es indispensable un frente popular y un programa, que debe ser la base del proyecto destituyente de lo viejo en descomposición y constituyente de lo nuevo. Existen muchas ideas al respecto, pero no aparecen propuestas claramente alternativas al capitalismo, de las que las poblaciones puedan apropiarse y dar la lucha. Mientras llegue el momento de destrucción del Estado y no existan condiciones revolucionarias los pueblos recurrirán a las autodefensas, a las destituciones de poderes e instituciones, a la construcción de solidaridades y formas democráticas de vida que incluyan la participación electoral, reconociendo las limitaciones del sistema para competir con un aparato político privatizado, mercantilizado y especulativo, así como contar con candidatos probos, únicos y combativos.

No debemos aceptar la idea del mal menor y menos administrar el neoliberalismo vigente sino persistir en transformar de raíz el sistema capitalista. Las izquierdas latinoamericanas en el ejecutivo no tocaron los resortes básicos del sistema: no tocaron la propiedad privada de los medios de producción, no reformo estructuras como la agraria, minera o del Estado y desde la práctica armar un nuevo Estado socialista, ni siquiera recreó la ideología revolucionaria desmontando la anterior cultura, ni se atrevió a discutir el reemplazo de las antiguas fuerzas armadas por milicias populares y un nuevo ejército plegado a las dirigencias de izquierda. En síntesis: la progresía no solo no desbarató la alianza entre empresa privada, el crimen organizado y el Estado neoliberal procesos asistenciales que no modificaron de cuajo las estructuras vigentes, que no tocan la gran propiedad capitalista.

Un aspecto fundamental es invertir los términos de construcción social, partir desde la comunidad y la cultura comunitaria y avanzar en el Frente Popular. La democracia en la historia siempre provino de los pueblos, de la comunidad rural, de las luchas contra hegemónicas. La historia del Perú está hecha de cientos de rebeliones regionales y esa memoria sigue viva. Por ello el actual régimen prohibió los movimientos regionales. Las principales protestas antisistémicas de estos últimos años provienen de movimientos sociales en sentido amplio: la ciudadanía por la seguridad pública; los campesinos y movimientos de pueblos originarios por territorios, las rondas campesinas, los luchadores ambientalistas y antimineros por derechos humanos por sus territorios y humanidad; de los licenciados del ejército, de los desplazados, de los desocupados urbanos, de los informales por un ingreso estable; el movimiento feminista y amas de casa, de estudiantes y jóvenes sin futuro, de las víctimas del estado y su base delictiva contra la corrupción y por derechos sociales, etc. Engarzados por la lucha de étnico clasista, en muchos de ellos hay una agenda socialista, que debe debatirse y consensuar en un proyecto sistemático de construcción de un modelo superador del capital privado. De todos modos, las movilidad político-social que van teniendo estas iniciativas abre nuevas potencialidades y esperanzas. En los comités populares de base, en los frentes de defensa, en las experiencias de democracia real, participativa, de espontáneo carácter solidario y comunitario, puede encontrarse el verdadero camino para la transformación social.

Los movimientos anti sistémicos comienzan a organizarse en estructuras políticas con dos objetivos diferentes, la liberación social y la emancipación nacional, que compiten entre sí, aunque a veces se hacen compatibles, pero lo hacen desde pequeñas cofradías que coincidirán oportunistamente ante eventos electorales. En general, los dos tipos de movimientos dicen compartir una meta, que es conquistar el Estado y proponen estrategias variadas para ello, que van de la persuasión política, el voto reformista, hasta el uso de la fuerza en una vía revolucionaria en medio de la incertidumbre y la ausencia de subjetividad práctica. Para conseguirlo será necesario erradicar a los parásitos y vividores que se autodenominan de izquierda, y también de la clase intelectual que, consciente o inconscientemente, se alinea con agendas coloniales e imperialistas mientras afirma producir una crítica anticapitalista materialmente intrascendente.

El desafío es unirse en la acción con un horizonte común y con protagonismos definidos. No hay transformación sin que los sectores populares y sus liderazgos emergentes sean los protagonistas de la disputa por el futuro. Los movimientos locales y regionales, con elecciones directas de representantes únicos para participar el 2026 puede ser la tarea para frenar al nuevo colonialismo que amenaza con revitalizarse, pero que no debe postergar lo más importante que es empezar por organizarse y cambiar desde abajo, democráticamente las estructuras coloniales.

Notas:

2 Milciades Ruiz, «Propuestas de política popular», https://rebelion.org/propuestas-de-politica-popular/

3 El debate acerca de la naturaleza de la democracia y su historia es muy amplio y no lo vamos a desarrollar aquí. La democracia liberal en el mundo está en extinción. ¿Solo duró mientras hubo un estado del bienestar 1950-90? Y hoy tiene más enemigos que amigos en el poder.

Jorge Lora Cam es doctor en Ciencias políticas y en Estudios Latinoamericanos-UNAM