A la luz del triunfo sandinista del 19 de julio de 1979 nacieron en todo el mundo decenas de comités y organizaciones de solidaridad. La juvenil y novedosa revolución atraía la atención de miles y miles de personas en todo el planeta, quienes veían en Nicaragua una alternativa viable de cambio y de otro modelo de desarrollo. Cinco lustros después es legítimo interrogarse: ¿ qué pasó con ese capital solidario?
DE VIETNAM A NICARAGUA
Las manifestaciones contra la guerra de Vietnam marcaron en el mundo entero una intensa dinámica de solidaridad que alcanzó su pico cuando Saigón fue liberada a fines de abril del 1975.
Casi paralelamente, América Latina atraía la atención internacional a causa de los violentos golpes militares que se sucedieron sin parar . La caída del gobierno de Salvador Allende en Chile (setiembre 1973), precedido por el golpe de Uruguay del 27 de junio del mismo año y continuado por el de Argentina en marzo del 76, provocaron como reacción una renovada ola de solidaridad internacional. Reforzada, por el flujo de miles y miles de exiliados políticos latinoamericanos que se esparcieron por toda partes -especialmente Europa y América Latina. Quienes le pusieron nombre y apellido al drama resultante de la aplicación en la doctrina de la *seguridad nacional* en ese continente particularmente martirizado.
Esa predisposición solidaria, que no fue ajena a los corolarios del mayo francés y de las explosiones juveniles en diferentes países del viejo mundo, estuvo marcada por dos conceptos: la denuncia y la resistencia. La solidaridad de un movimiento » a la defensiva » se estructuró así al calor de la oposición antidictarorial. Los derechos humanos ocuparon un lugar principal en esa lógica solidaria de mediados de los setenta.
La insurrección sandinista en julio de 1979 catapulcó hacia el poder a una fuerza guerrillera. El nombre casi desconocido hasta entonces de Sandino y del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se arraigó en los rincones más alejados del planeta, forjándose un nuevo concepto de internacionalismo que se trasladaría hacia el resto de la región centroamericana donde otras dos guerrillas – el FMLN en El Salvador y la URNG en Guatemala- impulsaban combates similares al del FSLN.
LA EXPLOSION SOLIDARIA
Esta » explosión » de la solidaridad fue el resultado, en un momento histórico propicio, de la naturaleza del sandinismo, de su propuesta programática amplia y de la retórica humanista-humanizante de sus principales dirigentes. » La solidaridad internacional es la ternura entre los pueblos» se convirtió en consigna y paradigma de un fenómeno tan extendido y masivo como nunca antes se había visto.
Amplísimos sectores sociales y generacionales del planeta entero coincidieron con la visión creativa que proponía el sandinismo: economía mixta; pluralismo político; no-alineamiento internacional y amplia participación popular (en la que los cristianos jugaban un rol significativo) Modelo tan atractivo como novedoso que interpeló a numerosos actores de una solidaridad constructiva y propositiva que se consolidó cuando la Administración norteamericana de Ronald Reagan inició la guerra contra la revolución.
A partir del mismo 79 en todas partes se constituyeron centenas de Comités y hermanamientos de ciudad con ciudad. Miles de grupos y brigadas de reconstrucción visitaron y trabajaron en Nicaragua. Numerosos ONG de proyectos y voluntarios hicieron de ese país centroamericano un lugar especial de concentración de fuerzas. Un aluvión de solidaridad nunca antes visto.
LA DERROTA DESMOVILIZADORA
El inesperado fracaso electoral del FSLN en 1990, la pérdida del aparato del Estado así como la consecuente desatención del sandinismo hacia sus » aliados » externos decretó la crisis de la solidaridad. En un paisaje político-ideológico de los más complejos de la pos-guerra, luego de la caída del Muro de Berlín, de la derrota del socialismo real y de la preponderancia del » fin de la historia » como aparente verdad definitiva del nuevo sistema único y hegemónico.
La solidaridad con Nicaragua en particular y América Central en general intentó dinamizar una reflexión que sólo comenzaría a desbloquearse, pero en otros términos y con nuevos conceptos, luego de la irrupción zapatista en enero de 1994 y a partir de sus propuestas de redes y resistencia planetaria.
ALTERMUNDIALISMO Y NUEVA EXPRESION DE SOLIDARIDAD
Si bien algunos comités, ONGs, grupos cristianos y hermanamientos mantuvieron fielmente su cercanía con Nicaragua, El Salvador y Guatemala, la nueva lógica de » internacionalización de las resistencias » puso en jaque el concepto tradicional de solidaridad con un país, una región o un proceso en particular.
Lo global, como categoría de reflexión y de la acción política -tanto en el Norte como en el Sur, en Europa como en Latinoamérica- se consolidó aceleradamente. Y muchos de los antiguos actores/promotores de la solidaridad de los setenta y ochenta comenzaron a promover y participar en el nuevo movimiento alter-mundialista en gestación. Un precioso capital acumulado que desbordó ciertos marcos para enriquecer nuevas lógicas en gestación.
Salto cualitativo de mucha significación simbólica y conceptual. Que pone en cuestión la solidaridad como ejercicio unidireccional Norte-Sur – de gestor solidario a actor revolucionario- y que pregona la importancia decisiva de iniciativas comunes, horizontales y compartidas para confrontar un sistema único de mercado, globalizante y hegemónico.
Y que obliga a recrear una nueva noción de solidaridad, en la cual la dulce utopía de un proceso revolucionario -al estilo del sandinismo en los ochenta- sólo puede tener vigencia en «otro mundo posible», común y necesario.
Colaboracion E-CHANGER