El Parlamento Europeo sirvió ayer para escenificar las diferencias que se están abriendo entre los diferentes grupos y partidos de la Unión Europea respecto a la manera de afrontar la situación creada tras el rechazo de las poblaciones del Estado francés y Holanda al Tratado Constitucional impulsado por los jefes de Estado y de Gobierno […]
El Parlamento Europeo sirvió ayer para escenificar las diferencias que se están abriendo entre los diferentes grupos y partidos de la Unión Europea respecto a la manera de afrontar la situación creada tras el rechazo de las poblaciones del Estado francés y Holanda al Tratado Constitucional impulsado por los jefes de Estado y de Gobierno de la UE. Tras las primeras reacciones oficiales centradas en quitar hierro a la crisis, el trauma producido, especialmente por el primer «no», comienza a reflejarse en dos grandes líneas de actuación. Por un lado los partidos situados más a la derecha, en torno al Partido Popular Europeo, se decantan por suspender el proceso de ratificaciones mediante referéndums y por abrir un periodo de reflexión. El grupo socialdemócrata, en cambio, considera que el proceso debe continuar, al entender que los «noes» de Holanda y el Estado francés no pueden tener más peso político que los «síes» de los doce estados que ya han ratificado el Tratado, tan sólo uno, el español, mediante consulta popular. Sin embargo, la forma de gestionar la crisis no puede reducirse a una mera disputa partidista entre conservadores y socialdemócratas, ya que en realidad las dos grandes corrientes vienen a coincidir casi siempre en los grandes temas económicos y sociales. En ese sentido, el Gobierno de Londres, teóricamente socialdemócrata, ya ha adelantado su postura favorable a no acometer una consulta y esperar acontecimientos, mientras que el nuevo premier francés, el derechista Dominique de Villepin, abogó ayer en su investidura por impulsar «la aventura europea» que, según señaló, «no se detiene». Fue precisamente Villepin quien puso el acento en dos temas claves a la hora de realiza un diagnóstico acertado de la crisis: el alejamiento de las instituciones europeas de los anhelos y preocupaciones cotidianas de los ciudadanos y la rápida ampliación al Este, que puede llevar incluso a la entrada de Turquía en la Unión. Pero llama también la atención que el nuevo responsable del Gobierno francés admita que buena parte del «no» se debe al rechazo a la «única lógica del mercado», eje central de las políticas neoliberales de la mayoría de gobiernos europeos, que impregna además el texto del Tratado Constitucional. Ahora falta conocer si ese análisis va a suponer cambios profundos en el modo de hacer de los gobiernos más influyentes de la UE, teniendo en cuenta que la intervención de ayer del portavoz conservador alemán Hans-Gert Pöttering, puede ser un adelanto de lo que puede hacer en la cancillería su compañera Angela Merkel, si vence en otoño las elecciones generales alemanas.